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DELICH RECHAZO EL PEDIDO DE LA IGLESIA POR LA EDUCACION RELIGIOSA
“Es un debate ya cerrado en Argentina”

El Ministro de Educación
criticó el documento en que
la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal pidió
la instalación de la educación religiosa en las escuelas públicas: �No tiene sentido volver atrás�, afirmó. También lo rechazó el secretario de Educación porteño.

La polémica desatada por la cruzada de la Iglesia Católica para instalar la religión en las escuelas estatales recibió ayer una fuerte crítica de la máxima autoridad educativa nacional, el ministro de Educación Andrés Delich. “Este debate ya fue saldado y definitivamente cerrado en la Argentina, por la Constitución, la Ley Federal de Educación y los contenidos básicos comunes aprobados por las provincias”, sostuvo el funcionario. “No tiene sentido volver para atrás”. Delich respaldó la decisión del gobierno de Catamarca de retirar la enseñanza religiosa de las escuelas públicas. “Es una disposición que respaldamos y aspiramos a que sea comprendida”, señaló. También el secretario de Educación porteño, Daniel Filmus, fue terminante: “La Ciudad garantiza la educación religiosa subsidiando a la mayoría de las escuelas confesionales”.
“El debate ya fue saldado y ahora es responsabilidad de los poderes”, sostuvo Delich al encabezar la presentación del Instituto para el Desarrollo de la Calidad Educativa, que realizará los operativos nacionales de evaluación de los estudiantes. “En este debate que, repito, ya fue saldado en el país, la religión se trata a través de la formación ética y ciudadana, y nosotros vamos a respetar esos contenidos básicos comunes, que fueron aprobados”.
En el documento de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, titulado “Sobre la dimensión religiosa de la educación”, la Iglesia reclamó que “todas las confesiones cristianas, de igual manera que las otras religiones, especialmente la judía y la islámica, con su creencia en un solo Dios, tengan la oportunidad de ofrecer a sus propios fieles, también en los colegios de gestión estatal, los principios doctrinales y morales que sustentan”. El documento, firmado por la conducción del Episcopado que integran el arzobispo de Paraná, Estanislao Karlic; el de Buenos Aires, Jorge Bergoglio; el obispo de Rosario, Eduardo Mirás; y el auxiliar de Buenos Aires, Guillermo Rodríguez Melgarejo, sostiene que “corresponde a los padres de familia la elección de la educación de sus hijos, conforme a sus convicciones morales y religiosas.”
En su documento, la Iglesia reclama una consulta pública, indicando que no son los funcionarios quienes deben decidir sobre el tema “sino el pueblo al que se ha de consultar como corresponde”.
“Sería del todo injusto –agregan los obispos– privar a los padres de este derecho sólo por la circunstancia de que sus hijos no asistan a colegios confesionales”. Delich respondió que “es responsabilidad de los padres elegir la educación de sus hijos, y también es cierto que el Estado financia la educación privada, y de ese modo también respeta el compromiso de subsidiar la educación religiosa”.
“Creo firmemente en la libertad religiosa –agregó Delich–, en la libertad para elegir la educación de nuestros hijos, pero además hay que tener en cuenta que los estados provinciales también financian a través de subsidios numerosas escuelas de distintos orígenes confesionales para solventar esta libertad”.
El ministro de Educación planeaba viajar hoy a Catamarca, donde se inició el conflicto cuando el gobierno provincial anuló la educación religiosa de las escuelas públicas tras una denuncia de la DAIA que lo consideraba discriminatorio. Como represalia, el obispo de Catamarca, Elmer Miani, se calzó los estandartes y decidió no celebrar el tradicional tedéum del 25 de Mayo en la Catedral provincial. “En Catamarca –aclaró Delich– existe una situación especial porque la Constitución provincial ratifica la enseñanza religiosa en las escuelas públicas de gestión estatal, pero tal norma es claramente contradictoria con las disposiciones nacionales”.
La cruzada católica sumó además, fuertes críticas desde uno de los distritos con mayor cantidad de registro de alumnos en la enseñanza pública: la Ciudad de Buenos Aires, a través del secretario de Educación, Daniel Filmus. “Esta discusión ya se dio en la Ciudad cuando se trató la Constitución porteña y fue votada por unanimidad por los representantes dela gente”, sostuvo Filmus. “En el artículo 24, la Ciudad asume la responsabilidad indelegable de asegurar y financiar la educación pública, estatal, laica y gratuita. Y garantiza la posibilidad de la educación religiosa a partir del financiamiento a través de subsidios. Basta con señalar que el 50 por ciento de los chicos porteños van a colegios privados, de los cuales la gran mayoría son colegios religiosos y subsidiados”.

 

Rechazo rotundo del Consejo Evangélico

El Consejo Nacional Cristiano Evangélico (CNCE), manifestó ayer su rechazo al polémico documento firmado por la Conferencia Episcopal Argentina, en el que propuso implementar la educación religiosa en las escuelas públicas del país, sosteniendo que se trataría de una práctica “discriminatoria”, y apoyó “la necesidad de una educación que promueva al encuentro, la aceptación y el diálogo”.
“Nos oponemos mayoritariamente a la enseñanza obligatoria de confesiones religiosas en la escuela pública, que debe ser la escuela de todos”, afirmaron las tres federaciones evangélicas del país agrupadas en el CNCE, en un documento dado a conocer ayer y firmado por sus respectivos presidentes. Las iglesias evangélicas rechazaron expresamente a la propuesta del Episcopado, asegurando que “la enseñanza de una confesión religiosa particular en la escuela pública (y aún cuando se abra la oportunidad a todas las confesiones) es discriminatoria”, y agregan que de la misma manera se opondrían a “cursos separados o aislados según diferentes ideologías, tradiciones culturales o pertenencia étnica porque, más allá de las intenciones, resultan factores de discriminación”.
En el documento se afirma que la educación pública debe ser “laica, en el sentido de que las diferentes manifestaciones de la experiencia humana común tengan libertad e igualdad de oportunidades”, y alude al apoyo concreto a una educación “común, popular, gratuita y obligatoria”.
Con respecto a la existencia de la enseñanza religiosa, el CNCE toma la posición de que ésta debe ser “particular de cada confesión religiosa y debe estar a cargo de los educadores de cada confesión y en su propio ámbito”.
La Iglesia Católica nacionalizó un conflicto que estaba focalizado en Catamarca, donde la provincia dio marcha atrás a la decisión de enseñar religión en escuelas estatales, ante una protesta de la DAIA. La educación religiosa en escuelas públicas está contemplada por la constitución de varias provincias, por lo que el Episcopado consideró “indebido” el reclamo por discriminación efectuado por la DAIA. La CNCE reiteró su “solidaridad con quienes se oponen a toda forma de discriminación por motivos religiosos, como lo hicimos en Catamarca, en apoyo a la DAIA”. Por la misma razón, apoyó la decisión del gobierno catamarqueño por “ajustar la práctica de las escuelas de su ámbito a lo consagrado en la Constitución Nacional, por encima de cualquier constitución provincial”.

 

OPINION
Por Mariano Narodowski*

Religiones en el siglo XXI

La propuesta de enseñar religión en las escuelas públicas debe ser una oportunidad para avanzar en el debate educativo sin retrotraernos al ambiente ideológico del siglo XIX, tanto en las posiciones a favor como en contra.
El principio de “educación laica” de la escuela pública argentina no implica el apartamiento de lo religioso sino la prohibición de efectuar tareas pastorales en las escuelas públicas: para eso están las escuelas privadas. Pero tal como acontece con la justicia educacional, el sistema político educativo tampoco pudo garantizar este principio: en muchas escuelas públicas del país se enseña religión. A la inversa, hay muchas escuelas privadas católicas con un claro ideario cristiano pero sin actividades educativas de catequesis: la realidad es más compleja que la pintura que nos entregan las posiciones esquemáticas de un lado y del otro. La confusión consiste en identificar a la enseñanza de lo religioso con la educación confesional (dirigida a la formación en dogmas, valores, tradiciones y creencias de una religión en particular): el resultado para unos es la introducción de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y, para los otros, el destierro de la religión.
La compulsión a la enseñanza confesional en la escuela pública no parece aceptable en términos de formación de la ciudadanía, ya que trae como perjuicio la división entre los alumnos, la imposibilidad de construir identidades comunes y la pérdida de la imparcialidad escolar.
Pero frente a esto, ¿vale la pena desterrar a las religiones de la escuela pública? ¿Es bueno que lo religioso no tenga presencia alguna durante los años de escolaridad, siendo un elemento central de nuestras vida, incluso para aquellos que lo rechazan activamente? El perjuicio que sufrimos con este destierro es la pérdida de una oportunidad como Nación de mejorarnos mediante la educación: desde una perspectiva que abarque a los credos que actúan en la Argentina, a los agnósticos y a los ateos, será posible que todos se eduquen en el diálogo, lo cual contribuirá a una mayor comprensión de los otros, a la opinión constructiva y a una vivencia de las identidades que componen nuestro país: una convivencia democrática basada en el reconocimiento de las diferencias. No se trata de “enseñar religión” sino que los docentes enseñen religiones y valores religiosos y no religiosos sobre la realidad. Tarea difícil, claro. ¿Pero que otro camino queda?

* Doctor en Educación.

 

OPINION
Por Washington Uranga

Un debate abierto

El documento emitido el martes por la tarde por la Comisión Ejecutiva del Episcopado “Sobre la dimensión religiosa de la educación” no sólo sorprendió a los analistas externos y observadores de la Iglesia, sino que provocó más de un sobresalto en el interior de la misma institución eclesiástica católica, incluyendo a varios obispos. Si bien es cierto que los acontecimientos de Catamarca dieron ocasión para que el tema se dialogara entre los obispos, nada hacía prever que la Comisión Ejecutiva (uno de los más altos niveles de representación del Episcopado) produjera un documento del tenor ya conocido, convirtiendo en tema nacional un debate hasta el momento circunscripto a Catamarca. Por otra parte, y aun tomando en cuenta que la educación está en el interés permanente de la jerarquía católica, la mayoría de los obispos parece hoy más preocupada por los problemas sociales y sus consecuencias para la vida de la gente. La declaración de la Comisión Permanente se aparta abruptamente de la temática que había acaparado en las últimas semanas el mensaje de los obispos (crítica a la dirigencia y situación social) dejando en evidencia lo que muchos han señalado como una contradicción en el discurso eclesiástico.
En diálogo con Página/12, una alta fuente del Episcopado sostuvo que la intención de la Comisión Ejecutiva no fue reclamar la enseñanza religiosa en las escuelas públicas sino pedir que la dimensión religiosa se tenga en cuenta en toda la propuesta educativa. La sutil distinción –sumamente importante para los autores de la declaración– resulta sin embargo intrascendente e incomprensible para otros líderes religiosos, educativos y sociales, tal como quedó reflejado en la manera como los medios de comunicación recogieron la declaración de la Iglesia.
El tono del documento de la Comisión Permanente coincide en mucho con una reivindicación en el mismo sentido hecha en 1999 por el hoy cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio. A pesar de ello, no pocos católicos –y más de un obispo– entienden también que la enseñanza de la religión en la escuela pública puede convertirse en factor de discriminación, que la enseñanza de la religión corresponde a cada iglesia o comunidad y que, en todo caso, como también lo plantea el Consejo Nacional Cristiano Evangélico, atender a la dimensión religiosa implica “tomar el fenómeno religioso en su totalidad, con una actitud dialógica abierta”. El debate, hacia adentro y hacia afuera, todavía no termina.

 

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