Por Marcelo Justo
Desde
Londres
William Hague está cada
vez más solo. Ayer se despertó con una de las peores noticias
que podía recibir un líder del Partido Conservador a dos
días de las elecciones. El matutino The Times, tradicional bastión
de los tories, anunció que por primera vez en su historia
apoyaría a los laboristas. A este desayuno amargo se le añadió
otro agrio bocado. El periódico de las finanzas internacionales,
el Financial Times, también concedía a Tony Blair su apoyo
editorial para los comicios que se celebran mañana. A pesar de
esta indigestión matutina, Hague cubrió ayer más
de 1000 kilómetros proclamando los primeros 20 pasos que adoptaría
el viernes como primer ministro electo.
El editorial del The Times no le dejaba al conservador lugar a muchas
ilusiones sobre la posibilidad de ocupar este 8 de junio la casa oficial
del primer ministro en 10 Downing Street. Después de elogiar la
gestión de Tony Blair como primer ministro y de subrayar su continuidad
con la política thatcherista, el diario declaraba que los conservadores
debían perder de modo contundente por segunda vez consecutiva
para poder convertirse en una alternativa viable al laborismo. Dado
que Tony Blair había consolidado los principios básicos
de la Dama de Hierro .política antiinflacionaria, rechazo
a los altos impuestos y al poder sindical. el matutino estaba listo, por
primera vez en la historia, a darle un cauteloso pero claro respaldo al
Partido Laborista.
En un sentido similar se pronunció el Financial Times en un editorial
titulado: Un segundo período de gobierno para Blair.
El matutino de las finanzas apoyó al laborismo en el 97 y
aunque ayer se mostró crítico respecto a muchos aspectos
de su gobierno, no dudó sobre el veredicto. Los instintos
de este diario están con un estado más pequeño, menos
carga impositiva y el mercado como solución. El partido de Hague
prefirió hacer una campaña populista en vez de fundamentar
intelectualmente este tipo de políticas. Hay muchas cosas que no
apoyamos de Blair. Ha sido arrogante con los que se le oponen. Ha seguido
una política regresiva sobre delincuencia y asilo político.
Pero las elecciones obligan a tomar partido. El laborismo ha sido un gobierno
competente. Tony Blair se ganó una segunda oportunidad.
Si los editoriales lo deprimieron, William Hague lo ocultó con
clásica flema británica. En un vertiginoso recorrido de
algunas zonas electorales clave, el líder conservador contraatacó
anunciando los 20 pasos que adoptaría en las dos primeras semanas
de gobierno. Medidas como reducir el número de ministros en el
gabinete o abrir una investigación pública sobre la crisis
de la aftosa no parece que puedan dar vuelta el repetido veredicto de
las encuestas que dan a los laboristas entre 16 y 20 puntos de ventaja
en las intenciones de voto, pero Hague las proclamó con fe de profeta
en la verdad revelada y la tierra prometida de 10 Downing Street. Tenemos
un gobierno laborista que, junto a sus perritos falderos, los liberaldemócratas,
cree con arrogancia que ganarán las elecciones por robo. Este jueves
nosotros les vamos a dar una lección, dijo Hague.
El primer ministro no parecía ayer un político arrogante
convencido de su victoria electoral, pero más que Hague, el enemigo
de Blair es el fantasma del abstencionismo electoral. Muchos laboristas
coinciden con el editorial del The Times y ven a Blair como una clonación
transexual y transpartidaria de la Dama de Hierro. Otros creen
que no tiene mucho sentido salir a votar, porque los comicios están
decididos. Ante unos y otros, el primer ministro recordó ayer obsesivamente
que cada voto cuenta y, evocando la enemiga número
uno del partido, advirtió sobre el peligro de un regreso del thatcherismo.
El laborismo no olvida una verdadde perogrullo, marcada a fuego por la
historia reciente. Las elecciones se ganan en el cuarto oscuro, no en
las encuestas. En 1992 las encuestas predecían una victoria del
laborista Neil Kinnock y dieron una mayoría absoluta al conservador
John Major. Prominente miembro del equipo de aquella derrota, Tony Blair
no quiere dejar nada librado al azar.
REVELAN
UN SECRETO DEL PRIMER MINISTRO FRANCES
El trotskista Lionel Jospin
Por Eduardo Febbro
Desde
París
Después del ministro
alemán de Relaciones Exteriores, Joshka Fischer, ahora le tocó
al primer ministro francés el turno de pasar ante la guillotina
pública para explicar sus relaciones de juventud con el movimiento
trotskista. Presionado por la prensa nacional desde hace ya cierto tiempo
para que admita que en los años 60 había militado en las
filas de lo que entonces era el grupo más activo de la izquierda,
Lionel Jospin recién confesó ahora, y a medias, su paso
por las filas del trotskismo. Se trata de una confesión tardía
y motivada por las revelaciones de los medios de comunicación,
particularmente del semanario Le Nouvel Observateur que publicó
el testimonio de uno de los fundadores de la COI, la Organización
Comunista Internacionalista, Boris Frankel, quien contó con lujo
de detalles cómo Jospin ingresó en el seno de la COI. Luego
de haber negado durante años y con mucha insistencia cualquier
lazo con el movimiento trotskista, Jospin terminó por aceptar en
la Cámara de Diputados que era verdad que en los anos 60
mostré interés por las ideas trotskistas y que establecí
relaciones con una de las formaciones de ese movimiento. Acorralado
por los testimonios personales de quienes fueron sus instructores
dentro de los grupos trotskistas, el jefe del gobierno presentó
su filiación como una experiencia más dentro
de un proceso de enriquecimiento cuyo eje central fue mas el contenido
intelectual que el político. Visiblemente molesto por
lo que, al igual de lo que ocurrió en Alemania, se aparenta a una
campana viciosa, Jospin se negó a expresar lamentos
o a pedir perdón por algo que, afirmó, corresponde
a un itinerario personal, intelectual y político.
Pero el detalle escondido de la vida del primer ministro provocó
un río de tinta y hasta la primera plana del prestigioso vespertino
Le Monde, donde puede leerse este título a cinco columnas: El
secreto político de Lionel Jospin. A través de una
detallada investigación sobre la trayectoria de quien sin dudas
será el candidato de la izquierda plural en las elecciones presidenciales
del 2002, Le Monde prueba que el líder socialista ingresó
en los años 60 en la Organización Comunista Internacionalista
y que, pese a que en 1971 adhirió al Partido Socialista francés,
en ese entonces dirigido por el difunto presidente socialista François
Mitterrand, Jospin mantuvo contactos con la organización trotskista
hasta 1987. La separación empezó a operarse luego de la
victoria socialista en las presidenciales de mayo del 81. Una vez que
Mitterrand accedió al poder, Lionel Jospin lo reemplazó
como Primer Secretario del PS y a partir de ahí la comunicación
con su anterior casa política fue disminuyendo poco a poco. Según
el vespertino, Jospin era conocido con el apodo de Michel en el seno de
un movimiento que, cabe recordar, nació y se desarrolló
con el mismo objetivo que el PS de Mitterrand: impedir que el movimiento
obrero de Francia estuviese controlado por el Partido Comunista, al cual
consideraban como un partido stalinista y enemigo de la democracia.
Lo más curioso de esta historia radica en que si bien el reclamo
de transparencia frente a un hombre político de primer plano es
totalmente lícito, el sector del cual provienen las revelaciones
no es la derecha sino los ex dirigentes trotskistas. Estos se han explayado
con lujo de detalles sobre lo que Jospin hizo y dijo en el curso de una
década durante la cual el movimiento trotskista marcó a
la generación de mayo del 68 y la militancia sindical. En todo
caso, a pesar de que ayer reconoció sus lazos con los trotskistas,
Jospin mantiene la misma línea filosófica que definió
en 1997 citando unafrase de Andre Malraux: Un hombre no es lo que
esconde sino lo que hace.
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