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"EL SHOW DE VIDEOMATCH" SE HA
CONVERTIDO EN UN PROGRAMA DE REPERCUSION POLITICA
La realidad ¿no será una jodita de Tinelli?

Una parodia de su programa suele tener más efecto político que un análisis de
Mariano Grondona. Esta semana, �El show de Videomatch� tuvo un pico de 35.3
puntos de rating, construidos en base a una notable serie de producciones de sátira musical y humor. Los políticos le temen y lo admiran. Y lo que es peor, como le
pasó a Emir Yoma, es que no pueden dejar de mirarlo.

Una postal de los años del menemismo consolidado: Marcelo recibiendo a su
amigos Carlos y Diego. Esta semana, las pullas al menemismo fueron el plato
fuerte del programa, el más visto de la TV argentina.


Por Carlos Polimeni

En los primeros años de la década del 90, su programa parecía un símbolo de la vacuidad y el desenfado de la cultura del menemismo. Cuando la Alianza se convirtió en la fuerza emergente de la política argentina, ese espacio ruidoso y masivo, todo para arriba, fue virando sutilmente de dirección, hasta convertirse casi en un foro de apoyo a la candidatura de Fernando de la Rúa. Hoy, Marcelo Tinelli conduce un programa que para muchos analistas serios se ha convertido en el más crítico de la televisión argentina, en el temblor de los políticos. ¿Es Tinelli un oportunista, que cambia de postura política según su conveniencia económica, o se trata de un líder de opinión oportuno, que olfatea el estado de ánimo de la gente y lo traduce en sátira política? Como quiera que fuese, sus cifras de rating son escalofriantes: el lunes pasado “El show de Videomatch” tuvo picos de 35.3 puntos y midió un promedio de 31.1, y el jueves, su promedio fue de 26.6, con un pico de 30.7. Estos números no son exabruptos sino una constante de su programa, que está lleno de perlas de producción. Una serie de humoristas casi sin antecedentes fuera del programa –en muchos casos sus nombres no son conocidos– le dan cuerpo, semana a semana, a una galería de personajes únicos en la televisión hoy. “El show de Videomatch” ocupa hoy en el imaginario colectivo un espacio similar al que en los 80 llenaban, juntos, los programas de Tato Bores y Alberto Olmedo. En muchos sentidos, es un noticiero, delirante y por momentos bizarro, de una Argentina desquisciada.
Las cifras indican que los lunes y jueves de cada diez televisores encendidos, seis o siete están clavados en “El show de Videomatch”. El programa ha sido este año una especie de trinchera feroz de burlas e ironías sobre la clase política, con un ideólogo que parecería no casarse con nada ni nadie. “Que nadie se confunda: cada cosa que se dice en el terreno político está avalada por El Jefe: nosotros trabajamos para transformar en realidad sus ideas”, dice uno de sus colaboradores directos, uno de los pocos que tiene perfil propio claro. “Y a juzgar por el rating, la gente –agrega– piensa lo mismo que Tinelli, o se siente reflejada en sus ideas.” La popularización de la imagen del presidente Fernando de la Rúa como un hombre que no atina a decidir bien nada ¿no tiene acaso una directa relación con la imitación que auspicia Tinelli en su programa, para colmo de males confirmada por la desafortunada visita que concretó al estudio el imitado? Sin embargo, sería errado considerar a Tinelli algo así como un líder de una oposición al Gobierno. El animador ha sido permeable, en los últimos meses, a un par de sugerencias desde el Gobierno para que no se ensañe más con De la Rúa, al que ya le hizo suficiente daño. Es en ese marco que en el programa aparecieron imitadores de Chacho Alvarez, Domingo Cavallo, Carlos Menem, Cecilia Bolocco, Emir Yoma y Erman González, entre otros. De la Rúa ya no es el blanco principal de las pullas y en algunos casos, su personaje, sin que todos lo noten, desaparece por completo. En más de una ocasión Tinelli ha llamado a funcionarios del Gobierno para testear su humor semanal con respecto a las andanzas del falso De la Rúa que compone, magistralmente por momentos, Freddy “Figuretti” Villareal. Hasta hace pocos días, Tinelli soñaba con poder quedarse con una frecuencia de FM que el Comfer debía regularizar. Finalmente, fracasó, porque un juez ordenó una licitación que fue ganada por el empresario Daniel Hadad y Tinelli debió alquilar una frecuencia para la emisora que pondrá en el aire el lunes 11. “Nosotros hubiésemos preferido que la frecuencia fuera para Tinelli, pero... la verdad... no pudimos operar...”, confesó un miembro clave de los equipos de comunicación del Gobierno, que tiene buen trato con el animador.
Tinelli es el productor de dos de los programas estrellas del canal estatal, “Okupas” y “Todo x 2 pesos”, que ganaron en conjunto cinco de los siete Martín Fierro que son el mayor orgullo de la actual administración de la emisora. La puesta en funcionamiento de su emisora radial, en la frecuencia que antes era de Radio Clásica, es la punta de lo que piensa como el iceberg de su futuro, un pool bastante más grande que su empresa actual, Ideas del Sur. No va por más plata este Tinelli 2001 que en su casa escucha a Caetano Veloso: su motivación es el prestigio, el lugar que ha ganado tras doce temporadas de trajinar estudios con productos atendidos por su propio dueño. Le gusta ser el número 1 indiscutido.
Tinelli ayudó a popularizar hasta mediados de la década del 90 la imagen de Menem como la de un presidente populachero, capaz de jugar al fútbol en un estudio de televisión y de prestarse con absoluto desparpajo a hablar y mostrar su vida privada por televisión. De hecho, Menem cerró su campaña por la reelección en “el programa de Marcelo”, como definía a sus íntimos. Cuando, largos años después, la sociedad comenzó a cansarse de eso, la línea del programa fue volviéndose opositora: la lucha de los docentes en la Carpa Blanca, por ejemplo, fue una bandera de aquel Tinelli que se reposicionaba al compás de la demanda social. Menem, que no tenía ningún empacho en decir que veía los programas de su amigo en la residencia de Olivos, empezó a intentar, en vano, recuperar el terreno perdido: como muchos empresarios, Tinelli había decidido ya por entonces poner huevos en canastas distintas. En ese proceso, llegó incluso a organizar un maratón para el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que salió de una reunión privada con el futuro presidente de la Nación. En los equipos de campaña de De la Rúa festejaron, pensando que habían coptado tropa ajena. Tinelli invitó por entonces a De la Rúa a su programa, tratándolo con el respeto que merecía un estadista de su nivel. Luego, aparecería el imitador que refleja sus propias observaciones sobre los problemas del Presidente.
Esta semana, la notable sátira poético-musical del programa apuntó decididamente a dos frentes: a moler al menemismo, luego del casamiento del ex presidente con Cecilia Bolocco, y a insistir con las críticas al costado más censurable, para el público, del presidente De la Rúa. “Los reverendos”, un grupo de supuestos monjes que cantan canciones religiosos, entonó versos como “Que el señor/no deje salir a Carlos/pues de Siria no podrán extraditarlo” o “La Bolocco soñó/una fiesta en un palacio/y su novio se la hizo/en un gimnasio”. Los notables “Rapporteros” recordaron que el conflicto de Aerolíneas nació con las privatizaciones de principios de los 90 y afirmaron que si “Chupete no levanta vuelo/su gobierno terminará por el suelo”. “El enviado”, uno de los aciertos de este año, afirmó, amparado en la melodía de “Cómo estamos hoy”, de los Súper Ratones, que “Cavallo es como el perro malo, vive atado al Fondo” y cantó “Todos los familiares de la novia chilena/conociendo a los invitados/fueron sin billetera”. Las huestes cómicas de Tinelli haciendo lo que la murga ha hecho desde el fondo de los tiempos –satirizar a los poderosos–, pero en un formato de producción impecable, y desde el poder del mayor rating de la televisión argentina. Pero con una calidad de producción similar a la de los videoclips de los grupos de rock, y una dinámica de producción y post-producción que enaltecen a la televisión argentina.
Que Tinelli tiene claro quién tiene poder, y quién ya no lo tendrá, es más que evidente con sólo ver en qué porcentaje reciben unos y otros, y sobre qué temas. Pero lo suyo, está claro, no es más que un reflejo de lo que la sociedad –y la justicia– están sintiendo. El ex presidente al que Tinelli abrazaba en cámaras y trataba de amigo es presentado como un turco corrupto, libertino y ladrón. De la Rúa, como un hombre mayor a veces confundido. A los delarruistas, que esa crítica la tienen internalizada, les divierte infernalmente, a su vez, el imitador de Chacho Alvarez. Este se presenta en cámaras, con un discurso atropellado pero lindo y, ante el menor inconveniente, anuncia que se va, que abandona el piso: “La onda es irse, Marcelo. Vámonos. Me voy a la Universidad de Quilmes. Me voy a París. Me voy a Londres. Me voy ¿eh? Cuando me voy, me voy en serio. Vengo, estoy diez minutos y me voy. Me voy. Me fui. Quizás ahora sea diputado, pero para irme”. A los aliancistas le fascina el repetido truco de presentar a dos imitadores de Erman González y Emir Yoma detenidos en una prisión, al fondo del decorado. No le pasó lo mismo a Yoma, cierto lunes del mes pasado, cuando se disponía a intentar olvidar sus cuitas un rato, de ser posible, y tuvo la mala idea de poner “El show...”, que tanto recomendaba su ex cuñado y ex jefe. Le dieron ganas de llorar, viendo cómo un imitador lo presentaba atado a una bola y cantando a lo Pimpinella con el ex SuperErman.
“Marcelo no tiene compromisos con nadie, es independiente y sabe pegarles fino a los políticos que se lo merecen”, plantea el periodista Luis Majul, que el martes pasado le dedicó una parte de su programa al fenómeno de Tinelli y obtuvo el mejor rating del año para “La cornisa”. “Tengo la sensación de que una parodia con más de treinta puntos de rating, expresando el sentimiento de la gente, es más dañina para los políticos que cualquier editorial de Mariano Grondona. En estos momentos, no hay nadie que interprete la realidad con la sensibilidad de Tinelli.”
El publicista Gabriel Dreyfus, que fue candidato a vicegobernador del no tan democrático Luis Patti, hoy intendente de Escobar, cree que la credibilidad de Tinelli podría ser, además, un enorme capital político. “Si Tinelli se presentase a elecciones, si hubiese en la democracia un mecanismo de voto directo, arrasaría, sacaría mucho más votos que cualquier político”, arriesga.Para el sociólogo Luis Alberto Quevedo el proceso actual corona una etapa de crecimiento del conductor como hombre clave de una nueva forma de hacer televisión. “Existen pocos programas en la historia que hayan hablado tanto de cómo es la Argentina que los programa de Tinelli”, sostiene.
El crítico de televisión Pablo Sirvén cree que el secreto de Tinelli es que ha sido “muy funcional” a la realidad de los últimos once años. “Es central pensar que él tiene una sintonía fina con el estado de ánimo de su audiencia. En la primera parte de los 90 acompañó la complacencia que la gente tenía con el menemismo, pero a partir del ‘97, producto de la elevada sensación térmica social y de la madurez con que elaboró su fama, realizó un viraje, tomando una posición crítica. Muchos chicos y adolescentes que no leen los diarios, o no están interesados en la política, ven a ‘Videomatch’ como un noticiero. Por eso, Tinelli se ha convertido en un informador crítico, que mantiene un gran virtud: si bien recicla el programa permanentemente, permanece fiel a sus orígenes, apostando a un público amplio, que incluye a obreros y a ejecutivos.” Para el dramaturgo Alberto Ure desde hace tiempo el humor se cuela en el modo en que la televisión refleja la realidad política, acaso para hacerla menos densa. “Hoy –observa– hasta los presentadores de noticieros ensayan entre si pasos de comedia.”
Como postulaba un pensador español de la década del 60, es preferible reír que llorar.

 

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