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Todos los caminos conducen a Ramón

La desvinculación de Gallego se cerrará hoy y el riojano gana en las preferencias sobre Passarella. ¿Quién dirige el domingo?

El último entrenamiento que dirigió Américo Gallego, ayer en el estadio Monumental.

El día después del alejamiento de Américo Gallego como director técnico de River no alteró el ambiente de incertidumbre que domina la escena en la intimidad del club. Después de las palabras del entrenador el miércoles por la tarde donde anunciaba su despedida, Gallego dirigió ayer el entrenamiento vespertino, que podría haber sido el último como empleado de la entidad de Núñez. El nombre de Ramón Díaz sacó más ventaja en la lista de candidatos para ocupar el lugar que dejará Gallego. A pesar de que un directivo respalda la vuelta de Daniel Passarella y que otro mencionó a Reinaldo Merlo para hacerse cargo del plantel, Díaz regresaría por una decisión política, apuntando a las elecciones de fin de año.
En las últimas horas, quedó establecido que el próximo entrenador será designado por el Consejo de Fútbol que integran David Pintado, Alfredo Davicce, Rodolfo Cuiña y Ernesto Homsani. Como consecuencia del acto eleccionario en diciembre próximo, estos miembros tendrán que consensuar el nombre con los candidatos José Aguilar y Hugo Santilli, quienes estarían de acuerdo con el regreso de Díaz. Otro directivo que también será escuchado es César Traversone, que podría ocupar un cargo en la lista oficialista. De todas maneras, el presidente Pintado señaló ayer: “Al reemplazante de Gallego lo voy a elegir yo”.
El único inconveniente para la llegada de Díaz sería el económico, ya que el riojano aumentaría los ingresos que percibía antes de despedirse de River. Y otro punto que habrá que aclarar será el de los posibles refuerzos, ya que el club no está en condiciones de realizar grandes inversiones. Además, Díaz tendrá que hacer las pases con Davicce, uno de los principales impulsores de su alejamiento en febrero de 2000.
En relación con Passarella, muchos directivos todavía recuerdan sus reuniones con el presidente de Boca Mauricio Macri, cuando estuvo cerca de asumir en aquél equipo. “A mí no me gustó que Passarella haya pensado por un instante en conducir a Boca”, indicó ayer por la tarde Aguilar. Entre las versiones que circularon ayer en el Monumental, apareció el nombre de Carlos Bianchi, que a fin de año finaliza su vínculo con Boca.
Los dirigentes esperaban anoche la llegada del representante de Gallego, el empresario Roberto Rodríguez, para acordar los términos del alejamiento. Rodríguez estuvo en Europa, y cuando tenía previsto estar ayer al mediodía en el estadio, reemplazó su vuelo para arribar al país a última hora. En principio, la desvinculación sería de común acuerdo. La Comisión Directiva de River estuvo reunida anoche en la institución, precisamente para terminar de sellar el aspecto económico de la no continuidad de Gallego, y aclarar el panorama para el arribo del nuevo técnico.
Los colaboradores más cercanos a Gallego le habrían pedido que dirija al equipo en el encuentro ante Lanús, por última vez, pero los directivos están en desacuerdo con esta posibilidad. Seguramente, como el público que concurrirá al estadio mostrará su malestar por una nueva frustración futbolística, con esto los dirigentes buscarían disminuir el grado de bronca de los hinchas. En ese caso, el brasileño Delem estará sentado en el banco de suplentes.
Si la semana que viene queda definitivamente sellado el regreso de Díaz, algunos jugadores verían difícil su continuidad en el club. En otro momento, Díaz marginó a Astrada, Cardetti y Hernán Díaz, quien el domingo su último encuentro en la institución antes de marcharse al fútbol de los Estados Unidos.

 

OPINION
Por Juan José Panno

Pobre pibe, el Tolo

Américo Rubén Gallego es un chico. Es cristalino, transparente, dice siempre lo que piensa, no se calla nada aun todo aquello que puede ser usado en su contra, es sincero, no especula, no miente, razona, no mide las consecuencias de nada, se enoja cuando le marcan sus macanas, se ríe de lo que le causa gracia, se enoja con lo que le da bronca, tiene cero capacidad de diplomacia, cero manejo político, se calienta cuando pierde, se pasa de rosca cuando gana, paga las deudas propias y también las de los demás.
Es un gil de goma, un pobre tipo, una buena persona, un bicho raro en este fútbol de hipócritas, un chabón sin luces, un inseguro, un muchacho honesto que, como todos los técnicos, hace las cosas lo mejor que puede y depende de la suerte. Todo eso es Gallego. Y hoy es también un árbol caído con cuya leña se calientan los malintencionados de siempre, los hinchas disfrazados de periodistas, los alcahuetes de los dirigentes, los mismos dirigentes y todos los que esperaban sigilosos su caída.
Perdió demasiado Gallego y tuvo la mala suerte de que mucho de lo que perdió se lo llevó Boca, lo que duplica el valor de la derrota. Las sensaciones parecen más objetivas que la realidad. Después de perder en este campeonato con Boca, River empató un partido –contra Gimnasia–, perdió uno –contra Huracán– y ganó los otros seis. En otras circunstancias le hubiera alcanzado para ser campeón. Con San Lorenzo en una racha increíble, no. Entonces queda que en este campeonato lo mató Boca. Falso.
Obsérvese, por otra parte, este detalle:
En el Clausura de 2000 River fue campeón con el 72 por ciento de los puntos.
En el Clausura de 2001 River va segundo con el 76 por ciento de los puntos.
¿Gallego tiene la culpa de todo? “Lo mío no fue un fracaso”, dice y presenta el aval de algunos números: en tres torneos locales, un título y dos subcampeonatos parecen indicar otra cosa. Las circunstancias en que se dieron esas definiciones, en cambio, dicen otra cosa.
Todos los dardos apuntan al pecho de Gallego, a quien lo culpan de las derrotas con Boca, aun de aquellas que se produjeron en tiempos de Didí, Peucelle, Passarella, Minella o Cesarini. ¿O acaso con Ramón Díaz River le ganaba siempre a Boca?
Tal vez el mayor de los pecados de Gallego haya sido el de bancarse a los dirigentes que en el último verano lo manosearon, lo pisotearon, lo trataron como un estropajo, le buscaron un reemplazante en las narices y después lo tiraron a los leones.
Pobre pibe, el Tolo Gallego.

 

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