Aunque en el Gobierno dijeron
que estaba planificado previamente, fue todo un gesto: mientras Carlos
Menem atravesaba su mala hora, Fernando de la Rúa almorzó
ayer en Olivos con Eduardo Duhalde, archienemigo del riojano y el único
peronista de peso ausente en aquella famosa (a esta altura algo ajada)
foto de solidaridad peronista. Según fuentes del Gobierno y del
duhaldismo, el tema se mencionó brevemente: ante una consulta de
De la Rúa, Duhalde dijo que el efecto que produciría la
detención de Menem dentro del PJ sería muy limitado. El
resto de la charla giró en torno de un nuevo diálogo político,
y un rato más tarde el Presidente se refirió al caso de
las armas: insistió con el latiguillo de que respeta la independencia
de los poderes (prácticamente lo único que ha dicho sobre
el tema) pero admitió cierta preocupación. No es un
hecho que en el exterior vaya a ser mirado con indiferencia o favorablemente,
dijo sobre un posible arresto del riojano.
Si tiene que ir preso, que vaya preso, había dicho
a Página/12 Duhalde, la única excepción en el acto
en el que los dirigentes del PJ cantaran la marchita en defensa del ex
presidente. Por eso, aunque ayer desde el Gobierno insistían con
que el encuentro estaba agendado con anterioridad, fue llamativa la presencia
de Duhalde en Olivos.
Llegó solo, poco después del mediodía, cuando los
canales de televisión ya habían difundido no sólo
la detención de Martín Balza, sino también rumores
que indicaban que el futuro de Menem era cada vez más complicado.
De la Rúa se reunió con el ex gobernador bonaerense unos
minutos después, y luego se sumaron el jefe de Gabinete, Crhystian
Colombo y, a los postres, el ministro del Interior, Ramón Mestre.
En el Gobierno aseguraban que hubo sólo un par de referencias al
caso de las armas. En un breve comentario, De la Rúa dijo que garantizaba
la independencia de los poderes y que no influiría en la causa.
Según fuentes duhaldistas, el Presidente le preguntó al
ex gobernador qué pasaría en el PJ ante un eventual arresto
de Menem. Duhalde respondió que nada. El poder político
lo tienen los gobernadores, fue la explicación.
El resto del almuerzo lo consumió el tema del nuevo diálogo
social que quiere lanzar el Gobierno y que apunta a sustraer algunos temas
claves de la agenda de la campaña electoral. Ayer acordaron que
la política social, el fortalecimiento institucional y las medidas
pro reactivación tendrán un tratamiento de política
de Estado.
Un rato después, De la Rúa se cruzó en la Rosada
con un grupo de periodistas y no pudo esquivar el tema. Ratificó
la independencia del Poder Judicial, que según
dijo es un objetivo y un valor por el cual los argentinos
hemos luchado mucho tiempo, pero también pidió objetividad
y transparencia en el proceso. Después admitió que
el cuadro de Menem tras la rejas no caerá del todo bien en el exterior.
Fue la primera vez que el Presidente admite la preocupación del
Gobierno ante la posible detención del ex Presidente. Sin embargo,
aunque reconocían cierta inquietud, en la Rosada aseguraban que
el efecto será limitado. Hasta el momento, las referencias de los
aliancistas sobre el tema han sido mínimas. La excepción
fue Patricia Bullrich. Si algo caracterizó a los diez años
del gobierno de Menem ha sido la falta absoluta de ética. Estas
cosas no pueden pasar por la historia como si nada. Todas las personas
tenemos que ser iguales ante la ley, aseguró.
OPINION
Por Martín Granovsky
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La paradoja del gobierno
El Gobierno sostiene que la prisión de Emir Yoma, Antonio
Erman González, Martín Balza, y quizás la de
Carlos Menem, revelan dos cosas: que no hubo un pacto con el menemismo
y que la Justicia es independiente. Las dos conclusiones son positivas
para democracia y para el propio Gobierno. Lo llamativo es que la
Administración De la Rúa no capitaliza políticamente
la prisión de personajes tan importantes y el impacto favorable
sobre la ruptura de la impunidad.
Por un lado, el Gobierno no capitaliza la situación porque
no quiere. En ningún momento, desde que asumió, Fernando
de la Rúa pareció dispuesto a entablar conflictos.
Incluso desaprovechó la oportunidad que le dio la investigación
de las coimas en el Senado, cuando pudo liderar junto con Carlos
Chacho Alvarez la limpieza de un bastión opaco de la política.
En cuanto a Menem, no existe ninguna constancia de pacto entre ellos
y, aun así, tampoco hay indicios de que De la Rúa
haya tejido una estrategia para encarcelar al ex presidente y sacar
ventajas políticas.
El gobierno no capitaliza la situación, tampoco, porque no
puede hacerlo. No le da la ecuación entre tres calidades,
la institucional, la económica y la política.
La calidad institucional de la Argentina es más alta que
en el período de Menem. Si la mayoría del fuero federal
antes respondía a los mandos naturales, hoy ignora cuál
es el nombre y apellido de esos mandos. El efecto es mayor independencia
de la Justicia. Mayor calidad institucional.
La calidad económica se deteriora cada vez más. Las
tasas de interés siguen siendo insoportablemente altas y
la mejora luego del Megacanje suena todavía utópica.
Si no hay calidad social con una desigualdad que aumenta como en
ningún otro continente, tampoco hay calidad económica
con una recesión de más de tres años.
La calidad política de la democracia también bajó
de nivel. La Alianza nunca terminó de gobernar como alianza
y jamás se recuperó de la salida de Chacho. Su programa
electoral se evaporó. Y al final la llegada de Domingo Cavallo
cristalizó la impotencia de un gobierno que no halló
la fórmula del crecimiento ni encontró ningún
tema propio de conexión con la sociedad.
Esa es la paradoja. Aunque De la Rúa nunca prometió
la prisión de Menem, ésa fue una chance que siempre
quedó asociada a la Alianza, en buena medida por el peso
del Frepaso, e integró las ilusiones colectivas que acompañaron
el cambio de gobierno. La ilusión puede concretarse hoy,
pero a destiempo: las ilusiones se perdieron y la baja calidad política
y económica de la Argentina empaña un hecho tan fabuloso
como la posibilidad de que un ex presidente reciente no quede impune.
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