Por Verónica
Abdala
Un poeta desocupado, que se
dice lector de Página/12, votante de Patricia Walsh y marxista,
aunque de tendencia Groucho, fue votado por el público
como primer finalista de El Bar, que ingresó esta semana
en su recta final. Eduardo Nocera, integrante del grupo de agitación
poética Los Verbonautas, quedó así a un paso de ganar
los 100 mil dólares que ofrece el programa, que terminará
el viernes próximo. Los televidentes elegirán esta noche
a su rival, entre Daniel y Federico, dos de sus adversarios ideológicos
en el desarrollo del programa, que comenzó con doce participantes.
A Eduardo, que tiene 28 años, le gusta contar su historia como
la de un desocupado melancólico que, tapado hasta el cuello por
el desorden y la ropa sucia que colmaba su departamento alquilado del
barrio de San Telmo, se presentó una tarde al casting de un programa
de televisión pensando en que alguna vez tendría que salir
un tiro para el lado de la justicia. El miércoles por la
noche, cuando Andy Kusnetzoff anunció que había resultado,
con el 39 por ciento de los votos, el primer finalista, a Nocera se le
llenaron los ojos de lágrimas. De ahí en adelante, como
Patán, no pararía de reírse sin ruido. La situación
era escenográficamente brillante: Nocera estaba con una pierna
en alto, por un esguince de tobillo, ubicado como en inferioridad física
ante sus rivales. Cuando los votos lo hicieron finalista, miró
a sus contrincantes, Daniel Granelli y Federico Blanco, cabezas del bando
de los autodenominados No alineados, con un gesto de desprecio,
y apenas atinó a agradecer a la gente.
Daniel y Federico, los malos asumidos como malos, no tuvieron más
remedio que alcanzarlo hasta su silla de ruedas. Casi escondido bajo una
galera azul, que lucía levemente inclinada, Nocera se había
convertido sorpresivamente en la estrella del programa. Los televidentes,
que ya habían votado para reincorporarlo después de una
expulsión anterior, tomaron partido por el bueno en la lucha contra
los malos. Granelli, por ejemplo, se reventó un día una
mano contra el piso de impotencia por no poder pegarle a su contrincante.
Después se ufanó del gesto. Dijo que así le había
evitado a Eduardo llamar urgentemente a un dentista, y comer papilla
por el orto.
Para la semana final de competencia Eduardo convocará a Julieta,
con quien se puso de novio en la casa; a Maxi y a César o a Juampi
(aún no lo tiene decidido), con quienes armó una banda que
llamaron La cumbre. Otros tres de los participantes eliminados
serán convocados por el segundo finalista. El candidato que más
votos coseche entre el público, y que más dinero recaude
en el bar junto a sus compañeros, resultará el ganador.
Acaso, entonces, Eduardo pueda abandonar su departamento para pensar en
una vida algo mejor. Aunque ¿atraídas por el olor?
sigan persiguiéndolo las moscas, que no dejan en paz a sus zapatillas.
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