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El malestar
delas mujeres
Por Eva Giberti *

Los sufrimientos derivados de las tradiciones que naturalizaron las violencias de diversa índole contra las mujeres se estudiaron formando parte del campo de la que se considera salud mental; así desembocamos en la creación de un concepto que intenta describir un estado de ánimo de las mujeres y que se denominó malestar. El concepto, que se dio a luz en el Seminario que en 1988 organizaron las feministas italianas, se trató originalmente de una descripción política ya que estaba referido a la pérdida de conciencia de vivir en condiciones perturbadoras (subordinación y sometimiento al varón, explotación, humillación provenientes de prácticas patriarcales) capaces de producir enfermedad, o alteración o desajuste en el campo de la salud, atribuidas a disfunciones biológicas. Pero esta lectura original, al ser aplicada,sufrió un deslizamiento ideológico: desde algunas concepciones psicológicas se formalizó como una vivencia de las mujeres que traduciría frustración, decepción, desesperanza, miedo, encogimiento personal, sometimiento, insatisfacción (en múltiples áreas: intelectuales, sociales, sexuales, económicas) la cual no lograría exponerse ni evidenciarse, debido ala naturalización de las diversas violencias contra el género mujer. Eso las llevaría a no darse cuenta de lo que les sucede o bien, comprendiendo las razones de su permanente malestar, sentirse obligadas a “aguantar”. Descripción correcta pero parcial.
Lo que falta decir, cuando se habla deeste malestar asociado a la salud mental, es que dicho estado de ánimo es el efecto de las permanentes violaciones de los derechos humanos de las mujeres. Mejorar o desactivar dicha vivencia como hecho personal, si bien depende de la pertenencia a grupos de reflexión o a instituciones capaces de reivindicar los derechos de las mujeres, deja pendiente la reformulación de la idea de salud como hecho político social. Si se habla de malestar, sin apelar a la instancia sociopolítica, se elude la potencia de la idea de salud como un referente clave, se lo coloniza mediante la impregnación psicológica de un término que fue producto de una evaluación política de la situación mundial de las mujeres. Entonces, haber acuñado la expresión malestar de las mujeres, cuando el estado de ánimo de ellas estuvo y está originado, determinado y construido a partir de ser testigos de la propia victimización es, por lo menos, una parcialización. En realidad conduce a evitar denuncias o a atemperar los posibles enfrentamientos con quienes tienen responsabilidad directa con esas violaciones de los derechos humanos.
El género mujer no constituye, específica y mundialmente, una coalición de víctimas. Pero contamos con un universo de congéneres que son infectadas por el VIH gracias a la petulancia masculina, que son permanentemente violadas por familiares y por desconocidos, que son acosadas sexualmente en sus trabajos, en los cuales, además, a igual ocupación reciben sueldos inferiores respecto de sus compañeros varones. Dadas estas realidades, deslizar la idea de malestar sin un compromiso sociopolítico por parte de quien la aplica, trivializa su uso. Malestar es una palabra que traduce la presencia de una cotidianidad en estado de irritación, tristeza y de tensiones pulsantes, a menudo sofocadas ante las diversas manifestaciones de las violencias, para que no irrumpan en los ordenamientos patriarcales.
Cuando la ira estalla debido al hartazgo ante situaciones intolerables, difícilmente encuentra la letra capaz de explicar el rechazo de los abusos. Entonces la ira aparece en forma sintomática, como “ataque de nervios”.
La ausencia de palabras nos posiciona como locas, pero esa misma ira saturada por la razón y traducida en palabras, por saber que “una tiene razón”, es la que debería apareceren lugar del síntoma.
La palabra malestar no alcanza para describir estados de ánimo quecobijan iras acumuladas ante injusticias evitables. Malestar es una palabra leve, tibia y constipada (en tanto ciñe, amontona y compacta cosas sueltas para que ocupen el menor espacio posible). Sin duda es correcta en tanto y cuanto expresa la transformación de esos estados desesperados, a veces furiosos, en un ronroneo insomne y malhumorado, carente de palabra capaz de defenderse y denunciar. No obstante, el vocablo malestar –cuando se utiliza privilegiando una lectura psicológica acerca de la salud mental de las mujeres–, al no incluir su contexto sociopolítico acerca de los derechos humanos, queda vinculado con la banalización de la violencias padecidas.
La banalización es un mecanismo que, en lugar de conectar el propio lenguaje con las propias vivencias y los propios deseos, lo organiza para que diga lo que se supone que algún otro quiere escuchar. Se crea un discurso (imaginario o real) dirigido a esa persona que se sabe que dispone del poder político y económico, alguien injusto y especulador a quien convendrá mantener neutralizado. Muchas mujeres componen esta clase de discursos apoyando proyectos ligados con la injusticia y la especulación, asociándose con el poder político y económico, ajenas a las solidaridades que los padecimientos de otras mujeres demandarían.
Desde otra perspectiva encontramos a las mujeres que no se indignan frente a las violencias padecidas porque aún mantienen su estatuto de esclavitud y sometimiento. En cuyo caso la palabra malestar reclama algo más que el tono difuso que el vocablo convoca; y nos remite a procesos inhibitorios o represivos, que se enlazan en las psicopatologías asociadas con las variables sociales. En estos cuadros, la palabra suele expresarse mediante la queja que apenas alivia y no modifica la cronicidad de la situación. La denominada salud mental, concepto gestado en los ámbitos patriarcales de la salud pública regulados por la medicina tradicional, funciona como simulacro tendiente a disociar la idea de salud como totalidad que compromete el psiquismo, la vida del cuerpo y la integridad político-social de las personas. Si por razones metodológicas admitimos la disociación, es preciso categorizar los contenidos que provienendel campo de la salud y el bienestar de las mujeres. Entonces, cuidar nuestra salud mental reclama la utilización de criterios sociopolíticos psicológicamente fogoneados, para interpelar a quienes corresponda, y paradiseñar las concepciones de esta dimensión de la salud según nuestras necesidades y aspiraciones.

* Esta semana, el 28 de mayo, fue el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres.



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