Por Diego Fischerman
Habrá que esperar
la versión de Quintana, que apostamos será definitiva,
escribían en la revista especializada Le Monde de la Musique, comentando
una grabación de las Sonatas para viola da gamba y clave de Johann
Sebastian Bach. Y la versión de Juan Manuel Quintana, un argentino
al que Europa saluda como la gran revelación actual de la viola
da gamba, llegó. Junto a la clavecinista Céline Frisch registró,
para el sello francés Harmonia Mundi, una interpretación
de referencia. Sus antecesores en la empresa habían sido, entre
otros, Jordi Savall en dos oportunidades, Wieland Kuijken, Paolo Pandolfo
(uno de sus profesores en Basilea) y Jaap Ter Linden (a quien Yo-Yo Ma,
siendo ya una estrella, eligió para perfeccionarse en el estilo
del barroco). Y nadie dudó de que la nueva versión, en varios
aspectos, las superaba a todas.
No pienso si tengo algo nuevo para decir, sólo elijo lo que
tengo ganas de tocar. Las obras que amo. No hay un cálculo acerca
de si tal o cual intérprete las tocó antes y si soy mejor
o peor que él. A lo sumo -confiesa Quintana podría
decir que al escuchar estas composiciones en otras interpretaciones sentía
que faltaba algo. Ninguna me conformaba del todo. En la afirmación
del violagambista no hay asomo de fanfarronería. Apenas la seguridad
de quien sabe cuáles son sus virtudes. Y la principal, en el caso
de Quintana, es su fraseo. La fluidez y la precisión con la que
canta su instrumento, la manera en que cada oración musical, cada
motivo, quedan delineados sin que se pierda el sentido de una línea
más amplia, de la narrativa de la obra, son altamente infrecuentes.
Sobre todo con un instrumento como la viola da gamba, cuyas tradiciones
interpretativas se interrumpieron más o menos hace un cuarto de
milenio.
Quintana, que tocará mañana y pasado a las 20, en el Museo
Enrique Larreta (Juramento 2291), junto a Mario Videla, Claudio Barile
y Manfredo Kraemer, en dos conciertos organizados por la Academia Bach
y dedicados a la obra de Dietrich Buxtehude, y que el martes a las 19.30
dirigirá, en el Auditorio Banco Nación, a una orquesta barroca
y a los cantantes Graciela Oddone y Víctor Torres en un programa
con obras de Händel, a pesar de ser un músico mimado por el
mercado no cree demasiado en los lineamientos que define la industria
discográfica: Existe esta manía de las integrales,
de los discos dedicados a un sólo compositor y a una sola obra.
No tendría que ser así. Es un plomo. Durante toda la historia
de la música, hasta la mitad del siglo XX, en un concierto se tocaba
un movimiento de una sinfonía, una canción, una pieza para
piano. Así se escucha música. ¿Quién quiere
oír durante dos horas seguidas todas las sonatas para violín
que escribió un señor? Pero los sellos quieren discos monográficos
por una razón sencilla que no tiene nada que ver con lo artístico.
Son más fáciles de ubicar en las bateas y de comercializar.
Asistente de dirección de la orquesta barroca Les Musiciens del
Louvre, fundada por Marc Minkowski, además de intérprete
de viola da gamba, Quintana suma otra rareza a su currículum: vive
en Argentina. No hay contradicción; es lo mismo que vivir
en Europa y trabajar en Argentina. Me gustaría, eso sí,
poder hacer aquí lo que habitualmente hago allí. Faltan
medios, falta que los músicos puedan cobrar por su trabajo, obviamente.
Pero, al mismo tiempo, hay gente que se está moviendo mucho y está
haciendo las cosas muy bien.
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