Por Cristian Alarcón
Como si la llanura de Aeroparque
fuera la pampa bárbara que fue hace tanto, como si los escenarios
de las manifestaciones políticas de la Argentina se hubieran acabado
ya y no bastara tanta planicie para albergar el conflicto, ahora se habilitó
también la pista de donde salen los vuelos de cabotaje. Eso sí,
no sin represión, con una turba de agentes dando duro y parejo
sobre los que resisten. En esta oportunidad, cincuenta pilotos de Aerolíneas
Argentinas y Austral, con dos meses de sueldos impagos, corriendo a los
gritos, esquivando los palazos de la Policía Aeronáutica
Nacional, que no lo podía creer. Desde temprano estaba tomada la
central de la empresa, a metros de Puerto Madero. Y en los mostradores
de Ezeiza, las azafatas, los técnicos, los empleados de camisas
blancas, fueron todos piqueteros.
Si en algo se parecieron las dos medidas más fuertes de ayer la
toma de la pista de aeroparque y el piquete del aeropuerto internacional,
fue en el manejo del factor sorpresa. Después de fracasar las negociaciones,
en Ezeiza los trabajadores no dudaron en impedir que se llenen los aviones
españoles. No ya sólo los de Iberia, sino también
los de Span Air y Air Plus. Sólo el vuelo 6840 de Iberia pudo registrar
el movimiento de pasajeros. Por la mañana, frente a la carpa instalada
entre uno de esos bares tan caros del aeropuerto y un local de artesanías
argentinas for export, los viajeros hicieron el check in gritándose
los datos y las señas con los empleados de los mostradores.
Pasadas las 17,30 los alrededores de la carpa se recalentaron. Se acercaba
el embarque adelantado adrede. Unos cincuenta empleados marcharon de un
lado a otro del gran espigón de partidas internacionales. En la
cola del tumulto, Thays, una morena que fue jefa de capacitación
en idiomas de la empresa, le daba, ya ducha, al bombo legüero que
alguien había rescatado de su limitada función folclórica
para la protesta. La muchacha, de pantalón símil antílope,
y bandera argentina de capa, pedía al cronista que dejara claro,
ante todo, que los usuarios nuestros no tienen que tener miedo.
Porque está tratando con laburantes que a pesar de todo tienen
la camiseta de Aerolíneas Argentinas en el cuerpo. Hablamos de
gente para quienes esta empresa ha sido su vida, su casa, sus vacaciones,
la crianza de sus hijos, esto es más fuerte que un conflicto simple.
Hangares adentro, los técnicos de la intransigente APTA tomaban
sus lugares de trabajo. De hecho, anoche no se fueron a sus casas. Temían
que al regresar hoy ya no les permitieran el ingreso. Eran las 17,45 cuando
ocho hombres, subidos al nivel superior del espigón por donde pasa
la cinta transportadora de pasajeros, tomaron la bandera argentina gigante
que cubría los mostradores de Iberia y la movieron hasta los nuevos
lugares, dispuestos más allá, justamente para despistarlos.
Frente a los mesones hacían fila, en el laberinto hecho de cintas,
los pasajeros del vuelo de las 21,40. Miraban para todos lados, como víctimas
de un bombardeo, pero eran apenas los gritos de los manifestantes: Iberia
no se va! Iberia no se va!.
Con otra bandera nacional, se rodeó el pre-embarque como a un corralito.
Un chico que viajaba por primera vez en su vida a Milán sacó
un libro de Pablo Coelho. Un matrimonio de españoles salió
hacia el bar. Qué lastima, con lo lindo que es Buenos Aires,
que se pongan así las cosas!, dijo ella, con cara de Chabeli
Iglesias. Desde un micrófono, una azafata avispó a los pasajeros:
Tengan claro que Aerolíneas no está de paro.
La estrategia de los trabajadores no era sólo que endosaran sus
pasajes y salieran por Aerolíneas, cosa que funcionó a la
perfección. El vuelo de Aerolíneas tuvo endosos masivos.
El mismo criterio que en Aeroparque, donde tomaron la Gerencia de Operaciones,
no para que no salgan los vuelos, sino para garantizar que no los suspendan
con la excusa de que fracasaron las negociaciones. El piquete
aéreo se mantuvo en sus trece. Una rubia, de campera de cuero roja,
presa de la histeria, consiguió que la hicieran cruzar hacia Migraciones
valija en mano. Después se comprobaría que varios hicieron
eso. Los enganchan en la cola y los llevan, sin pasar por check
in, directamente a la aduana, con procedimientos ilegales,
acusó una de las azafatas piqueteras. A esa hora, los pilotos piqueteros
estaban entrando a la pista de Aeroparque. Lo hicieron por una puerta
lateral, eran cincuenta. Tomaron por sorpresa a la guardia de la PAN,
que sin gases ni perdigones listos para usar, se dieron a la cachiporra
con ahínco, sin poder impedir que durante casi cuatro horas se
paralizara la estación.
En Ezeiza, a esa misma hora los manifestantes corrieron, subieron por
la escalera mecánica y se cruzaron ante el acceso a Migraciones,
en las puertas de embarque. En la confusión hubo gente que no se
dio cuenta de que sólo se trataba de interrumpir el paso de los
pasajeros a Madrid. Quizás lo más angustiante fue la lucha
a empujones de una familia argentina, que a todas luces, peleaba por salir
del país, no para unas vacaciones, sino para entrar como inmigrantes
ilegales a Miami. Partían de estas pampas bárbaras, peleando
contra otros excluidos.
Cavallo
también tiene algo para contar
Por David Cufré
El 21 de julio de 1992, día
en que celebró su cumpleaños número 46, Domingo Cavallo
anunció un acuerdo entre el gobierno argentino e Iberia que dirimía
todas las controversias y dejaba a la empresa bien capitalizada,
con una relación deuda/patrimonio neto satisfactoria, lo suficientemente
baja como para permitir un funcionamiento normal. El arreglo que
el entonces ministro de Economía promovió contemplaba dos
aspectos centrales: la renacionalización de parte de Aerolíneas
Argentinas para capitalizar la compañía y, más grave
aún, aceptó para siempre que la empresa española
incluyera en el balance de Aerolíneas las deudas que contrajo para
comprarla. Ambas medidas, claramente perjudiciales para el Estado argentino,
son parte de la historia negra de Aerolíneas, que tuvo a Cavallo
igual que ahora en un rol protagónico.
Por aquellos días del 92 se discutía si era correcto
aceptar el argumento de Iberia para justificar que cargara al pasivo de
Aerolíneas los créditos que tomó para comprarla.
En noviembre de 1990, el Estado entregó la empresa a los españoles
libre de deudas, tras absorber su pasivo por 868 millones de dólares.
El balance del primer ejercicio posterior a la transferencia, apenas seis
meses más tarde, ya incluía un nuevo endeudamiento de 920
millones de dólares. Iberia, además, puso a siete aviones
de Aerolíneas como garantía de los préstamos. Cavallo
adhirió plenamente a los justificativos de la empresa española
y en el acuerdo del 92 convalidó todo lo actuado. De acuerdo
a sus palabras de entonces, el convenio daba pista a Iberia para cumplir,
finalmente, con los planes de inversión y expansión comprometidos,
cuyos incumplimientos previos también habían sido perdonados.
Sin embargo, Aerolíneas nunca pudo recuperarse del todo de aquella
decisión, que fue una suerte de pecado original, ya que el peso
de la deuda comprometió seriamente su accionar. El otro eje del
acuerdo fue que el Estado pasó a detentar el 43 por ciento de Aerolíneas,
contra el 15 por ciento previo para cubrir la falta de capitalización
de los socios locales.
Aunque Cavallo había dicho que el acuerdo dejaba a la empresa en
buenas condiciones de operatividad, 18 meses más tarde encabezó
otra negociación que borró con el codo lo que había
escrito con la mano. El 17 de marzo de 1994, el ministro anunció
la firma de otro pacto por el cual el Estado resignó en favor de
Iberia el 28 por ciento del paquete accionario de Aerolíneas que
había captado en el 92. Esto fue porque Iberia capitalizó
Aerolíneas en 500 millones de dólares, aunque en realidad
aportó sólo 100 millones en efectivo, mientras que el resto
fue para cubrir una deuda que Aerolíneas mantenía con ella.
El convenio contempló además que el Estado perdiera su poder
de veto sobre las decisiones que tomaran los españoles. Cavallo
justificó semejante acuerdo diciendo que las acciones de
Aerolíneas tienen un valor cero o negativo, cuando poco tiempo
antes prometía un futuro venturoso para la aerolínea de
bandera.
OPINION
Por Julio Nudler
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La víctima
es culpable
Según acaba de escribir el economista Jeffrey Sachs (Universidad
de Harvard), el problema argentino es que el Estado no invierte
en tecnología. ¿Pero cómo encaja esta sorprendente
afirmación en el modelo teórico de la economía
liberal, según el cual lo que se necesita para crecer es
liberar las fuerzas del mercado? Como siempre, después de
que el sometedor le señaló al sometido lo que debía
hacer (recetario del Consenso de Washington), cuando el dependiente
se ve abrumado por los problemas, le reprocha haber hecho algo mal.
Ejemplos: la Argentina abrió de par en par su mercado, pero
se le endilga seguir siendo una economía cerrada porque la
suma de su comercio exterior no supera el 20 por ciento de su Producto
Bruto. ¿No será por otras razones, distintas de la
apertura? El país desreguló masivamente toda clase
de actividades, pero ahora mismo el diagnóstico de Domingo
Cavallo es que sólo habrá despegue si se desregula
de verdad. Los asalariados han perdido todas sus conquistas, pero
en los análisis de los consultores sigue observándose
rigidez en el mercado de trabajo. El sistema bancario fue virtualmente
extranjerizado, y no hay crédito para proyectos ni para producir.
¿Quién es el responsable? El Estado, que chupa toda
la capacidad prestable (y paga tasas jugosas). La idea funciona:
hay que culpar a la víctima, y nunca reconocer que, siquiera
parcialmente, la fórmula que se le impuso no funciona.
Con las privatizaciones ocurre algo parecido. Y no es que Aerolíneas
sea la única fracasada, y tal vez ni siquiera resulte la
peor. ¿Qué acontecería con otras si debieran
salir a competir en el mundo? Contando con un mercado interno cautivo
y además monopolizado, cualquier compañía puede
mostrarse sólida e imbatible. Sin embargo, a varias privatizadas
se las reconoce como causantes de los altos costos que debe soportar
el resto de la economía, perdiendo competitividad global.
¿Cuál de las ferroviarias suburbanas de Buenos Aires
resistiría la competencia de alguna línea que preste
un servicio decente? Si es por falta de inversiones, por manejos
irregulares y por mala gestión, unas cuantas privatizadas
hubiesen sucumbido ya, pero ocurre que por definición no
se pueden fundir. Son, en este sentido, lo más parecido al
Estado.
La Argentina ya perdió empresas insignia como YPF, se quedó
sin flota mercante, hizo todo lo posible por liquidar su desarrollo
nuclear y quiere hipotecarle su recaudación impositiva a
los acreedores. Nadie debería ver el caso Aerolíneas
como particularmente escandaloso.
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Vuelven
los fantasmas al fracasar las negociaciones
Por
Cledis Candelaresi
El fantasma de
la venezolana Viasa, quebrada después del intempestivo retiro de
Iberia, se agita desde ayer con más fuerza sobre Aerolíneas
Argentinas. Ante la negativa de los técnicos aeronáuticos
de reducir sus salarios y flexibilizar las condiciones laborales en los
términos pretendidos por la empresa, se interrumpieron las negociaciones
que hasta ayer se desarrollaban en Madrid, con presencia de la ministra
Patricia Bullrich. Fundándose en esta falta de acuerdo con uno
de los siete gremios del sector, el holding estatal español SEPI
anunció públicamente que no pondrán un peso más
para seguir sosteniendo la compañía, técnicamente
quebrada e imposible de seguir operando sin una inmediata inyección
de dinero fresco.
Lejos de retrucar a los responsables de operar la aerolínea de
bandera, la ministra de Trabajo optó por redoblar la presión
sobre el gremio de técnicos aeronáuticos, APTA, amenazándolo
con quitarle la personería gremial. Como si el destino de la trastabillante
Aerolíneas dependiera de la magra proporción de los costos
laborales que los directivos hispanos se empeñan en rebanar.
Iberia, accionista original de Aerolíneas que hasta antes
de su reciente capitalización integraba la Sociedad Estatal de
Participaciones Industriales, operó Viasa hasta su quiebra,
en 1997. Como en Aerolíneas, también había presentado
un plan de ajuste de costos, que los trabajadores aceptaron poco antes
de la debacle: un par de semanas después de este acuerdo, los españoles
decidieron, de todos modos, retirarse de lo que consideraban un mal negocio.
El discurso que tuvieron los responsables de la SEPI en Venezuela no dista
demasiado del que escucharon Bullrich y Ricardo Cirielli, titular de APTA,
esta semana en Madrid. Pedro Ferreras y otros directivos españoles
aseguraron que el futuro de AA dependía de que APTA y Aeronavegantes,
sindicato que preside la diputada Alicia Castro, sumaran su firma a la
del quinteto que ya se avino a negociar un recorte de sus salarios y flexibilizar
sus convenios colectivos.
SEPI no va a aportar un sólo peso más sin la firma
de todos los sindicatos, advirtió Ferreras ayer por la tarde,
luego que las partes dieran por terminada la frustrada ronda de negociaciones.
Las conversaciones continuarían en Buenos Aires, aunque no está
claro sobre qué bases. La falta de pago de los salarios y la reciente
modificación del régimen de seguridad aérea que
resta tiempo de descanso para tripulantes y personal de tierra malquistó
hasta a los pilotos, siempre más proclives a sellar un acuerdo
con la empresa y el gobierno.
Cirielli sigue negándose a admitir la ampliación de 8 a
9 horas de la jornada de trabajo y al recorte salarial, aunque sí
estaría dispuesto a revisar otras prerrogativas que el convenio
otorga a los trabajadores. Esto, sin embargo, no habría sido suficiente
para celebrar un acuerdo, hecho que promovió el enojo de Bullrich.
La ministra recriminó a APTA poner la empresa al borde de la quiebra
y anunció que tramitará ante la Justicia el quite de la
personería gremial.
Sin embargo, el peso relativo del rubro laboral es casi nimio para una
empresa con una deuda de 930 millones de dólares y con pérdidas
mensuales cercanas a los 30 millones. De los 140 millones de pesos que
la SEPI prevé ahorrar con la aplicación de su plan director,
sólo 22 millones serían producto de los cambios convencionales
y los recortes salariales. Por otra parte, la masa salarial de Aerolíneas
equivale al 17 por ciento de los costos operativos, apenas la mitad que
en United y American.
Antes de que las conversaciones quedaran suspendidas, Bullrich declaró
que contaba con un compromiso informal de la SEPI de capitalizar
unos 350 millones de dólares en el transcurso de este año,
siempre a condición de que todos los sindicatos se alinearan tras
un ajuste incondicional. Pero la funcionaria emprendió el regreso
sin confirmar esta promesa. Todo lo que Bullrich llevó a España
para conquistar la voluntad de la SEPI aparenta ser insuficiente. La desregulación
del servicio de rampas, las rebajas de tasas aeroportuarias y la flexiblización
de normas referidas a la seguridad aérea (que prolongan la jornada
laboral del personal), consagradas en un reciente decreto, no alcanzan.
Tampoco la capitalización de al menos 16 millones de pesos que
adelantaría el gobierno argentino para los sueldos de abril, aún
impagos. La SEPI insiste en otras prerrogativas, como la disminución
del 20 por ciento en las frecuencias asignadas a otras líneas aéreas,
que obligaría al Estado a encarar una dura negociación con
países con los que celebró acuerdos bilaterales.
Semejante empeño en ejecutar el plan director no parece responder
al genuino afán de transformar la empresa en una compañía
rentable, sino más bien una estrategia para vender lo que se pueda
del mejor modo. Si la SEPI absorbiera parte de su pasivo, no faltarían
interesados locales, entre los que se encuentra el titular de Aeropuertos
Argentina 2000, Eduardo Eurnekian, quien habría optado por bajar
el perfil mientras se resuelve esta situación crítica.
OTRO
DIA CON SUELDOS IMPAGOS. GESTION DE LA CGT-DAER
El dinero como arma de negociación
Por
Claudio Zlotnik
¿Cuál
es la salida que el Gobierno imagina para Aerolíneas? Si bien lo
ocurrido en Madrid figuraba en el menú de los funcionarios de la
Casa Rosada, el fracaso de las negociaciones cayó como una bomba
en el Gobierno. De poco sirvió que, durante la mañana, Chrystian
Colombo le advirtiera a la SEPI que debía cumplir con sus
compromisos porque la Argentina lo está haciendo. Por la
tarde, y ya con las negociaciones rotas, Colombo se reunió con
la CGT oficial durante tres horas. A los gremialistas les sirvió
para reclamar por el pago de los sueldos atrasados. Al jefe de Gabinete,
para llevarse la promesa de Rodolfo Daer de que en las próximas
horas convocará a los siete gremios aeronáuticos para tratar
de encontrarle una solución al conflicto y garantizar el funcionamiento
de la compañía, según expresó anoche
Daer a Página/12.
A pesar de las promesas del Gobierno de abonar los sueldos de abril, el
tema se sigue dilatando. La semana pasada, en medio de la crisis, el Ejecutivo
garantizó el pago de los salarios, en forma inminente, de los 6800
trabajadores de Aerolíneas: en total, 11 millones de dólares.
Esa promesa llevó alivio al conflicto, al tiempo que se abrió
un compás de espera por las definiciones que Bullrich traería
desde Madrid. Pero tras el agravamiento de la situación, la efectivización
de los sueldos volvió a quedar en suspenso.
La explicación oficial es que, aun cuando el Gobierno ponga el
dinero, estos fondos deberían girarse a la SEPI, la estatal española
que controla Aerolíneas. Y su consejo directivo, autorizar los
pagos. Para volver a girar el dinero a Buenos Aires, la SEPI pone como
condición la firma del Plan Director con los siete gremios que
conviven en Aerolíneas. Justamente, el foco del conflicto es que
uno de los gremios APTA, los técnicos de mantenimiento
se vienen negando a rubricar el acuerdo.
¿Servirá la gestión de la CGT oficial para ablandar
la postura del sindicato rebelde? Daer fue cauto: Queremos escuchar
a los compañeros. Hay que encontrar la solución garantizando
cada puesto de trabajo, apuntó. Fuentes oficiales reconocieron
a este diario que uno de los puntos que traba la resolución del
conflicto tiene que ver con la divergencia existente en el propio seno
del oficialismo. De hecho, mientras Cavallo y Bullrich sostienen que el
conflicto debería resolverse entre privados, Colombo
cree que está en manos de los gobiernos. Al respecto, Darío
Alessandro salió a cruzar al ministro de Economía. El
problema no es únicamente de características privadas, como
dice Cavallo, porque involucra plenamente al Estado español,
señaló el frepasista.
OPINION
Por Raúl Dellatorre
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Falacias de una ministra
En respuesta a la negativa del gremio del personal técnico
aeronáutico de Aerolíneas a aceptar la flexibilización
de las condiciones de trabajo de sus afiliados, la ministra de Trabajo
amenazó ayer desde Madrid con recurrir a la Justicia para
reclamar que se le quite la personería gremial. Asumiendo
el mismo argumento de la empresa, Patricia Bullrich responsabilizó
a APTA de poner en riesgo la fuente laboral de los siete mil
empleados de la compañía.
Mientras el ministro de Economía, Domingo Cavallo, afirma
que el conflicto de Aerolíneas deben resolverlo sus accionistas,
sin intervención de los gobiernos, Bullrich cruzó
el Atlántico para participar directamente en las negociaciones.
No es la única contradicción en la que incurrió
la ministra: diez días atrás, dirigía sus amenazas
a la SEPI, holding propietario del paquete de control de Aerolíneas,
advirtiendo que investigaría hasta las últimas
consecuencias el denunciado vaciamiento, cuando la SEPI abandonó
la mesa de negociaciones. Pero poco ha hecho hasta ahora por esa
investigación, y según se comenta la cartera a su
cargo ni siquiera abrió expediente sobre el incumplimiento
de la empresa en el pago de los salarios de abril, pese a ser una
de las causas que disparó el conflicto.
El intento de Bullrich de quitarle a APTA la representación
de los trabajadores difícilmente pueda encuadrarse en las
leyes que regulan la actividad gremial. Lo máximo que podría
hacer el Ministerio es fundar una denuncia sobre irregularidades
administrativas o acción delictiva para justificar la intervención
del gremio, pero en el actual contexto una acción de ese
tipo no podría desvincularse de un intento de castigar
al gremio que se niega a aceptar flexibilizar su convenio y avalar
la caída de los salarios de sus afiliados. La personería
gremial, en todo caso, podría ser cuestionada por otro gremio
que considere invadida su jurisdicción, y no es el caso.
Por el contrario, la interpretación que ayer hicieron los
abogados laboralistas consultados por Página/12 es que Bullrich,
alineada con la postura empresaria, está buscando el
chivo expiatorio de un conflicto que va camino, irremediablemente,
a un final desagradable. ¿Van a cerrar una empresa
como Aerolíneas porque un gremio con representación
minoritaria se niega a bajar sueldos? No resiste el menor análisis,
fue el argumento compartido por varios analistas. Y, sin embargo,
es el que tanto Pedro Ferreras, titular de la SEPI, y la ministra
de Trabajo volvieron a esgrimir ayer.
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