Por
José Natanson
Lo
suyo son los lugares incómodos. Cuando la Alianza llegó
al Gobierno, Darío Alessandro ocupó la estratégica
jefatura del bloque de diputados de la Alianza: tuvo que articular políticas
con los radicales, lidiar con los ánimos rebeldes de muchos de
sus partidarios, tragarse más de un sapo. Después, cuando
Carlos Chacho Alvarez renunció a la vicepresidencia,
comenzó a pilotear la relación con el Gobierno, tratando
de superar el abismo de desconfianza que separaba a los dos ex compañeros
de fórmula. Tres semanas atrás, en una nueva edición
de sus sesiones de terapia de shock, Alvarez anunció su retiro
de la actividad partidaria y pronunció una serie de
críticas que marcaron un virtual pase a la oposición. Y
otra vez, Alessandro tuvo que salir a calmar a los frepasistas, a tratar
de construir una mesa chica que para darle al Frepaso un rumbo definido.
En diálogo con Página/12, el diputado repasa el delicado
momento que atraviesa su partido, habla sobre el Gobierno y, a pesar de
todo, sigue defendiendo a Chacho Alvarez.
¿Chacho está en la oposición?
No. Está afuera de la coyuntura, tiene una posición
de mayor independencia, de pensar con más libertad la situación
del país y la fuerza política. No juega activamente ni en
la oposición ni en el Gobierno, pero cuando hay que tomar una definición
está para que a la Argentina la vaya bien y para colaborar en que
al Gobierno le vaya bien.
Pero sus últimas declaraciones lo dejan más de la
oposición que del Gobierno.
Por un lado están esas declaraciones, pero también
ha tenido una actitud, durante un año y medio, de colaboración
con el Gobierno, aun después de irse. Hay que analizar su conducta
política no por una declaración sino por un conjunto de
decisiones y actitudes.
¿Cómo queda el Frepaso luego del paso al costado de
Chacho?
Aún fuera de la coyuntura, Chacho es un referente ineludible.
Nos cuesta pensar la acción política desenganchados de Chacho.
Ahora, después de una primera etapa de desconcierto, se va pasando
a una etapa de necesidad de que la fuerza esté agrupada, se consolide,
tenga algunas líneas de acción. El Frepaso tiene que actuar
en la Argentina de hoy y por lo tanto tenemos que tomar decisiones. Tenemos
que pasar a un sistema más colectivo, pero que tome las decisiones.
A mí me gustaría volver a reencontrarnos en el Frepaso con
Chacho, pero es una decisión de él. Entonces tenemos que
pensar a mediano plazo no cómo sustituirlo porque el liderazgo,
el ascendente de Chacho es irremplazable, sino en un sistema de toma de
decisiones orgánico, como el que tiene cualquier partido político.
¿La solución es una mesa chica?
No sé. No hay que apurarse, porque el peligro es que por
cubrir rápidamente un vacío nazca algo carente de sustento.
Y eso dura poco. Hay que ir buscando los acuerdos internos entre los distintos
sectores para que surja una síntesis, pero que no impida la toma
de decisiones.
¿El Frepaso debería recuperar su perfil progresista?
Hay tres vacíos que cubrir. Uno, asumir que vivimos una situación
de crisis y que desde nuestra especificidad podemos aportar. Lo que suele
pasar es que los que solucionan las crisis son los de la derecha, y las
visiones progresistas se desentienden, sólo aparecen en los momentos
en que hay algo que repartir. En la situación de crisis el Frepaso
tiene que estar presente. Segundo tema: tenemos que tener una presencia
activa para que la Alianza siga siendo una alternativa de poder. No pudimos
plasmar en la acción de gobierno lo que nosotros queríamos,
pero la desaparición de la Alianza deja sin alternativas de poder
a la Argentina, a merced de la cara más peligrosa del justicialismo,
cuasi fascista, que es Ruckauf. El tercer vacío es el que tiene
que ver con la identidad y los objetivos de una fuerza de centroizquierda
como es el Frepaso. Es un problema de mediano plazo, pero tenemos que
recuperar la voz en esos temas y no reservarnos un rol de aparecer sólo
cuando se solucionen los problemas. Sino tenemos una voz en el presente,
esos problemas se pueden resolver para un lado no querido por nosotros.
Cuando se lo escucha a usted, a Juan Pablo Cafiero, da la sensación
de que son más oficialistas que Chacho.
Lo que pasa es que Chacho no está en la coyuntura política.
Chacho hizo una opción meditada, se corrió y nosotros nos
quedamos trabajando en la coyuntura. Esa idea tiene que ver con el lugar
en el que está cada uno. En algunas cosas somos oficialistas y
en otras no.
¿Sienten que los abandonó?
No. Yo no hago esos análisis. Además, actitudes como
las que tomó Chacho por ahí pueden servir para que nosotros
reflexionemos más sobre lo que estamos haciendo.
¿Las últimas movidas de Chacho se explican por el
factor psicológico?
No. Creo que son decisiones políticas.
¿Comparte la tesis de que hay dos Alianzas, una más
de centroderecha, en el Gobierno, y otra que tiene más que ver
con el proyecto original?
Las cosas son más mezcladas y no tan esquemáticas.
Es evidente que hay una situación diferente, marcada a partir de
la salida de Chacho y el ingreso de Cavallo. Es un Gobierno distinto al
que empezó. Pero también parte de la Alianza original está
en el Gobierno: hay ministros radicales, está Juampi. Aun en una
Alianza ampliada, que en términos clásicos se podría
denominar más de centro, nosotros también tenemos que estar
presentes.
¿De la Rúa tiene voluntad aliancista?
(Piensa.) Yo creo que sí. El se ve como el Presidente de
la Alianza, aunque en un marco de dificultades haya tenido que ampliar
la convocatoria. Pero aun en los momentos de mayores problemas en la relación,
yo creo que hubo un esfuerzo para que el Frepaso siguiera en el Gobierno.
Y en lugares importantes como el área social.
¿Por qué la Alianza se dejó arrebatar la bandera
de la reforma política?
Yo creo que una cosa es la reforma política y otra la fantochada
o la hipocresía. Por ejemplo (Adolfo) Rodríguez Saa, que
dijo que va a donar su aguinaldo: que antes explique su fortuna con un
sueldo de gobernador. Hay una lectura muy facilista de la crisis que vive
la política. Es una crisis muy grande, pero por otras razones.
La reforma política, en cuanto al gasto, no tiene que ver con los
sueldos de los funcionarios sino con que no haya entrada por corrupción,
con los gastos de campaña, las fuentes de financiamiento y su control,
los gastos encubiertos.
Insisto: ¿La Alianza no descuidó el tema?
Sí, pero cero que es bueno tener una visión de mediano
plazo: vamos a ir a octubre con parte de la reforma política hecha,
fundamentalmente con lo que tiene que ver con los gastos de campaña.
No es poca cosa: el justicialismo gobernó diez años y no
hizo nada.
¿Qué tiene la Alianza para mostrar en las elecciones
de octubre?
Antes que mostrar algo tenemos que decir que somos los que hace
dos años recibieron la responsabilidad de gobernar. El trabajo
no está terminado. Después, advertir qué pasa si
no somos nosotros: la salida es la vuelta del PJ, con la variante más
autoritaria que es Ruckauf. Creo que podemos mostrar una mejora de la
calidad institucional. Todos decían que había un pacto de
impunidad. Y no sólo está preso un pichi como (Carlos) Alderete
sino Erman González. Menem tiene una situación muy difícil.
Esto tiene mucho que ver con un clima de independencia del Poder Judicial.
Lo mismo ocurre con los organismos de control, como la Sigen o la Oficina
Anticorrupción, que pone colorados a muchos funcionarios. Además,
en otro plano, se ha sido más responsable con el endeudamiento
del país: si no se hubiera hecho nada la deuda habría aumentado
mucho más, y eso se ve a mediano plazo, como ahora estamos viendo
el endeudamiento fácil de Menem. Pero también tenemos que
ser autocríticos, decir que no tenemos éxito en un montón
de cosas, que estamos en deuda. Porque ser oficialista no es, como piensan
algunos, pensar que está todo bien.
Lo que pasa es que las restricciones económicas quizá
pueden entenderse, pero hay algunos temas extraeconómicos, como
el voto contra Cuba o la participación de De la Rúa en el
acto del Ejército junto a Leopoldo Galtieri, que son señales
fuertes.
Son actitudes que evidentemente no compartimos. En el tema de Cuba
el Frepaso se expidió: nos hubiera gustado una actitud consensuada
con otros países. En cuanto a la presencia de ex dictadores en
actos del Ejército, el otro día leía una respuesta
que me parece muy formal, que decía que todos los miembros retirados
pueden participar de los actos de las Fuerzas Armadas. Es una respuesta
formal. Podría haber habido una advertencia del Ministerio de Defensa
a las Fuerzas Armadas, diciendo muchachos, tengan cuidado con esto.
Si esa área hubiera estado en disposición de alguien del
Frepaso, la cosa hubiera sido diferente.
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