Por Victoria Ginzberg
Carolina tiene veinte años,
campera de jean y un pañuelo violeta alrededor del cuello. Está
desocupada pero espera que con la detención del ex presidente Carlos
Menem llegue el trabajo que se fue con el plan económico de su
Gobierno. Apenas se enteró de que el reo estaba alojado a pocas
cuadras de su casa, agarró la cámara de video y se instaló
en la puerta. Ya arreglé con la revista Gente, si tengo algo
exclusivo me lo compran, dijo la joven desde una escalerita prestada
por un reportero gráfico y sin dejar de enfocar a las ventanas.
Como Carolina, decenas de curiosos se entreveraron con los cables de las
cámaras de televisión en la puerta de la quinta del ex presidente
de la Casa de la Moneda Armando Gostanian y se paraban en puntas de pie
para tratar de ver lo que pasaba al otro lado de la reja.
Por ahí sale, por ahí sale, gritaba desde la
esquina un grupo de chicos del barrio que se divertía tratando
de despistar a los cronistas. Desde hacía seis horas los periodistas
estaban parados frente a la chapa de Obligado 1450, entrada de la quinta
del principal productor de merchandising de la elección, reelección,
fallida re-reelección y el por ahora frustrado regreso de Menem
en el 2003.
Gostanian resultó ser un amigo fiel aun en las malas y le cedió
al ex presidente una casa estilo colonial, de dos plantas, de paredes
blancas y techo de tejas. La propiedad perteneció a Natalio Botana,
el director del mítico diario Crítica. La construyó
para su hija por eso a esta zona le dicen barrio Crítica,
contó Nucha, una vecina que vive a una cuadra desde
hace 25 años. La mujer no está muy contenta con la mudanza
del ex presidente: para nosotros es una perturbación. Cuando
estaba Gostanian sólo había tranquilidad. Nunca hubo desbordes,
aún cuando venía Zulema Yoma en sus épocas de primera
dama. Ultimamente los Gostanian venían muy poco pero desde hace
un mes estaban arreglando el lugar.
La cárcel ocupa media manzana y tiene ocho habitaciones
tres en suite dos quinchos, piscina, un hermoso patio andaluz
con una fuente, un parque con árboles frutales y cinco perros ovejeros.
Pero el ex Presidente se tendrá que privar de jugar al tenis o
al golf. Su flamante esposa, Cecilia Bolocco será la garante,
responsable de cuidar al reo pero no de que éste acate las disposiciones
del juzgado. La figura de Bolocco no quedó escrita en tribunales,
fue un acuerdo tácito entre el juez, el preso y sus abogados defensores.
Menem llegó a Don Torcuato cerca de las 13 y a los pocos minutos
los alrededores de la quinta ya estaban rodeados por periodistas, curiosos
y policías. Durante toda la tarde amigos y ex funcionarios se acercaron
hasta para saludar al ex presidente. Un grupo de incondicionales de Chilecito
desplegó un pasacalle en la puerta de la casa que decía
Dr. Carlos Menem, Chilecito te apoya. Eduardo Menem tuvo la
deferencia de acercarse hasta la puerta y hablar con los manifestantes.
Les aseguró que su hermano estaba bien y que les mandaba saludos.
El ex secretario de Turismo, Francisco Paco Mayorga; el gobernador
pampeano Rubén Marín, el médico personal de Menem,
Alejandro Tfeli; Eduardo Menem y su hijo Adrián, los senadores
Eduardo Bauzá y Carlos Corach, el ex secretario de Lucha contra
el Narcotráfico, Alberto Lestelle fueron algunas de las personas
que se acercaron hasta Don Torcuato para ver a Menem. También llegaron
camionetas de Rigars, la fábrica de camisas del dueño
de casa, quien se ufanaba de que su jefe de dijera: Gordo Bolú.
El ex presidente recibió cajas, canastos con ropa y algunos muebles,
señal de que planea acondicionar el lugar.
Los visitantes entraban y salían en autos con vidrios polarizados
sin hacer declaraciones a los periodistas. Mayorga fue el único
que habló: Menem está perfecto, afirmó.
Adentro, los visitantes elaboraban teorías que convertían
el arresto del ex presidente en una continuación de las persecuciones
sufridas por el movimiento peronista desde sus orígenes. Mientras
se sucedían las visitas, afuera seguían llegando los curiosos.
Chicos en bicicletas, mujeres con sus bebés y hombres arriba de
los árboles querían ver qué pasaba detrás
de las cortinas. Cuando ya había oscurecido, una agrupación
llamada Fuerzas Armadas Sanmartinianas aprovechó para
tirar sus volantes, que hablaban de la necesidad de establecer las
bases de una Patria que contenga una comunidad organizada.
Los comerciantes de la zona fueron los más beneficiados. En la
esquina, sobre la avenida Alvear, la empleada de la estación de
servicio se quejaba de la cantidad de café que había tenido
que hacer durante toda la tarde. Pero para algunos vecinos el rechazo
a Menem no se basa en el clima bullicioso que adquirirá el barrio
con su presencia: Con tanto que robó, no debería estar
acá, tan cómodo, expresó Ricardo, de 36 años.
LAS
VENTAJAS DE MENEM POR SER SEPTUAGENARIO
Un preso con mucho confort
En estos días la vida
de Carlos Menem en la casa de su amigo Armando Gostanian quizá
no sea un lecho de rosas, pero tendrá una cantidad importante de
libertades y comodidades. Salvo la posibilidad de salir de la vivienda,
claro, una de las pocas limitaciones concretas que le impone la ley que
regula la prisión domiciliaria para un detenido mayor de 70 años.
El juez Jorge Urso aún no resolvió su situación procesal,
de modo que la única razón de su arresto era evitar que
el ex presidente se fugara o entorpeciera la investigación. Más
adelante, si Urso finalmente dicta la prisión preventiva y según
como se comporte Menem, podría agregar limitaciones.
¿Puede dar reportajes?
Podría perfectamente, porque no está incomunicado. Eso sí,
sin salir de la casa, que es uno de los pocos límites que especifica
la ley. Hablar con la prensa es un derecho que no se vulnera porque esté
detenido.
¿Puede recibir visitas?
No tiene restricciones para recibir gente ni hace falta permiso del juez.
Sólo hay un libro para registrar la visitas que recibe.
¿Puede hacer una reunión
del PJ o una fiesta?
No sería lo más apropiado, pero puede. Más adelante,
si Jorge Urso dicta la prisión preventiva de Menem podrá,
si lo considera necesario, ponerle más limitaciones, por ejemplo,
a quiénes y cuántas personas entran a la casa si considera
que su presencia puede interferir en la investigación.
Lo pueden visitar a cualquier
hora?
Tampoco hay peros para eso, aunque el juez puede cambiar de
idea.
¿Puede hablar por teléfono?
Por ahora puede, incluso puede usar teléfono celular, un privilegio
que a Emir Yoma le quitaron estando preso en Campo de Mayo.
¿Pedir un delivery y
tomar alcohol?
Todo lo que quiera.
¿Puede vivir con cualquier
persona?
Sí, a menos que el juez evalúe que puede interferir en la
causa.
¿Puede salir a dar una
vuelta, como hizo el genocida Emilio Massera?
Es una de las pocas prohibiciones concretas de la ley 24.660. Si viola
la obligación de permanecer en el domicilio fijado
o si los resultados de la supervisión efectuada así
lo aconsejaren tendrá que ir a una cárcel común.
¿Y a saludar al balcón
o a la vereda, como el dictador Jorge Rafael Videla?
No puede salir del perímetro del lugar en el que está alojado.
Si quiere se puede tirar a la pileta, practicar golf, hacerse un asadito
o regar las plantas. Pero no puede asomarse a la vereda ni saludar desde
un balcón.
¿Quién lo vigila?
El juez puso personal de la Policía Federal a custodiar la casaquinta,
aunque no está obligado a hacerlo. El gobierno de la provincia
también mandó policías propios. La ley dice que deberá
estar supervisado por un patronato de liberados o un servicio social
calificado, pero es algo que suele aplicarse a los condenados.
¿Quién es el
responsable de lo que haga o le pase a Menem?
La responsable, por ahora tácita, es Cecilia Bolocco, pero no en
sentido jurídico sino que es para cumplir una especie de rol de
garante o cuidadora. En realidad como esta ley
fue pensada para enfermos de sida o terminales y personas mayores quizá
no autoválidas, la idea era que hubiera alguien que asumiera el
cuidado. El responsable jurídico es Urso.
OPINION
Por Miguel Bonasso
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La saga continúa
Lo anticipamos en esta columna el 26 de mayo último cuando
muchos dudaban y se cumplió: el ex presidente Carlos
Menem quedó preso en la causa por la venta de armas a Croacia
y Ecuador. Un vaticinio que llenó nuestro mail de inofensivos
(y anónimos) insultos menemistas. La verdad es que no hacía
falta ser Nostradamus ni odiar al ex presidente para vaticinarlo.
Más allá de las teorías conspirativas que circularon
profusamente en cafés y redacciones, una lógica implacable
lo condenaba: la lógica del expediente. Porque los expedientes
judiciales como bien lo intuyó Kafka alcanzan
vida propia y terminan imponiéndola a quienes quedan en la
mira. Y eso es válido, aun para una Justicia tuerta como
la argentina.
A partir del quiebre de Luis Sarlenga, la causa que había
dormitado durante los años en que el menemismo estaba en
el poder adquirió una dinámica vertiginosa que, en
horas, derrumbó al ex cuñado y cajero de Carlos Menem,
Emir Yoma. Cuando eso ocurrió, el sagaz Carlos Corach le
dijo al oído al devaluado Jefe: Van por vos.
Lógica pura: si Emir era catalogado como organizador
de la asociación ilícita, a Menem sólo le cabía
el sayo de jefe de la presunta banda.
Después, las preventivas de Erman González y el general
Martín Balza vinieron a confirmar que los días en
libertad de Carlos Menem estaban contados. Una sociedad acostumbrada
a décadas de impunidad se resistía a creer que el
Turco el intocable que había hecho pacto con
la serpiente de Anillaco podía ser encarcelado, aunque
fuera en esta versión light del arresto domiciliario que
un garantismo para ricos y famosos ha establecido en la Argentina
posmoderna. (En Inglaterra, cuna de la democracy acabamos
de verlo con el septuagenario ladrón del robo al tren correo
uno puede tener 72 años y tres ataques cerebrales y lo mismo
te mandan a un penal de máxima seguridad. Aunque, pensándolo
bien, condenarte a pasar años de tu vida observando cómo
Armando Gostanián corta el pasto enfundado en un jogging
violeta puede acabar convirtiéndose en un gesto de refinada
crueldad más gravoso que un penal británico).
De nada le sirvió al ex presidente insinuar en el programa
de Nico Repetto que los cuestionados decretos habían sido
inspirados en la vocación imperial de ayudar a los croatas.
Pocas horas después, un vocero del Departamento de Estado
lo desmentía con todas las letras. Pensar que Washington
actuaría de otra manera era una ingenuidad similar a la del
temulento Leopoldo Galtieri cuando creyó advertir un guiño
favorable en el parpadeo también alcohólico del general
de la CIA Vernon Walters, para que se lanzara a la terrible aventura
de Malvinas.
Menem no ha leído bien el expediente. Y tampoco sus abogados.
Si lo hubieran hecho habrían descubierto que Estados Unidos
no contestó seis exhortos del juez Jorge Urso referidos al
rebote en el MT Bank de USA de dinero canalizado por la interesante
empresa Daforel. Estados Unidos trata de no dejar huellas y respeta
la máxima que el poder aprendió en la antigüedad:
Roma no paga traidores.
Este y otros errores, como el creer que Jorge Urso tenía
razones para seguir temiéndolo cuando ya carecía de
poder político, llevaron a Menem a la triste situación
en que se encuentra. Que, sin duda, se verá agravada en los
próximos días, cuando le caiga la interdicción
sobre bienes y cuentas y se vea obligado a gastar únicamente
la pensión de ex presidente. O peor aún, cuando el
juez Urso y el fiscal Carlos Stornelli avancen en la investigación
de su posible enriquecimiento ilícito y provoquen -queriéndolo
o no una sorda batalla de intereses entre familiares, cónyuges,
amigos, prestanombres y contadores. Y, obviamente, otras detenciones,
entre las que no habría que descartar la de la propia Zulemita
dueña en los papeles de La Rosadita de Anillaco
y la casa de la calle Echeverría. Dos propiedades que cerró
a cal y canto a su desafortunado padre. La saga continúa
y el próximo capítulo debería ser la
ruta del dinero. Algo que reclamaba, en off, el general Martín
Balza días antes de su detención. Revelándole
a este cronista algo que recién anteayer soltó en
su indagatoria: que en esta causa no son todos los que están
ni están todos los que son. Que falta Alberto Kohan (que
declarará como testigo en agosto) y un experto en el tema
armas, el ex embajador menemista en el Vaticano y actual secretario
de la gobernación de Carlos Ruckauf, Esteban Caselli. El
hombre cuyo testimonio, sumado al de Sarlenga, impidió que
Cecilia Bolocco pasara su anhelada luna de miel en el George V de
París.
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