Por Cristian Alarcón
Podría decirse de esta
causa que en ella se conjugan por lo menos dos paradojas. Después
de un juicio oral que demoró casi una semana, el Tribunal Oral
Federal 6 absolvió a un ex agente de la Policía Federal
acusado de narcotráfico al declarar nula la causa por irregularidades
-justamente de la Policía Federal en el procedimiento en
el que le incautaron 2 kilos de cocaína. La sentencia, que llegó
dos días antes de que el Senado convierta hoy en ley el aumento
de poderes a las fuerzas de seguridad, fue una de las primeras buenas
noticias para una dupla de abogados que saben mucho del tema: el ex juez
federal Carlos Branca y el ex secretario del juzgado federal de Dolores,
Roberto Schlagel. Schlagel estuvo preso hasta febrero por haber sido miembro
de un banda que inventó procesos por tráfico de drogas,
pero contra personajes famosos. Y defenderá en menos de un mes
a los policías acusados de extorsionar a los golpes a un vecino
de Barracas para no inventarle una causa.
Es así: este diario ya había informado el 20 de marzo
pasado, a un mes y medio de que Schlagel saliera de prisión beneficiado
por la ley del dos por uno sobre la sociedad nacida al calor de
largas charlas en la vieja cárcel de Caseros. Fue allí,
en el pabellón de los presos por escándalos, que se conocieron
Schlagel y Branca. Así como el ex secretario de Hernán Bernasconi
cayó tras las rejas cuando se descubrieron las irregularidades
cometidas en el Caso Coppola, el ex juez federal tuvo su traspié
al quedar involucrado por un ex combatiente de la guerra de Malvinas como
el protector de una banda de contrabandistas, conexa a las actividades
de la Aduana Paralela. Después de que Schlagel salió de
la cárcel de Marcos Paz el 2 de febrero pasado, ambos quedaron
habilitados para volver al ruedo profesional: Branca es inocente hasta
que se realice el juicio oral en el que lo acusarán por asociación
ilícita y eventualmente se demuestre lo contrario. Schlagel ya
pagó, está en libertad condicional.
Por eso es posible la paradoja del ex secretario que armaba causas convertido
en prolijo y garantista abogado defensor que consigue que su representado
sea dejado en libertad después de dos años. El hombre que
creyó en la capacidad de Schlagel y Branca es Emir Dino Galván,
conocido como el Gordo Galván y ex agente de la Policía
Federal, según le dijeron a Página/12 fuentes judiciales.
Esta causa no fue la primera en su currículum, ya no como policía,
sino del otro lado del mostrador. En 1990 fue preso por robo de automotor
y estuvo entre rejas hasta 1993. En 1999 fue acusado de otro robo, del
cual salió finalmente sobreseído a los pocos meses. La persona
que lo invitó el 25 de junio de ese año al Solar de la Abadía,
donde sería detenido por sus ex compañeros de fuerza, fue
un contacto que había hecho durante esa breve estadía en
la cárcel.
El trámite que el propio Galván confesó que debía
hacer aquel día de junio del 99 en el shopping era un cambio
de plata, de billetes falsos por billetes buenos, contó un
vocero que participó del juicio. La historia de Galván,
defendida por sus abogados Schlagel y Branca, es que cuatro meses antes
había conocido a un hombre en prisión que le había
prometido trabajo afuera. Por eso Galván se encontró con
el personaje que en un auto Fiat Palio patente CAG 676, último
modelo, lo llevó hasta el Solar. Sucede que cuando llegaron a la
playa de estacionamiento del lugar, el otro se borró
y a Galván lo pararon dos agentes de Inteligencia de Narcotráfico
de la policía. ¿Cómo es que la policía supo
que Galván estaría en ese sitio, a esa hora, y en una movida
sospechosa? Ese fue uno de los puntos discutidos ante los jueces por Schlagel
y Branca.
Durante los cuatro días que duró el juicio oral desde
el miércoles pasado y hasta el lunes el fiscal Alberto Huarte
Petite, planteó ante los jueces José Martínez Sobrino,
María del Carmen Roqueta y Guillermo Madueño que no existían
suficientes elementos para pensar en una causa armada. Pero la nueva dupla
de defensores técnicamente sólidos y jurídicamente
correctos, según la opinión de funcionarios judicialesinsistió
en la irregularidad del procedimiento. Sobre todo en el hecho de que la
policía llegó a Galván a través de un misterioso
fax que recibió casi en el momento la División Inteligencia
de Narcotráfico de la Policía Federal. Finalmente, los jueces
les dieron la razón y no sólo que dejaron en libertad a
Galván sino que además ordenaron que se investigue la conducta
de una mujer que sería oficial de la Policía Federal. Así,
cuando el Senado se prepara para aumentar los poderes de la fuerza y permitirle
la requisa de autos sin orden judicial, la justicia sumó un nuevo
caso trucho a la lista de 55 en los que se investiga a federales
por sembrar pruebas, armar procedimientos y detener a inocentes.
La suma de casos en los que policías de la Federal están
investigados por armar procedimientos crece. Un grupo especial de fiscales,
la Unidad de Fiscales de Investigaciones Especiales, comandada por Maximiliano
Rusconi y Daniel Rafecas, determinaron que por las causas inventadas por
la federal 76 personas inocentes estuvieron presos hasta dos años.
Todo lo que movilizaba a los agentes era demostrar eficiencia, y ganar
ascensos con procedimientos exitosos. De los investigados por esos delitos,
ocho comisarios siguen en actividad. Son los mismos que podrán
usar, a partir de la promulgación de la ley que seguramente será
votada hoy, las nuevas atribuciones otorgadas por el Congreso, que incluyen
las requisas de autos y personas con sólo considerarlos sospechosos.
Casos con guión
propio
Las coincidencias parecen hechas por un guionista. El 25 de junio
de 1999 caía preso Emir Dino Galván, el ahora defendido
de Roberto Schlagel y Carlos Branca. El día anterior, el
24 de junio por la noche, el Tribunal Oral Federal 2 declaraba nula
la causa en la que Bernasconi y Schlagel habían procesado
a Paco Simonelli, Yayo Cozza, y Guillermo Coppola. Aquella fue una
jornada de festejo para lo que se conoció como el clan Coppola,
incluido Diego Maradona.
Ese mismo año, tres meses después, el 18 de octubre,
el Tribunal Oral Federal 5 condenaba a Schlagel y a los policías
que trabaron adscriptos al juzgado federal de Dolores, Daniel Diamante
y Antonio Gerace, por asociación ilícita y privación
ilegal de la libertad. Beneficiado por la ley del dos por uno es
que Schlagel cumplió en febrero con los dos tercios de su
condena, con lo cual accedió a la libertad condicional que
le permite hoy ejercer como abogado. Además, su paso por
la cárcel le permitió codearse con policías
en prisión: de allí es que salen sus clientes.
En breve, el 26 de junio, será el defensor del oficial de
la Federal Domingo Castiglione, uno de los acusados de golpear y
extorsionar a un gomero de Barracas a quien cinco policías
de la comisaría 30 le pidieron dos mil pesos a cambio de
no inventarle una causa. En ese caso, la amenaza fue que si no pagaba
le plantaban un arma y explosivos en su camioneta. El hombre está
ahora refugiado en algún punto del interior del país
bajo todo tipo de amenazas. Aún así, declarará
en el juicio.
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JUICIO
A UN PRESO POR MATAR A OTRO EN DEVOTO
Los guardias bajo sospecha
Por
Carlos Rodríguez
Con las piernas
cruzadas, el mentón bien levantado y un tono en la voz entre burlón
y didáctico, el preso José Zangari Peralta que podría
recibir su cuarta condena, esta vez por homicidio afrontó
la primera audiencia en un juicio oral en el que está acusado como
autor de la muerte de otro recluso, Sergio Montini, hecho ocurrido el
30 de enero de 1999 en la cárcel de Devoto. El imputado, que este
año fue acusado por el ladrón de bancos Daniel Tractorcito
Cabrera de querer asesinarlo en el Complejo Penitenciario 1 de Ezeiza
por orden del Servicio Penitenciario Federal (SPF), negó su participación
directa en el crimen de Montini, a pesar de que innumerables testigos
lo señalaron como autor material. Luego de admitir que supo hacer
trabajos para el SPF, acusó como responsable de la
muerte de Montini al entonces jefe de requisa de Devoto Héctor
Oscar Orueta y señaló, como presunto móvil del homicidio,
la existencia de una red de narcotráfico interno montada por los
guardiacárceles.
Según Zangari Peralta, en Devoto funcionaba en esos años
una red de distribución de droga entre los internos
a la que supuestamente se conocía como tejas blancas.
De acuerdo con su versión, la muerte de Montini que había
caído preso por infracción a la ley de drogas fue
ordenada por el SPF porque se quedó con una parte
(de una partida de cocaína) con la que no se tenía que haber
quedado. Por esa razón tuvo que ser ejecutado.
Según el imputado, la droga era ingresada al penal por los
guardias, en estado puro, y algunos internos la fraccionaban mezclándola
con bicarbonato, con Piocidex, con cualquier cosa.
Montini fue asesinado de una puñalada, con una faca que nunca fue
encontrada. El hecho fue presenciado por numerosos internos, que declararán
en el juicio, y que señalaron a Zangari Peralta como el responsable.
Los abogados de la familia de la víctima, Daniel Stragá
y María del Carmen Verdú, concuerdan con el imputado en
que el SPF tuvo algún tipo de participación en el crimen,
pero consideran abrumadoras las pruebas que señalan a Zangari Peralta
como autor material.
La noche anterior al crimen, Montini y Zangari habrían mantenido
una violenta discusión. El Hormiga, como le decían
al imputado, habría reclamado el pago de unas cuantas dosis de
cocaína. Cuando Montini recibió la puñalada, al mediodía
siguiente, varios testigos vieron que le salía sangre a borbotones,
pero cuando llegaron el juez y los fiscales, todo estaba limpio y en orden.
Eso estaría indicando una maniobra urdida por el personal penitenciario
para desviar la pesquisa.
Otro preso, Mario Sosa, se declaró autor del crimen, pero su versión
fue considerada por la justicia una fábula llena de
aspectos incongruentes y hasta infantiles. Los testigos dijeron
que, minutos después del hecho, Sosa fue obligado por Zangari a
declararse culpable, bajo amenaza de muerte, aunque no había tenido
intervención. Zangari, de 39 años, fue definido en su perfil
psicológico como un individuo de actitud dual: puede ser manipulador
y prepotente, pero si le ponen límites cede para dejar
paso a una persona colaboradora y dócil. Confesó que
se droga desde los 6 años y que dejó hace cuatro meses,
lo que confirmaría que recibió droga durante todos los años
que lleva preso.
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