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TESTIMONIOS QUE NIEGAN ANUENCIA DE ESTADOS UNIDOS
Nadie oyó hablar al Tío Sam

Un vendedor de armas aportó documentos que prueban la oposición oficial norteamericana a la venta a Croacia. Un militar declaró que vio a un general ecuatoriano quejarse a Balza por la calidad de las armas.

Horacio Calderón, un empresario
en venta de armas que aportó datos contra el gobierno menemista.

Por Adriana Meyer

Arrastrado por el destino de Carlos Menem, cuando el general Martín Balza sea indagado hoy en la causa sobre venta ilegal de armas deberá responder si es cierto que el ex comandante de las fuerzas armadas ecuatorianas, Paco Moncayo, se quejó ante él por la calidad de la munición recibida, tal como aseguró el teniente coronel José Luis Cattenati. En el juzgado de Jorge Urso también declaró ayer el vendedor de armas Horacio Calderón, quien aportó documentación que refleja la oposición oficial norteamericana a la venta de armas a los Balcanes. Los investigadores evaluaron que esa declaración contribuye a invalidar el argumento de que la maniobra obedeció al alineamiento del gobierno de Carlos Menem con los Estados Unidos, entendido como una razón de Estado.
Calderón dijo representar al Ministerio de Defensa ante organismos internacionales en temas relacionados con armamento, aunque fuentes judiciales indicaron que es un “empresario de la venta de armamento”, representante de la empresa norteamericana Interpan Limited. El testigo aseguró que tuvo interés en participar en las negociaciones sobre venta de armas durante la guerra entre Bosnia y Serbia. Aseguró conocer al ex presidente Carlos Menem y precisó que su ex cuñado Karim Yoma le “complicó la vida” por las “notables interferencias que ejercía cada vez que quería vincularme con cualquier país del mundo árabe”. Y describió una fallida venta de submarinos y lanchas rápidas que la Armada intentó venderle a Sudáfrica y a países de Centroamérica. Según indicó, tanto Karim Yoma como el ex secretario general de la Presidencia Alberto Kohan se interesaron en esa operación. Calderón afirmó que llegó a reunirse con gente de Fabricaciones Militares en sus negociaciones.
Este nuevo testigo, que fue calificado como “muy valioso” por los investigadores, aportó copias de dos cartas que su empresa habría recibido del Departamento de Estado en 1992. La primera está fechada el 31 de agosto de ese año y refleja la decisión de los Estados Unidos de no permitir la exportación de material bélico a las ex repúblicas yugoslavas. La otra es del 5 de octubre y se refiere al fracaso de una iniciativa de venta de armamentos a los Balcanes que fue tratada en el Senado norteamericano. Días atrás, en un programa de televisión, Menem opinó que sin el aval del gobierno norteamericano —que había dispuesto un bloqueo en la zona en conflicto—, las armas jamás hubieran llegado a un destino prohibido por un embargo de las Naciones Unidas.
Mientras los abogados de Menem iban y venían tratando de obtener una prórroga de su indagatoria, puertas adentro del juzgado el teniente coronel Cattenati describía una escena que complica aún más a Balza. Este militar fue observador militar de la guerra entre Perú y Ecuador entre agosto de 1995 y febrero de 1996. (En medio de ese período ocurrieron las explosiones en la fábrica militar de Río Tercero) Ayer, ante el juez Urso, el secretario Juan Hermida y fiscal Carlos Stornelli relató que “accidentalmente compartió un desayuno con el general Paco Moncayo, quien entonces tenía el cargo de comandante de las Fuerzas Armadas ecuatorianas”. Y esa oportunidad, Moncayo le comentó que “había estado con el general Balza y que le dijo que no había cumplido con lo que había quedado, porque las armas que le envió no eran las acordadas, y que la munición era vieja y no servía”.
Como los dichos de Cattenati trascendieron anteayer, Balza salió a desmentirlo. “Es totalmente falso”, fue su respuesta. De todos modos, según los investigadores, en los últimos meses se han acumulado otras pruebas de igual peso en su contra en el expediente.

 

Piden procesamiento de Erman

El fiscal Carlos Stornelli solicitó ayer al juez Jorge Urso que procesara al ex ministro menemista Erman González como presunto “organizador” de la asociación ilícita que vendió armas a Croacia y Ecuador. Stornelli también planteó que se amplíe el procesamiento de González por supuesta “falsedad ideológica” de los decretos gubernamentales de venta de armas a Panamá y Venezuela, que terminaron yendo a Zagreb y Quito. Erman González, que está detenido en el Batallón Buenos Aires de la Gendarmería Nacional por orden del juez en lo penal económico Julio Speroni, fue indagado el lunes y aseguró que la política de venta de armas al exterior era resuelta por el Poder Ejecutivo Nacional. Urso se tomará los diez días que establece el código para resolver su situación procesal.

 

EL GOBIERNO EVALUA QUE PUEDE OCURRIRLE A MENEM
“Puede que quede adentro”

Por José Natanson

Aunque juran que no han cruzado ni un solo llamado con los responsables de investigar la causa, en el Gobierno ya comenzaron a evaluar las consecuencias de una eventual prisión para Carlos Menem. “Ya no es garantía para el establishment y, además, su poder interno está muy diluido. No produciría ningún cimbronazo importante”, era la conclusión de un encumbrado funcionario que, sin embargo, no se privaba de arriesgar un pronóstico: “No tenemos certezas, pero el pálpito es que va a quedar adentro”, decía.
Fernando de la Rúa fue consultado sobre el tema ayer por la tarde, apenas aterrizó en el Chaco. “No señor”, respondió, lacónico, cuando le preguntaron si una eventual prisión para Menem complicaría la gobernabilidad del sistema. Después amplió sus declaraciones, pero sin apartarse del camino: dijo que el Gobierno “preserva la independencia de la Justicia”, calificó de “insinuaciones ridículas y sin ningún fundamento” las versiones sobre un posible indulto y pidió “la máxima celeridad y seriedad” en la investigación de la venta de armas.
Aunque reconocen que el tema es importante, en el Gobierno aseguran que ningún funcionario se ocupa de seguir la causa de cerca, y mucho menos de influir sobre su desenlace. “El Presidente y los ministros se enteraron por radio de que (Jorge) Urso había decidido adelantar la indagatoria de Menem”, contaba un funcionario. “No hay nadie operando el tema, ni para un lado ni para el otro”, aseguraba.
La frase refiere a una duda que ronda los despachos oficiales: ¿al Gobierno le conviene que Menem termine tras las rejas? Un primer análisis podría responder que sí: el arresto del riojano desviaría la atención sobre la crisis económica, consolidaría la imagen de una Justicia independiente y permitiría cumplir con la promesa de empujar a los corruptos a la cárcel. Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta teoría. “De la Rúa está preocupado, pero dice que no va a hacer nada”, aseguró un funcionario que dialogó con el Presidente sobre el tema.
De todos modos, la cosa no va más allá. Aunque admiten que a nadie le entusiasma la detención del ex presidente, en la Casa Rosada aseguran que su efecto sería limitado. “Un año atrás hubiera sido un quilombo. Hoy no”, sostiene un importante funcionario. Y divide el análisis en dos planos:
El primero es económico. “La presencia de (Domingo) Cavallo es garantía suficiente de estabilidad. Además, Menem no es como (Pedro) Pou, que tenía un cargo dentro de la estructura del Estado”, explican en el Gobierno. Según dicen, un tiempo atrás podría haberse generado cierta incertidumbre en los mercados, sobre todo porque Menem controla un grupo de diputados y senadores. Ahora, con el poder interno del riojano cada vez más licuado, la perspectiva es diferente.
Desde un punto de vista más político, el diagnóstico oficial es que la debilidad de Menem le impediría arrastrar a sectores importantes de su partido en su defensa en caso de una detención. “Después de la foto, que fue tan criticada, ningún dirigente importante está dispuesto a arriesgar su imagen. Está solo”, resumían en la Rosada.

 

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