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DEMANDA POR CALUMNIAS CONTRA RADIO 10
Para HIJOS, Hadad es el límite

En abril, el noticiero de la radio acusó a la agrupación de �poner bombas�. Hoy, HIJOS hará un acto y presentará la demanda.

En el Día del Periodista,
Hadad será acusado.
HIJOS afirma que fue una “difamación” contra ellos.

Por Victoria Ginzberg

Daniel Hadad recibirá hoy un regalo especial para el Día del Periodista. La agrupación HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) lo demandará por calumnias e injurias. “Vuelta del terror. Ya se sabe quiénes ponen bombas en oficinas económicas y locales políticos”, dijo el 13 de abril un locutor del informativo de Radio 10, uno de cuyos propietarios es Hadad, acusando a la agrupación que nuclea a los hijos de desaparecidos. “Estas difamaciones son sumamente perjudiciales para nosotros porque se nos asocia a una práctica política que no es la nuestra y se desacredita nuestro trabajo que se sustenta sobre la confianza de la gente que convocamos y en la transparencia de nuestros actos”, dice el escrito de HIJOS. Antes de presentarlo, la agrupación se reunirá a las 12 en Plaza Lavalle, frente al Palacio de Tribunales, para honrar a los periodistas desaparecidos.
El 12 de abril pasado estalló una bomba casera que dos jóvenes transportaban en un auto. La hipótesis policial es que Carlos Bértola, de 25 años y Diego Quinteros, de 21, iban a colocar el artefacto en un cajero automático. Los dos jóvenes fueron detenidos y uno de ellos resultó gravemente herido.
Página/12 publicó el 13 de abril que Bértola era hijo de desaparecidos y había pertenecido a la agrupación HIJOS en sus inicios, pero que se había alejado del organismo de derechos humanos cuatro años antes del incidente. Pero Radio 10, haciendo como que citaba este diario, informó erróneamente que “dos activistas de la agrupación HIJOS sufrieron el estallido de una bomba en sus propias manos” y que “de acuerdo a los investigadores los activistas de HIJOS serían los mismos que colocaron explosivos en la fundación FIEL y en la sede del partido de Domingo Cavallo”. La noticia también fue presentada con argumentos similares en el programa televisivo que conduce Hadad, “Después de Hora”.
“Hemos convivido durante toda nuestra vida como organismo de derechos humanos con agresiones provenientes de los sectores que se identifican con el reclamo constante de `mano dura` sin preocuparnos demasiado porque creemos en la justicia de nuestra lucha y sabemos que por más que intenten difamarnos nuestra forma de hacer política es totalmente transparente”, dice el escrito de HIJOS. “Pero todo tiene un límite y cuando desde un medio masivo como es Radio 10 se nos imputa un hecho presuntamente delictuoso sin la menor prueba al respecto con el sólo objeto de difamarnos, nuestra tolerancia a las constantes agresiones a las que hacíamos mención encuentra su límite”.
Los representantes del organismo de derechos humanos se enteraron de la explosión del 12 de abril cuando estaban en la ciudad de Mendoza, donde se encontraban a raíz del VI Encuentro Nacional de las agrupación y allí, a través de los diarios, supieron que uno de los jóvenes involucrados había militado con ellos. Luego de que los miembros del organismo regresaron de Mendoza hicieron una conferencia de prensa en la que reiteraron que no estaban vinculados con los hechos pero que esperaban que se cumplieran con las garantías constitucionales de las personas que habían sido detenidas, que luego fueron procesadas por el juez Rodolfo Canicoba Corral.
Hoy al mediodía, los miembros de HIJOS realizarán un homenaje a los periodistas desaparecidos que están en “las antípodas de Hadad”, como los definieron en el organismo de derechos humanos.

 

OPINION
Por Susana Viau

�The Insider� y la ética

The Insider cuenta una historia familiar. La de Lowell Bergman, productor del programa de investigación “60 Minutos” de la CBS y su informante Jeff, el ejecutivo despedido de una compañía tabacalera que sabe del uso de amoníaco para potenciar los efectos adictivos del cigarrillo. La pérdida del trabajo ha sido para Jeff el adiós a un modo de vida, a la amplia casa, al seguro médico, al buen colegio de las dos hijas pequeñas. Pero su denuncia lo colocará al borde de la ruina personal. Toda la maquinaria de presión se le echará encima para, destruyéndolo en su honor, desacreditar su denuncia. El chantaje económico se articulará con la difamación: buscarán la complicidad involuntaria de su primera mujer, las discusiones sobre la pensión por alimentos, un incidente en un supermercado, la versión de que ha mentido su participación en el equipo olímpico de yudo cuando él sólo ha dicho que entrenaba con ellos. Insignificantes verdades amplificadas y mentiras completas. Bergman sabe, porque sus propios jefes se lo han informado, justificándose, que los diarios están en poder de la catarata de acusaciones y las dejarán caer sobre su fuente, sobre su “insider”, sobre el informante al que convenció de la importancia de hablar. “La vida de cualquier hombre mirada con un microscopio tiene errores”, se defenderá Jeff e insistirá: “Todo lo que conté es cierto”. Su mujer, harta del declive social y el hostigamiento, pide el divorcio. Lo que al insider le queda para dignificarse frente a sus hijas es la entrevista grabada para CBS. Pero la entrevista no se emitirá puesto que la cadena de tv está a punto de ser vendida y la tabacalera amenaza torpedear la operación. La relación del productor con la empresa se tensa. “Yo le di mi palabra. Es mi fuente” –se planta Bergman. Y resuelve contar los pormenores de esa traición periodística a otro medio. La canallada será así la tapa del New York Times. Al Pacino es Bergman, el productor de televisión; Russell Crowe, el informante. La relación entre ambos ha nacido de un hecho fortuito y acaba poniendo sobre la mesa la cuestión de la responsabilidad que se asume con quien ha tenido el coraje de revelar la verdad.
En los cursos donde se enseña que la realidad es la respuesta a cinco preguntas, se enseña también que la convicción de estar escribiendo lo correcto y el respeto del anonimato de quien lo pide para poder contar lo que sabe son las reglas de oro del comportamiento. Las dos lecciones son útiles, pero lo útil suele carecer de grandeza, y se las puede practicar burocráticamente, sin empeño, sin esfuerzo. Se puede escribir, y lo que es peor, hasta se puede vivir sin pasión. El film, es cierto, marca los límites de la independencia de los periodistas, dibuja las patas cortas de sus buenas intenciones, muestra la impotencia individual ante los intereses corporativos. Pero Michael Mann pone a Bergman por encima de su oficio, de la “ética periodística”, de esa fórmula absurda que para tener cuerpo exigiría de una ética del plomero, de una ética de la cocinera, de una ética de la maestra y de una ética del sacristán. Eticas, o sea morales fragmentarias, adaptadas a las necesidades del usuario. The Insider habla, por fortuna, de cosas más importantes que la deontología de cierta profesión. “Yo tenía palabra antes de entrar aquí”, se rebela Bergman revalidando lo que era. Porque, en el fondo, los periodistas -valga por el día tanta autorreferencia– no son lo que este trabajo hace de ellos sino lo que traen puesto cuando llegan. Lo que natura non da, Salamanca non presta. La palabra lo estructura a uno. Y si se la empeña, cumplir el pacto es el modo de recuperarla. De lo contrario estamos todos condenados a repetir, como un reconocimiento de la inutilidad y del sinsentido, “palabras, palabras, palabras”.

 

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