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EL GOBIERNO CREE QUE SE BENEFICIA PERO NO PUEDE DECIRLO
Hacer como que acá no pasa nada

En la Casa Rosada aceptan
que sería contraproducente alegrarse públicamente por la suerte de Menem. Por eso mandaron callar a Patricia Bullrich. Quiénes piensan en el indulto.

Fernando de la Rúa ayer
brindócon los periodistas, en su día.
Ponderó la libertad con que trabaja
–ahora– la Justicia.

Por Fernando Cibeira

El gesto público más notorio del Gobierno fue mantener la calma y hacer como que por aquí no ha pasado nada. Así, mientras el flamante reo Carlos Menem era trasladado a su prisión particular en una quinta de Don Torcuato, el presidente Fernando de la Rúa se mostraba ante la televisión que cubría el brindis por el Día del Periodista: se limitó a ponderar la libertad con la que actuaba la Justicia y aclaró que la detención no causaría problemas “políticos o institucionales”. Por dentro, la sensación era diferente. La lectura mayoritaria era que el Gobierno se beneficiaba pero que cualquier manifestación de alegría sería contraproducente. Por eso, quienes habían salido con alguna declaración fuerte sobre el tema, como la ministra Patricia Bullrich, recibieron la recomendación de llamarse a silencio. El único interrogante abierto tenía que ver con la reacción del PJ. Tanto que algunos ya analizaban la alternativa de un indulto, una idea que tendría sus mayores adeptos en el Ministerio del Interior.
El primero en hablar fue el ministro de esa cartera, Ramón Mestre. La noticia de la detención de Menem tenía apenas algunos minutos de antigüedad. “No creo que afecte la gobernabilidad ni que altere el clima social”, opinó. Mestre aseguró que en la sugestiva reunión que mantuvo días atrás con el senador Carlos Corach no habían evaluado la salida de un indulto presidencial para Menem. El miércoles, la posibilidad había sido calificada como “descabellada” por De la Rúa y quienes tuvieron la oportunidad de conversar del tema con él, aseguraban que repite lo mismo en privado.
Sin embargo, en Interior no pensaban lo mismo. Todo porque quedaban dudas sobre cuál podría ser la actitud del peronismo en el Congreso ante la situación en la que quedó su todavía jefe partidario. “Sabemos que hay un grupo de legisladores peronistas que se volverán opositores furiosos, pero creemos que la mayoría no modificará su actitud”, evaluaba un vocero que consideraba que la respuesta final sólo se conocería con los días.
Si los disconformes ganaban terreno se volvería muy dificultoso el tratamiento de los proyectos de la Rosada en el Parlamento. Con ese razonamiento, evaluaban en Interior, lo del indulto no era nada descabellado. Pero, antes que avanzar en el análisis, debía existir una aceptación de culpabilidad. “No se puede indultar a alguien inocente. Por lo menos, Menem tendría que admitir que se equivocó”, analizaba una alta fuente del ministerio.
Con todo, al menos ayer, esa no era la posición que prevalecía en la Casa de Gobierno. Cerca del Presidente relativizaban la incidencia interna que podría tener la detención de Menem y ponían como ejemplo la escasa concurrencia de partidarios que habían ido a apoyarlo a Tribunales. “Habían prometido más de diez mil personas y apenas si fueron doscientos”, sostenía un funcionario. Y que, sin necesidad de mandar a hacer una encuesta, podían anticipar que la opinión pública mejoraría su percepción de la gestión delarruista con Menem preso.
Al fin y al cabo, la investigación de los ilícitos cometidos durante el menemismo fue una de las promesas de campaña de la Alianza, por más que en esta caso el Gobierno haya tenido poca o ninguna incidencia. “¿Qué van a decir los que hablaban de un pacto De la Rúa–Menem?”, decía anoche un funcionario de jefatura de Gabinete. Incluso, en conversaciones con otros hombres del gobierno, Chrystian Colombo se acordó ayer del ex ministro Federico Storani y de las acusaciones de sus últimos reportajes.
Eso sí, entendían que cualquier efecto beneficioso quedaría anulado en caso de demostración de alegría por la –mala– suerte de Menem. En las apariciones de ayer, los funcionarios –en una postura que se extendió a todos los dirigentes de la Alianza– aclararon que no había motivos para felicidad. Hasta hubo quien comparó la situación con un velorio ajeno en el que cualquier acotación quedaría fuera de lugar. En ese sentido, desde las cercanías presidenciales bajó la recomendación de evitar las declaraciones subidas de tono. Bullrich recibió un tirón de orejas por su aparición del miércoles en la que acusó al gobierno de Menem de haberse carecterizado por su total falta de ética. La posición oficial quedó en manos de De la Rúa: “Es un hecho importante, porque se trata del ex presidente de la Nación. Pero lo importante es que no pensemos que esto sea el único y excluyente tema que deba absorbernos y preocuparnos”.

 

Para Ibarra es una señal

El jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, dio ayer su opinión sobre la detención de Carlos Menem. “No debe llamar al festejo ni a visiones conspirativas. En un país de impunidad histórica no es menor que las decisiones judiciales alcancen a aquellos que estén vinculados con el poder. También es una señal para todos los que han tenido o tienen responsabilidades de Gobierno, ya que a partir de ahora nadie podrá creer que tiene la impunidad garantizada. Nada grave puede ocurrir a la Argentina porque un Presidente esté preso. Por el contrario, si respetamos la independencia de la Justicia habremos dado un gran paso para pasar de una política sospechada a una política que hace cumplir la ley y se somete a ella”, aseguró Ibarra. Por su parte, el secretario de Empleo, Horacio Viqueira, que impulsó la causa de las armas durante su paso por Diputados, rechazó las insinuaciones menemistas sobre su presunta influencia en el proceso. Viqueira dijo que se limitó a “aportar pruebas” y agregó que “es necesario saludar la independencia de los magistrados y funcionarios del Poder Judicial que intervinieron en el caso”.

 

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