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Juan Manuel Quintana, intérprete
excepcional de la viola da gamba

La viola da gamba dejó de usarse
hace 250 años. El fin del siglo
XX la recuperó y este intérprete argentino está entre los mejores.

Juan Manuel Quintana es un
notable intérprete de viola da gamba.
Toca hoy y mañana y el martes dirigirá composiciones de Händel.

Por Diego Fischerman

”Habrá que esperar la versión de Quintana, que apostamos será definitiva”, escribían en la revista especializada Le Monde de la Musique, comentando una grabación de las Sonatas para viola da gamba y clave de Johann Sebastian Bach. Y la versión de Juan Manuel Quintana, un argentino al que Europa saluda como la gran revelación actual de la viola da gamba, llegó. Junto a la clavecinista Céline Frisch registró, para el sello francés Harmonia Mundi, una interpretación de referencia. Sus antecesores en la empresa habían sido, entre otros, Jordi Savall en dos oportunidades, Wieland Kuijken, Paolo Pandolfo (uno de sus profesores en Basilea) y Jaap Ter Linden (a quien Yo-Yo Ma, siendo ya una estrella, eligió para perfeccionarse en el estilo del barroco). Y nadie dudó de que la nueva versión, en varios aspectos, las superaba a todas.
“No pienso si tengo algo nuevo para decir, sólo elijo lo que tengo ganas de tocar. Las obras que amo. No hay un cálculo acerca de si tal o cual intérprete las tocó antes y si soy mejor o peor que él. A lo sumo -confiesa Quintana– podría decir que al escuchar estas composiciones en otras interpretaciones sentía que faltaba algo. Ninguna me conformaba del todo”. En la afirmación del violagambista no hay asomo de fanfarronería. Apenas la seguridad de quien sabe cuáles son sus virtudes. Y la principal, en el caso de Quintana, es su fraseo. La fluidez y la precisión con la que canta su instrumento, la manera en que cada oración musical, cada motivo, quedan delineados sin que se pierda el sentido de una línea más amplia, de la narrativa de la obra, son altamente infrecuentes. Sobre todo con un instrumento como la viola da gamba, cuyas tradiciones interpretativas se interrumpieron más o menos hace un cuarto de milenio.
Quintana, que tocará mañana y pasado a las 20, en el Museo Enrique Larreta (Juramento 2291), junto a Mario Videla, Claudio Barile y Manfredo Kraemer, en dos conciertos organizados por la Academia Bach y dedicados a la obra de Dietrich Buxtehude, y que el martes a las 19.30 dirigirá, en el Auditorio Banco Nación, a una orquesta barroca y a los cantantes Graciela Oddone y Víctor Torres en un programa con obras de Händel, a pesar de ser un músico mimado por el mercado no cree demasiado en los lineamientos que define la industria discográfica: “Existe esta manía de las integrales, de los discos dedicados a un sólo compositor y a una sola obra. No tendría que ser así. Es un plomo. Durante toda la historia de la música, hasta la mitad del siglo XX, en un concierto se tocaba un movimiento de una sinfonía, una canción, una pieza para piano. Así se escucha música. ¿Quién quiere oír durante dos horas seguidas todas las sonatas para violín que escribió un señor? Pero los sellos quieren discos monográficos por una razón sencilla que no tiene nada que ver con lo artístico. Son más fáciles de ubicar en las bateas y de comercializar”. Asistente de dirección de la orquesta barroca Les Musiciens del Louvre, fundada por Marc Minkowski, además de intérprete de viola da gamba, Quintana suma otra rareza a su currículum: vive en Argentina. “No hay contradicción; es lo mismo que vivir en Europa y trabajar en Argentina. Me gustaría, eso sí, poder hacer aquí lo que habitualmente hago allí. Faltan medios, falta que los músicos puedan cobrar por su trabajo, obviamente. Pero, al mismo tiempo, hay gente que se está moviendo mucho y está haciendo las cosas muy bien”.

 

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