Por Julián
Gorodischer
La cumbia villera tiene un
anfitrión que se llama Tota. Ya casi se olvidó de su nombre
de pila este hombre enorme que, los sábados, recibe a los grupos
en su programa de bailanta, Pasión tropical, y abre
el juego a la fiesta. La misma que ahora se repite, cuando camina por
las calles de este barrio, Constitución, en busca de un rincón
para la foto. Eh, Kempes, cómo va..., le grita al travesti
que deja la carterita y alza el brazo. Unos minutos después, la
Tota desaparece, rodeado por una multitud de cazadores que le piden un
autógrafo. Para la Pipi, para el cholo que te mira cada sábado...,
indica el viejo. Del gordo o el amigo o la
Tota, a secas, se sabe que se queda bailando con las barras al terminar
el programa, entregado a un pogo que disfruta. Y que después se
va de ronda por los boliches y, por eso, la adhesión es unánime.
La tele no me aceptaba por ser gordo, dice él, que
no se olvida.
Pasión tropical hizo visibles las letras sin rodeos
de la cumbia villera cuando otros ciclos de música tropical preferían
el velo del doble sentido: el pajarito, la cotorra, la banana y el chorizo
para generar una semi sonrisa, apenas un chiste. En el galpón del
programa de Azul, casi una bailanta verdadera que convoca colas desde
las 8 de la mañana, se eligieron, desde 1998, otras palabras. Allí,
en ese estudioboliche, la tele se dio cuenta de que existía
Yerba Brava: mil personas podían gritar Yuta, compadre....
Nadie lo impugnaba.
La cumbia villera nos trajo palabras que queríamos decir
todos. La que llega a la tele es la villa, y no el barrio carenciado.
La gente se siente identificada y se atreve a decir más con estas
letras cree la Tota, que siempre se reafirma como uno más,
uno como ellos.
En el pogo de Pasión..., donde hay muy pocas fans que
elegirían la suavidad de los Ráfaga (ni a su cantante revoleando
la melena), muchos se entusiasman con la revancha del A ver esos
negros, las palmas.... Es el momento en el que, una tarde cualquiera,
irrumpe en escena Damas Gratis, con alguna sorpresa para regalar. Como
la actuación invitada de Los Auténticos Decadentes, un sábado
reciente, o una pirueta extraña de los músicos. Hacen
locuritas, dice Tota.
El gordo, sólo por momentos, se deprime. El millar
de personas le da conversación, como sucede hoy en la calle de
Constitución. El escucha historias de lo cotidiano en las villas
y los caminos ruteros: algunas son crónicas de miseria y pedidos
de dinero (...un pesito, Tota), pero muchas otras son anécdotas
de familia. Al conductor de TV, ya no el que vendía bombachas en
el Once, sino el que puede andar en auto propio y vivir en una quinta,
se le aparece su costado melancólico.
Hay que conocer las calles de tierra, donde la gente todavía
es humilde, donde mi gente todavía es feliz, feliz porque no tiene
nada. Porque cuando tenés, querés más, siempre más,
y te olvidás del amor. ¡Qué lindo es comer un poco
de arroz con aceite y vino! ¡Tomar el mate cocido amargo!
Muchos empezaron a entender que el hombre popular puede ser, ante todo,
un buen negocio. En el programa, por ejemplo, la Tota es también
el Gran Santillán, un bloque que parodia al Gran
Hermano, y consigue las mediciones más altas de rating de
las tardes. La Tota, vestido de superhéroe, convive con otros participantes
de la casa, como el Hombre Invisible, la Mujer Maravilla (un travesti),
y Batman. Intercambian chistes malos y hacen su solo ante
la cámara en el confesionario. Después de grabar el sketch,
la Tota vive su propio programa cómico, pero fuera de escena. Me
voy al bar de la esquina a los tablones, así vestido. Los hago
cagar de risa, cuenta. Demasiado tiempo en los sets, encerrado,
multiplica las escapadas. Una vez me fui vestido como prócer,
con uniforme y patillas. Nadie entendía nada. Pero nunca, nunca
aclara con vehemencia me dicen nada agresivo. A lo sumo gordo.
Y si es alguien que no conozco, le pido que suspenda lo de gordo.
En cambio, intercambia con agrado las muletillas que suele decir en el
programa, y le dirigen como un guiño. ¡Chimichurri,
Tota!, le gritan, muchas veces, y levantan los pulgares.
¿Por qué Chimichurri?
Es un símbolo de alegría, de que está todo
bien explica.
Por si el boom televisivo fuera poco, Tota está a punto de estrenar
su propio disco, XXL Santillán, de pura música tropical
y con momentos para el homenaje. El tema que más le importa es
una oda a Rodrigo, su amigo. De pronto, la Tota empieza a rapear ese tema:
Potro, amigo, por qué te fuiste, aquí yo solo...,
entona, y dice que carga con demasiados amigos muertos: Gilda, Rodrigo.
Asegura que en las bailantas, cuando atendía las barras o presentaba
los números musicales, siempre se esforzó por estar cerca
de los artistas. Mezcla de cholulismo y admiración, anticipaba
éxitos futuros: Yo le auguré la fama a Tambó
Tambó. Consiguió la confianza que buscaba, y fue perdiendo
a muchos. Rodrigo, te quiero, dice los sábados, más
aún este sábado, cuando se suba a cantar su tema favorito.
Espero que les guste, anticipa, ansioso. Es probable que después
de cantarlo se suelte el grito que le dedican, una tarde cualquiera, uno
que lo equipara extrañamente a los cantantes, y lo funde en uno
solo con el ídolo muerto. La Tota es del pueblo, el Potro
no se va, canta la tribuna.
La historia del éxito
Yo siempre decía: este grupo va a matar. Y andaba.
Me pasó con Pocho la Pantera, con Sebastián, Tambó
Tambó y Ricky Maravilla. Los miraba desde un costado del
escenario, cuando no me conocía nadie. Trabajaba en las bailantas,
pero la tele no me aceptaba porque era gordo. Dale, intentá,
seguí para adelante, me decía Gilda.
¿Cómo pasó a ser conductor de TV?
Me vieron en los boliches, donde convocaba a 8000 personas,
y me llevaron a la radio. Empecé a pedir que donaran cosas,
además de pasar música tropical. La vida no es sólo
chingui chingui, la gente necesita otra cosa. Fui ganando un espacio
en esta música. En el 98 llegué a la tele como
movilero, en Baila, baila, en el cable, y después
hice el casting, con mucha suerte, de Pasión tropical.
Estaba seguro de que no me elegirían para conducir. Pero
apostaron a mí.
¿Qué cree que le vieron?
Yo hago participar a todo el mundo. Hago lo que siento. Y
tengo muy en claro que soy lo mismo que ellos, venimos del mismo
barrio. No hay que cambiar cuando se enciende una cámara.
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La bailanta es pura
pasión
¿Hasta dónde puede llegar la cumbia villera?
La cumbia villera es una moda, como lo fue el cuarteto o la
lambada. Pero no va a reemplazar a otras músicas de bailanta,
es una rama más del árbol. No creo que pueda modificar
a la música tropical tal como la conocemos.
¿Qué piensa de quienes la bailan en los boliches
caros de la Costanera?
Cuando lo cantan en Pizza Banana lo tomo como una joda. Es
gente que, a través de la cumbia, dice cosas que de otra
forma no podría. Una vez los escuché enfervorizados,
cantando el Dale guachín.... Cantan los temas
porque les parecen simpáticos. Lo que se ve en la bailanta
es otra cosa: no es un divertimento, es pura pasión.
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