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QUE BUSCA JORGE URSO, EL JUEZ QUE HOY PUEDE ENCARCELAR A MENEM
Las motivaciones de su señoría

Arribó a su cargo
patrocinado por influyentes del menemismo. Fue fiel hasta que consideró haber pagado sus deudas. ¿Por qué cambió?
Las teorías conspirativas.
La vía Di Pietro.

Por Sergio Moreno

“Urso ya garpó”. Una oración corta, precisa, que sonó a metal. Como cuando se cierra una cerradura. La frase, corta, precisa, fue pronunciada ante este cronista por una de las personas que más conocen al juez federal Jorge Urso en el momento en que la causa por la venta de armamento a países interdictos cobró el empellón final que podría enviar a Carlos Menem a la cárcel. “Garpar” (pagar) significa, en boca del interlocutor, que el magistrado dejó atrás sus deudas, que ya no tiene ataduras con quien en algún momento las tuvo. A partir de ese momento, precisamente cuando fue pronunciada esa corta y precisa oración, el menemismo empezó a vivir sus horas pesadillescas. Luis Sarlenga se había quebrado. Y Urso había garpado.
Cuando menos curioso es que un juez quien, como dijo ayer el propio imputado Menem, “me felicitó por haber abierto los decretos que habían sido secretos” en el pasado, haya girado sobre sus talones y cerrado sus oídos a quienes en un pasado no muy lejano fueron sus habituales interlocutores y consejeros. Esta mutación mucho tiene que ver con el vértigo que adquirió la causa por la venta de armamento.
¿Cómo garpó Urso?: Puntualmente en esta causa, el magistrado fue samarreado en dos oportunidades por sus superiores, la Cámara Federal, debido a sus moras en la investigación y la errática –o errónea– dirección que le había impreso. En su penúltimo dictamen, la sala II de la Cámara le indicó que debía seguir la línea de responsabilidades hacia arriba, hacia el máximo poder de decisión del Estado. Los límites que los camaristas le impusieron, marcaron, además de la dirección que debía llevar la pesquisa, el fin de las dilaciones. Urso había garpado haciéndose retar, hasta el límite. “¿Qué va a hacer ahora?”, le preguntó Página/12 en aquel momento al amigo del magistrado. “Ajustarse a derecho”, respondió. Hasta ahora, así fue.
¿A quién le garpó Urso?: su señoría llegó al juzgado federal número 8 entre la majada de funcionarios judiciales que arreó el menemismo cuando decidió –y ejecutó– la coptación de la Justicia. Urso, funcionario de carrera judicial, atesoró el padrinazgo del dirigente peronista porteño -hoy diputado nacional– Miguel Angel Toma y de Hugo Anzorreguy, ex jefe de la SIDE y eterno influyente en los entresijos de la Justicia argentina. Como a todos los que consiguieron conchabo en el aparato del Estado durante la década pasada, a usía el menemismo le pidió fidelidad. Tanta que Domingo Cavallo lo incluyó en la archifamosa y fantasmal servilleta de Carlos Corach. Usía cumplió, en esta y otras causas. Hasta que garpó.
Ahora bien, que haya pagado las deudas que supo contraer no explica por qué el magistrado las consideró saldadas y se haya “ajustado a derecho” con un rigor tan espartano que ha espantado al menemismo y a su demiurgo. Las teorías no sobran.
La conspiración: abonada por el menemismo, un tanto endeble, esta conjetura sostiene que Urso actúa fogoneado por Carlos Ruckauf, imaginando, usía –tal como lo supo soñar su ex colega y amigo Adolfo Bagnasco– algún futuro en el peronismo, o en algún importante cargo del Estado en caso de que el gobernador bonaerense obtenga la Presidencia de la Nación. En este esquema de tramoyas encuadraría la decisión de Esteban Caselli, brazo derecho de Ruckauf, de atestiguar que fue Carlos Menem quien, en su momento, frenó el embate de Oscar Camilión y mantuvo a Sarlenga al frente de Fabricaciones Militares.
La Legal: emplazado y marcado de cerca por la sala II de la Cámara Federal porteña, presionado por el ímpetu del fiscal Carlos Stornelli -con quien ahora solidificó una buena relación–, el juez se vio acorralado y sin margen para seguir haciéndose el distraído en esta causa. Esta teoría tiene asidero en caso de que el juez haya decidido seguir siendo juez, vale decir, no renunciar –como Bagnasco o Gustavo Literas– parainiciar una carrera en la política o en la actividad privada. Esa alternativa encuentra su broche en...
... la vía Di Pietro: Antonio Di Pietro fue el juez italiano que, con sus investigaciones sobre la financiación de la política en su país terminó con el sistema de contubernio interpartidario fundado por la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, denominado lotizzazione, consistente en repartirse espacios de poder en el Estado. Di Pietro encarceló a los más importantes dirigentes italianos –hasta obligó a fugarse hacia el Magreb al ex primer ministro socialista Bettino Craxi– y contribuyó a refundar el sistema de partidos de la península. Urso mandó a prisión a Emir Yoma, Erman González y Martín Balza. Hoy el ex presidente Menem podría seguir su camino si no deslumbra al magistrado con una defensa sólida. Alberto Kohan espera su turno en agosto, dentro de tres meses en los que su situación –hoy testimonial– podría cambiar gracias, entre otras cosas, a la comprometedora declaración de ayer del general Balza. La dimensión política de las muescas que marcó (y podría seguir marcando) el juez en su Colt ya llevó a Corach a ironizar que “la servilleta nunca existió”, frase que da cuenta hasta qué punto el magistrado comenzó a diluir su mácula de antaño con una pátina de bronce.
Las conjeturas en danza no terminan de responder los interrogantes en derredor del juez, el enigmático Urso. Hoy, muy probablemente, corone la acelerada faena a la que se lanzó el viernes 6 de abril, cuando Sarlenga se quebró. Los días por venir le dirán cuan beneficioso fue haber “garpado” sus deudas. Y si puede toma nuevos créditos.

 

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