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Fueron todos los que están, estuvieron sólo los que son

Al revés del acto de hace dos
meses en el Congreso, cuando convocó
a gobernadores y diputados, ayer sólo los menemistas más menemianos rodearon al ex presidente. Bolocco, que junto a Corach moderó a Menem, los confortó: �Carlos está bien, tranquilos�.

Menem y señora junto a Corach, el gobernador Maza, Scioli y, detrás, Claudio Sebastiani.

Por Diego Schurman

Carlos Menem decidió ponerle chispa a la charla.
–Claro, hablás así porque yo me voy a quedar adentro y vos afuera –graficó por el celular, anteanoche.
Del otro lado de la línea, Oscar Roger, un fanático de San Lorenzo, largó una carcajada. Pero no se amilanó: continuó burlándose de su cliente riverplatense. El ex mandatario decidió repetirle la frase ayer a la tarde, en el Hotel Presidente. Ya no hablaban de fútbol. Tampoco sonreían.
La certeza de una inminente detención logró poner espesa la atmósfera. Demasiadas caras de velorio, una retahíla de frases de compromiso.
–La gente te acompaña. Está con vos –trataba de alegrarlo la diputada cordobesa Martha Alarcia, una incondicional.
No por previsible dejó de impactar el arresto de Martín Balza. Sobre todo a Alberto Kohan, a quien el general comprometió en su declaración. Los más conspicuos imaginaban un festejo silencioso en sectores del Ejército adversos a la histórica autocrítica de su ex jefe.
Menem intentó mostrarse aplomado. A los ojos de sus íntimos, devolvía movimientos lentos, sacerdotales. Contrastaba con el semblante crispado de su hermano Eduardo y su sobrino Adrián, quienes regalaron más de una diatriba a Jorge Urso y Carlos Stornelli.
Al fiscal lo tienen entre ojos. Y para el círculo áulico del menemismo se volvió una costumbre sacar a relucir sin ninguna inocencia sus amistades o relaciones familiares, como que su mujer es hija de Llamil Reston, ex ministro de la dictadura, o que tiene contactos con los carapintadas o que se reúne periódicamente con el actual secretario de Empleo, el frepasista Horacio Viqueira.
El enojo de Eduardo Bauzá y Kohan tenía otro nombre y apellido: Ricardo Monner Sans. Varios menemistas señalaron que el abogado no fue inocente en la versión que indicaba que Urso ya había firmado de la detención y que sería interrogado esa misma tarde.
A esa altura, muchos gestos de solidaridad llegaron al oído de Menem. Claudia Bello, Daniel Scioli, Alberto Tell lo hicieron personalmente. El gobernador riojano Angel Maza le acercó varias veces su celular para atender el saludo de algún coterráneo. Los abrazos del pampeano Rubén Marín y el cordobés José Manuel De la Sota, quien sin embargo le quitó el apoyo en público, también le llegaron por la línea.
El murmullo se adueñó del primer piso. No fueron pocos los que se tentaron con encender el televisor de pantalla grande que ornamentaba el salón. Pero nadie quiso arriesgarse a un recibir una mirada demoledora.
Igualmente alguien se encargaba de repetir lo que decían los canales. Y también la mufa que generó en el ex mandatario la versión de que estaba enfermo por el solo hecho de la visita de su médico personal, Alejandro Tfeli.
Menem prefería seguir la evolución de la causa vía celular. Su secretario Ramón Hernández le facilitaba, gentil, su aparato. Lo mismo hicieron Humberto Kele y Federico Azzarini, colaboradores cercanos.
Los temores que sus abogados Roger y Mariano Cavagna Martínez le transmitieron por teléfono se profundizaron cuando Mariano Cúneo Libarona se acercó para contarle personalmente las últimas noticias.
Cuando las palmadas y los besos se volvieron rutina –el menemismo pobló el piso–, el ex mandatario enfiló hacia el pasillo y se encontró con Cecilia Bolocco. Su mujer lo envolvió en un abrazo y le dio un cálido beso en la mejilla. Después ofició de vocera de su marido.
–Carlos está bien, quédense tranquilos.
La misma actitud contenedora había adoptado la noche anterior en el cumpleaños de Javier Mouriño, cuando sufrieron juntos la derrota de River ante Huracán. Fue durante ese festejo que recibió el cizañero
llamado de Roger. El clima del hotel propiedad del menemista Aldo Elías se descomprimió cuando Urso aclaró que la fecha de la citación nunca había sido modificada. La novedad llevó a un puñado de diputados y senadores a vaticinar que su jefe no quedaría preso.
Taciturno, Menem se fue a su suite, en el piso 18, de la mano de Bolocco. Atrás le pisaban la sombra Azzarini y la secretaria de la ex Miss Universo chilena. Ya tenía decidido realizar un discurso.
Fue el momento en que Corach y Eduardo Menem aprovecharon para bajar al subsuelo y calmar el estómago con un estofado con papas fritas.
Roberto Fernández, en cambio, pululaba por el lugar buscando informar al ex mandatario sobre la concentración que prepara para hoy frente a las puertas de Comodoro Py. El ultramenemista, que trabajó ardorosamente por conseguir una nueva reelección para su jefe, recibió un guiño y también una orden. “Por favor, sin pancartas, sin nada que ataque a Urso”, le pidió.
Al volver al salón, Menem dudó entre un discurso duro y conocido, aquel en donde se pone en el lugar del “perseguido político”, u otro moderado y respetuoso de las instancias judiciales. Por sugerencia de Corach y Bauzá optó por esta última opción. Hasta Cecilia Bolocco intercedió para que no hubiera excesos verbales.
–Creo que hay que ser mesurados –dijo con una candidez que terminó embelesando a la tropa menemista.
A la hora señalada, Menem largó un “vamos” de tono futbolero. Alguien se entusiasmó con la hilera que se hizo detrás del ex mandatario y largó eufórico:
–Esto es para los que dicen que está sólo.
No logró contagiar. Los gestos adustos se adueñaron de los rostros de Menem y Bolocco. La pareja debió retirarse bajo una lluvia de huevazos a compartir una noche de nervios.

 

“Ni un tiro ni una fuga”

Llegó con cara seria. Ofreció gestos adustos. Y también alguna que otra sonrisa nerviosa. Después se largó a hablar. “Ni un tiro ni una fuga”, fue la frase con la que Carlos Menem sintetizó su actitud frente a su situación judicial en la causa por la venta ilegal de armas.
“Yo tengo la seguridad absoluta, pese a todas las difamaciones, de que no soy culpable de nada y que mi libertad, aquí en la Argentina, está totalmente garantizada porque creo en la justicia, creo en el Poder Judicial y creo en mi pueblo”, blandió en el Hotel Presidente flanqueado por su mujer Cecilia Bolocco.
El ex mandatario recordó cuando, poco antes del golpe del ‘76, rechazó el ofrecimiento del entonces embajador argentino en Paraguay, el coronel Jorge Osinde, para asilarse en esa representación diplomática: “No abandono mi patria, no abandono mi tierra y, parafraseando a (Simón) Bolívar, en cadenas, pero en mi patria, le dije”.
Y, cerró el discurso, ante un nutrido grupo de incondicionales, que “mañana (por hoy) hablaré con el señor juez para decir mi verdad, que es la verdad real, porque todo fue legal, nada absolutamente en contra de la ley. Y como si fuera poco, todos los organismos de control del Estado intervinieron para determinar si esos decretos estaban bien. Todo lo demás, yo diría parafraseando un tango, es puro cuento”.

 

LOS SENADORES DEL PJ SOLIDARIOS CON SU JEFE
Abrazo de los compañeros osos

Por Felipe Yapur

“Tenemos que solidarizarnos con el presidente. El fue el primero en hacerlo con nosotros cuando lo de los sobornos.” La frase la pronunció el salteño Emilio Cantarero, uno de los involucrados en el caso de la coimas en el Senado. Después de ello casi no hubo más debate, mientras confirmaban la dirección del departamento de Carlos Menem, una docena de senadores del bloque del PJ se trasladó hasta La Lucila para acompañar al titular del partido en apuros. Atrás quedó la idea de redactar un documento solidario y, sobre todo, de sesionar.
El presidente del bloque, José Luis Gioja, llamó por teléfono al presidente del cuerpo, el radical Mario Losada, a quien le comunicó que el bloque no bajaría el recinto. “No hay ánimos para sesionar”, fue el argumento y así la reforma política sufrió una nueva postergación.
Desde temprano el bloque opositor siguió las alternativas de la declaración del ex jefe del Ejército, Martín Balza, en la misma causa que hoy debe prestar testimonio Menem. Cuando comenzaron los rumores sobre la posibilidad de que el ex presidente sea citado durante la tarde de ayer, se autoconvocaron en el bloque mientras el timbre llamaba a sesionar.
A solas, una docena de senadores debatieron sobre las consecuencias de la probable detención. Mantenían contacto con el jujeño Alberto Tell, quien les relataba el ambiente en el piso 19 del hotel Presidente donde estaba Menem con su gente. “Ya no hay dudas sobre la persecución política que hay contra el presidente”, dijo levantando la voz Osvaldo Sala para luego volver sobre aquello de la “politización de la justicia”.
En un primer momento, la idea era redactar un documento conjunto entre senadores y diputados donde se expresara la solidaridad. Hubo llamados a la Cámara baja, pero no encontraron el eco esperado. Entonces pensaron en hacerlo solos, hasta que uno de ellos dijo que lo mejor sería hacerlo personalmente. El único que se opuso a la idea fue el riojano Jorge Yoma: “Así se politiza más la causa”, señalaron testigos de la reunión.
La mayoría hizo caso omiso al argumento de Yoma y una vez más llamaron a su hombre en el hotel Presidente, Tell, quien les dijo que Menem estaba por hablar y después partiría hacia el departamento que tiene en Martínez. Omar Vaquir consiguió la dirección y, a la façon de Carlos Corach, la anotó en una servilleta: Avenida Libertador 3895 octavo piso. Y hacia allí se dirigieron.
En Diputados el ambiente era otro. Si bien había preocupación, las diferencias entre las corrientes internas impidieron una acción conjunta. Los más interesados en tomar una postura fueron los menemistas que presionaron a la conducción del bloque para que se redactara un documento. La oposición partió del sub-bloque bonaerense. “Los menemistas se olvidaron que ya les dijimos que nuestra solidaridad llegaba hasta el acto solidario cuando lo citaron a indagatoria. Bueno, eso ya pasó. Ahora que esperen que decida el juez”, resumió un legislador bonaerense. El jefe del bloque, Humberto Roggero, prefirió la moderación y al menemismo no le quedó más remedio que desactivar su pretendida solidaridad parlamentaria.

 

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