Por
Gustavo Veiga
La realización de la próxima Copa América en Colombia
plantea un dilema de hierro. ¿Cuál es la decisión
políticamente correcta que debería tomarse respecto de su
organización? Si se asume que el gobierno de Andrés Pastrana,
las FARC la principal guerrilla que opera en el país
y un enorme porcentaje de ciudadanos respaldan su organización,
este panorama resulta tan insoslayable como que el país sufre 32
mil muertes violentas por año.
Entonces, ¿quiénes están en condiciones de pedir
un cambio de sede para el campeonato? ¿Qué naciones pueden
abjurar de su pasado y hacerse cargo de un evento así? Las preguntas
admiten una infinidad de reflexiones a poco de comprometerse con la historia.
¿O acaso significa lo mismo negarse a competir en el Chile de Pinochet,
como lo hicieron los soviéticos en fútbol durante 1974 y
los italianos en tenis un año más tarde, que renunciar ahora
a jugar en Colombia? Si retrocediéramos hasta la década
del 60, incluso nos toparíamos con otro baldón. En
1968, diez días antes de que se desarrollaran en México
los Juegos Olímpicos, fueron masacrados cientos de estudiantes
en la Plaza de las Tres Culturas. Sin embargo, el COI ni se inmutó.
La lista sigue y permite evocar desde el boicot a la Sudáfrica
del Apartheid o la Yugoslavia de Slobodan Milosevic hasta la oprobiosa
utilización de la dictadura del Mundial 78. Estos y otros
hechos motivaron reacciones distintas de la comunidad internacional. Pero
por sobre todo demuestran cuán difuso es el límite entre
la política y el deporte.
Doce hombres, en representación de una docena de federaciones y
asociaciones, serán quienes decidan mañana si ratifican
o no la disputa de la Copa América en Colombia. La reunión
se efectuará en la sede de la Confederación Sudamericana
de Fútbol (CSF), un edificio que goza de inmunidad diplomática,
aunque esta vez allí dentro no podrán evitarse las presiones
políticas. Nicolás Leoz, el presidente paraguayo de la CSF,
dijo: Soy un férreo y decidido partidario de Colombia.
Cuesta un tanto creerle, a no ser porque está casado en segundas
nupcias con una colombiana, Clemencia.
Pedro García, periodista deportivo del diario local Ultima Hora,
le dijo a Líbero: A nosotros nos pasó lo mismo con
la Copa América anterior, aunque acá el tema no era el terrorismo
sino que había un problema político serio, cuya procedencia
se conocía (se refiere al intento golpista del general Lino Oviedo).
La situación en Colombia es más delicada. En Asunción,
voceros de la CSF difundieron que mañana les pedirán estrictas
garantías de seguridad a los colombianos, que confirmaron su presencia
en el encuentro con una comitiva encabezada por la autoridad más
alta del país, el presidente Andrés Pastrana.
El mandatario ya le había adelantado su convicción organizadora
al mundo durante una videoconferencia realizada por la cadena CNN: Una
cosa quiero dejar muy clara. Vamos a realizar la Copa América a
disputarse entre el 11 y el 29 de julio en siete ciudades colombianas.
Estas palabras fueron ratificadas el viernes en Buenos Aires por el embajador
colombiano en la Argentina, Nelson Polo, y los dirigentes futbolísticos
de ese país.
Pastrana,
además de viajar a Paraguay, también anticipó que
se trasladará a las montañas para entrevistarse con el segundo
grupo guerrillero que opera en su país, el Ejército de Liberación
Nacional (ELN). Este político conservador se convirtió en
una especie de centrodelantero que aspira a definir en el área
contraria su propio partido. Y, en Asunción, será visitante
con el agregado de que tendrá a un adversario omnipresente, tanto
o más determinante que los propios dirigentes: la empresa brasileña
Traffic, que controla los derechos televisivos de la Copa. Por la Argentina
viajará Julio Grondona, quien, según uno de sus hombres
más afines, José Luis Meiszner, tomará la decisión
ahí, cuando escuche a las partes. En la AFA se maneja la
siguiente información: habría algunas federaciones que estarían
dispuestas a decirle basta a Colombia. De cualquier modo, una cosa es
el deseo expresado entre propios y, una muy distinta, ante extraños.
Si, como ya anticipó, Pastrana expone sus razones en Asunción,
no resultará sencillo torcerle la muñeca. Los directivos
del fútbol sudamericano, amanuenses si los hay, sólo podrían
bajarle el pulgar si del otro lado reciben una presión simétrica.
Y, esa fuerza, hasta ahora, estaría representada por los capitales
brasileños y argentinos de Traffic.
Mientras tanto, fronteras adentro, Colombia duerme con su peor enemigo:
la violencia. Hay beligerantes que se han pronunciado a favor del torneo
más de una vez (las FARC) y otros que, como los grupos paramilitares
de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), no difundieron su posición.
La periodista Andrea Ursula Jost, en una columna del portal de Internet
soccer best.com, escribió desde Bogotá: Yo personalmente
creo en la Copa América, creo en la fuerza que tiene el deporte
para unir a las personas y los países, la importancia que tiene
para Colombia poder presentarse ante el mundo con sus costumbres y tradiciones.
Pero también creo en la responsabilidad del Estado, de tratar primero
sus conflictos internos, y de no tratar de tapar la realidad con un poco
de alegría organizada. Su reflexión final de un artículo
publicado el pasado 26 de mayo es concluyente: No hay forma real
de garantizar la seguridad de ninguno de los visitantes a Colombia si
no hay garantía de seguridad para las personas que viven en este
país. Como se ve, en la nación de Gabriel García
Márquez su hombre más ilustre hay quienes no
piensan como Pastrana y las FARC.
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