Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


INAUGURA LA MAYOR BIENAL DE ARTE
Venecia: canal abierto

Un �Plateau de la humanidad� que toma la figura y la producción de Joseph Beuys como punto de partida y como modelo del artista libre y creativo. La Argentina participa con un importante envío.

Por Fabián Lebenglik

La primera Bienal de Venecia del siglo XXI –49ª edición– se inaugura por secciones entre el 6 y el 10 de junio y seguirá hasta el 4 de Noviembre. El título genérico de la muestra este año es “Plateau de la humanidad” y se desarrolla en los Giardini y el Arsenale (Corderie, Artiglierie, Gaggiandre, Isolotto, Tese delle vergini, Giardino delle vergini). La idea del título es señalar un punto estratégico, desde el cual se puede ver y ser visto. Tal sería, según los organizadores, el funcionamiento social del arte en relación con el mundo. La propuesta es que los visitantes no sean sólo espectadores sino participantes. Plateau se usa aquí en varios sentidos: como “planicie”, “escenario”, “palaforma”, “base”...
El curador de esta edición es Harald Szeemann, quien también estuvo a cargo de la edición anterior, en la que se aumentó el espacio para las exhibiciones, abundaron las videoinstalaciones y hubo muy poca pintura. Szeeman (Berna, Suiza, 1933), fue director de la Documenta V de 1972 y de las Bienales de Kwang-ju (Corea) y Lyon (Francia) en 1997. Fue también curador de importantísimas exposiciones internacionales y, junto con Achille Bonito Oliva, inventó la sección veneciana Aperto en la Bienal de 1980, que ha sido desde entonces un laboratorio del presente, en donde se ha venido mostrando el arte emergente de casi todo el mundo, casi al mismo tiempo en que se realizaba. El Aperto fue un verdadero work in progress y en este sentido, la última edición del siglo veinte intentó ese gesto con el slogan “Abierto a todas partes” (d’APERTutto). La apertura más notoria fue hacia Oriente, como señal, según Szeemann, de cierto agotamiento, cierto cansancio, del arte occidental. Pero esa apertura “a todas partes” no lo fue tanto hacia América latina. Aunque sí se continuó con la ruptura de algunas fronteras que apuntaban a la flexibilidad de los límites nacionales y territoriales que Bonito Oliva había inaugurado en la edición de 1993. En este caso la Bienal fue avanzando hacia la ruptura de las barreras generacionales y de las divisiones entre artistas consagrados y nuevos.
La muestra internacional comienza con la utopía social y la escultura de Joseph Beuys, “El fin del siglo veinte” (1968) y con a partir de Beuys se abre una extensísima exposición que se expande en un continuo desde el Pabellón Italiano de los Giardini di Castelo hasta los espacios de la Corderie, la Artiglierie y la Gaggiandre en el Arsenale.
La nueva Bienal no fija límites geográficos ni temáticos y está abierta a una importantísima participación del cine, la poesía, la música, el teatro y la danza, con la idea de cruzar lenguajes y llevar a ciertos artistas y realizadores a presentarse en nuevos contextos, en el marco de otras prácticas, para lo cual se instalaron teatros y se reacondicionó el Arsenale para presentar obras y espectáculos de gran envergadura, producidos por la misma Bienal, un poco a la manera de la Documenta X (1997), cuya curadora fue la polémica Catherine David.
En los pabellones nacionales se exhibirán unas 230 obras provenientes de 31 países en sus propios pabellones, 19 sin pabellón y el Instituto Italolatinoamericano –que suele ser lo más flojo de la Bienal, siempre– con obras de 15 países. Todas las demás muestras incluyen obras y artistas de diferentes países.
Junto con la obra de Beuys, la Bienal también incluye importantes muestras de grandes artistas como Cy Twombly, Richard Serra, Niele Toroni, Gerhard Richter, Gary Hill, Chris Burden, Atom Egoyan, Ilya Kabacov, Richard Tuttle, Nedko Solakov, Bill Viola y Jeff Wall, entre muchos otros.
Envío argentino
Por la Argentina, la directora de Asuntos Culturales de la Cancillería, Teresa Anchorena y la curadora y especialista en arte contemporáneo Irma Arestizábal, seleccionaron a Graciela Sacco y Leandro Erlich.
La obra de Graciela Sacco (Rosario, 1956) se inscribe en el contexto urbano y busca ser el dato perturbador, camuflado en la trama visual de la ciudad. La artista se dio a conocer a partir de 1982. En 1987 egresó de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Fue docente en esa Facultad y también se dedicó a la investigación teórica y técnica. Sus principales libros son la publicación en 1987 de su tesis en la UNR, sobre Tucumán Arde, en colaboración con Sueldo y Andino. En 1994, con el apoyo de la Fundación Antorchas editó Escrituras solares: la heliografía en el campo artístico. También tiene publicaciones sobre la “Interferencia urbana”, y la gráfica.
El año de despegue para Sacco es 1996, porque fue la única representante argentina en la Bienal Internacional de San Pablo. A partir de entonces, con la visibilidad y el prestigio que tiene esa bienal, la artista comenzó a ser convocada en todo el mundo.
Ella concibe las artes visuales como derivadas de un campo de investigación mayor, en el que se incluyen las ciencias humanas, la cultura urbana y la política. Su producción se basa en la condición de circulación del hecho artístico así como en el análisis preciso del contexto temporal y espacial. El arte, para ella, es en parte el efecto de un eco discursivo. En su propia práctica artística, la producción visual se centra en las transferencias y proyecciones de imágenes tomadas de los medios y aplicadas sobre diferentes objetos y materiales. “El arte –dice- puede materializarse de manera decidida en todos y cada uno de los rincones de la cotidianeidad e irrumpir en ella.”
A través de la obra de Sacco, las ciudades se perciben como máquinas sociales, políticas y arquitectónicas. Como conjuntos de signos, textos e imágenes a ser leídos. Como un continuos urbanos a la vez administrado y caótico, mecanizado por rutinas y rituales y al mismo tiempo sorprendido por movimientos sociales y manifestaciones públicas. Tapizada de afiches y graffiti, la ciudad es también una trama visual y social dinámica, un mapa económico en transformación perpetua.
En su lenguaje visual es común la utilización de la fotografía de prensa aplicada por la técnica de la heliografía en diferentes superficies. En este sentido, la material prima fotográfica es esencial en su producción, pero al mismo tiempo la fotografía es una mediación para la búsqueda de sentido y no una técnica a desarrollar. La foto es un punto de partida y un útil de trabajo, un material de trabajo.
En su obra las imágenes impresas sobre objetos generalmente son imágenes del cuerpo, que remiten a reacciones más o menos elementales: son cuerpos en estado de necesidad, al límite de distintos grados de disolución visual y que expresan distintos grados violencias (sociales, políticas, ideológicas, fisiológicas).
Leandro Erlich nació en Buenos Aires en 1973 y actualmente reside en Nueva York. Desde su primera muestra individual, en 1991, hizo una carrera meteórica. En 1992 ganó una beca del Fondo Nacional de las Artes, dirigida por Luis Felipe Noé. En 1994 fue seleccionado para integrar el Taller de Barracas de la Fundación Antorchas, dirigido por Luis Benedit y Pablo Suárez. Al año siguiente ganó una mención en el Premio Braque.
Vivió y trabajó dos años en Houston, gracias al prestigioso programa CORE a través del cual obtuvo el Eliza Prize en 1998.
Su obra fue elegida para formar parte de muestras colectivas en Argentina, Brasil (Bienal de Arte del Mercosur), Estados Unidos (Houston y Nueva York), y Madrid (Arco).
Fue el único artista argentino invitado a la Bienal del Whitney Museum 2000 en New York y formó parte del contingente de artistas de estas pampasque se presentó en la última Bienal de La Habana, con la instalación participativa “Turismo”, que realizó junto con Judi Werthein y en la cual construyó un escenario nevado, como de centro de sky, a escala real, en medio del trópico.
Las obras de Erlich son construcciones y dispositivos destinados a cuestionar la relación rutinaria y automática que suponen las situaciones de la vida cotidiana. Con ellas desafía la percepción del espectador que cae en los “engaños” del artista gracias a la fabricación y terminación obsesiva de sus obras y a la reconstrucción artificiosa y ficcional de la vida diaria. Los cuestionamientos de Erlich implican una lúcida reflexión a partir de preguntas, cuestiones y experiencias básicas.

 

 

PRINCIPAL