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RAUL CARNOTA, UN FOLKLORISTA QUE SE RESISTE A LA FIGURA “DE CULTO”
“No quiero aburrirme de mí mismo”

Con la excusa de presentar el disco �Sólo los martes�, el músico actúa este fin de semana en el San Martín, con entrada libre.

Carnota grabó en vivo �Sólo los martes�, en 1997, recién llegado de EE.UU.

Por Karina Micheletto

Quizás Raúl Carnota sería hoy un médico veterinario, de no haber mediado un accidente automovilístico que le produjo fracturas cerebrales y llevó a la prescripción médica de no realizar esfuerzos intelectuales durante tres años, obligándolo a abandonar su carrera. Quizás fue el destino el que quiso que este hombre nacido en Almagro y criado en Mar del Plata comenzara a buscar, en forma autodidacta, un modo de expresarse con la música, nutriéndose de las más variadas vertientes. Hoy Carnota ostenta el título de músico de culto, reconocido por sus colegas y autor de clásicos como “Grito santiagueño” y “Pecado de juventud”. Su último disco, Sólo los martes, editado por Aqua Records, fue grabado en vivo durante un ciclo que realizó en 1997 junto a Eduardo Spinassi en piano y Rodolfo Sánchez en percusión.
“Por entonces venía de vivir un año y medio en Estados Unidos y tenía unas ganas locas de tocar, y creo que eso está presente”, cuenta. “Refleja la adrenalina que había en el escenario. Es un disco muy honesto, porque dejamos hasta los errores para que no se perdiera ese espíritu”, explica. Hoy y mañana, a las 21.30, el trío se presenta en la sala AB del C. C. San Martín, con entrada libre. Mientras tanto, Carnota prepara la gira por Europa que iniciará en octubre con el Mono Izaurralde, y empieza a pensar en el próximo CD, con la tranquilidad de quien no está sujeto a presiones de una compañía: “Podría decirse que soy el opuesto total a Calamaro”, define. “Me gusta hacer las cosas con tiempo, y soy muy obsesivo, antes de entrar a grabar sé todo lo que quiero. Y no me va la de hacer cuatro temas buenos y el resto de relleno”, afirma a Página/12.
–¿Cuáles fueron sus influencias musicales más importantes?
–Yo pertenezco a la generación del rock and roll, a Woodstock, escuchaba a Frank Zappa mientras me daba cuenta que no podía tocar como él. Pero mi niñez transcurrió durante el gobierno de Perón, cuando lo único que se escuchaba en la radio era música argentina, y ahí es donde empezó a entrarme esa data. Cuando tuve que decidirme profesionalmente, me dediqué a la música argentina porque ahí estaba todo por inventar. Había grupos haciendo lo mismo durante años, y eso sigue pasando hoy, hay una generación de jóvenes que siguen insistiendo con lo mismo de hace 50 años. Cuando está bien hecho me gusta, pero me resulta previsible, yo elijo la música que me sorprende.
–Su obra suele ser calificada como “folklore de fusión” o “de proyección”. ¿Qué opina de eso?
–De alguna manera, ya contesté esa pregunta en chiste en la chacarera “La asimétrica”. Y hablando en serio, creo que no tiene sentido dividir la música en “tradicional” y “de fusión”, cuando por tradicional se entiende lo que es de otra época. Los hermanos Abalos en su momento deben haber sido superrevolucionarios, el piano era un instrumento impensado para ese tipo de música, era como tocar hoy chacarera con computadora. Y de ser revolucionarios pasaron a ser tradicionales, por el sólo hecho de que cierta gente que se dedica a comercializar la música le puso ese nombre. Las formas musicales de un país van moviéndose, porque la música es dinámica. ¿Por qué no hay pintores o escritores tradicionales, y sí músicos tradicionales? En todo caso, hay música de una época.
–En ese proceso, ¿cómo definiría al estado actual del folklore?
–Es difícil definirlo, porque hoy en día hay de todo. Hay músicos que tocan para el aplauso y músicos que tocan para la música. En los festivales funcionaba el aplausómetro, si la gente aplaudía el artista volvía al año siguiente. Y había quienes hacían cualquier cosa en el escenario, porque estaba en juego su trabajo. Otros tienen un convencimiento más firme, o se dedican a la música porque realmente es lo que aman, y es más difícil que negocien algo para caer bien.
–¿A qué atribuye el resurgimiento del folklore?
–El único resurgimiento que yo veo es el de los sellos multinacionales, que comenzaron a interesarse en esto porque vieron el filón para ganar unos pesos. Pero creo que así como inflaron este globo, donde vean que se les pincha lo van a tirar a la basura. Mientras tanto podemos dormir tranquilos, porque siempre va a haber músicos, poetas, arregladores e intérpretes estéticamente comprometidos. Quizás nunca lleguen a estar en el candelero, pero van a estar. A lo mejor el mercado nunca descubra a poetas como el Poli Sorio de Tucumán, o a artistas de la talla de Juan Quintero, porque acá sólo se descubre lo que hace ruido. Y se toma esta música con tan poca seriedad, que hasta se graba con productores que tiran frases tales como “qué criollito que está esto”, cuando algo está desafinado. No hay espacio para sutilezas. Y la música es sutileza.
–¿Cómo se siente bajo la categoría de “músico de culto”?
–No es algo que maneje yo. Que se hagan cargo los que lo dicen, no puedo hablar en tercera persona. Yo no soy del todo consciente del efecto que causo en los demás. Por ejemplo, me quedé sorprendido porque un funcionario de cultura de Bélgica me conocía. Me interesa ser ambicioso con uno mismo. Y mi ambición es buscar otras formas de expresarme, y no aburrirme nunca de mí mismo.

 


 

PLENA LIBRE EN LA ARGENTINA
El sabor de Puerto Rico

Plena Libre, la banda más ascendente del género portorriqueño conocido como “la plena”, tocará por primera vez en Buenos Aires el próximo lunes, en La Trastienda. A seis años de su origen, el grupo comandado por el bajista, arreglista y compositor Gary Núñez se postula como la última maravilla de la nueva música tradicional latinoamericana, al nivel de Juan Luis Guerra, Cortijo o el Buena Vista Social Club. La publicación local de Plena Libre (1998), el primer álbum que grabaron para el sello RykoLatino, permitió conocer las canciones con que empezaron a ser conocidos en Estados Unidos y algunos países de Europa: “Bembé de Plena”, “Plena Conciencia”, “Carnaval”, “Me gustó”. Su disco más reciente, Plena libre... más libre (2000), vuelve sobre la convicción rítmica de Núñez, ferviente cultor de un género surgido a principios del siglo XX en el barrio portorriqueño de La Joya del Castillo, donde el matrimonio de Young Clark y Catherine George –provenientes de las Bahamas– instalaron la plena. Los primeros movimientos ligados al género estaban integrados por obreros agrícolas, antes de la fundación oficial en manos de Jesús “Bum Bum” Oppenheimer.

 

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