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Los boxeadores que vos noqueáis, campeón, no gozan de buena salud

Todo indica que Darío Matteoni participó en el fraude perpetrado en Paraná, en que el ignoto Perfecto González peleó con el nombre del ex campeón Uriah Grant. El campeón mundial de los mediopesados de la UMB ya tiene antecedentes en maniobras oscuras y combates sin equivalencia. Faltan controles y, sobre todo, decencia en promotores y fiscalizadores.

Por Daniel Guiñazu

Otra vez una aureola de escándalo rodea el nombre de Darío Matteoni. El campeón mundial UMB de los mediopesados no parece ser una víctima inocente de la sustitución de identidad operada en Paraná, según la cual su rival no fue el ex campeón mundial crucero de la FIB, Uriah Grant, sino Perfecto González, un dominicano de 40 años de edad y pésimo record (2 triunfos y 17 derrotas, 15 por nocaut) al que venció por nocaut técnico en el 8º round. Existen sospechas de que Matteoni está involucrado de alguna manera en la turbia maniobra y que incluso pudo haber tenido que ver en la falsificación de la firma del dirigente de la FAB, Carlos Rodríguez, en el fax que autorizó la vergonzosa velada perpetrada ante poco más de 100 espectadores, el sábado 19 de mayo en el club Echagüe de Paraná.
No ha sido ésta la primera sustitución de identidad que se da en el boxeo argentino, pero sí la más audaz, desde que involucra a un púgil que ostenta una versión muy menor de un título del mundo y a otro que traen desde los Estados Unidos. La extensión del territorio nacional, el absoluto desconocimiento en el manejo de records y antecedentes que exhibe la casi totalidad de las comisiones municipales de boxeo (los entes encargados de fiscalizar las veladas que se realizan en las ciudades del interior del país y sus zonas de influencia) y la inagotable picardía criolla han generado decenas de estos episodios. Pero siempre en peleas de segundo orden, por lo general en lugares alejados y de difícil (por no decir imposible) comprobación periodística.
Boxeadores argentinos de tercer nivel con licencias vencidas o canceladas que se cambian el nombre para poder seguir peleando, bolivianos, paraguayos, chilenos, peruanos y brasileños que aparecen combatiendo bajo identidades falsas han sido protagonistas habituales de estos cuasidelitos que afectan la buena fe del espectador. Pero los hechos de Paraná cruzaron una frontera de inescrupulosidad cercana a lo temerario. Porque además comprometen el nombre de un ex campeón del mundo al que hicieron combatir sin que él lo sepa en la capital de una provincia de un lejano país llamado Argentina.

Lo curioso es que cada vez que en los últimos tiempos las aguas del boxeo nacional bajaron turbias, el nombre de Matteoni vino flotando en ellas. Por ejemplo, el 29 de abril del año pasado denunció en el diario Clarín que muchas peleas tenían resultados arreglados y acusó a los periodistas por no denunciarlo. El Tribunal de Disciplina de la FAB lo convocó para que ratificara o rectificase lo dicho. Y la actitud de Matteoni (alguna vez pupilo de Carlos Monzón) fue obvia: dijo que nunca dijo lo que dijeron que dijo y que la culpa la tenían los periodistas que habían sacado sus declaraciones fuera de contexto. Zafó.
Pero poco después, el 14 de julio, hubo problemas en su pelea en Rosario ante el mexicano Carlos Ramírez. Montó la velada una tal empresa CONSA (Centro Operacional de Negocios Sociedad Anónima) sin ningún antecedente en la promoción de boxeo profesional. Y al momento en que Ramírez quiso cobrar su bolsa prometida de 3000 dólares, le dijeron que debía conformarse con apenas la mitad. Cuando Ramírez y su entrenador regresaron a su país, denunciaron que en realidad CONSA no les había pagado nada y que la promotora del combate, la contadora Liliana Sfeir, los había amenazado con retenerles los pasajes de avión si denunciaban la estafa a la prensa. Sfeir estuvo detenida apenas siete horas y negó que la empresa CONSA hubiera existido alguna vez.
El 9 de setiembre de 2000, Matteoni volvió a subir a un cuadrilátero y fue para enfrentar a un rival impresentable: el panameño Eduardo “Chita Ruiz” Rodríguez, un sujeto que en los 7 años anteriores había hecho 6 peleas y perdido 5, tres por fuera de combate. Canal 7 televisó en directo y todo el país entonces pudo ver cómo Rodríguez se dejó caer en el cuarto round luego de que Matteoni errara un golpe en la nuca. Matteoni ganó. Pero fue tal la farsa que las autoridades del canal estatal decidieron no televisar nunca más nada que tuviera que ver con el boxeo profesional. En todos los casos, Matteoni pareció demasiado cercano a la promoción de esas peleas. Y en todos los casos, también, la FAB prefirió un cauto silencio. Dejó hacer y dejó de hacer hasta que la suciedad de los episodios de Paraná manchó las viejas puertas de Castro Barros 75. Desde Entre Ríos, el presidente de la Comisión Municipal de Boxeo de Paraná, Roberto Sabbioni, insiste en que González llegó apenas 24 horas antes de la pelea recomendado por intermediarios que operan desde la FAB y que en su licencia habilitante estaba a nombre de Uriah Reginald Grant. Y recuerda, por si acaso, que el promotor Ernesto Fiszman (ligado a principios de los 90 a la desaparecida empresa Buenos Aires Boxing) fue designado a pedido de la propia FAB, ocho días antes de la pelea porque el promotor original, Roque Romero Gastaldo, carecía de habilitación internacional.
Osvaldo Bisbal, el presidente de la FAB, replica que ningún integrante de la FAB recomendó promotor alguno. Y quiere saber por qué la Comisión de Paraná no verificó el pasaporte de Grant/González pese a habérselo ordenado por fax un día antes de la estafa y quien fue el agente internacional que trajo al dominicano. Bisbal dice que está impulsando la investigación y que los responsables van a ser sancionados con el máximo rigor. Tiene muchas dudas y una sospecha rondándole en la cabeza: en este escándalo que apesta, Darío Matteoni parece ser más que un boxeador sorprendido en su buena fe.

 

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