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ATENTADO INCENDIARIO EN UN JARDIN DE MENDOZA
La venganza de los azules

Una bomba molotov estalló en un jardín maternal de Mendoza. El incendio no provocó víctimas. El ministro de Seguridad atribuyó el hecho a grupos de policías expulsados hace poco.

En el jardín, que pertenece a un grupo evangélico, había 40 chicos cuando ocurrió el atentado.

Por Carlos Rodríguez

“Es una campaña para crear una sensación de inseguridad.” El ministro de Seguridad y Justicia de Mendoza, Leopoldo Orquín, puso en ese contexto al atentado incendiario cometido ayer contra un jardín maternal de la capital provincial, precedido por la colocación de una bomba tipo molotov en una sucursal de la empresa española Telefónica. Orquín admitió a Página/12 que la “hipótesis de trabajo” central de la investigación está orientada hacia grupos de policías que fueron expulsados recientemente de la fuerza por su participación en casos de corrupción. En la puerta del jardín maternal “Amanecer”, donde había unos cuarenta niños de entre 45 días y 4 años al momento de producirse el estallido y el posterior incendio, compungido por lo que podría haber sido una tragedia, Orquín había sido mucho más contundente en su referencia a la pista policial: “Esto sirve para que la gente de Mendoza sepa definitivamente contra qué clase de hijos de mil putas estamos peleando”, dijo el ministro, quien descartó que los hechos tuvieran alguna relación con el paro gremial realizado ayer. En ninguno de los dos atentados se produjeron víctimas.
El jardín maternal, en avenida España 1871, pertenece a la Iglesia Evangélica Bautista. El pastor Vicente Bresci dijo que es “la primera vez” que la comunidad resulta blanco de un atentado y desechó toda connotación religiosa, pero los investigadores no han descartado esa posibilidad, sobre todo porque en esa zona de Mendoza hay varios edificios de la colectividad judía. “Buscan blancos que provoquen conmoción, repercusión pública”, estimó Orquín, quien precisó que el incendio en el jardín de infantes fue “en el hall de entrada al edificio, como consecuencia del estallido de un petardo casero que hizo arder los paneles de telgopor pegados en las paredes”. Aunque los chicos estuvieron lejos del fuego, ya que estaban dentro del edificio, en las aulas, el incendio conmocionó a los niños y a sus maestras, porque de haberse generalizado el fuego podrían haber quedado encerrados sin poder salir hacia la calle.
El atentado ocurrió a las 9.45 y todos tuvieron que salir corriendo por una puerta de emergencia y algunos, saltar por una ventana. “Hubo pánico y confusión porque no escuchamos ninguna explosión y no sabíamos lo que estaba pasando”, relató una de las maestras. En las salas donde estaban los chicos había “mucho humo” y la puerta principal había sido cerrada por fuera, presuntamente por la misma persona que arrojó el petardo. Los chicos quedaron refugiados en la escuela secundaria “Pablo Besson”, vecina a la guardería. Los médicos constataron que todos estaban bien de salud. El objeto arrojado tenía “un mecanismo incendiario muy primitivo”, según establecieron las primeras pericias realizadas.
En cambio, el ministro Orquín le dijo a este diario que estaban “muy bien armadas, con un elemento plástico que no es gelamón y que está siendo analizado en Buenos Aires” las dos bombas que fueron colocadas, el miércoles y el jueves pasado, en el propio Ministerio de Justicia y Seguridad y en el interior de un colectivo de la línea 100. Ninguna de ellas llegó a estallar y fueron activadas por la Brigada de Explosivos. En cuanto a la Molotov arrojada contra el frente de la sucursal de Telefónica de la calle Chile 1558, interpretó que “no hay una relación directa con el incidente en el jardín maternal, salvo la proximidad entre uno y otro lugar”. De todos modos, sostuvo que “todo parece formar parte de una misma campaña tendiente a crear una sensación de inseguridad”.
Orquín aseguró que los datos estadísticos refutan esa sensación térmica: “El delito dejó de crecer e incluso comenzó una tendencia descendente, algo que no ocurría en los últimos 20 años”. El ministro asoció el hecho con la reestructuración policial. El caso de las dos bombas colocadas esta semana es investigado por personal de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), llegado de Buenos Aires. Aunque sin la contundencia de los minutos que siguieron al incendio en el jardín maternal, Orquín admitió que se investiga la pista policial. Los primeros pasos estuvieron orientados a establecer los últimos movimientos de unos 30 policías –algunos de ellos procesados pero en libertad o con prisión domiciliaria– que están acusados de haber formado parte de una banda dedicada a cometer robos y asaltos a mano armada en los últimos 11 años. Orquín consideró que los actos intimidatorios son “propios de locos, de delirantes que están en contra de la política del gobierno” y en todo momento deslindó “alguna relación con el paro de actividades y con la dirigencia sindical mendocina”.
Anoche, el ministro Orquín se reunió con intelectuales de la provincia que concurrieron a su despacho para expresar “su repudio” al atentado contra el jardín de infantes y su respaldo a la reestructuración policial. Concurrieron el escritor Raúl Silanes, el historiador Pablo Lacoste, el ex rector de la Universidad de Cuyo Luis Triviño, los escultores Chalo Tulián y Eliana Molinelli, y el semiólogo Roberto Follari.

 

Las purgas en la policía

Las purgas policiales en Mendoza se vienen sucediendo desde 1998 y han marcado una continuidad a pesar del cambio de mando, del ex mandatario peronista Arturo Lafalla al actual gobernador de la Alianza Roberto Iglesias. En diciembre de 1998 se fueron 600 policías, en enero de 1999 otros 100 y la sangría siguió hasta nuestros días. El caso más grave de corrupción salió a la luz en agosto de 2000, cuando el juez Rafael Escot confirmó que desde 1989 muchos robos se planeaban desde la Dirección de Investigaciones de la policía provincial, con sede en la mismísima jefatura de la fuerza.
Eso derivó en el procesamiento de 16 policías y cinco civiles, pero luego se llegó a una nómina que alcanza a unos 30 uniformados salpicados por el escándalo. Algunos de ellos siguen en libertad, acusados por delitos menores. Hacia ellos, y su entorno civil, está ahora orientada la investigación por los recientes hechos de violencia en la provincia.

 

SEIS PROCESADOS Y TRES LIBERADOS
El asalto en Once

La Justicia dictó la prisión preventiva de seis de los diez sospechosos detenidos en la causa por el asesinato de los dos policías, tras el robo a un negocio en el barrio de Once. Entre quienes seguirán en prisión se encuentran los tres empleados infieles del local y un ex agente del Servicio Penitenciario Federal. En tanto, los tres familiares del ladrón muerto que fueron apresados poco después del robo fueron liberados por falta de mérito. Julián Garzón, el primer empleado detenido, denunció que sufrió “apremios ilegales” que lo obligaron a admitir su culpa.
El asalto que derivó en el debate parlamentario para aumentar las facultades policiales ocurrió el 19 de mayo en un comercio ubicado en Larrea 579, donde fueron asesinados por la espalda dos policías. El procesamiento recayó ahora sobre Julián Garzón, Pedro González Agüero y María de las Mercedes Novillo, acusados de robo doblemente agravado por uso de armas, y sobre Roberto Chiarotti, Norberto Cabral –ambos ex empleados del negocio–, acusados de partícipes necesarios, al igual que el agente del Servicio Penitenciario Federal Gustavo González, aunque este último por un intento de asalto anterior.
La policía había detenido el jueves a Roberto Cornejo, sospechado de ser quien gatilló contra los policías. Garzón, uno de los empleados del local, denunció “apremios ilegales”, pero la Justicia consideró “absurda” su versión y ratificó que su declaración contó con “todas las garantías constitucionales”.

 

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