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Negro
Por Sandra Russo

Moises es nigeriano, está casado con una argentina y tiene un bebé de meses. Trabaja desde hace cinco años en el Hotel Presidente, donde cada día se pone el uniforme de portero y da los buenos días o las buenas tardes a los visitantes. Ayer Moises quedó envuelto en un mar tormentoso de camarógrafos, movileros, fotógrafos y periodistas que pugnaban por entrar al hotel en el que estaba recluido el ex presidente Menem. De esa termita humana, indignada porque no se les permitía el acceso al lobby, salió una voz nítida que desenfocó el asunto y que repetidamente le gritó a Moises “negro puto”, “negro de mierda” y “volvete a tu país”. Un día antes del Día del Periodista, alguien no le hizo honor a tu trabajo.
Hacía ya un par de horas que Menem estaba recluido en el Hotel Presidente y las versiones sobre su posible detención arreciaban. Los noteros se habían ido juntando en la puerta del hotel, a la espera de la conferencia de prensa de Menem. Según TN, poco después de las dos de la tarde algunos medios habrían tenido acceso al lobby y otros no, lo cual desató esa suerte de ira popular que encarnaron las decenas de movileros y camarógrafos. Según Gerardo, uno de los recepcionistas del hotel, una diputada peronista –probablemente Marta Alarcia, quien finalmente, tras la refriega, terminó tratando de aquietar los ánimos hablando con la prensa– mandó a buscar a un periodista para hacer una nota. Los enviados a la puerta para hacer esa gestión fueron tres empleados del hotel, entre ellos Moises, el nigeriano alto y de piel negra.
La contienda fue confusa como en todos estos casos de embotellamiento periodístico. Hubo empujones, codazos, patadas, piñas a las cámaras y piñas desde las cámaras. Todo hubiese quedado en el enredo de cables y los ánimos enrarecidos de siempre si una voz sobre todas las demás no se hubiese alzado contra Moises, nítida pero tampoco sola. Tras el repetido “negro puto” se escuchó algún “volvete a tu país”, “qué hacés robando acá” y hasta un desprevenido “dale Boca”.
La cara del portero estaba desencajada. Había sido un módico mensajero de una decisión de otros. No es un custodio, ni un guardaespaldas. La nube de empujones e insultos lo puso a la defensiva, se sacó la corbata, quedó en camisa blanca, y terminó pegando alguno que otro puñetazo, ninguno de los cuales dio en el blanco. Lo llamativo fue que, aun en el fragor, nadie en ese malón de trabajadores de prensa tuviera el reflejo de parar la pelota. Hubo sí quien intercedió entre el portero y un camarógrafo o fotógrafo que lo seguía insultando, pero al menos en la nota de TN, fue imposible distinguir alguna voz que descalificara al descalificador. La consigna de hacer la nota caiga quien caiga no justifica, no perdona ni entibia la brutalidad del insulto del que fue objeto Moises. La indignación periodística no goza de ningún privilegio: un epíteto racista, xenófobo y vulgar es racista, xenófobo y vulgar aun en boca de un trabajador de prensa.
Dicen sus compañeros de trabajo que Moises quedó perplejo y sobrepasado no tanto por los apretujones y las piñas sino más bien por el rechazo a su color y por la situación límite en la que él quedó envuelto, y no ninguno de los otros porteros, todos ellos de piel blanca. “Yo no sé por qué se la agarraron con él –dice Gerardo en la recepción del hotel, cuando Moises ya se ha ido a su casa, quebrado por la situación que le tocó vivir–. Desde la prensa siempre se habla contra la discriminación, pero decirle ‘negro puto` o ‘negro de mierda` a alguien es discriminarlo, ¿es así o me parece?”.



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