Por Esteban Pintos
i una cierta porción
del mundo estaba esperando un nuevo disco de Radiohead, en el mismo año
de los nuevos discos de U2 y R.E.M. hermanos mayores en varios sentidos,
restan sólo horas para que el acontecimiento que supone un lanzamiento
de esta clase y magnitud finalmente ocurra. Desde mañana, Amnesiac
estará disponible en una disquería de Saigón, Londres,
Buenos Aires o San Francisco, tal su poder de irradiación global.
Recuérdese que este nuevo disco aparece apenas ocho meses después
de aparecido Kid A, el extraño caso de una obra concebida para
espantar que trepó al puesto número 1 de los rankings en
países saturados de oferta musical. Este el nuevo paso de la banda
de rock más trascendente de la década pasada: ni importante
ni grande ni prestigiosa, adjetivos que podrían caberle igualmente,
aun con el debido margen de error que suponen afirmaciones de esa clase.
Trascendente. Radiohead trasciende y sus canciones tienen ese poder, así
es que redefinieron la concepción de algo que bien podría
llamarse rock inteligente, ensanchando las estrechas calles por las que
circulaba una música con los años devenida en cultura (viaje
de ida), pero también convertida en fórmula vacía,
producto con valor de mercado (viaje de vuelta). Radiohead no es tampoco
un rey tuerto en país de ciegos, pero se toma las cosas la
música y todo lo que gira en torno de ella en serio.
Las once canciones que componen Amnesiac así lo testimonian. El
grupo está en una fuga hacia adelante que no parece tener, por
ahora, destino claro. En el camino dejan rastros de sus obsesiones, miedos,
sentimientos y experimentaciones, esta vez esparcidos en 53 minutos de
música a veces compleja, a veces minimal, siempre destinada a sobrevivir
a su época. Nuevos clásicos, los discos de Radiohead merecerían
el privilegio. Son una puerta abierta a un territorio que ni ellos mismos
podrían establecer ni describir. Ese tal vez sea, como sucedió
con Los Beatles o Pink Floyd a su debido tiempo y lugar, el más
importante atributo que Radiohead puede ostentar. Desde la cima del mundo,
van hacia adelante y sin brújula, echando luz sobre la oscuridad
a cada paso. En términos comerciales, porque aun así forman
parte de una maquinaria empresarial que además está a su
servicio (giras, videos, promoción), el aparente sinsentido se
vuelve también una distinción de las que no abundan hoy.
En este contexto, la figura de Thom Yorke, cantante, compositor de canciones
y original modelo de conducta para una superestrella del rock global siglo
XXI, da pistas para entender el camino del grupo que parece haber creado
a su imagen y semejanza. Yorke es un hombre pequeño, con un ojo
semicerrado de nacimiento y una expresividad mínima. No es carne
de poster, ni mucho menos. Aun así, tal vez por el encanto del
no-encanto y unas cuantas canciones inolvidables, se convirtió
en lo que es hoy y de lo que parece querer escapar todo el tiempo. Escapa
de las luces que le apuntan y apenas emerge de vez en cuando cuando
circunstancias promocionales así lo exigen, por otra parte
para conceder algunas entrevistas.
El título y la imagen de tapa del último número de
la revista inglesa Mojo refrendan la descripción: sobre fondo rojo,
la cara de Yorke deja verse apenas por una tenue luz sobre el mentón
y el resto debe ser imaginado. ¿Oscuro? No nosotros,
reza el texto. En esta y otras entrevistas, el eventual entrevistador
destaca su aire de ausencia, sus largas pausas entre frase y frase y un
deliberado estilo desganado que igualmente deja escapar un fino sentido
del humor y explícitas declaraciones políticas (ver recuadro).
Ante todo, debe aceptarse, es dueño de un notable registro vocal.
Una voz, tiene. Amnesiac, en ese sentido, recupera en un par de canciones
de bello desarrollo melódico y delicado tratamiento instrumental
(Pyramid song, You and whose army?, Knives
out), aquello que deliberadamente estaba oculto tras el enjambrede
sonidos, ruidos y mantras computarizados en Kid A. Flotando así,
Yorke fue realmente un fantasma en la máquina. En estas nuevas
canciones, algunas de las cuales circulan en Internet desde hace meses,
el hombre pequeño y sensible del ojo semicerrado canta otra vez.
Una concesión para los sentidos, al menos.
Fuckin students (jodidos estudiantes), descalificó
con su brutal honestidad Liam Gallagher, la otra cara de la Inglaterra
musical modelo 90. Gallagher hizo explícito, con su exabrupto,
la visión que puede tener un rockero con talento, pero criado a
los tumbos y en la calle. Radiohead es una banda de universitarios, efectivamente,
y sus preocupaciones conceptuales exceden largamente la primaria intención
de hacer canciones para ganar dinero y gastarlo en drogas y mujeres (el
motor inspirador de Gallagher). Alguien que piensa el mundo y (se) piensa
a sí mismo en ese mundo hiperconectado, tal el primario concepto
que inspiraba OK Computer, el disco que mejor combinó seducción
melódica y preocupaciones existenciales en más de veinte
años. Radiohead a veces parece pasarse de trascendencia, también:
Kid A, la grabación en estudios que sobrevino tras aquel furor
suponía el gesto explícito de quien no quiere hacer lo que
todos quieren que haga. Y que está probado y recontraprobado que
funciona, además. Así, aquél era un disco hermético,
claustrofóbico y manierista. El grupo que ostentaba el título
de campeón mundial de las canciones con pasta de himno (recordar
Creep, High and dry, Paranoid android,
Karma police y la lista podría continuar), los futuros
U2, lo más importante que sucedió en la Gran Bretaña
rocker en un cuarto de siglo, etcétera, ahora despachaba un collage
de sonidos retrofuturistas, referencias al jazz más experimental,
aires electrónicos, voces extraídas de un quinto subsuelo
(y en un edificio con su instalación eléctrica a punto de
colapsar) y hasta una canción con el maravilloso título
Himno nacional. Esta era, por supuesto, todo lo que puede
esperarse como opuesto a un himno nacional.
Amnesiac no es el disco de aquel grupo que vuelve vencido a los brazos
de las radios crossover ni entrega singles en continuado, pero suena menos
autista, más humano y en alguna medida descontracturado que Kid
A. Insiste en las pausas ambientales y en el híbrido
jazz + tecno que Yorke y sus compañeros parecen gustosos de publicar
al momento, pero tiene algunos momentos de la intensidad eléctrica
y belleza melódica abandonadas. Concede, por ejemplo, una canción
de progresivo desarrollo como You and whose army? que lentamente
va levantando una cierta temperatura instrumental y resuena, aunque lejanamente,
a Karma police, una gema de aquellas que contenía OK
Computer. Un rato después, Knives out regala otro momento
de este rock espacial y progresivo marca Radiohead.
Nada que pueda consumirse fácilmente, por cierto; pero incluso
así, es ésta la que tal vez más se acerque al formato
canción que las masas adoraron y compraron por millones. Eso mismo
sucede con la dramática pared de cuerdas que acompaña la
voz del cantante en Dollars & cents, otra belleza con
destino de clásico. Son tres momentos de un disco que no ahorra
laberintos sonoros ni acertijos para el oyente, sonidos que van apareciendo
en sucesivas escuchas y que dejan el agradable sabor del riesgo. Riesgo,
una palabra que el rock olvidó o hace que olvidó, y que
felizmente unos jodidos universitarios de clase media inglesa, aun desde
la soberbia propia de su origen y capacidad intelectual, insisten en recuperar.
La historia, año
por año
1987: Thom Yorke, Ed OBrien y Colin Greenwood, el núcleo
central de Radiohead, debutan bajo el nombre de On a Friday en un
club de Oxford.
1991: Luego de una disputa con otras compañías, un
A&R de Parlophone subsidiaria de EMI firma contrato
con On a Friday, que inmediatamente cambia al actual Radiohead.
1993: En febrero, aparece Pablo Honey, el primer disco de Radiohead.
Ahí aparece Creep, la canción que ubica
a la banda en el mapa británico.
1995: Con el nuevo disco The Bends editado, Pablo Honey llega a
las dos millones de placas vendidas en Estados Unidos.
1997: Paranoid android, una rareza de seis minutos,
es lanzada como single adelanto del inminente Ok Computer. En junio
de ese año, el disco aparece y se vende por 136.000 en la
primera semana en Estados Unidos.
2000: Sin videoclip ni campaña de promoción standard,
aparece Kid A.
2001: La canción Pyramid song preludia la aparición
de Amnesiac, la segunda tanda de canciones grabadas durante las
sesiones que fueron de 1998 a 2000.
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El poder y la traición
Aun desde el bajo perfil que deliberadamente adoptó como
actitud pública, Thom Yorke opina de la realidad política
de su país, milita a favor de la condonación de la
deuda externa de los países más pobres del mundo (dentro
de la coalición no gubernamental Jubilee 2000) y, siempre
que puede, dispara contra el poder. El caso más reciente,
la canción You and whose army? incluida en Amnesiac,
dedicada a Tony Blair. Al respecto, Yorke declaró
a la revista Mojo: La canción trata finalmente sobre
alguien que es elegido para el poder por la gente y que termina
traicionándolos. Justo lo que hizo Blair. En relación
con su explícito apoyo a la campaña del Jubileo 2000,
no expresó mayor entusiasmo frente a un pomposo anuncio del
canciller británico, Gordon Brown, sobre la cancelación,
de parte del Reino Unido, de la deuda de cuarenta países
pobres. Todo muy lindo, pero esos países terminarán
pagando más que antes. ¿Por qué? Porque los
bufones canosos del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional
insisten en que las deudas deben ser pagadas sí o sí.
Entonces que los países industrializados cancelen las deudas
no sirve para nada, declaró.
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