Por Gabriel A. Uriarte
Un terrorista de la agrupación
Jihad Islámica rompió ayer el ciclo de la violencia
en Medio Oriente. Luego de que hiciera volar una discoteca de Tel Aviv,
matando a 17 personas e hiriendo a más de 80, era innegable que,
desde la tregua unilateral que Ariel Sharon declaró el 22 de mayo,
el ciclo dejó de serlo y la escalada de la violencia
viene de un solo lado. Esto no es una espiral: estamos en tregua
y recibimos cada vez más ataques, exclamó ayer por
televisión el ministro de Seguridad Interior, Uzi Landau. Hablaba
desde lo que se había convertido en un matadero, con sangre cubriendo
el suelo y decenas de paramédicos intentando retirar al casi centenar
de heridos. El número de personas en la zona había sido
enorme, como era de esperar un viernes por la noche, y las víctimas
eran primordialmente adolescentes, como era de esperar frente a una disco.
La cantidad de muertos, la mayor jamás registrada desde 1996, era
provisoria dado que 13 de los heridos están en estado crítico.
El gabinete de seguridad israelí se reunió una hora después,
pero las declaraciones de los ministros dejaban en claro que su tregua
había terminado, sólo que ahora contaban con el respaldo
tácito o abierto de Estados Unidos y Europa. En ese sentido, parece
improbable que se recurran a los cazabombarderos F-16: todo apunta a una
campaña mucho más quirúrgica, sangrienta e implacable
contra los mandos medios de Yasser Arafat.
Jihad Islámica opera desde los territorios controlados por
Yasser Arafat, y sus líderes fueron liberados por Yasser Arafat:
Arafat debe, por lo menos, arrestar de inmediato a estos líderes.
La declaración venía del ministro de Transporte laborista
Efraim Sneh, y era una de las más moderadas que se oirían
durante la noche. Nadie, en efecto, podía hablar de reacciones
desproporcionadas cuando estas se transmitían en simultáneo
con imágenes de lo que quedaba de la discoteca Pascha en Tel Aviv.
Nadie sabe los detalles del atentado por el simple motivo que todos los
testigos cercanos están muertos o heridos. Uno de los pocos sobrevivientes
de la cola de jóvenes que esperaban frente a la discoteca relató
que apenas entré hubo un fogonazo y un estallido me arrojó
hacia atrás. Otro sólo pudo decir que vi una
explosión y pedazos de cuerpos en el aire. La información
que manejaba la policía era mínima: Un hombre con
explosivos atados al cuerpo se hizo estallar en la entrada al club.
Quince personas murieron de inmediato, dos lo harían poco después,
y había más de 80 heridos esparcidos por el suelo. En las
primeras horas sólo se pudieron reunir unas 30 ambulancias para
trasladar a todas estas personas a los hospitales, y al principio sólo
un tercio de los heridos parece haber llegado a destino. Eso aseguró,
entre otras cosas, que la televisión israelí y, mucho más
importante, la CNN pudieran transmitir por largo rato imágenes
de muerte en vivo y en directo para todo el mundo.
Ese fue uno de los factores que obligó a la comunidad internacional
a salir de sus habituales condenas generales sobre los ciclos de violencia.
Quienes no condenaron la inacción de Arafat se mantuvieron en silencio.
Insto urgentemente a Yasser Arafat a que declare un inmediato cese
al fuego, declaró el presidente norteamericano George W.
Bush, quien en los días anteriores había dejado a sus subordinados
la tarea de presionar al líder palestino. Avisado del atentado
mientras se reunía con Arafat, el ministro de Relaciones Exteriores
alemán Joshka Fischer se declaró horrorizado.
Su interlocutor decidió abstenerse de hacer declaraciones, actitud
que siguieron sus subordinados.
Pero las imágenes de televisión no eran lo único
que explicaban este silencio. El atentado y el horrorizante número
de víctimas ayer no hicieron más que subrayar los otros
atentados y las otras víctimas que se registran desde la tregua
israelí. En los diez días desde que Ariel Sharon declaró
su cese al fuego unilateral, su país (sin contar las
colonias en territorio palestino) sufrió un total de siete atentados;
en los ochomeses anteriores desde el comienzo de la intifada sólo
se habían registrado nueve. Del total de 45 muertos en todos los
atentados, el 60 por ciento (17) se registraron ayer. En realidad, el
de ayer fue el atentado más sangriento desde el del 4 de marzo
de 1996 (también en Tel Aviv), donde otro kamikaze de Jihad Islámica
causó 20 muertos y 75 heridos en un shopping center. En otras palabras,
la tregua de Sharon gatilló la mayor ola de atentados terroristas
en Israel desde 1996.
Esta relación causal centra las sospechas en Arafat. La tregua
de Sharon lo colocó en una posición muy incómoda,
al rehusarse a declarar un cese al fuego citando una interpretación
del informe Mitchell que no compartía ni George Mitchell ni Estados
Unidos. Cada día que pasaba sólo acentuaba su falsa escuadra.
Objetivamente, entonces, debía romper la tregua. Y una manera sería
provocar al bulldozer Sharon a ordenar masivos ataques de
represalia, quizá con los terribles cazabombarderos F-16. Algunos
temían que esta sería su respuesta al atentado de ayer.
Pero los F-16 ya no hacen falta. La comunidad internacional está
con él o es prescindente, y la presión está sobre
Arafat. Si Arafat declara un cese al fuego, Sharon ganaría su apuesta
al declarar una tregua. Si no lo hace, el premier podrá lanzar
una campaña mucho más sistemática contra su Autoridad
Palestina.
Desde hace tiempo se sabe que las milicias de su partido Fatah, los Tanzim,
operan en células cóctel con militantes de HAMAS
y Jihad Islámico. Incluso los defensores de Arafat sólo
aducen que en realidad no controla a los milicias. Los blancos más
probables son los Tanzim de Cisjordania (ya que desde allí vinieron
los ataques), y sus líderes locales, tales como Marwan Barghouti.
Los medios serían helicópteros, misiles, comandos especiales,
todo excepto los F-16. La plana mayor de Arafat, con algunas excepciones,
no sería lastimada. Sharon podrá argumentar que si Arafat
no controla a sus milicias, alguien debe hacerlo. Y, con 17 muertos, la
presión para hacerlo es irresistible.
OPINION
Por Claudio Uriarte
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Las tretas del débil
Una de las clásicas tretas del débil consiste en
provocar al poderoso a una reacción tan desproporcionada
como para movilizar a favor del primero la opinión pública
de los demás, que actuaría como palanca de contrapeso
y recomposición de la relación de fuerzas. Eso es
lo que ha estado haciendo el líder palestino Yasser Arafat
desde el inicio de la Intifada, desde que el primer ministro israelí
Ariel Sharon asumió el 7 de marzo, y particularmente desde
que Sharon aceptó y asumió unilateralmente la semana
pasada un cese del fuego, la primera condición de la Comisión
Mitchell de la ONU para una reactivación del proceso de paz.
La estrategia de Arafat era simple: culpar al primer ministro de
expandir las colonias israelíes en los territorios ocupados
cuya congelación el informe Mitchell reclamaba recién
en una segunda etapa, y en respuesta al rearresto de los terroristas
islámicos liberados por Arafat de las prisiones palestinas,
provocando al mismo tiempo a Israel mediante atentados intermitentes
con coches y hombres bomba. La idea era que la presión popular
y las tensiones crecientes dentro de la amplísima coalición
de gobierno israelí estallaran en la forma de una represalia
a la medida de la fama de Sharon como superhalcón,
a tal punto que lograra que la superpetrolera y proárabe
administración de George W. Bush rompiera filas con Israel
y se alineara decisivamente con los palestinos.
Pero Sharon conservó su sangre fría, y Arafat cometió
un desproporcionado error de cálculo. Desde que Sharon inició
el cese del fuego unilateral el 22 de mayo, los atentados contra
ciudades israelíes como Jerusalén, Tel Aviv, Netanya
y Hedara se sucedieron prácticamente todos los días,
y fueron casi tantos como desde el inicio de la Intifada. La tensión
en Israel aumentó con cada uno de ellos, pero ni la unidad
nacional se rompió ni Sharon fue incitado a una respuesta
desproporcionada. Sin embargo, el atentado de ayer contra la discoteca
de Tel Aviv, que causó 17 muertos y 80 heridos, marca el
error de cálculo que transforma las provocaciones terroristas
en una escalada ofensiva estratégica y coloca sobre Yasser
Arafat el grueso de la presión norteamericana que la Autoridad
Palestina quería depositar sobre Israel. Aunque Arafat no
haya ordenado personalmente el ataque, la luz verde que dio a las
provocaciones fue evidentemente suficiente para un atentado que
cambia decisivamente el equilibrio reinante: el cese del fuego está
roto y la represalia sólo puede ser cuestión de horas.
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EDWIN
YABO, DE LA EMBAJADA DE ISRAEL
Arafat es el responsable
Este atentado significa
el rechazo a una oferta de paz de Israel, dijo en entrevista con
Página/12 Edwin Yabo, primer secretario de la Embajada de Israel
en Buenos Aires, horas después de ocurrida la explosión
en Tel Aviv ayer.
¿Qué significado tiene este atentado que ocurrió
hace horas, de una magnitud como no se ve desde 1996?
El significado es uno sólo: el rechazo a una oferta de paz
de Israel. El primer ministro israelí, Ariel Sharon, el pasado
22 de mayo declaró unilateralmente un cese al fuego. Transcurrida
un poco más de una semana ya hemos asistido a más de 75
atentados con coche bomba, disparos y gente fallecida. Estamos hablando
de un índice de 7 atentados por día con armas de fuego.
Es un intento de provocar a Israel y de seguir en la vía de la
violencia para una búsqueda de resultado político. Evidentemente,
los palestinos están haciendo todo lo posible para que no volvamos
a la mesa de negociaciones.
¿Piensa que Arafat es responsable?
Cien por ciento. El alto al fuego unilateral de Israel dejó
en claro la violencia unilateral de los palestinos. Hasta ahora no hemos
reaccionado, desde el 22 de mayo no hicimos ninguna operación militar.
Y los palestinos están haciendo todo lo posible para provocar un
enfrentamiento armado. Ninguna sociedad puede soportar este tipo de atentados,
son nueve días de un alto al fuego autoimpuesto, pero podría
decidirse la ruptura de la tregua a causa de la violencia palestina, que
obliga a la toma de defensa.
¿Arafat debe llamar a un cese del cese al fuego?
Inmediatamente. Tendría que haberlo hecho en el momento en
que declaró que aceptaba el reporte de la Comisión Mitchell,
cuya primera recomendación era el cese al fuego. Precisamente por
el informe Mitchell Ariel Sharon llamó al alto al fuego. Lo más
tremendo es que los atentados palestinos de estos días hayan incluido
una escalada militar cualitativa: se han utilizado bombas de mortero en
Jerusalén por primera vez, por ejemplo. De modo que es clara la
intención de Arafat de seguir con la violencia.
¿Cuáles son las perspectivas?
En una situación de conflicto armado son a muy corto plazo,
es ver qué pasará mañana; no obstante seguiremos
intentando que los palestinos se sienten a la mesa de negociaciones, que
Arafat termine con la violencia de modo sustancial aunque estamos
muy lejos . Los palestinos son víctimas de su propio liderazgo,
si no fuera por Arafat, hoy estaríamos hablando de un Estado Palestino.
Entrevista: Mercedes López San Miguel.
SUHAIL
AKEL, EMBAJADOR PALESTINO
La violencia es de israelíes
�A la comunidad palestina no
se le puede pedir que controle la violencia porque la violencia viene
de parte de los israelíes�, afirmó Suhail Hani Daher Akel, embajador de
la Autoridad Nacional Palestina en Buenos Aires, en un diálogo con Página/12
tras el atentado de ayer. �¿Cómo enmarca este accionar violento de los
palestinos? �Primero queremos saber quiénes son los autores, pero de todos
modos nosotros condenamos este atentado que verdaderamente se llevó la
vida de 17 israelíes. Creo que la violencia no conduce a nada porque es
más de la agresión que ha desatado Israel sobre nuestra población a partir
del 28 de setiembre de 2000. Me parece que Israel tiene que encuadrarse
dentro de las resoluciones de Naciones Unidas y los acuerdos que firmó
con nosotros. Desde ya esperamos que este atentado no signifique más sangre
ni que Ariel Sharon lance sus F16 contra la población civil palestina,
como cualquier otro armamento prohibido internacionalmente. Las negociaciones
deben enmarcarse dentro de la ONU y el informe Mitchell. �¿Provocaría
que Israel rompa su tregua unilateral? �Israel en ningún momento acató
ninguna tregua, hay aproximadamente ocho palestinos muertos en esta última
semana; cuando Ariel Sharon dice que cesó el fuego, no sé de qué habla,
si está reprimiendo continuamente. Israel se negó a detener la construcción
de asentamientos ilegales dentro de territorio palestino, siguió adelante
con 710 viviendas a pesar de que el informe Mitchell le exigía detener
los asentamientos. Nosotros reclamamos un 23 por ciento del territorio
histórico de Palestina, ni siquiera reclamamos lo que Naciones Unidas
nos dio a nosotros y a Israel (45 por ciento para Palestina, 55 por ciento
para Israel). Llamamos a que pongan fin a la ocupación israelí, se envíe
una fuerza internacional -aprobada por la ONU� para separar a la población
palestina del ejército israelí; a que se controlen los asentamientos judíos,
y los sectores más extremistas. �Israel acusa a Arafat como el responsable
de este atentado: ¿qué puede decir?, ¿debiera ponerle cese al fuego? �¿Qué
fuego?, dirás las piedras. Nosotros no tenemos grupos extremistas. �Pero
lo de ayer no fueron piedras. �Nosotros condenamos la violencia y enviamos
las condolencias pertinentes, pero de ningún modo creemos que Arafat sea
el culpable porque es un socio de la paz. A la comunidad palestina no
se le puede pedir que controle la violencia porque la violencia viene
de parte de los israelíes, y la única salida es que conjuntamente se ponga
fin a los sectores violentos de una y otra región. Estamos en una espiral
de agresividad a la que hay que ponerle fin. Entrevista: M.L.S.M.
Cuando
Jerusalén fue ciudad abierta
Por Suzanne Goldenberg
Desde
Jerusalén
La última vez que Faisal
Husseini lideró una manifestación hacia el puesto de control
del ejército israelí que cuidaba la entrada a Jerusalén,
fue obligado a retirarse por las grandes nubes de gases lacrimógenos.
Ayer, mientras su ataúd, envuelto en los colores palestinos, era
llevado entre un mar de personas que lo lloraban, los israelíes
dieron un paso atrás y la multitud pasó sin tropiezos. Para
las decenas de miles de personas que acompañaron a la mayor figura
palestina en Jerusalén a su viaje final fue un día no sólo
de pesar, sino de demostración de fuerzas. Husseini, de 60 años,
murió el martes de un ataque al corazón mientras estaba
de visita en Kuwait.
Mientras una banda de bronces acompañaba al cortejo por las calles
de Jerusalén árabe oriental, ocupada por Israel desde la
guerra de 1967, la vida normal se detuvo totalmente. Los comercios cerraron
por tres días de duelo. Hombres viejos con kefiyas impecablemente
blancas en la cabeza y matronas con grandes cruces doradas llenaban las
calles y los jóvenes palestinos escalaban las almenas de la Vieja
Ciudad para enarbolar la bandera nacional. Normalmente, ese acto hubiera
llevado a un inmediato arresto por la policía israelí, pero
en reconocimiento a los seguidores de Husseini en Jerusalén, las
fuerzas de seguridad ayer se contuvieron. Dejaron que los activistas del
movimiento Fatah vigilaran a las masas, evitando la posibilidad de una
confrontación dentro de los muros de la ciudad. Como corresponde
al primogénito de una aristocrática familia palestina y
un activista de toda la vida del OLP, el funeral de Husseini fue el de
un héroe. Traído en helicóptero de Amman a la ciudad
de Ramalá en Cisjordania, su ataúd fue llevado sobre los
hombros de ocho oficiales de seguridad palestinos a una ceremonia presidida
por Yasser Arafat.
Al cielo, tú, amado de los mártires, dijo el
líder palestino. Husseini fue enterrado en un pequeño cementerio
del Noble Santuario, el santuario musulmán en el medio de la ciudad
amurallada. El alcalde no oficial de Jerusalén oriental pasó
sus últimos 30 años resistiendo los esfuerzos israelíes
por borrar la presencia palestina en la ciudad. Su presencia fue permanente
en las protestas durante los últimos ocho meses de Intifada, a
diferencia de Arafat, que a menudo está en el extranjero en momentos
difíciles, y siempre era esposado por la policía. Pero pasó
los últimos 10 años tratando de llegar a la izquierda israelí,
y promoviendo la idea de un Jerusalén compartido para su propia
gente, a pesar de la oposición de algunos sectores palestinos.
Ambos cabos de su vida se juntaron ayer en la Casa de Oriente, la elegante
mansión que él transformó de hotel en el centro de
la vida pública palestina, donde fue elogiado por amigos judíos
y árabes. Tenía 60 años. Pasó 45 años
trabajando por la paz. ¿Cómo se reemplaza a un hombre así?,
dijo Nabil Shaath, el ministro palestino de Planificación. No
era una cuestión sólo de calmar la Intifada. Consistía
en una política de paz y no violencia.
A unos pasos de la multitud que esperó horas en el calor de la
tarde para que llegara el ataúd, el veterano activista de paz israelí
Uri Avnery dijo que el legado de Husseini era el de un hombre que permanecía
firme junto a su pueblo. Lo que lo hizo importante era que era un
hombre que tomaba parte en los problemas comunes del pueblo de Jerusalén,
dijo Avnery. Dedicaba quizás 16 horas cada día a los
problemas personales de la gente. No era sólo un político
dando un discurso.
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