Por Susana Viau
Los que el viernes 25 de Mayo
a primera hora de la tarde entraron a la casa de un tranquilo barrio de
La Plata sabían que iban a encontrar mujeres solas. Se identificaron
como los empleados que debían instalar el teléfono solicitado.
Cuando la puerta se entreabrió, empujaron, encapucharon a Alejandra,
la hija de Hebe de Bonafini, y la arrastraron hasta el interior de la
vivienda. Revolvieron, la golpearon con una cadena embutida en un tubo
de goma, una cachiporra de factura muy argentina, flexible y contundente,
la quemaron con cigarrillos, le tiraron de los pelos, intentaron violarla.
Luego, se comunicaron con un handy avisando que se retiraban. Antes, tomaron
whisky. Ese 25 de Mayo la minúscula dotación de la casa
no estaba completa: Hebe, alterando la rutina y contrariando las indicaciones
de los médicos, había viajado. Era una ausencia inesperada.
El suceso, pese al sonoro silencio oficial, encendió una luz de
alerta máxima. Para muchos marcó un punto de inflexión.
Una semana más tarde Hebe y Alejandra, cuidadas por amigos jóvenes
y no tanto que hacen guardias hasta altas horas, siguen allí, en
la casa de La Plata. Ya lo han anunciado: no las moverán.
¿Ha adelantado la investigación?
Está todo ahí. ¿Stand by se dice? Fueron algunas
personas a declarar. Un matrimonio. A ella le preguntaros sobre Alejandra
y a él sobre la casa. Pero recibimos muchísima solidaridad.
Todo el tiempo hay grupos de amigos, de jóvenes, que están
en casa hasta muy tarde, hay gente que va al Parlamento Europeo el lunes,
recibimos mensajes de Amnistía, han estado la Liga, la Correpi,
Ex Detenidos, HIJOS, la Asamblea de La Plata.
¿Alguna voz oficial?
Muy poco. Algunos diputados y gente de la justicia, como el director
de Derechos Humanos de la secretaría de Justicia provincial, que
dijo que pone el organismo a disposición. Yo no atiendo
esos llamados, pero igual fueron pocos, casi nadie de esa gente.
Muchos entienden que esto que hicieron a su hija marca una diferencia.
Es muy grave lo que pasó y hay mucho silencio. Dos días
antes habían metido un virus en la computadora, en la de casa,
con la que Alejandra se encarga de bajar los correos y responder algún
tipo de correspondencia.
¿Recogieron ustedes alguna nueva pista?
Nosotros no lo hicimos, lo hizo la fiscal y hay gente que dice haber
visto tipos que hacían como que estaban colocando un cable. Esa
persona contó que estuvo mirando hasta muy tarde porque pensó
que preparaban un robo. La vez anterior que se metieron en mi casa fue
diferente: yo los agarré adentró y se fugaron por los techos.
Es lamentable que en un país de tanta hambre, de tanta miseria,
haya gobernante tan disciplinados a los que torturan y matan. Les molesta
profundamente lo que estamos haciendo con la Universidad, con las escuelas,
lo de Davos. La denuncia que hacemos las Madres contra Ruckauf les molestan.
Cuando decimos que es un asesino que ríe, como rió antes,
les molesta. Y a nivel nacional también molestamos porque decimos
que un país que compra picanas es un país que las tiene
en sus inventarios como se tienen las botas, los uniformes y las pistolas.
Quiere decir que están dispuestos a usarlas, que la tortura está
institucionalizada. Los que entraron a casa no son locos. Las Madres no
tenemos enemigos personales. Nuestro enemigo es el gobierno. Si así
no fuera, alguien hubiera salido a decir algo, pero nadie lo hizo. Ni
el FREPASO ni nadie, Los gremios sí, los de la bancaria, los maestros,
desocupados, los de la Caja de Ahorro. Los que se pronuncian son los que
sufren; los que se callan frente a estas cosas son los que los hacen sufrir.
¿Lo que hicieron con Alejandra le reavivó fantasmas?
Yo no vivo con fantasmas. Tengo realidades concretas, como paradas
delante mío. Tengo claro que esto era contra mí, contra
las Madres. Lo que me golpeó fue pensar que eran las cuatro de
la tarde; el olor a alcohol,porque a Alejandra la rociaron con la bebida
que sacaron para tomar, ese olor inmundo a comisaría. Me golpeó
que hubieran hecho de mi casa un campo de concentración. Es que
acá, en La Plata, cualquier casa puede ser un campo de concentración.
¿Por qué sospecha que la buscaban a usted y no pegarle
así, donde más duele?
Yo creo que ellos me buscaban porque nadie sabía que yo iba
a irme. Como era 25 de Mayo yo tenía que estar en mi casa. Me dieron
donde más me duele, que es mi hija. Pero Alejandra lo tiene claro,
sabemos que la libertad tiene precio y a veces es alto. Ahora estoy ordenando,
porque no me gusta encontrarme con esto. Pero hasta el perrito que tiene
Alejandra esta asustado, porque escuchó los gritos, los golpes.
La pregunta no corresponde, pero se impone ¿Y por qué
ahora?
Son como castigos ejemplificadores: los cinco años de condena
a Alí mientras los grandes ladrones andan sueltos; la condena a
Carlos y Dieguito. El otro día Moyano tiró doscientas bombas
de estruendo y nadie se lo llevó preso. Lo que pasa es que a él
no le volaron un brazo, porque lo que llevaban esos chicos era una bomba
estruendo. Si uno repasa se da cuenta que todo está atado. Y lo
que hicieron en casa es como decir: nosotros podemos hasta matarla
a ella. ¿Vos viste las colas que hay en las embajadas? Es
como un exilio; la gente se dispara, no se banca lo que pasa. Esta Argentina
es un volcán. Entra en erupción, se aquieta y vuelve a entrar
en erupción, a reventar cuando no tolera más lo que tiene
adentro de fuego y de lava. ¿Por qué ahora? La Universidad
les jode, les jode que tengamos 1200 alumnos y no entre la gente, que
tengamos que habilitar la vieja universidad y la casa de las Madres porque
no alcanza el espacio. Hasta en la ferretería que le dejamos a
HIJOS se dan cursos de teatro. Y vamos a abrir escuelas con maestros que
serán los alumnos que se formen en nuestra universidad. Eso es
imparable, porque abrimos con permiso o sin permiso, como sea.
¿Cómo impactó esto en las otras Madres?
Mirá, fue impresionante porque vinieron sus hijos, sus nietos,
vinieron madres del interior, algunas con sus maridos, las que tienen
la suerte de tener maridos. Esto no va a cambiar en nada lo que hacemos,
lo volví a decir el mismo día y a la misma hora. Cuando
me paré en ese especie de pequeño Davos veía a mis
hijos, a la gente mojándose parada en las rutas. Por eso no esperé
a que me dieram la palabra, la tomé yo cuando quise. Miraba todo
el tiempo la mano y el micrófono del que presentaba porque sabía
que en cuanto lo apagara, antes que me diera la palabra yo la tenía
que tomar. Y de ahí fui a La Matanza. No me hacen picadillo porque
no tienen una máquina tan grande.
¿Las Madres ya intuyen quiénes pueden ser sus herederos?
Herederos como esos que se pelean por lo que queda, porque conozco
gente se peleó por una Spica fijate que antigüedad ¡una
Spica! de esos no tenemos ni queremos. Yo lo veo como una tormenta,
como tempestades. Habrá mucha gente que tenga la idea que hay que
pelear siempre. La ideología del compromiso social, político,
humano, con nuestras escuelas funcionando, donde aprendan de bien chiquitos
que hay que saber para poder hacer y donde los más grandes aprendan
que hay que reflexionar, una reflexión unida a la acción.
Es toda una responsabilidad, mezclada con orgullo. La responsabilidad
de pensar otras cosas, nuevas, como los actos que pensamos para los 25
años, el 22 de agosto en Trelew, en diciembre en Monte Chingolo.
A nadie se le ocurre hacer estas cosas y los jóvenes tienen que
saber qué pasó, porque si no se quedan con el monumento
y la platita. Y va a haber muchas madres, que no militan pero que van
a sentirse bien en el fondo de su corazón porque hay alguien que
reivindica a su hijo. Y esto de las escuelas... Es como una vuelta en
el aire, en patineta y para atrás. A los 72 años esa vuelta
no es fácil, pero tengo unas ganas bárbaras de darla.
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