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Hay siete zonas en Buenos Aires que están invadidas por las ratas

El diagnóstico pertenece al primer estudio científico sobre roedores en la ciudad. Las zonas de riesgo incluyen los barrios humildes, pero también Puerto Madero. Y la plaga va en aumento.

Por Pedro Lipcovich

Las ratas ya empezaron a matar a los pobres, golpean las puertas de la clase media e inundarán toda la ciudad: esta sentencia, que podría desarrollarse en una novela de Albert Camus, resume las conclusiones del primer estudio científico sobre distribución de roedores en la Ciudad de Buenos Aires, que se presentó ayer. Hay siete zonas de alto riesgo, que, además de los barrios más humildes de la zona sur, incluyen las vías de trenes que atraviesan la ciudad y –bajo su fachada de lujo– Puerto Madero. Hay zonas al borde del riesgo, como el centro, el Once y el oeste. Pero nadie debería considerarse a salvo porque el previsto aumento de la temperatura media favorecerá a la plaga y porque, en los frigoríficos que abastecen a la ciudad, “las ratas amanecen en los recipientes de la carne”, reveló el responsable de la investigación.
“Es imposible un recuento directo de la cantidad de ratas: hay que recurrir a modelos matemáticos”, explicó Héctor Coto, quien presentó ayer, en la Academia Nacional de Medicina, los resultados de siete años de investigación, desde la Maestría en Control de Plagas de la Universidad Nacional de General San Martín. Los modelos traducen en números índice la cantidad de capturas: el máximo tolerable, según la Organización Mundial de la Salud, es 0,30: por encima, “las ratas pasan a convivir con las personas y crece el riesgo de trasmisión de enfermedades”. El equipo, de 38 personas, relevó la ciudad de Buenos Aires mediante 173 estaciones de muestreo, utilizando las clásicas trampas y, como cebo, grasa vacuna.
El 78 por ciento de las ratas porteñas son de la especie Rattus norvegicus (rata parda) y el 22 por ciento Rattus rattus (negra): la parda es callejera; la negra prefiere el interior de las casas y depósitos de alimentos. Por eso las campañas de erradicación tienden a bajar la proporción de Norvegicus: “En Río de Janeiro la proporción de pardas cayó al 40 por ciento, por su programa de control de roedores, que insume 3 millones de dólares al año; en Buenos Aires, desde la epidemia de peste de 1914 no hay programas coordinados”, explicó Coto.
Los investigadores determinaron siete áreas de riesgo: Costanera Norte, la Boca-Barracas, Villa Soldati-Riachuelo, Mataderos, las vías de ferrocarriles, el Puerto de Buenos Aires y Puerto Madero. En la Costanera, se alimentan de los restaurantes y los restos que dejan los pescadores. En el Puerto (0,432), del sobrante de cereales desparramado en el pavimento.
En la Boca/Barracas –incluye Pompeya y el sur de San Telmo–, el índice asciende a 0,412, y predomina la Rattus rattus, que aprovecha los edificios abandonados y las construcciones de chapa y madera. “Por eso el control debe partir de un diagnóstico: desratizar la vía pública en La Boca no serviría de mucho”, comentó Coto. Sorprendentemente, cerca de la desembocadura del Riachuelo hay pocas ratas, “porque la contaminación es tan alta que no la soportan”. Tampoco hay muchas en cloacas y alcantarillas: “Sólo suelen usar estos sitios para transitar”.
En Boedo/Almagro (0,250) como en Centro/Once (0,264), el índice se acerca al límite. Barrio Norte no llega a 0,200 pero “predomina la Rattus rattus, mucho más visible en los domicilios”. En Recoleta y Núñez, 0,15. El índice más bajo se registró en Villa Devoto: 0,003: “Los índices menores corresponden a barrios de buen nivel con casas bajas”.
Pero los bifes que se comen en Devoto vienen de Mataderos. Por motivos fáciles de adivinar, las autoridades del Mercado Concentrador de Carnes no permitieron el acceso a los investigadores pero “todos los frigoríficos admiten reservadamente que hay ratas”, reveló Coto: “Muchos roedores, a la mañana, aparecen atrapados en las bateas de la carne”.
La traza de los ferrocarriles llega a 0,368, por “el mal mantenimiento de las empresas ferroviarias y el hábito de tirar basura”. Y, en Puerto Madero, “más allá de su fachada, las ratas (índice 0,343) se refugian junto al río y se nutren de los restaurantes. Antes estaban en niveles bajos, porque no tenían mucho de que alimentarse”. Pero lo peor debe soportarlo Villa Soldati, con un índice de 0,462, que afecta en especial a los 80.000 habitantes de las villas miseria. En la Villa 20, en junio del año pasado falleció una persona por leptospirosis. “No hay estudios del impacto que las ratas ya tienen en la salud, pero una investigación mostró que el 95 por ciento de las ratas porteñas tienen algún parásito intestinal: ¿cuántas de las diarreas y patologías digestivas provienen de ellas?”, preguntó Coto y señaló que “sin duda, nuestros resultados son extrapolables a cualquier municipio del conurbano”.

 

 

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