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EL MINISTRO DICE QUE EN LA CAUSA NO HAY NADA EN SU CONTRA
Según Cavallo, el juez no lo citará

Mientras el ministro Cavallo decía no tener miedo de ir preso en la causa armas, los mercados reaccionaron no sólo con calma sino positivamente.

El ministro trató deconcentrar la atención en Monzer al Kassar, más que en Menem.

“No tengo miedo. Si no pudieron meterme preso cuando tenían a todos los jueces favorables al gobierno (de Menem), y yo no tenía ningún tipo de protección, no lo van a hacer ahora. Si no me pudieron meter preso hasta ahora era porque no había nada contra mí.” Así, Domingo Cavallo tomó distancia de la causa armas, despegándose de la suerte del ex presidente Carlos Menem. Más aún, para el ex ministro de Economía de Menem y actual de la Alianza, el juez Jorge Urso “tiene mi libro El peso de la verdad como libro de cabecera”. Por otro lado, Cavallo negó que la detención del ex presidente pueda tener algún impacto negativo en los mercados o en la economía en general.
Ayer por la tarde, Cavallo ofreció un cocktail de camaradería a los medios de prensa acreditados en el Palacio de Hacienda, como parte de los festejos por el Día del Periodista. En el quinto piso del Ministerio, en el Salón de Cuadros, entre canapés y sandwichitos, el ministro no se privó de hablar desde el comienzo del tema del día.
“Esto no tiene que tener ningún impacto en los mercados. Ayer (por el miércoles), el riesgo subió un poco. Pero hoy (por ayer) bajó y la Bolsa se recuperó. Es un tema judicial que no va a tener consecuencias en la economía”, aseguró.
Consultado sobre si él mismo puede ser citado por el juez Urso por haber firmado uno de los decretos de ventas de armas, Cavallo respondió: “¿Cuál es la novedad de que yo firmé uno de esos decretos? El juez ya me citó varias veces como testigo, a veces respondí personalmente y otras por escrito”, explicó.
Luego dijo que “a mí no me parece que la figura de la asociación ilícita sea la mejor. Sí hay una mafia en el tráfico de armas que en la Argentina operó a través de ese traficante que reside en España, (Monzer) Al Kassar”, afirmó. “Pero igualmente, en todas las oportunidades en que me citó el juez quedó claro que yo no participé de esa asociación ilícita”, agregó.
Sobre los vínculos entre Al Kasar y el menemismo, Cavallo escribió en su libro El peso de la verdad, publicado en 1997, un año después de haber sido desplazado del Ministerio de Economía por Menem.
Distendido, en varias oportunidades Cavallo buscó desviar el tema de conversación. “No me hagan hablar de estas cosas porque me embalo”, dijo. Pero una y otra vez volvió sobre la cuestión. Y hasta desautorizó a su jefe de prensa cuando éste sugirió que sus dichos fueran tomados sin atribución de identidad. “Pero cómo voy a estar hablando off the record con tantos periodistas presentes”, se rió.
En la versión Cavallo, cuando él dejó el Ministerio se inició su persecución judicial por parte del menemismo. “Estuvieron buscándome cinco años elementos para meterme preso y no encontraron nada. Y era la época en que estaba Menem, la servilleta (de jueces) de Corach, y toda la justicia controlada por el menemismo”, afirmó. “Si no lo pudieron hacer entonces, cuando yo estaba sólo y sin ninguna protección, no lo van a hacer ahora”, concluyó.
Más aún, recordó que “Menem le había dicho a gobernadores justicialistas que yo me iba a cansar de recorrer pasillos en tribunales”. Y se rió cuando Página/12 le dijo que Corach niega que haya existido la servilleta de jueces adictos al menemismo y que para el ex ministro del Interior la mejor prueba es la actitud del juez Urso, uno de los que, según Cavallo, figuraban en dicha servilleta.

 


 

LA COCINA DE LAS COBERTURAS
Tele y radio, nariz a nariz

Por Patricia Chaina

“¿Vos sos la que hizo la nota con Eduardo Menem?”, le pregunta una mujer, visiblemente contenta por la detención de Carlos Menem, a la movilera de Radio Rivadavia María Luisa Conforte. Mientras, un grupo de jóvenes grita: “¡Aguante Patillas!”, con la clara intención de salir por el audio de su celular. Conforte está de guardia en la vereda de una calle de tierra: la avenida Alvear, en Don Torcuato, sobre la que se encuentra la quinta donde el ex presidente está detenido hasta que el juez determine lo contrario.
“En Rivadavia fuimos los primeros que tuvimos la noticia de la detención, y la dimos como condicional antes de las 10 y media de la mañana”, sostiene Conforte. Desde el día anterior, cuando Menem anunció que iba a hablar desde el hotel Presidente y el juez Urso confirmaba su indagatoria para ayer, hubo una guardia en la que se pasaron la posta movileros, redactores y noticieros enteros. “Como ya ocurría otras veces en el gobierno de Menem –explica Conforte–, nosotros tuvimos tres móviles en el hotel, porque era un actitud muy suya decir que iba a hablar en el segundo piso y salir por una puerta lateral.”
La noche del miércoles llegó con guardia al edificio de Libertador donde está el departamento de Cecilia Bolocco. Desde ahí comenzó, ayer a las 8, la transmisión de radio y TV que contó con el exclusivo protagonismo del ex presidente. Los canales de cable TN, Crónica y 26, junto a los noticieros de los canales de aire, apostados con cámaras y camiones de exteriores, aguardaban una salida estrepitosa. Y así fue. Tres coches custodiaban el paso del automóvil donde Bolocco y Menem viajaban a Tribunales: vidrios polarizados y a contramano, seguidos por un enjambre de motos. “Los autos de la custodia volanteaban para que las motos no se acercaran, y una se nos vino encima”, declaró uno de los motoqueros accidentado en el cruce de General Paz. Y ya no hubo calma en la emisión especial del nuevo día D de Carlos Menem.
Desde los estudios de TN, Claudia Cherzasco y Guillermo Lobos detallaban las imágenes logradas por sus dos cámaras en vivo, más una tercera sobre un camión grúa, que les permitió una panorámica de la situación en todo momento, con comentarios de Sergio Lapegüe. Otras cuatro en las puertas de Tribunales y una periodista dentro del palacio, Miriam Lewin –quien confirmó la detención a las 10.34–, sin cámaras. Otra en casa de gobierno y otra en el cementerio de San Justo donde Zulemita Menem fue a visitar la tumba de su hermano, completaron un cuadro que ningún otro canal pudo alcanzar. Sin embargo, cuando TN colocó la placa que anunció la posibilidad de la detención, a las 10.32, Crónica también sobreimprimió un “habría quedado preso”. Canal 26 prefirió el “podría quedar detenido”. Y las radios comenzaron a cronometrar su aire. Fue Mitre la que, en boca de Mariel De Lenarda, confirmó la detención. “Al toque lo tiró la TV, 10.37”, recuerda Miguel Verdum, periodista de Radio Mitre, quien equiparó esta cobertura con “la muerte de Yabrán y la de Favaloro, y mucho más que la de Rodrigo. Pero hubo buen nivel de todas las radios grandes, se jugaba por llegar primero casi por una nariz, como los caballos”, ironizó refiriéndose a Rivadavia, Continental y Radio 10.
Para los productores de TN, que llegaron primero que nadie a la quinta de Don Torcuato –y obtuvieron la exclusiva del “piquito” que se dieron los recién casados al entrar en la quinta–, esta cobertura tuvo “un nivel de primera línea” y la satisfacción de haber llegado primero a Torcuato, a San Justo, a insertar declaraciones de De la Rúa mientras emitían en directo desde Tribunales. Quizá porque jugaban a favor la previsibilidad. “En el impacto de la AMIA, la muerte de Menem Junior y la explosión de Río Tercero –sostiene un productor del canal–, lo imprevisible hacía más caótica la cobertura.” En la redacción de Crónica TV sostienen que una cobertura así se da solo en situaciones como una elección nacional. Pero sin boca de urna.

 


 

EL RIESGO PAIS BAJO
893

Por Claudio Zlotnik

La detención de Carlos Menem no perturbó los negocios en la city. Más bien pareció todo lo contrario. Las acciones subieron 2,7 por ciento en promedio y el riesgo país cayó por debajo de los 900 puntos por primera vez en el último mes y medio. Terminó exactamente en los 893 puntos, 18 menos que el día anterior. La suerte del ex presidente fue tema obligado entre banqueros y empresarios, preocupados por el eventual efecto negativo que el caso pudiese tener sobre la marcha de la economía.
La reacción positiva del mercado justo el día que lo encarcelaban puede haber hecho pensar al ex presidente sobre la falta de lealtad que caracteriza al mundo de los negocios. Durante una década, Menem cumplió cada uno de los deseos de los financistas. Los banqueros e inversores le regalaron aplausos y lo llenaron de agradecimientos. Lo vieron alto, rubio y de ojos azules. Pero el hechizo se rompió y, por las vueltas que pega la vida, ahora lo que más preocupa a los financistas es que Domingo Cavallo no quede involucrado en la misma causa judicial que obligó a Menem a pernoctar en la quinta de su amigo en Don Torcuato. “La única causa que puede derrumbar al mercado sería una citación judicial al Mingo”, refrendó en diálogo con este diario un importante directivo de un banco extranjero.
Cuando se conoció la decisión del juez Jorge Urso, los negocios en la city recién comenzaban. Casualidad o no, las cotizaciones de los bonos argentinos, que en el mercado londinense operaban con bajas cuando en Buenos Aires todavía era madrugada, cambiaron la tendencia no bien se inició la rueda en el microcentro y ya se sabía que Menem quedaría preso. Y el rally alcista no se detuvo hasta el final de la tarde, con alzas en los títulos públicos de hasta un dos por ciento, como fue el caso del flamante Global 2018.
No bien el ex jefe de Estado perdió su libertad, las casas matrices de los bancos extranjeros se comunicaron con sus filiales del microcentro. Si bien la detención de Menem era algo previsible desde el día anterior, los banqueros querían saber si la orden judicial agravaría los problemas de gobernabilidad en la Argentina. “Está todo tranquilo. El Gobierno no interfiere y los máximos referentes del justicialismo tomaron la cuestión con mucha calma”, contestó un directivo de uno de los bancos líderes a su jefe que lo escuchaba a diez mil kilómetros de distancia.
Consultados por Página/12, los banqueros quitaron dramatismo a la detención de Menem. “Durante mucho tiempo la sociedad argentina reclamó que se acabase la impunidad. De alguna manera, el hecho de que Menem esté preso habla de un país serio con una Justicia independiente. Y me parece muy bien que sea así”, señaló a este diario Carlos Heller, presidente del Banco Credicoop. En una línea similar se expresó Enrique Olivera, titular del Banco Nación: “Es una manifestación de la Justicia actuando en forma independiente. No hay motivos para pensar que el hecho interferirá en la economía”, dijo.
En las empresas, el clima fue similar al que se vivió en el microcentro. Consultado por Página/12, el presidente de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio De Mendiguren, se limitó a decir que la orden del juez Urso “muestra que en la Argentina funcionan a pleno las instituciones. Espero que esta cuestión no tenga impacto en la economía porque la Argentina tiene salida”, apuntó. Los grandes empresarios prefirieron opinar sin dar su identidad. El gerente de una alimentaria líder expresó: “Seguimos los acontecimientos muy de cerca para ver si tiene implicancias políticas que afecten los negocios. Pero, por ahora, descartamos influencias de este caso en la economía”, dijo.

 

OPINION
Por James Neilson

Un momento muy especial

La verdad es que están en lo cierto todos aquellos que señalan que sería difícil concebir un momento menos oportuno para la detención de Carlos Menem. Como subrayan, el país está inmerso en una crisis económica tremenda de la cual no podrá salir a menos que la “clase política” se tranquilice un poco para poder pensar en qué hacer a fin de prevenir un colapso, un estallido en gran escala o, lo que sería más probable, los dos juntos, de modo que le hubiera convenido ahorrarse el espectáculo nada edificante del arresto de un ex presidente “hegemónico” que se ha visto obligado a interrumpir su luna de miel por un asunto sucedido casi diez años antes que, para colmo, podría considerarse un episodio menor en comparación con los muchos otros escándalos que se las ingenió para protagonizar en el mismo período. Sin embargo, no es cuestión de una coincidencia infeliz. Es que de no haberse producido el parate económico que tanto ha contribuido a desprestigiar a la “clase política”, Menem sería con toda seguridad un hombre libre, porque los demás integrantes de su corporación lo hubieran protegido politizando la causa por la venta ilegal de armas y enviando al juez Jorge Urso algunos mensajes inequívocos que no le hubiera sido dado pasar por alto. ¿El que lo hayan abandonado a su suerte a Menem se debe a nada más que su respeto sin límites por la independencia de la Justicia? Sería bueno poder creerlo.
A su manera, la caída de Menem es síntoma del desmoronamiento del orden político tradicional. Hay muchos otros. Las divisiones ideológicas o “doctrinarias” apenas existen. Tampoco puede detectarse una conexión entre lo que dicen los “dirigentes” y lo que hacen. Los relineamientos que están produciéndose son a lo sumo provisorios. Viejas lealtades son negadas y la palabra “traidor” se ha convertido casi en una manifestación de afecto. Debilitada la solidaridad corporativa, hasta los ex intocables tienen motivos de sobra para temblar y por fin representantes de la Justicia, en base a vaya a saber cuáles motivos, pueden internarse sin dificultad en un mundillo que antes les resultaba casi impenetrable a menos que los jefes de turno decidieran que les correspondía sacrificar a algún compañero o correligionario prescindible.

Este es el lado bueno de la crisis política. El malo es que en su estado de confusión actual los “dirigentes” no están en condiciones de hacer frente a un desbarajuste socioeconómico que pronto podría desatar un pandemonio tan formidable que cualquier destino que le aguarde a Menem sería, como decían los peronistas, un tema meramente anecdótico.

 

OPINION
Por Eduardo Aliverti

Detrás está la gente

Connotados analistas, intelectuales, hombres de prensa, sostuvieron durante los últimos años que Menem preso era una probabilidad cercana a la alucinación. Y coincidían en el argumento central: las facturas que el establishment, local e internacional, le deberían al sultán de La Rioja para toda la eternidad. En segundo término se mentaba un certificado de impunidad otorgado por los radicales al menemismo, a cambio de un largo período de tranquilidad que éste le brindaría a la Alianza desde su rol opositor. En tercer lugar, complementando al anterior, se aducía que la “corporación” política (y básicamente el bipartido PJ-UCR) jamás permitiría un escenario capaz de desatar una ruptura de los pactos de silencio. Y en última instancia, el descreimiento acerca de que algún juez se decidiese a encarcelar nada menos que a quien se encargó de montar una estructura judicial “servilleta” (en la cual, como si fuera poco, siempre se ubicó a Jorge Urso).
A primera vista, todo ese edificio argumentativo que renegaba de Menem preso era casi irreprochable. Mucho más si se le sumaba que al frente del Ejecutivo hay un acérrimo conservador como Fernando de la Rúa, no sólo en el sentido ideológico del término sino –y esencialmente– en el de abonado a las prácticas corporativas de la dirigencia partidaria (que el propio Presidente corroboró con su ambiguo papel –por ser suaves– en el caso de los sobornos en el Senado). Sin embargo, la realidad demostró otra vez que no hay más destino que el que se construye. Y que en ese proceso juegan factores psicológicos y hasta absurdos, que los análisis extremadamente grandilocuentes dejan escapar. Por ejemplo: ¿en una causa donde se habla de coimas por valor de 80 millones de dólares el menemismo deja que se le escape Sarlenga (Luis, titular de Fabricaciones Militares cuando el desvío de armamento), quien terminó de quebrarse cuando no aparecían los 150 mil pesos que necesitaba de fianza para quedar libre? Sí, fue así. ¿Un juez apadrinado por referentes menemistas despierta la causa que él mismo dejó dormir, y en un par de meses manda detener a un ex ministro, al ex Gran Cuñado y al mismísimo jefe? Sí, es así. Porque quiere entrar en la Historia o por lo que fuere.
También interviene, desde ya, el hecho de que Menem dejó de ser hace rato una punta de lanza políticamente imprescindible para las patronales económicas. Pero ningún porqué alcanza la estatura del clima de presión creado por el hartazgo social frente a la impunidad. Eso es lo que terminó de envolver a todo y a todos: juez, fiscal, intentos de la “corporación”, el temor ante lo imprevisible. Un clima tan necesario como legítimo.

 

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