Por Marcelo Justo
Desde Londres
Es el partido más antiguo
de Gran Bretaña y está a punto de sufrir la peor derrota
electoral de su historia. A cuatro días de los comicios, las encuestas
colocan a los conservadores a casi 20 puntos de los laboristas, mientras
que, en un efecto de pinza, el tercer partido, los liberal demócratas,
sube semana a semana en las preferencias de voto. En palabras de Anthony
King, prestigioso profesor de política de la Universidad de Essex,
el partido de William Hague enfrenta un futuro sombrío. Cada
vez se parece más a un bote a punto de ser arrasado por una ola.
Los tripulantes reman desesperadamente, pero no pueden hacer nada para
impedir que se los lleve la corriente, indicó King a Página/12.
Mori da un 48 por ciento de votos a los laboristas y un 30 por ciento
para los conservadores. Gallup mejora un poco el margen pero no mucho:
47 por ciento al partido de Tony Blair y 31 por ciento al de Hague. Hasta
la misma consultora que utilizan los conservadores, la ICM, predice un
resultado más contundente que la aplastante derrota que sufrieron
a manos de los laboristas en 1997. Las encuestadoras coinciden en que
el único partido cuya campaña está teniendo un efecto
sobre la intención de voto son los liberal demócratas, que
ahora se sitúan en un 16 o 17 por ciento. Es sorprendente
el escaso impacto de la campaña. Diría que hace más
de seis meses que las encuestas le dan a los laboristas una holgada diferencia
sobre los conservadores. Por el momento lo único que se ha modificado
un poco es el moderado repunte de los liberal demócratas,
resalta King.
Esta opinión es unánime entre analistas políticos
y académicos. Las tres semanas y media de campaña conservadora
a favor de la libra y contra el euro, por una disminución impositiva
y un endurecimiento antiinmigratorio no dieron el resultado esperado.
La línea oficial del partido es que las encuestas están
equivocadas. Según los candidatos parlamentarios, la respuesta
que encuentran en el mano a mano con la gente discrepa por completo de
los guarismos de los encuestadores.
En privado, muchos admiten que van a perder, pero se muestran aparentemente
convencidos de que reducirán la mayoría de 179 escaños
que ostenta el gobierno en el parlamento. Los más optimistas recuerdan
que en 1970 Edward Heath estaba muy por detrás del candidato laborista
durante la campaña y sin embargo, se llevó la victoria,
y que algo similar ocurrió en 1992 cuando el primer ministro John
Major venció a Neil Kinnock. El talón de Aquiles de esta
teoría es que tanto Heath como Major eran líderes respetados
mientras que los encuestados repiten que Hague no proyecta una imagen
de estadista. En un artículo publicado el viernes en el único
periódico que apoya a los conservadores, el Daily Telegraph, la
ex primera ministra Margaret Thatcher reflejó mejor el verdadero
estado de ánimo de los conservadores, al advertir sobre los peligros
de una dictadura parlamentaria si Tony Blair obtenía
una mayoría absoluta.
El grito desesperado de la baronesa Thatcher intenta apuntalar la estrategia
partidaria. Los conservadores creen que pueden evitar la catástrofe
si consiguen recuperar los dos millones de votos que los desertaron en
las elecciones de 1997. El abstencionismo y algún golpe de suerte
que incline en su favor la balanza del voto flotante son las otras bazas
de los tories. El primer factor forma parte de una tendencia. En 1992
votaron sólo el 77,7 por ciento de los británicos. En 1997
el 71 por ciento. Según Gallup, hoy sólo el 66 por ciento
de los votantes dice que concurrirá sin lugar a dudas
a las urnas. El cálculo es que los sectores más populares,
que apoyan al laborismo, son más proclives a la abstención
que los conservadores.
Un resbalón de Blair, el clima y el fútbol son las otras
velas que encienden los conservadores para evitar el derrumbe. El miércoles
por la noche la selección inglesa juega un partido clave para la
clasificación del Mundial 2002 con Grecia en Atenas. Los encuestadores
calculan que una victoria inglesa favorecerá a los laboristas y
que si Inglaterra pierde y encima el jueves 7 está nublado
o llueve habrá un aumento del abstencionismo y del voto de
protesta contra Blair. Una consultora que mide el estado de ese gran deporte
nacional que es el juego por dinero, IG Index, sólo registra apuestas
para determinar el grado de mayoría parlamentaria que obtendrá
Tony Blair. Ni siquiera los conservadores parecen arriesgar sus libras
a un triunfo de Hague. El fin de semana pasado, el portavoz conservador
en temas agrícolas, Tim Yeo, admitió que había apostado
a que la victoria laborista no sería tan amplia como predecían
las encuestas. Parca esperanza para un partido que gobernó solo
o en coalición durante 70 de los últimos 100 años
y que fue el poder indiscutido entre 1979 y 1997.
HABLA
KENNETH MINNOGUE, ENSAYISTA TORY
Es la fatiga del electorado
Por M. J.
Profesor emérito de la
London School of Economics, autor de varios libros sobre política
inglesa, Kenneth Minnogue es, sobre todo, un conservador de larga data
que dice lo que los políticos tories callan. En diálogo
con Página/12, analizó las elecciones del 7 de junio y los
problemas que enfrenta el partido de Hague.
¿Perdieron los conservadores las elecciones del jueves?
Daría la impresión de que sí. En toda la campaña
electoral no han cerrado la brecha que los separa de los laboristas y
ahora parece demasiado tarde para que lo hagan.
¿Por qué una fuerza que dominó la vida política
británica parece hoy un partido gastado y sin futuro?
En parte se debe a una fatiga del electorado. El laborismo ganó
las elecciones de 1997 tras 18 años ininterrumpidos de gobierno
conservador. Hoy la gente no ve ninguna razón para no reelegirlos.
También es cierto que Tony Blair se hizo con el centro de la escena
política, al proseguir con la política económica
del thatcherismo y adoptar una política social solidaria o compasiva.
¿No le cedió el mismo Hague el centro al adoptar posiciones
extremas en temas como el asilo político y el rechazo al euro?
La mayoría de los británicos piensa que mucha gente
que solicita asilo político en realidad son refugiados económicos.
Gran Bretaña es una isla pequeña, no un país inmenso
como Argentina: no tenemos lugar para todos. Lo mismo sucede con el euro.
Durante siglos nos hemos manejado muy bien solos. No es buena idea cederle
la soberanía a países como Alemania, Italia y Francia, responsables
de los grandes desastres del siglo XX.
Pero el euro y el otro foco de la campaña conservadora, los
impuestos, no parecen haber cambiado la opinión de los británicos.
Es cierto. No sé por qué. Nadie está contento
con el Servicio Nacional de Salud y la educación estatal y sin
embargo parecen creer que invirtiendo se solucionarán los problemas
que genera la ineficiencia del Estado.
¿Cuál es el peor y mejor resultado posible para Hague?
El mejor es recuperar unos 20 o 30 escaños. Pero si predomina
el voto táctico, es decir, si muchos laboristas se inclinan por
los liberal demócratas y viceversa porque saben que los propios
candidatos no tienen posibilidades de ganar en su zona electoral, el resultado
puede ser devastador y Hague dejaría de ser el líder conservador.
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