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UN KAMIKAZE CAUSO 17 MUERTOS Y 86 HERIDOS ANTE UNA DISCOTECA EN TEL AVIV
Sangrienta fiebre de viernes por la noche

17 muertos y más de 80 heridos, algunos de ellos de gravedad, fue el saldo ayer del peor atentado sufrido por Israel desde 1996. La explosión, causada por un hombre bomba a la entrada de una discoteca en Tel Aviv se produce a poco más de una semana de que Israel adoptara una tregua unilateral.
Escenas del caos, el sufrimiento y la muerte a la entrada de la discoteca, lugar de la explosión. Las víctimas fueron primordialmente adolescentes, como podía esperarse un viernes por la noche.


Por Gabriel A. Uriarte

Un terrorista de la agrupación Jihad Islámica rompió ayer el “ciclo de la violencia” en Medio Oriente. Luego de que hiciera volar una discoteca de Tel Aviv, matando a 17 personas e hiriendo a más de 80, era innegable que, desde la tregua unilateral que Ariel Sharon declaró el 22 de mayo, el “ciclo” dejó de serlo y la escalada de la violencia viene de un solo lado. “Esto no es una espiral: estamos en tregua y recibimos cada vez más ataques”, exclamó ayer por televisión el ministro de Seguridad Interior, Uzi Landau. Hablaba desde lo que se había convertido en un matadero, con sangre cubriendo el suelo y decenas de paramédicos intentando retirar al casi centenar de heridos. El número de personas en la zona había sido enorme, como era de esperar un viernes por la noche, y las víctimas eran primordialmente adolescentes, como era de esperar frente a una disco. La cantidad de muertos, la mayor jamás registrada desde 1996, era provisoria dado que 13 de los heridos están en “estado crítico”. El gabinete de seguridad israelí se reunió una hora después, pero las declaraciones de los ministros dejaban en claro que su tregua había terminado, sólo que ahora contaban con el respaldo tácito o abierto de Estados Unidos y Europa. En ese sentido, parece improbable que se recurran a los cazabombarderos F-16: todo apunta a una campaña mucho más quirúrgica, sangrienta e implacable contra los mandos medios de Yasser Arafat.
“Jihad Islámica opera desde los territorios controlados por Yasser Arafat, y sus líderes fueron liberados por Yasser Arafat: Arafat debe, por lo menos, arrestar de inmediato a estos líderes”. La declaración venía del ministro de Transporte laborista Efraim Sneh, y era una de las más moderadas que se oirían durante la noche. Nadie, en efecto, podía hablar de reacciones “desproporcionadas” cuando estas se transmitían en simultáneo con imágenes de lo que quedaba de la discoteca Pascha en Tel Aviv. Nadie sabe los detalles del atentado por el simple motivo que todos los testigos cercanos están muertos o heridos. Uno de los pocos sobrevivientes de la cola de jóvenes que esperaban frente a la discoteca relató que “apenas entré hubo un fogonazo y un estallido me arrojó hacia atrás”. Otro sólo pudo decir que “vi una explosión y pedazos de cuerpos en el aire”. La información que manejaba la policía era mínima: “Un hombre con explosivos atados al cuerpo se hizo estallar en la entrada al club”. Quince personas murieron de inmediato, dos lo harían poco después, y había más de 80 heridos esparcidos por el suelo. En las primeras horas sólo se pudieron reunir unas 30 ambulancias para trasladar a todas estas personas a los hospitales, y al principio sólo un tercio de los heridos parece haber llegado a destino. Eso aseguró, entre otras cosas, que la televisión israelí y, mucho más importante, la CNN pudieran transmitir por largo rato imágenes de muerte en vivo y en directo para todo el mundo.
Ese fue uno de los factores que obligó a la comunidad internacional a salir de sus habituales condenas generales sobre los ciclos de violencia. Quienes no condenaron la inacción de Arafat se mantuvieron en silencio. “Insto urgentemente a Yasser Arafat a que declare un inmediato cese al fuego”, declaró el presidente norteamericano George W. Bush, quien en los días anteriores había dejado a sus subordinados la tarea de presionar al líder palestino. Avisado del atentado mientras se reunía con Arafat, el ministro de Relaciones Exteriores alemán Joshka Fischer se declaró “horrorizado”. Su interlocutor decidió abstenerse de hacer declaraciones, actitud que siguieron sus subordinados.
Pero las imágenes de televisión no eran lo único que explicaban este silencio. El atentado y el horrorizante número de víctimas ayer no hicieron más que subrayar los otros atentados y las otras víctimas que se registran desde la tregua israelí. En los diez días desde que Ariel Sharon declaró su “cese al fuego unilateral”, su país (sin contar las colonias en territorio palestino) sufrió un total de siete atentados; en los ochomeses anteriores desde el comienzo de la intifada sólo se habían registrado nueve. Del total de 45 muertos en todos los atentados, el 60 por ciento (17) se registraron ayer. En realidad, el de ayer fue el atentado más sangriento desde el del 4 de marzo de 1996 (también en Tel Aviv), donde otro kamikaze de Jihad Islámica causó 20 muertos y 75 heridos en un shopping center. En otras palabras, la tregua de Sharon gatilló la mayor ola de atentados terroristas en Israel desde 1996.
Esta relación causal centra las sospechas en Arafat. La tregua de Sharon lo colocó en una posición muy incómoda, al rehusarse a declarar un cese al fuego citando una interpretación del informe Mitchell que no compartía ni George Mitchell ni Estados Unidos. Cada día que pasaba sólo acentuaba su falsa escuadra. Objetivamente, entonces, debía romper la tregua. Y una manera sería provocar al “bulldozer” Sharon a ordenar masivos ataques de represalia, quizá con los terribles cazabombarderos F-16. Algunos temían que esta sería su respuesta al atentado de ayer. Pero los F-16 ya no hacen falta. La comunidad internacional está con él o es prescindente, y la presión está sobre Arafat. Si Arafat declara un cese al fuego, Sharon ganaría su apuesta al declarar una tregua. Si no lo hace, el premier podrá lanzar una campaña mucho más sistemática contra su Autoridad Palestina.
Desde hace tiempo se sabe que las milicias de su partido Fatah, los Tanzim, operan en “células cóctel” con militantes de HAMAS y Jihad Islámico. Incluso los defensores de Arafat sólo aducen que en realidad no controla a los milicias. Los blancos más probables son los Tanzim de Cisjordania (ya que desde allí vinieron los ataques), y sus líderes locales, tales como Marwan Barghouti. Los medios serían helicópteros, misiles, comandos especiales, todo excepto los F-16. La plana mayor de Arafat, con algunas excepciones, no sería lastimada. Sharon podrá argumentar que si Arafat no controla a sus milicias, alguien debe hacerlo. Y, con 17 muertos, la presión para hacerlo es irresistible.

 

Claves

Ayer un terrorista suicida de la agrupación integrista Jihad Islámica se hizo estallar en medio de una multitud que esperaba para entrar a una discoteca en Tel Aviv. Causó 17 muertos y más de 80 heridos, 13 de los cuales se encuentran en estado crítico. La mayoría son adolescentes.
Así, la tregua unilateral que Ariel Sharon declaró el martes 22 de mayo fue seguida por la más sangrienta ofensiva terrorista contra Israel desde 1996. Sharon exige que Yasser Arafat arreste de inmediato a los líderes de Jihad Islámico y Hamas que liberó cuando comenzó la Intifada. Es casi seguro que habrá represalias, probablemente contra las milicias de Arafat.
Pero ahora la posición israelí está respaldada de lleno por Washington.
Era un contexto trágico para el entierro ayer de Faisal Huseini, líder moderado palestino, cuya reputación era tal que los israelíes dejaron que su cortejo fúnebre atravesara la Ciudad Vieja de Jerusalén.

 

OPINION
Por Claudio Uriarte

Las tretas del débil

Una de las clásicas tretas del débil consiste en provocar al poderoso a una reacción tan desproporcionada como para movilizar a favor del primero la opinión pública de los demás, que actuaría como palanca de contrapeso y recomposición de la relación de fuerzas. Eso es lo que ha estado haciendo el líder palestino Yasser Arafat desde el inicio de la Intifada, desde que el primer ministro israelí Ariel Sharon asumió el 7 de marzo, y particularmente desde que Sharon aceptó y asumió unilateralmente la semana pasada un cese del fuego, la primera condición de la Comisión Mitchell de la ONU para una reactivación del proceso de paz.
La estrategia de Arafat era simple: culpar al primer ministro de expandir las colonias israelíes en los territorios ocupados –cuya congelación el informe Mitchell reclamaba recién en una segunda etapa, y en respuesta al rearresto de los terroristas islámicos liberados por Arafat de las prisiones palestinas–, provocando al mismo tiempo a Israel mediante atentados intermitentes con coches y hombres bomba. La idea era que la presión popular y las tensiones crecientes dentro de la amplísima coalición de gobierno israelí estallaran en la forma de una represalia a la medida de la fama de Sharon como “superhalcón”, a tal punto que lograra que la superpetrolera y proárabe administración de George W. Bush rompiera filas con Israel y se alineara decisivamente con los palestinos.
Pero Sharon conservó su sangre fría, y Arafat cometió un desproporcionado error de cálculo. Desde que Sharon inició el cese del fuego unilateral el 22 de mayo, los atentados contra ciudades israelíes como Jerusalén, Tel Aviv, Netanya y Hedara se sucedieron prácticamente todos los días, y fueron casi tantos como desde el inicio de la Intifada. La tensión en Israel aumentó con cada uno de ellos, pero ni la unidad nacional se rompió ni Sharon fue incitado a una respuesta desproporcionada. Sin embargo, el atentado de ayer contra la discoteca de Tel Aviv, que causó 17 muertos y 80 heridos, marca el error de cálculo que transforma las provocaciones terroristas en una escalada ofensiva estratégica y coloca sobre Yasser Arafat el grueso de la presión norteamericana que la Autoridad Palestina quería depositar sobre Israel. Aunque Arafat no haya ordenado personalmente el ataque, la luz verde que dio a las provocaciones fue evidentemente suficiente para un atentado que cambia decisivamente el equilibrio reinante: el cese del fuego está roto y la represalia sólo puede ser cuestión de horas.

 

EDWIN YABO, DE LA EMBAJADA DE ISRAEL
“Arafat es el responsable”

“Este atentado significa el rechazo a una oferta de paz de Israel”, dijo en entrevista con Página/12 Edwin Yabo, primer secretario de la Embajada de Israel en Buenos Aires, horas después de ocurrida la explosión en Tel Aviv ayer.
–¿Qué significado tiene este atentado que ocurrió hace horas, de una magnitud como no se ve desde 1996?
–El significado es uno sólo: el rechazo a una oferta de paz de Israel. El primer ministro israelí, Ariel Sharon, el pasado 22 de mayo declaró unilateralmente un cese al fuego. Transcurrida un poco más de una semana ya hemos asistido a más de 75 atentados con coche bomba, disparos y gente fallecida. Estamos hablando de un índice de 7 atentados por día con armas de fuego. Es un intento de provocar a Israel y de seguir en la vía de la violencia para una búsqueda de resultado político. Evidentemente, los palestinos están haciendo todo lo posible para que no volvamos a la mesa de negociaciones.
–¿Piensa que Arafat es responsable?
–Cien por ciento. El alto al fuego unilateral de Israel dejó en claro la violencia unilateral de los palestinos. Hasta ahora no hemos reaccionado, desde el 22 de mayo no hicimos ninguna operación militar. Y los palestinos están haciendo todo lo posible para provocar un enfrentamiento armado. Ninguna sociedad puede soportar este tipo de atentados, son nueve días de un alto al fuego autoimpuesto, pero podría decidirse la ruptura de la tregua a causa de la violencia palestina, que obliga a la toma de defensa.
–¿Arafat debe llamar a un cese del cese al fuego?
–Inmediatamente. Tendría que haberlo hecho en el momento en que declaró que aceptaba el reporte de la Comisión Mitchell, cuya primera recomendación era el cese al fuego. Precisamente por el informe Mitchell Ariel Sharon llamó al alto al fuego. Lo más tremendo es que los atentados palestinos de estos días hayan incluido una escalada militar cualitativa: se han utilizado bombas de mortero en Jerusalén por primera vez, por ejemplo. De modo que es clara la intención de Arafat de seguir con la violencia.
–¿Cuáles son las perspectivas?
–En una situación de conflicto armado son a muy corto plazo, es ver qué pasará mañana; no obstante seguiremos intentando que los palestinos se sienten a la mesa de negociaciones, que Arafat termine con la violencia de modo sustancial –aunque estamos muy lejos– . Los palestinos son víctimas de su propio liderazgo, si no fuera por Arafat, hoy estaríamos hablando de un Estado Palestino.

Entrevista: Mercedes López San Miguel.

 


 

SUHAIL AKEL, EMBAJADOR PALESTINO
“La violencia es de israelíes”

�A la comunidad palestina no se le puede pedir que controle la violencia porque la violencia viene de parte de los israelíes�, afirmó Suhail Hani Daher Akel, embajador de la Autoridad Nacional Palestina en Buenos Aires, en un diálogo con Página/12 tras el atentado de ayer. �¿Cómo enmarca este accionar violento de los palestinos? �Primero queremos saber quiénes son los autores, pero de todos modos nosotros condenamos este atentado que verdaderamente se llevó la vida de 17 israelíes. Creo que la violencia no conduce a nada porque es más de la agresión que ha desatado Israel sobre nuestra población a partir del 28 de setiembre de 2000. Me parece que Israel tiene que encuadrarse dentro de las resoluciones de Naciones Unidas y los acuerdos que firmó con nosotros. Desde ya esperamos que este atentado no signifique más sangre ni que Ariel Sharon lance sus F16 contra la población civil palestina, como cualquier otro armamento prohibido internacionalmente. Las negociaciones deben enmarcarse dentro de la ONU y el informe Mitchell. �¿Provocaría que Israel rompa su tregua unilateral? �Israel en ningún momento acató ninguna tregua, hay aproximadamente ocho palestinos muertos en esta última semana; cuando Ariel Sharon dice que cesó el fuego, no sé de qué habla, si está reprimiendo continuamente. Israel se negó a detener la construcción de asentamientos ilegales dentro de territorio palestino, siguió adelante con 710 viviendas a pesar de que el informe Mitchell le exigía detener los asentamientos. Nosotros reclamamos un 23 por ciento del territorio histórico de Palestina, ni siquiera reclamamos lo que Naciones Unidas nos dio a nosotros y a Israel (45 por ciento para Palestina, 55 por ciento para Israel). Llamamos a que pongan fin a la ocupación israelí, se envíe una fuerza internacional -aprobada por la ONU� para separar a la población palestina del ejército israelí; a que se controlen los asentamientos judíos, y los sectores más extremistas. �Israel acusa a Arafat como el responsable de este atentado: ¿qué puede decir?, ¿debiera ponerle cese al fuego? �¿Qué fuego?, dirás las piedras. Nosotros no tenemos grupos extremistas. �Pero lo de ayer no fueron piedras. �Nosotros condenamos la violencia y enviamos las condolencias pertinentes, pero de ningún modo creemos que Arafat sea el culpable porque es un socio de la paz. A la comunidad palestina no se le puede pedir que controle la violencia porque la violencia viene de parte de los israelíes, y la única salida es que conjuntamente se ponga fin a los sectores violentos de una y otra región. Estamos en una espiral de agresividad a la que hay que ponerle fin. Entrevista: M.L.S.M.

 


 

Cuando Jerusalén fue ciudad abierta

Por Suzanne Goldenberg
Desde Jerusalén

La última vez que Faisal Husseini lideró una manifestación hacia el puesto de control del ejército israelí que cuidaba la entrada a Jerusalén, fue obligado a retirarse por las grandes nubes de gases lacrimógenos. Ayer, mientras su ataúd, envuelto en los colores palestinos, era llevado entre un mar de personas que lo lloraban, los israelíes dieron un paso atrás y la multitud pasó sin tropiezos. Para las decenas de miles de personas que acompañaron a la mayor figura palestina en Jerusalén a su viaje final fue un día no sólo de pesar, sino de demostración de fuerzas. Husseini, de 60 años, murió el martes de un ataque al corazón mientras estaba de visita en Kuwait.
Mientras una banda de bronces acompañaba al cortejo por las calles de Jerusalén árabe oriental, ocupada por Israel desde la guerra de 1967, la vida normal se detuvo totalmente. Los comercios cerraron por tres días de duelo. Hombres viejos con kefiyas impecablemente blancas en la cabeza y matronas con grandes cruces doradas llenaban las calles y los jóvenes palestinos escalaban las almenas de la Vieja Ciudad para enarbolar la bandera nacional. Normalmente, ese acto hubiera llevado a un inmediato arresto por la policía israelí, pero en reconocimiento a los seguidores de Husseini en Jerusalén, las fuerzas de seguridad ayer se contuvieron. Dejaron que los activistas del movimiento Fatah vigilaran a las masas, evitando la posibilidad de una confrontación dentro de los muros de la ciudad. Como corresponde al primogénito de una aristocrática familia palestina y un activista de toda la vida del OLP, el funeral de Husseini fue el de un héroe. Traído en helicóptero de Amman a la ciudad de Ramalá en Cisjordania, su ataúd fue llevado sobre los hombros de ocho oficiales de seguridad palestinos a una ceremonia presidida por Yasser Arafat.
“Al cielo, tú, amado de los mártires”, dijo el líder palestino. Husseini fue enterrado en un pequeño cementerio del Noble Santuario, el santuario musulmán en el medio de la ciudad amurallada. El alcalde no oficial de Jerusalén oriental pasó sus últimos 30 años resistiendo los esfuerzos israelíes por borrar la presencia palestina en la ciudad. Su presencia fue permanente en las protestas durante los últimos ocho meses de Intifada, a diferencia de Arafat, que a menudo está en el extranjero en momentos difíciles, y siempre era esposado por la policía. Pero pasó los últimos 10 años tratando de llegar a la izquierda israelí, y promoviendo la idea de un Jerusalén compartido para su propia gente, a pesar de la oposición de algunos sectores palestinos.
Ambos cabos de su vida se juntaron ayer en la Casa de Oriente, la elegante mansión que él transformó de hotel en el centro de la vida pública palestina, donde fue elogiado por amigos judíos y árabes. “Tenía 60 años. Pasó 45 años trabajando por la paz. ¿Cómo se reemplaza a un hombre así?”, dijo Nabil Shaath, el ministro palestino de Planificación. “No era una cuestión sólo de calmar la Intifada. Consistía en una política de paz y no violencia.”
A unos pasos de la multitud que esperó horas en el calor de la tarde para que llegara el ataúd, el veterano activista de paz israelí Uri Avnery dijo que el legado de Husseini era el de un hombre que permanecía firme junto a su pueblo. “Lo que lo hizo importante era que era un hombre que tomaba parte en los problemas comunes del pueblo de Jerusalén”, dijo Avnery. “Dedicaba quizás 16 horas cada día a los problemas personales de la gente. No era sólo un político dando un discurso.”

 

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