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IRAN CELEBRA HOY SUS ELECCIONES PRESIDENCIALES
Votando en la gran teocracia

El reformista Mohamed Jatami
es el favorito en las elecciones
de hoy. Busca repetir el éxito de 1997, cuando fue plebiscitado a la presidencia por un 70 por ciento. La oposición se presenta dividida.

El ayatolá Mohamed Jatami, líder reformista, clérigo moderado y actual presidente.

Por Alfredo Grieco y Bavio

Una batalla desigual de los ayatolás buenos contra los malos es la historia oficial iraní desde hace al menos cuatro años, cuando venció en las elecciones presidenciales el reformista Mohamed Jatami. Hoy se decide la renovación de su mandato y, aunque es el favorito, enfrenta a nueve candidatos conservadores. Su victoria es segura, pero el precio es que falten muchos años para que la teocracia más grande del mundo admita en su interior algo parecido a un pluralismo democrático a la manera occidental.
Lo primero que hay que decir del poder civil en Irán es que no existe. La mayor autoridad del país es religiosa: el Guía Espiritual, elegido por la Asamblea de los Sabios. El cargo es vitalicio; su titular no puede ser desaforado, como lo fue en Chile el antidemocrático senador Augusto Pinochet. Desde la muerte de Ruhollah Jomeini en 1989, el imán Alí Jamenei guía espiritualmente a Irán. Controla directamente el Consejo de los Guardianes (pasdaran), que velan por la pureza de la República Islámica fundada en 1979. El Guía Espiritual puede anular de modo inapelable las decisiones de presidente y Parlamento.
A las elecciones de hoy sólo se presentaron candidatos religiosos (mullahs). Los principales entre los nueve rivales conservadores de Jatami son el ministro de Defensa contraalmirante Alí Shamjani, el economista ex ministro de Trabajo Ahmad Tavakol y el ex jefe de inteligencia Alí Fallahian (como si el peruano Vladimiro Montesinos se presentara a elecciones). La oposición a Jatami es débil y se presenta dividida, lo que parece garantizarle una victoria cómoda, aunque se ignora si sus partidarios aciertan en su convicción de que superará las dimensiones del 70 por ciento con que fue plebiscitado en 1997. El voto militar irá al contralmirante Shamjani, mientras que el grueso del voto conservador prefiere a los otros candidatos. A favor de Jatami juega el repudio en masa de las 40 mujeres que aspiraban a presentarse como candidatas presidenciales decretado por el Consejo de los Guardianes. Esto promete al actual presidente la convergencia del voto femenino.
El lunes, Teherán celebró el duodécimo aniversario de la muerte de Jomeini, este año separado pocos días de la elección presidencial de hoy. Más de 100.000 peregrinos de todo Irán confluyeron sobre la capital, en auto y ómnibus, pero también a pie y en silla de ruedas los mutilados de guerra, para oír al sucesor del gran revolucionario islámico. Jamenei fue inequívoco en su invitación a votar y en su ataque al reformismo: “Voten todos contra el enemigo”. “Muerte a los opositores”, respondía la multitud reunida. Jamenei repitió sus exhortaciones a derrotar “el complot de los enemigos, de quienes no creen en los valores del Islam, del martirio y de la Guerra Santa”. Al lado de Jamenei, en el palco oficial, estaba Jatami. También el ayatolá Mahmud Hashemi Shahrudi, presidente de la Corte Suprema, y líder de un poder judicial que es el mayor baluarte conservador en el Estado, con su defensa invencible en contra de cualquier corrupción del régimen clerical.
Los cronistas occidentales consignaron la repetición de los slogans “Muerte a Estados Unidos”, “Muerte al régimen sionista de Israel”. Entre el común de la población, el primero es ya en buena medida un cliché (no el segundo), como lo señalaban esos mismos cronistas que registraban que en el solemne aniversario de Jomeini todos los jóvenes y la mayoría de las jóvenes vestían jeans, y que en las remeras de algunos se lucían las bandas y estrellas de la bandera norteamericana.
La Intifada palestina complicó las buenas intenciones declaradas de Jatami en encontrar la vía para un acercamiento con Estados Unidos. Si hasta entonces había podido moderar la (negativa) influencia de su país en el diálogo de paz medioriental –una de las acusaciones de la Casa Blanca junto con la financiación del terrorismo y la fabricación y compra dearmas de destrucción masiva–, desde setiembre Jatami desanduvo un camino que por otra parte no lo había llevado demasiado lejos. En abril se celebró oficialmente en Teherán una especie de Congreso General de la Intifada, donde se idolatró a conspicuos líderes de Hezbolá, Hamas y Jihad Islámica; un mes antes el Departamento de Estado había consagrado a Irán como el más activo financista del terrorismo en 2000. Cuando en agosto el Congreso norteamericano deba tratar la ley de sanciones contra Irán y Libia, parece seguro que la aprobará tal cual.
A diferencia del repetido veto norteamericano al ingreso de la República Islámica a la Organización Mundial de Comercio, las sanciones en su conjunto dañaron poco a la economía iraní. Al dato económico siempre presente de una riqueza petrolera gigantesca (aunque con dificultades para alcanzar las cuotas de exportación de la OPEP), se debe sumar ahora para el análisis interno de Irán el dato social de la presión demográfica. Es tal vez la nación más joven de la tierra: más de la mitad de sus 63 millones de habitantes tiene entre 10 y 14 años. Y para los mayores de 14 años, precisamente, empiezan los derechos políticos en Irán.
La modernización relativa de la sociedad y la cultura iraníes, que encuentran una ya cansada constatación en los premios que sus films reciben en Festivales Internacionales de cine arte, se debe en buena medida a la derrota del analfabetismo y la apertura de sus universidades a las masas, incluso a las masas de mujeres. Muchos occidentales se admiran de la difusión en Teherán y otras grandes ciudades de teléfonos celulares e internet.
La población joven es la que clama por esas reformas que encuentran a su líder en Jatami, quien busca una mayor apertura a Occidente y que ya juró por Alá que el asunto de la fatwa contra Salman Rushdie por los Versos Satánicos es algo del pasado. En su presidencia que ahora concluye, Jatami no ha sabido dar una respuesta más concreta a cuáles son las reformas que sí puede emprender. En el último año ha debido enfrentar levantamientos estudiantiles impacientes ante el cierre continuo de medios de prensa liberales. Es difícil saber qué podrá hacer en los cuatro años que le auguran las elecciones de hoy y si superado por esa misma rebelión popular o vencido por una reacción conservadora que día a día se vuelve más dura.

 

Claves

En 1979, la revolución liderada por el imán Ruhollah Jomeini derrocó al sha Reza Pahlevi y fundó una República Islámica shiita.
Como Irán es una teocracia, no hay poder laico. La autoridad suprema la detenta el Guía Espiritual Alí Jamenei, sucesor vitalicio de Jomeini. Puede dejar sin efecto, de forma inapelable, cualquier decisión del presidente o del Parlamento.
Hoy Irán elige un nuevo presidente, que quedará en el poder por cuatro años. Votan todos los hombres y mujeres de más de 14 años.
En las elecciones de mayo de 1997, el actual presidente reformista Mohamed Jatami venció con el 70 por ciento de los sufragios. En las elecciones municipales de 1999 y en las parlamentarias de 2000, sus partidarios obtuvieron una abrumadora mayoría.
Hoy Jatami es el favorito en la intención de voto y enfrenta a nueve candidatos conservadores, entre ellos Alí Shamjani, Ahmad Tavakol y Alí Fallahian.

 

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