Por Alfredo Grieco
y Bavio
Una batalla desigual de los
ayatolás buenos contra los malos es la historia oficial iraní
desde hace al menos cuatro años, cuando venció en las elecciones
presidenciales el reformista Mohamed Jatami. Hoy se decide la renovación
de su mandato y, aunque es el favorito, enfrenta a nueve candidatos conservadores.
Su victoria es segura, pero el precio es que falten muchos años
para que la teocracia más grande del mundo admita en su interior
algo parecido a un pluralismo democrático a la manera occidental.
Lo primero que hay que decir del poder civil en Irán es que no
existe. La mayor autoridad del país es religiosa: el Guía
Espiritual, elegido por la Asamblea de los Sabios. El cargo es vitalicio;
su titular no puede ser desaforado, como lo fue en Chile el antidemocrático
senador Augusto Pinochet. Desde la muerte de Ruhollah Jomeini en 1989,
el imán Alí Jamenei guía espiritualmente a Irán.
Controla directamente el Consejo de los Guardianes (pasdaran), que velan
por la pureza de la República Islámica fundada en 1979.
El Guía Espiritual puede anular de modo inapelable las decisiones
de presidente y Parlamento.
A las elecciones de hoy sólo se presentaron candidatos religiosos
(mullahs). Los principales entre los nueve rivales conservadores de Jatami
son el ministro de Defensa contraalmirante Alí Shamjani, el economista
ex ministro de Trabajo Ahmad Tavakol y el ex jefe de inteligencia Alí
Fallahian (como si el peruano Vladimiro Montesinos se presentara a elecciones).
La oposición a Jatami es débil y se presenta dividida, lo
que parece garantizarle una victoria cómoda, aunque se ignora si
sus partidarios aciertan en su convicción de que superará
las dimensiones del 70 por ciento con que fue plebiscitado en 1997. El
voto militar irá al contralmirante Shamjani, mientras que el grueso
del voto conservador prefiere a los otros candidatos. A favor de Jatami
juega el repudio en masa de las 40 mujeres que aspiraban a presentarse
como candidatas presidenciales decretado por el Consejo de los Guardianes.
Esto promete al actual presidente la convergencia del voto femenino.
El lunes, Teherán celebró el duodécimo aniversario
de la muerte de Jomeini, este año separado pocos días de
la elección presidencial de hoy. Más de 100.000 peregrinos
de todo Irán confluyeron sobre la capital, en auto y ómnibus,
pero también a pie y en silla de ruedas los mutilados de guerra,
para oír al sucesor del gran revolucionario islámico. Jamenei
fue inequívoco en su invitación a votar y en su ataque al
reformismo: Voten todos contra el enemigo. Muerte a
los opositores, respondía la multitud reunida. Jamenei repitió
sus exhortaciones a derrotar el complot de los enemigos, de quienes
no creen en los valores del Islam, del martirio y de la Guerra Santa.
Al lado de Jamenei, en el palco oficial, estaba Jatami. También
el ayatolá Mahmud Hashemi Shahrudi, presidente de la Corte Suprema,
y líder de un poder judicial que es el mayor baluarte conservador
en el Estado, con su defensa invencible en contra de cualquier corrupción
del régimen clerical.
Los cronistas occidentales consignaron la repetición de los slogans
Muerte a Estados Unidos, Muerte al régimen sionista
de Israel. Entre el común de la población, el primero
es ya en buena medida un cliché (no el segundo), como lo señalaban
esos mismos cronistas que registraban que en el solemne aniversario de
Jomeini todos los jóvenes y la mayoría de las jóvenes
vestían jeans, y que en las remeras de algunos se lucían
las bandas y estrellas de la bandera norteamericana.
La Intifada palestina complicó las buenas intenciones declaradas
de Jatami en encontrar la vía para un acercamiento con Estados
Unidos. Si hasta entonces había podido moderar la (negativa) influencia
de su país en el diálogo de paz medioriental una de
las acusaciones de la Casa Blanca junto con la financiación del
terrorismo y la fabricación y compra dearmas de destrucción
masiva, desde setiembre Jatami desanduvo un camino que por otra
parte no lo había llevado demasiado lejos. En abril se celebró
oficialmente en Teherán una especie de Congreso General de la Intifada,
donde se idolatró a conspicuos líderes de Hezbolá,
Hamas y Jihad Islámica; un mes antes el Departamento de Estado
había consagrado a Irán como el más activo financista
del terrorismo en 2000. Cuando en agosto el Congreso norteamericano deba
tratar la ley de sanciones contra Irán y Libia, parece seguro que
la aprobará tal cual.
A diferencia del repetido veto norteamericano al ingreso de la República
Islámica a la Organización Mundial de Comercio, las sanciones
en su conjunto dañaron poco a la economía iraní.
Al dato económico siempre presente de una riqueza petrolera gigantesca
(aunque con dificultades para alcanzar las cuotas de exportación
de la OPEP), se debe sumar ahora para el análisis interno de Irán
el dato social de la presión demográfica. Es tal vez la
nación más joven de la tierra: más de la mitad de
sus 63 millones de habitantes tiene entre 10 y 14 años. Y para
los mayores de 14 años, precisamente, empiezan los derechos políticos
en Irán.
La modernización relativa de la sociedad y la cultura iraníes,
que encuentran una ya cansada constatación en los premios que sus
films reciben en Festivales Internacionales de cine arte, se debe en buena
medida a la derrota del analfabetismo y la apertura de sus universidades
a las masas, incluso a las masas de mujeres. Muchos occidentales se admiran
de la difusión en Teherán y otras grandes ciudades de teléfonos
celulares e internet.
La población joven es la que clama por esas reformas que encuentran
a su líder en Jatami, quien busca una mayor apertura a Occidente
y que ya juró por Alá que el asunto de la fatwa contra Salman
Rushdie por los Versos Satánicos es algo del pasado. En su presidencia
que ahora concluye, Jatami no ha sabido dar una respuesta más concreta
a cuáles son las reformas que sí puede emprender. En el
último año ha debido enfrentar levantamientos estudiantiles
impacientes ante el cierre continuo de medios de prensa liberales. Es
difícil saber qué podrá hacer en los cuatro años
que le auguran las elecciones de hoy y si superado por esa misma rebelión
popular o vencido por una reacción conservadora que día
a día se vuelve más dura.
Claves
En 1979, la revolución
liderada por el imán Ruhollah Jomeini derrocó al sha
Reza Pahlevi y fundó una República Islámica
shiita.
Como Irán es una
teocracia, no hay poder laico. La autoridad suprema la detenta el
Guía Espiritual Alí Jamenei, sucesor vitalicio de
Jomeini. Puede dejar sin efecto, de forma inapelable, cualquier
decisión del presidente o del Parlamento.
Hoy Irán elige
un nuevo presidente, que quedará en el poder por cuatro años.
Votan todos los hombres y mujeres de más de 14 años.
En las elecciones de
mayo de 1997, el actual presidente reformista Mohamed Jatami venció
con el 70 por ciento de los sufragios. En las elecciones municipales
de 1999 y en las parlamentarias de 2000, sus partidarios obtuvieron
una abrumadora mayoría.
Hoy Jatami es el favorito
en la intención de voto y enfrenta a nueve candidatos conservadores,
entre ellos Alí Shamjani, Ahmad Tavakol y Alí Fallahian.
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