Por Steve Dunne*
Desde
Londres
Kaycee Nicole era una adolescente
del centro de Estados Unidos. Una estudiante de secundaria inteligente
y optimista como cualquier otra. Disfrutaba de la música, la poesía
y la escuela. Pero Kaycee se estaba muriendo de cáncer. Era, además,
una activa usuaria de Internet. Hacía amigos vía e-mail
y hasta por teléfono. Un amigo la ayudó a armar un diario
en línea o weblog y, durante un período de más
de dos años, millones de usuarios de Internet lo visitaban para
leer sobre su valiente lucha contra la leucemia. Expuso sus sentimientos
y sus temores para que el mundo los viera y su honestidad le ganó
muchos admiradores. Hasta que se supo la verdad.
Las diarias actualizaciones de la batalla de Kaycee contra el cáncer
se convirtieron en una parte normal de la vida de mucha gente. Cuando
la enfermedad cedió, los lectores estaban exultantes. Cuando la
enfermedad volvió, la gente enviaba regalos y tarjetas para expresar
su pesar. Hasta su madre, Debbie, comenzó su propio sitio para
ayudar a otros, discutiendo sobre la dificultades de cuidar a una niña
con leucemia.
Luego, el 16 de mayo pasado, se anunció que Kaycee había
muerto. No fue como resultado directo de su cáncer, sino de un
inesperado aneurisma. El sitio se llenó de condolencias. Miles
de sitios web en todo el mundo enviaban mensajes de pesar. Internet estaba
de duelo. Los bien intencionados contactaron a la familia, esperando enviar
tarjetas y flores para demostrar su dolor. Pero Debbie, que había
visto todo el apoyo que Kaycee recibía de sus amigos de Internet,
directamente se negó, aunque nunca antes se había opuesto
a los regalos.
Los usuarios de Internet más cínicos decidieron investigar
la historia de Kaycee. No había antecedentes de nadie con su nombre
viviendo en Kansas. Las escuelas locales no sabían nada de ella.
Las fotos de Kaycee eran en realidad de otra persona, una estrella inocente
de básquetbol que estaba muy viva. Cada parte de la evidencia formaba
un complicado rompecabezas. Kaycee Nicole no había muerto, porque
nunca había existido.
Toda la puesta en escena era el trabajo de un ama de casa de Kansas, Debbie
Swenson. Tomando tanto el papel de Kaycee como el de su madre, Swenson
comenzó por construir una personalidad on line, pero se fue convirtiendo
en algo cada vez más complejo a medida que el diario era más
popular. Cuando fue descubierta, rápidamente reveló la verdad
con una última entrada en el diario. Su nombre no era Kaycee
y no era mi hija, escribió Debbie. El diario, dice, era
sobre las vidas de tres personas que sufrieron de cáncer. La culpa
es mía por haber querido contar sus historias. Yo soy la culpable
por haber entrelazado la vida de los tres.
Cuando se descubrió la mentira, los usuarios de Internet estaban
impactados y avergonzados. Una de las más shockeadas por el fraude
fue Randall van der Woning, un canadiense que vive en Hong Kong. Van der
Woning se conmovió por la historia de Kaycee cuando se la cruzó
en un sitio de chateo. Fue él quien la ayudó a establecer
el sitio web para que la historia tuviera una audiencia más amplia,
voluntariamente dando su tiempo y dinero. Randall hasta habló con
ella por teléfono. O mejor dicho, creyó que estaba hablando
con ella. Sinceramente creí que hablé con dos personas
por teléfono confiesa. Si fue una sola, ésa
es una gran actriz. Lo que sé es que le abrí mi corazón
y di mi tiempo, dinero, energía y recursos emocionales para ayudar
a alguien continúa. Y al final, me quemé por
ello.
Cualquiera sean las razones que haya tenido Debbie Swenson, lo cierto
es que su nivel de dedicación al affaire Kaycee lo convirtió
en una de las mayores farsas de la web. Por supuesto que la saga Kaycee
no es la primera en que la gente ha sido engañada por Internet,
y no será la última. Hace dos años, el trabajador
en telecomunicaciones de California Gary Hoke creó un website falso
anunciando la compra de acciones de PairGain Technologies, la compañía
para la que trabajaba. Se compraron miles de acciones, alzando los precios
cada vez más, hasta que PairGain desmintió la noticia y
el fraude se descubrió. Hoke, de 25 años, que no ganó
directamente con la mentira, fue puesto en libertad bajo fianza y obligado
a pagar 99.400 dólares a los inversores que fueron atraídos
por la mentira.
También está el caso de Sheyla Morrison, como Kaycee, muy
popular en los lugares de chateo, juegos y discusiones, que aparentemente
se suicidó. Cuando finalmente se descubrió la historia,
la personalidad de Sheyla resultó ser el trabajo de una pareja
obsesionada por la web. La pareja se había separado trágicamente
y la historia del suicidio era parte de un extraño intento de ganar
una batalla de custodia. Desde los muy publicitados casos de pedófilos
que usan Internet a historias como las de Kaycee, la gente parece creer
en las mentiras que aparecen en la web.
Seguramente cuando revise su e-mail, tendrá un mensaje no querido.
La mayoría de nosotros los borra sin pensarlo un minuto; esos que
prometen ganar millones en minutos, cadenas de cartas sobre niños
en Africa que necesitan el dinero para operaciones vitales. ¿Pero
qué es lo que hace que la gente sea más crédula en
la web que en otros medios?
Steve Jones, un profesor de comunicación de la Universidad de Illinois-Chicago,
cree que es un problema endémico con la comunicación on
line. Dada la mutabilidad de identidad, ¿cómo vamos
a negociar relaciones sociales que, por lo menos en el reino de la comunicación
cara a cara, están fijadas por un reconocimiento de la identidad?
Internet rompe las barreras físicas que evitan un desparramo de
mentiras.
La mayoría de los usuarios todavía tiene que descubrir las
fronteras entre el espacio personal y la emisión pública
y, hasta que lo haga, engaños como el de Kaycee seguirán
sucediendo.
* De The Guardian de Gran Bre taña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
TAMBIEN
LOS ARGENTINOS COMPRAN HISTORIAS FALSAS
Las mentiras de uso local
Las historias falsas que circulan
en Argentina suelen estar inspiradas en las que antes anduvieron por Estados
Unidos. Sus autores cambian apenas nombres y lugares: basta agregar que
algo sucedió en el hospital Fernández o en Corrientes
y Callao y ponerle nombres y detalles verosímiles para que
miles de personas se crean los relatos más absurdos y, lo que es
peor, los reenvíen. Aquí siguen algunos de las más
populares.
El pobre de Brian: Esta circuló
abundantemente hace unos dos años, pero últimamente ha reaparecido.
Brian Miranda es un niño que está internado en el Hospital
Garrahan, con una grave enfermedad. El e-mail afirma que varios proveedores
de Internet se comprometieron a donar un centavo por cada copia enviada,
a fin de solventar los costos de la operación del chico (no explica
cómo esas empresas medirían la cantidad de copias enviadas,
pero nadie parece reparar en ello). Entonces, hay que hacer circular el
mensaje hasta el cansancio. Evidentemente, Brian no existe y en el Hospital
Garrahan se hartaron de aclararlo.
Los buenos de la Federal: Este
es un mensaje que pretende prevenir. Lo firma Policía Federal
Argentina y advierte a la gente que cuando va al cine debe observar
atentamente la butaca antes de sentarse, pero no tocarla en la oscuridad.
La razón es tremenda: podría llegar a encontrarse con una
jeringa infectada con sida y el mensaje Bienvenido al mundo real:
ya eres vih positivo (no aclara por qué los malvados hablarían
de tú, pero es un detalle menor).
Esos asquerosos animales transgénicos:
Cuando éste circuló por Estados Unidos, hacía mención
a la cadena Kentucky Fried Chicken, pero como aquí la marca no
existe, le endosaron la historia a McDonalds. Hay que reconocerle
al autor imaginación: cuenta que la carne con que la cadena hace
sus hamburguesas no es de vaca sino de unos animales transgénicos
sin cabeza ni miembros y alimentados por sonda. La perla del mensaje es
que asegura que McDonalds informa en sus productos que están
hechos con carne de res y no de vaca porque res en latín
significa cosa (sic).
De compras: Este mensaje contaba
con lujo de detalles cómo una pareja había sido asaltada
en el estacionamiento de un shopping de zona norte. A la chica la retuvieron
en el auto y al muchacho lo obligaron a comprar todo tipo de artículo
hasta el límite de su tarjeta de crédito, amenazándolo
con matar a su novia. Cuando pudieron hicieron la denuncia, en la comisaría
cercana les dijeron que había muchos casos iguales. Los medios
que intentaron chequear la información se encontraron con que la
comisaría negaba las denuncias y el shopping en cuestión
desmentía todo el asunto. Pero un par de meses después se
produjo un hecho muy similar. Difícil saber si a los ladrones reales
les había llegado el mail.
Organos robados: Esta es probablemente
la leyenda urbana más antigua: circulaba aun antes de que existiera
Internet, pero con el e-mail se expandió como nunca antes. La historia
cuenta que un muchacho había ido a bailar a una disco porteña,
donde tomó unos tragos con una chica que lo invitó a su
casa. Se despertó a la mañana siguiente en una bañadera
llena de hielo y con una cicatriz en el vientre. A su lado, una nota le
sugería llamar al Hospital Fernández, de donde le enviaron
de inmediato una ambulancia, porque claro le habían
robado los riñones. Uno podría preguntarse: ¿pero
quién se va a creer esta historia? Los telefonistas que respondieron
consultas en el Fernández y el Incucai pueden dar fe de que fue
mucha gente.
Cuidado: casi todo
puede ser malo
Muchos de los mails que circulan en el último tiempo dan
cuenta de supuestos peligros para la salud originados en productos
de uso cotidiano. Gran cantidad de gente los reenvía, pensando
que les hace un bien a los demás al enterarlos de semejante
problema. Fue tal su difusión, que la American Cancer Society
(ACS) salió a aclarar los tantos en su página web.
Aquí algunos de los más difundidos:
Tampones venenosos: Este e-mail sostiene que los tampones
contienen asbesto, porque el asbesto hace que uno sangre más
y entonces necesita más tampones. También afirma
que tienen dioxinas, potencialmente cancerígenas y
tóxicas para el sistema reproductivo. La ACS aclaró:
el asbesto no aparece en ningún tampón. En cuanto
a las toxinas, la FDA detectó su presencia en algunos casos,
pero en niveles extremadamente bajos que no generan riesgo alguno
al usuario.
El corpiño malvado: Este mensaje asegura que los corpiños
con alambre presionan el sistema linfático del pecho
y provocan cáncer de mama. La ACS respondió:
No hay ningún estudio científicamente válido
que muestre una correlación entre el uso de corpiño
alguno y el cáncer de mama.
El análisis vital: Un e-mail sostiene que las mujeres
deben exigir anualmente un test CA-125 de cáncer de ovarios.
La mujer que lo envía, quien supuestamente sufre esa dolencia
inicialmente mal diagnosticada, asegura que es un examen de
sangre económico y simple. E implora: No acepten
un no como respuesta. ¡Si yo hubiera sabido entonces
lo que sé ahora, mi cáncer se habría descubierto
mucho antes de que llegara a la Fase 3!. La ACS aclaró
que ese análisis no se utiliza comúnmente debido a
su bajo nivel de exactitud: puede haber otros motivos para que los
niveles aparezcan elevados. Sí se lo usa para medir la respuesta
a los tratamientos de mujeres a quienes ya les han diagnosticado
cáncer de ovarios.
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