Por Karina Micheletto
Quizás Raúl Carnota
sería hoy un médico veterinario, de no haber mediado un
accidente automovilístico que le produjo fracturas cerebrales y
llevó a la prescripción médica de no realizar esfuerzos
intelectuales durante tres años, obligándolo a abandonar
su carrera. Quizás fue el destino el que quiso que este hombre
nacido en Almagro y criado en Mar del Plata comenzara a buscar, en forma
autodidacta, un modo de expresarse con la música, nutriéndose
de las más variadas vertientes. Hoy Carnota ostenta el título
de músico de culto, reconocido por sus colegas y autor de clásicos
como Grito santiagueño y Pecado de juventud.
Su último disco, Sólo los martes, editado por Aqua Records,
fue grabado en vivo durante un ciclo que realizó en 1997 junto
a Eduardo Spinassi en piano y Rodolfo Sánchez en percusión.
Por entonces venía de vivir un año y medio en Estados
Unidos y tenía unas ganas locas de tocar, y creo que eso está
presente, cuenta. Refleja la adrenalina que había en
el escenario. Es un disco muy honesto, porque dejamos hasta los errores
para que no se perdiera ese espíritu, explica. Hoy y mañana,
a las 21.30, el trío se presenta en la sala AB del C. C. San Martín,
con entrada libre. Mientras tanto, Carnota prepara la gira por Europa
que iniciará en octubre con el Mono Izaurralde, y empieza a pensar
en el próximo CD, con la tranquilidad de quien no está sujeto
a presiones de una compañía: Podría decirse
que soy el opuesto total a Calamaro, define. Me gusta hacer
las cosas con tiempo, y soy muy obsesivo, antes de entrar a grabar sé
todo lo que quiero. Y no me va la de hacer cuatro temas buenos y el resto
de relleno, afirma a Página/12.
¿Cuáles fueron sus influencias musicales más
importantes?
Yo pertenezco a la generación del rock and roll, a Woodstock,
escuchaba a Frank Zappa mientras me daba cuenta que no podía tocar
como él. Pero mi niñez transcurrió durante el gobierno
de Perón, cuando lo único que se escuchaba en la radio era
música argentina, y ahí es donde empezó a entrarme
esa data. Cuando tuve que decidirme profesionalmente, me dediqué
a la música argentina porque ahí estaba todo por inventar.
Había grupos haciendo lo mismo durante años, y eso sigue
pasando hoy, hay una generación de jóvenes que siguen insistiendo
con lo mismo de hace 50 años. Cuando está bien hecho me
gusta, pero me resulta previsible, yo elijo la música que me sorprende.
Su obra suele ser calificada como folklore de fusión
o de proyección. ¿Qué opina de eso?
De alguna manera, ya contesté esa pregunta en chiste en la
chacarera La asimétrica. Y hablando en serio, creo
que no tiene sentido dividir la música en tradicional
y de fusión, cuando por tradicional se entiende lo
que es de otra época. Los hermanos Abalos en su momento deben haber
sido superrevolucionarios, el piano era un instrumento impensado para
ese tipo de música, era como tocar hoy chacarera con computadora.
Y de ser revolucionarios pasaron a ser tradicionales, por el sólo
hecho de que cierta gente que se dedica a comercializar la música
le puso ese nombre. Las formas musicales de un país van moviéndose,
porque la música es dinámica. ¿Por qué no
hay pintores o escritores tradicionales, y sí músicos tradicionales?
En todo caso, hay música de una época.
En ese proceso, ¿cómo definiría al estado actual
del folklore?
Es difícil definirlo, porque hoy en día hay de todo.
Hay músicos que tocan para el aplauso y músicos que tocan
para la música. En los festivales funcionaba el aplausómetro,
si la gente aplaudía el artista volvía al año siguiente.
Y había quienes hacían cualquier cosa en el escenario, porque
estaba en juego su trabajo. Otros tienen un convencimiento más
firme, o se dedican a la música porque realmente es lo que aman,
y es más difícil que negocien algo para caer bien.
¿A qué atribuye el resurgimiento del folklore?
El único resurgimiento que yo veo es el de los sellos multinacionales,
que comenzaron a interesarse en esto porque vieron el filón para
ganar unos pesos. Pero creo que así como inflaron este globo, donde
vean que se les pincha lo van a tirar a la basura. Mientras tanto podemos
dormir tranquilos, porque siempre va a haber músicos, poetas, arregladores
e intérpretes estéticamente comprometidos. Quizás
nunca lleguen a estar en el candelero, pero van a estar. A lo mejor el
mercado nunca descubra a poetas como el Poli Sorio de Tucumán,
o a artistas de la talla de Juan Quintero, porque acá sólo
se descubre lo que hace ruido. Y se toma esta música con tan poca
seriedad, que hasta se graba con productores que tiran frases tales como
qué criollito que está esto, cuando algo está
desafinado. No hay espacio para sutilezas. Y la música es sutileza.
¿Cómo se siente bajo la categoría de músico
de culto?
No es algo que maneje yo. Que se hagan cargo los que lo dicen, no
puedo hablar en tercera persona. Yo no soy del todo consciente del efecto
que causo en los demás. Por ejemplo, me quedé sorprendido
porque un funcionario de cultura de Bélgica me conocía.
Me interesa ser ambicioso con uno mismo. Y mi ambición es buscar
otras formas de expresarme, y no aburrirme nunca de mí mismo.
PLENA
LIBRE EN LA ARGENTINA
El sabor de Puerto Rico
Plena Libre, la banda más
ascendente del género portorriqueño conocido como la
plena, tocará por primera vez en Buenos Aires el próximo
lunes, en La Trastienda. A seis años de su origen, el grupo comandado
por el bajista, arreglista y compositor Gary Núñez se postula
como la última maravilla de la nueva música tradicional
latinoamericana, al nivel de Juan Luis Guerra, Cortijo o el Buena Vista
Social Club. La publicación local de Plena Libre (1998), el primer
álbum que grabaron para el sello RykoLatino, permitió conocer
las canciones con que empezaron a ser conocidos en Estados Unidos y algunos
países de Europa: Bembé de Plena, Plena
Conciencia, Carnaval, Me gustó. Su
disco más reciente, Plena libre... más libre (2000), vuelve
sobre la convicción rítmica de Núñez, ferviente
cultor de un género surgido a principios del siglo XX en el barrio
portorriqueño de La Joya del Castillo, donde el matrimonio de Young
Clark y Catherine George provenientes de las Bahamas instalaron
la plena. Los primeros movimientos ligados al género estaban integrados
por obreros agrícolas, antes de la fundación oficial en
manos de Jesús Bum Bum Oppenheimer.
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