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EL NUEVO LABORISMO SE PREPARA PARA ARRASAR EN LAS ELECCIONES
Inglaterra puede coronar hoy a Tony I

El thatcherismo encarnado en
William Hague se encaminaba
ayer a una catastrófica derrota en las elecciones británicas, que tienen todo el carácter de un referéndum sobre los cuatro años de gobierno del �nuevo laborista� Tony Blair.

Caricaturas de William Hague y Tony Blair en un acto de la campaña electoral.

Por Marcelo Justo
Desde Londres

El Reino Unido da hoy su veredicto sobre el “Nuevo Laborismo” de Tony Blair. Claro favorito de las encuestas, el primer ministro busca revalidar su mandato y conseguir algo inédito: un segundo período completo consecutivo de gobierno laborista. Los conservadores llegan con un talante muy diferente al del todopoderoso partido de la era thatcherista y, bajo el liderazgo del opaco William Hague, se conforman con reducir la amplia mayoría parlamentaria del gobierno. El tercer partido, los liberal demócratas, apuestan a aumentar sus escaños y perfilarse como la oposición de centroizquierda.
Los tres partidos se lanzaron ayer a una maratónica carrera por cubrir las zonas electorales donde la diferencia entre los partidos es mínima. El Laborismo apuntó sus dardos al voto de los conservadores moderados, apodados “One Nation Conservatives”, que dominaban el partido antes del arribo del thatcherismo a mediados de los ‘70. “Si están horrorizados con la campaña que llevó adelante el Partido Conservador, si quieren estabilidad económica, y que se le dé prioridad a los hospitales y las escuelas, vótennos”, los exhortó Blair. Aunque desde hace seis meses las encuestas le dan entre 17 y 20 puntos de ventaja, el primer ministro se abocó a la campaña como si llegara a la recta final con sólo una cabeza de ventaja.
Lejos de mostrarse vencido, el líder conservador William Hague aseguró que ganaría hoy. “No presto atención a las encuestas. Somos los únicos que podemos ofrecer un gobierno honesto y competente”, dijo Hague. El conservador insistió a lo largo de un día agitado con los ejes de su campaña: salvar la libra, evitar una mayor integración europea y reducir los impuestos. Por su parte los liberal demócratas apostaron al tema que más preocupa al electorado: los servicios públicos. “Si quieren más inversión en escuelas y hospitales, el único voto posible es por los liberal demócratas”, aseguró el líder partidario Charles Kennedy.
A pesar de que los partidos proclaman diferencias insalvables, una buena parte del electorado opina que ninguno cambiará las cosas. La encuestadora Mori predice que sólo un 65 por ciento de la gente concurrirá a las urnas, lo que sería el más alto nivel de ausentismo electoral de la historia.
El sistema electoral británico de pluralidad simple es uno de los factores que alimenta esta apatía. Los británicos votan por un representante parlamentario de la zona en que viven siguiendo el método de la mayoría simple: el partido que saca más votos en ese distrito conquista el escaño y el resto se queda sin nada. El sistema tiene una serie de anormalidades. Como no es proporcional al número total de votos sino al de bancas, un partido puede ganar más escaños y formar el gobierno, a pesar de obtener menos votos en el conteo total, como sucedió en las elecciones de 1950. En las de 1997 el laborismo de Tony Blair sacó un 43,2 por ciento del total de los votos y obtuvo 418 diputados, o sea un 63 por ciento de los escaños en juego. Margaret Thatcher fue durante 18 años una de las grandes beneficiarias del sistema: gobernó con mayoría absoluta, a pesar de que nunca superó un 43 por ciento de los votos.
La pluralidad simple favorece también el voto táctico y condena a los partidos minoritarios al ostracismo. Socialistas de toda la vida, como John Bragg, un maestro del sur de Inglaterra, prefieren votar en su distrito a los liberal demócratas que a los laboristas o a la izquierda socialista, porque son los únicos que pueden vencer a los conservadores. Los liberal demócratas apelaron a lo largo de la campaña a este tipo de votante en los 20 distritos electorales que le pueden disputar a losconservadores. La utilización masiva del “voto táctico” podría constituir un resultado catastrófico para los tories, cuya ambición máxima es reducir la actual ventaja parlamentaria laborista de 179 a 100 escaños.
Con encuestas que predicen una mayoría parlamentaria laborista igual o mayor a la de las elecciones de 1997, Hague parece depender de los azares de la pluralidad simple, el abstencionismo electoral u otros factores más aleatorios aún. Anoche, el fútbol no le dio una mano. Inglaterra venció dos a cero a Grecia en Atenas por la clasificación para el mundial del año próximo. Según los especialistas, un resultado adverso hubiera favorecido el desencanto con el actual gobierno. Así las cosas, el tema diario de conversación en estas islas, el clima, parece ser su última chance. Los politólogos calculan que la lluvia o el mal tiempo suele aumentar el abstencionismo y el voto protesta. En esto quizás tenga más fortuna. A pesar de que es casi verano, el pronóstico para hoy es inestable, con tormentas en el norte y densos nubarrones en el sur.

 


 

HABLA JEREMY CORBIN, DIPUTADO LABORISTA
“Lo privado no es lo mejor”

Por M. J.

Fue uno de los artífices de la campaña en Gran Bretaña para extraditar a Augusto Pinochet y todavía considera los 504 días que el ex dictador estuvo detenido en Inglaterra como uno de los grandes logros del gobierno. Jeremy Corbyn es diputado por el barrio de Islington, en el norte de Londres, donde ganó las elecciones con una mayoría de casi 20.000 votos. En diálogo con Página/12 analizó el desempeño del gobierno de Tony Blair y el futuro del laborismo.
–En 1997 Blair prometió resolver las desigualdades que había heredado del thatcherismo. ¿No se defraudó esta expectativa?
–Conseguimos muchas cosas. El laborismo introdujo algo que no existía en Gran Bretaña y que es el primer paso para conseguir la justicia social que anhelamos: el salario mínimo. Hubiéramos preferido que estuviera por encima de la cifra que dio el gobierno, pero es un logro indudable. A nivel de derechos sindicales se mejoró la situación previa. No cabe duda que queda mucho por hacer. En Londres, por ejemplo, hay una seria crisis de los programas de viviendas para los pobres. El gobierno debería haber invertido mucho más. Lucharemos para que lo haga.
–¿Qué espera lograr con un nuevo gobierno laborista?
–Espero que siga descendiendo la tasa de desempleo, como lo ha hecho en estos últimos cuatro años. Que haya más inversión en Salud y Educación y un aumento del salario mínimo.
–Durante la campaña, el Laborismo propuso una mayor participación del sector privado en servicios públicos como el Sistema Nacional de Salud y la educación.
–Yo siempre he sido un ferviente defensor de un Sistema Nacional de Salud en manos del Estado. Lo mismo respecto a otros servicios. Por eso luché a favor de que Londres siga teniendo un subterráneo financiado por el gobierno. El principio rector debe ser que no se contrate al sector privado los servicios que se están suministrando de manera pública. No hay ninguna prueba de que el suministro privado de servicios esenciales sea superior al del estado.
–Sin embargo ese parece ser el plan del gobierno.
–No es tan específico. De lo que hablan es de continuar contratando servicios al sector privado. No estoy de acuerdo con esto, y voy a hacer todo lo necesario para que no ocurra.
–¿Piensa que el laborismo sigue representando a la izquierda o cree que hay una falta de alternativa socialista real?
–Yo he sido toda mi vida miembro del Partido Laborista. El laborismo tiene un enorme apoyo sindical. Aspiro a que seamos un vibrante partido democrático que tenga el apoyo de la izquierda de este país. Claramente ha habido diferencias en estos cuatro años. Pero la prioridad hoy es luchar con todas las fuerzas por impedir un regreso del thatcherismo.

 


 

EL TORY OTTOWAY EXPLICA POR QUE VOTAR CONSERVADOR
“Es el tipo de gente que somos”

Por M. J.

Richard Ottoway es diputado conservador por Croydon South, una zona electoral tradicionalmente tory. Con una mayoría de más de 11.000 votos en las últimas elecciones, no teme perder su banca, pero se niega a hacer predicciones sobre el resultado de los comicios. En diálogo con Página/12, Ottoway intentó mantener el optimismo respecto de las elecciones y de la agenda conservadora.
–¿Qué espera para estas elecciones?
–Una victoria conservadora.
–¿A pesar de las encuestas?
–(Larga pausa.) No voy a decir que perdemos en vísperas de las elecciones. Queremos ganar y somos optimistas respecto al resultado.
–¿Por qué votar a los conservadores?
–No sólo por nuestro programa. Es el tipo de gente que somos. Creemos en el trabajo, en impuestos bajos, en la libertad individual para elegir cómo gastar el dinero que se gana. El gobierno laborista cree que el Estado es la respuesta a todo, que basta con gastar para solucionar los problemas.
–Sin embargo, los conservadores no proponen recortar el gasto público gubernamental y sólo prometen reducir unos 8000 millones de libras de impuestos, es decir, menos del 1 por ciento del PBI.
–Es cierto que en los próximos tres años no recortaremos el gasto público en salud, educación, transporte, policía, pero haremos recortes en la seguridad social y la administración pública. Aunque no nos hemos comprometido a nada firme, nuestra aspiración es que el gasto público se sitúe en un nivel sostenible. El laborismo está gastando más de lo que crece la economía, de modo que tarde o temprano tendrá que subir los impuestos o bajar el gasto público.
–Muchos creen que la ventaja que tienen los laboristas en las encuestas se debe a que han ocupado el centro de la escena política, robándoles a los conservadores muchas políticas.
–Ellos usan un lenguaje que se parece al de los conservadores. Hablan de menos Estado, de menos regulación, de mayor elección individual, pero hacen exactamente lo contrario.
–¿Qué pasa con William Hague si los conservadores pierden por un amplio margen como predicen las encuestas?
–No acepto la premisa de su pregunta. Para contestarle tendríamos que hablar el viernes.

 


 

�Tony Blair puede ganar el referéndum del euro�

Anthony Giddens, sociólogo de
la London School of Economics,
es el gurú intelectual de la Tercera Vía impulsada por Tony Blair, a la que se
dio por muerta, pero parece prepararse a resurgir con fuerza en las elecciones de hoy. Aquí, sus definiciones del momento.

Tony Blair habla ayer
en un pub de Yorkshire.


Por Berna G. Harbour

Que Anthony Giddens adore hablar sobre la Tercera Vía, que al fin y al cabo es su gran criatura, no tiene nada de extraño. Lo sorprendente es la pasión y la ironía rampante con que habla de la crisis de los conservadores británicos. En conversación con este diario por teléfono desde Londres, Giddens se despacha a gusto al hablar de los desastres que le esperan al partido “tory” y a su candidato, William Hague. “Los conservadores tienen el líder equivocado y las políticas equivocadas. Con semejante situación, no hay campaña que pueda ser eficaz”, asegura el director de London School of Economics, sociólogo de 63 años y creador de la Tercera Vía con la que Tony Blair obtuvo su victoria en 1997 y transformó el Partido Laborista británico.
Pero realmente, ¿qué puede hacer el Partido Conservador ahora que Giddens le ha robado el centro? Él admite que una de las razones del fracaso de los “tories” en esta campaña es la Tercera Vía. “Si los conservadores se han quedado en la marginalidad es por el éxito del Nuevo Laborismo, que ha conseguido votos en áreas que antes votaban a los ‘tories’. Los laboristas han empujado a los ‘tories’ a los márgenes con su éxito”, asegura. Y su única salida debe ser volver al centro. Pero no es ésta la única razón de su fracaso. Sus divisiones en el tema europeo, cuenta el profesor, son también campo minado para su futuro. “Uno de los dirigentes ‘tories’, Kenneth Clarke, por ejemplo, es marcadamente proeuropeo y en pocos días va a lanzar un gran alegato proeuropeo. Pero los nuevos jóvenes no son proeuropeos. Tienen un gran problema de división”.
Los laboristas, reconoce Giddens, también tienen sus divisiones sobre Europa, pero el mayor problema que van a afrontar es el siguiente: “Hay un gran dilema para el partido: para ganar el referéndum sobre el euro hay que empeñarse en una gran campaña de propaganda, pero cuanto más fuerte sea ésta, mayores problemas tendrá el gobierno si lo pierde. Lo mejor que puede ocurrir es que el euro se fortalezca. Eso nos ayudaría mucho”. Giddens, partidario de la incorporación al euro, cuenta que aunque un 70 por ciento es contrario al euro, sólo un 25 por ciento está fanáticamente en contra. Para el 50 por ciento de los contrarios el euro no es una prioridad. Por ello, “es posible ganar el referéndum”. Y cree que si mañana la victoria laborista es grande, se celebrará en los próximos dos años.
El profesor calcula que para obtener esa gran victoria que pronostican los sondeos es necesaria una participación de al menos el 70 por ciento. Y en tal caso, no ve ningún peligro en una inmensa mayoría. “Mientras el Partido Laborista siga siendo sensible a los problemas y continúe cumpliendo sus programas, será mejor que esté en una posición fuerte. Una gran victoria para los laboristas también es importante para el centro izquierda de Europa”. Ese centro izquierda se ha transformado y aplica las ideas de la Tercera Vía, llámese como se llame. “Para mí la Tercera Vía sólo es una definición de la política socialdemócrata en Europa. En Europa, con la excepción de España, la socialdemocracia estuvo fuera del poder durante mucho tiempo. Y ahora todos los partidos han cambiado. En un sentido genérico, la Tercera Vía está en todas partes. Nunca pensé que era sólo una idea para Blair, era una reestructuración de la socialdemocracia, había que hacer estos cambios y todos los partidos los han hecho. No es que sean todos iguales, pero el centroizquierda es bastante similar. Entre Jospin y Blair, por ejemplo, hay más diferencias retóricas que reales. Y que se use o no el término, a mí no me importa”.
Esa Tercera Vía, defiende, es la que ha llevado al Partido Laborista a la posición que hoy tiene. “Es la primera vez que un gobierno laborista no está en crisis económica al final de su primer mandato”. Y una vez logradala estabilidad económica, “es la hora de la educación, la sanidad y el transporte”. Giddens cree que será posible esa enorme inversión pública prometida por Blair sin subir los impuestos, ya que “la estrategia fiscal es correcta: conseguir mayor recaudación a partir de nuevos trabajadores, gracias a la disminución del desempleo, y no de un incremento de impuestos”. Al gobierno de Blair, sin embargo, le falta mucho, sobre todo en comunicación. “Tiene que articular qué tipo de país quieren. Tienen un problema de comunicación. La gente cree que el Nuevo Laborismo está vacío de contenidos. Yo sí creo que tiene contenidos, pero tienen que comunicarlos”.

 

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