Por Marcelo Justo
Desde
Londres
Con sonrisas y lágrimas,
Gran Bretaña se despertó ayer a un nuevo escenario político.
Eliminado el reto por derecha de William Hague, el gran triunfador de
las elecciones del jueves, el primer ministro Tony Blair, posó
con su familia frente a 10 Downing Street, bebé en brazos, y eligió
un tono humilde en su mensaje a los británicos. En una señal
del dinamismo que quiere inyectar a su nuevo gobierno, Blair anunció
por la noche un recambio de gabinete, cuyo plato fuerte fue la sustitución
del canciller Robin Cook. El otro gran ganador, Charles Kennedy, líder
del tercer partido, los liberal demócratas, se comprometió
a ser el fiscal (de izquierda) de las acciones del gobierno. El telón
de fondo del histórico triunfo de Tony Blair fue la confirmación
del abstencionismo más alto desde las elecciones de 1918: sólo
un 59 por ciento de los británicos concurrió a las urnas.
Los cambios ministeriales estaban en el aire desde hace más de
una semana y son un intento de insuflar un nuevo dinamismo a áreas
prioritarias para el gobierno como educación y seguridad. El puesto
clave, el Ministerio de Economía, sigue en manos de Gordon Brown,
coarquitecto del Nuevo Laborismo y uno de los artífices del éxito
electoral. David Blunkett, un no vidente que se desempeñó
con éxito en Educación, pasó al Ministerio del Interior,
y su puesto fue ocupado por Estelle Morris, una mujer que, curiosamente,
dejó la escuela a los 16 años. La gran sorpresa fue el cambio
de canciller. Robin Cook pasó a ser el líder de la Cámara
de los Comunes y fue sustituido por Jack Straw, ministro del Interior
durante la saga del general Augusto Pinochet en Gran Bretaña.
El mandato es claro. El laborismo conquistó 413 escaños
de los 659 en juego y cuenta con una mayoría absoluta en la Cámara
de los Comunes, pero los observadores políticos coinciden en que
más que un entusiasta respaldo al gobierno, fue un resignado voto
a favor de la continuidad económica y en contra del extremismo
conservador. El alto grado de abstencionismo fue una prueba de este apoyo
por la negativa que consiguió el gobierno, pero no la única
señal. Los graves problemas que atraviesa el Servicio Nacional
de Salud, que Blair prometió salvar hace cuatro años, quedaron
claramente reflejados en el escaño que consiguió un candidato
independiente, el doctor Richard Taylor, quien basó su campaña
en su oposición al cierre del hospital de Wyre Forest, una zona
electoral de unos 60.000 votantes. El doctor Taylor le ganó al
candidato laborista por 7000 votos y el distrito tuvo una concurrencia
a las urnas de un 68 por ciento, muy por encima del promedio nacional.
Esto demuestra que en zonas electorales donde había un tema
local de mucha importancia o donde podía ganar un conservador,
la gente salió a votar, indicó a Página/12
Anthony King, especialista en política británica de la Universidad
de Essex.
El desempeño de los liberal demócratas es otro claro indicador
de la reacción de los votantes a cuatro años de laborismo.
El partido de Charles Kennedy propuso lo que nadie: un aumento impositivo
para financiar una mayor inversión en los servicios públicos.
Esta apuesta a la izquierda del Laborismo rindió frutos. Los liberal
demócratas sacaron el mejor resultado desde que las dos ramas del
partido los liberales y los socialdemócratas se unieron
en 1988. Con el apoyo del voto táctico de los laboristas,
le arrebataron a los conservadores algunas bancas clave y subieron su
representación parlamentaria de 46 a 52 diputados. Vamos
a presionar para que el gobierno oiga el mensaje que nos dio el electorado
y que es mejorar el estado de los servicios públicos mediante una
mayor carga impositiva, dijo un eufórico Charles Kennedy.
Curiosamente, los guarismos finales no reflejan este panorama de grandes
ganadores y perdedores. Debido a que el sistema electoral británico
no es proporcional al número de votos, los laboristas tienen una
mayoría absoluta en el Parlamento aunque sólo obtuvieron
un 40,9 por ciento de los votos, un dos por ciento menos que en el 97.
El sistema, que favorece la formación de gobiernos fuertes, perjudica
al resto. Los grandes derrotados, los conservadores, obtuvieron un 31,8
por ciento, pero tienen apenas un 25% de los diputados. Los liberal demócratas,
que sacaron la mitad de los votos de los tories, tienen sólo un
tercio de sus escaños.
Debido al alto abstencionismo, los tres principales partidos obtuvieron
menos votos que hace cuatro años: casi tres millones menos los
laboristas, un millón y medio menos los conservadores, unos 400.000
menos los liberal demócratas. Sacando los partidos de Irlanda del
Norte, que se juegan una elección especial en el Reino Unido, y
algunas agrupaciones minoritarias como los verdes que triplicaron el número
de votos (166.000) y los fascistas del British National Party que obtuvieran
unos 12.000 votos más (47.000), el resto fue víctima de
la apatía del electorado.
Claves
El carácter
arrasador de la victoria laborista en las elecciones británicas
del jueves consiste en que esencialmente repitió los resultados
de hace cuatro años, y es la primera vez que los laboristas
logran un segundo mandato consecutivo.
El gran derrotado en
los comicios es el Partido Conservador de William Hague, que apostó
a una anacrónica campaña para mantener la libra esterlina
contra el euro. Y un triunfador es Charles Kennedy, cuyo Partido
Liberal Demócrata, que critica a Tony Blair desde la izquierda,
pasó de 46 a 52 diputados en la Cámara de los Comunes,
y logró la mitad de votos que los conservadores.
También creció
el abstencionismo, llegando al 41 por ciento.
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Dígale no
a Europa
La Unión Europea (UE) pudo ponerse contenta por los resultados
en Gran Bretaña, pero no se puede decir lo mismo respecto
de lo que pasó en la República de Irlanda. Ya que
casi el 54 por ciento de los irlandeses votaron ayer en un referéndum
contra el Tratado de Niza, que se había firmado en diciembre
pasado para organizar la ampliación de la Unión Europea
hacia los países del este del continente. Este tratado debe
ser ratificado por cada uno de los 15 países miembros de
la UE, pero Irlanda es el único país que debía
someter esta ratificación a plebiscito. Ahora la UE deberá
buscar otros procedimientos, aún desconocidos, para poder
saltar esta negativa que retrasa considerablemente la
entrada de 12 nuevos países prevista para los próximos
años. Por esto, es probable que haya otro referéndum
en Irlanda a fines de este año.
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Menos paz en el Ulster
Las de anteayer fueron las primeras elecciones legislativas para
Irlanda del Norte desde el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, y el
resultado justamente afecta a éste. Es que el Partido Democrático
Unionista (DUP), que se opone al proceso de paz tal como está
en el Ulster, obtuvo una victoria resonante en los comicios de anteayer.
El DUP ganó cinco escaños en la Cámara de los
Comunes, dos más de los que tenía. El Partido Unionista
del Ulster (UUP), de David Trimble, perdió tres de sus nueve
escaños. En el campo nacionalista, el Partido Socialdemócrata
Laborista (SDLP) conservó sus tres diputados y el Sinn Fein,
ex brazo político del IRA, duplicó su cantidad de
escaños.
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HAGUE
DEJO EL LIDERAZGO TORY ENTRE LAS CRITICAS
La salida de los muertos vivos
Por
M. J.
Desde
Londres
William Hague tiró
la toalla. A sólo horas de conocerse la aplastante victoria laborista,
el líder de los conservadores anunció su renuncia a la jefatura
partidaria que seguirá ocupando hasta que se elija un sucesor en
agosto. La noticia sacudió a los Tories que todavía intentan
comprender las razones de una derrota tan contundente como la que sufrieron
en 1997. Una pálida Margaret Thatcher ofreció su solidaridad
a Hague y lanzó una advertencia. No se equivoquen. Los conservadores
volveremos a gobernar.
A las 7 y 30 de la mañana hora local (3 y 30 en Argentina), unas
cuatro horas después de felicitar a Tony Blair por su victoria,
el líder conservador emergió de la Oficina Central partidaria
en Londres a un día que le debió parecer incongruentemente
soleado y enfrentó a las cámaras. Acompañado por
su esposa Ffion, que tenía lágrimas en los ojos, un adusto
Hague, que no podía esconder tras toda la flema británica
del mundo el cataclismo electoral, justificó su renuncia. Ningún
hombre es más importante que el partido. Creo que ahora es vital
que podamos elegir a un líder que pueda avanzar sobre las bases
que senté, pero que también tome nuevas iniciativas y consiga
un mayor apoyo del electorado, dijo Hague.
Las reacciones no se hicieron esperar. La izquierda partidaria, que fue
marginada de la campaña, elogió su decisión, pero
criticó duramente las consignas proselitistas. Uno de los pesos
pesados conservadores, el eurófilo ex número dos de John
Major y varias veces ministro durante los 18 años thatcheristas,
Michael Heseltine, rompió un silencio autoimpuesto con un furibundo
artículo en el vespertino Evening Standard. Los tories perdieron
gracias a la brigada antieuropea. En vez de pelear la elección
desde el centro de la escena política, Hague se refugió
en la derecha. En vez de apelar a la Gran Bretaña que existe hoy,
se refirió a una Gran Bretaña que no existe o que ya no
tiene peso. Nos guste o no, hoy somos una nación con una enorme
diversidad. Somos una sociedad multiétnica, donde convive una gran
variedad de estilos de vida, con un alto porcentaje de divorcios, con
una importante minoría gay y con fenómenos como el de las
madres solteras. Económicamente tenemos una mayoría privilegiada
que tiene hogar propio, coche, jubilación y herencia. El laborismo
reconoció estos cambios: nosotros no.
La derecha partidaria por el momento mantuvo un discreto silencio, pero
un diputado relativamente equidistante de las divisiones entre eurófilos
y eurófobos, John Maples, puso el dedo en la llaga, al expresar
sus dudas sobre el impacto que tendrá la renuncia de Hague. Fue
una actitud de gran coraje, pero no debemos creer que los problemas que
tenemos hoy en día se terminan con un cambio de líder,
indicó Maples. En todo caso, el liderazgo es lo primero que deberán
resolver y, dadas las divisiones internas, no será fácil
de saldar. El candidato que surge con mejores posibilidades es Michael
Portillo, varias veces ministro, hijo de exiliados españoles y
ex niño mimado de Margaret Thatcher, que en los últimos
tiempos viró hacia el centro partidario. Según una encuesta
de los conservadores que hizo Mori para el semanario The Economist, Portillo
aventaja a otros candidatos como los derechistas Ann Widecombe y Ian Duncan
Smith o el eurófilo ex ministro de Economía Kenneth Clarke.
Una de las sorpresas que mejor refleja el dolor de ya no serde
los Tories es que un 11 por ciento de los encuestados sueña aún
hoy con el regreso de la septuagenaria Margaret Thatcher.
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