Por Marta Dillon
Tal vez a esta altura se esté
preguntando si es que ella no besó lo suficiente al sapo como para
que se transforme en príncipe. O al contrario: aquel que Cecilia
Bolocco creía más un príncipe que un cacique, habría
mostrado finalmente su cara de sapo. Lo cierto es que atragantada o no
por algo más que el locro de su boda, tan criticado en su país
de origen, la ex Miss Universo es vista ahora en Chile como esa heroína
sufrida a la que el amor nunca se le da como sugieren los finales felices
de los cuentos de hadas. Eso al menos es lo que percibe la periodista
Mili Rodríguez Villouta, autora del libro Cecilia Querida:
historia de un amor improbable. Hay una actitud romántica
con respecto a la suerte de Bolocco, flamante esposa de un hombre que
está preso, y que es alentada sobre todo por su círculo
íntimo. Su amiga Patricia Campbell, casi su secretaria, se ha encargado
de decir a los medios que el matrimonio está más unido que
nunca, que una mujer enamorada cumple con su destino y que estará
con él hasta el final, asegura Rodríguez Villouta.
Estas declaraciones, que describen también una buena cantidad de
lágrimas rodando por las mejillas de quien alguna vez fue considerada
como la mujer más bella del mundo aun cuando en su libro
la periodista chilena rescate declaraciones que hablan de algún
arreglo en aquel certamen con sede en Singapur le permiten imaginar
a Rodríguez Villouta a una Cecilia capaz de encabezar la campaña
en pos de la liberación de su marido. Ella quiere ser una
heroína, su meta era y es, creo, emular a Evita, convertirse en
su seguidora y camina hacia allí sin dudarlo. Acaso entonces
el golpe más duro no haya sido la detención de su marido
sino la ausencia del pueblo golpeando las puertas del juzgado para evitar
la detención. Es que aquí en Chile hay un problema
muy importante de desinformación, explica la biógrafa.
Este año se ha conocido un informe de la Comisión
de Derechos Humanos de la OEA que sitúa a nuestro país en
el segundo lugar con mayores restricciones a la libertad de expresión
del continente. Mi conjetura es que Cecilia se metió en todo este
rollo en gran parte por desinformación y por una exagerada idealización
de los personajes del poder. Ella nunca quiso saber, y tal vez a esta
altura prefiera no hacerlo, cuál era la verdadera espesura de este
hombre del que se supone enamorada.
Sin embargo, Bolocco ha visitado los círculos del poder,
desde sus reuniones con Pinochet hasta sus entrevistas con otros presidentes.
Yo no digo que ella sea totalmente inocente, pero estoy segura de
su desinformación. Creo que de haber tenido más datos hubiera
actuado con más prudencia. Aun cuando haya estado asesorada y acompañada
por su representante, Rodrigo Danús, él buscaba nuevos terrenos
para su carrera. En Chile ya había llegado a su límite,
siempre sufriendo la incertidumbre sobre la continuidad de su contrato
en la televisión, necesitaba expandirse hacia otros países
y Argentina era un destino tentador. Danús estuvo detrás
de los arreglos que se hicieron con muchos medios argentinos y seguramente
en algunos pasos en lo que se refiere al matrimonio, pero ella es muy
voluntariosa y maneja su propio buque.
¿Quiere decir que el matrimonio formó parte de una
estrategia?
Sería maniqueísta decirlo de esa forma, creo que se
mezclan los afectos con el dinero y el equilibrio es fluctuante. Pesó
también esa imagen del caudillo de grandes patillas, aguerrido
y audaz, que conduce su propio avión. Así es como se lo
percibía a Menem en Chile, hasta ahora que su historia real está
llegando a las primeras planas. Y aun así lo que prevalece es la
historia romántica, la de la adversidad que fortalece los vínculos.
Y ella siempre ha sido percibida como una femme fatale sin suerte y con
mal gusto para los hombres.
El libro de Mili Rodríguez Villouta, que terminó de escribir
hace poco más de un mes, cierra con una escena convertida en realidad:
Menem subiendo las escaleras de Comodoro Py y Cecilia a su lado vestida
de Chanel, con los cronistas presionando duramente y alguien entre todos
que grita delicuente. Nadie es perfecto. Aun cuando esas sean
las últimas palabras del texto cuesta imaginar que alguien, alguna
vez, vio a Menem cerca de la perfección. Para entenderlo hay que
ver a una Cecilia Bolocco admiradora de la figura de su padre un
hombre con un ego inmenso e injustificado, según Rodríguez
y a quien también rescató alguna vez de la miseria: Cecilia
fue la primera, y durante mucho tiempo la única, que cobraba por
dar reportajes. Y eso empezó luego de que su padre fuera encarcelado
por estafa y la familia entrara en bancarrota. Ella fue la principal fuente
de ingresos y su padre aparecía a su lado como un manager de una
figura del rock. Pero esa actitud también le dio un halo como de
inalcanzable, era ese personaje al que no todos podían acceder.
Cecilia Bolocco y Zulemita Menem comparten similar adoración por
sus respectivos padres. Aunque una haya interferido en la vida de la otra
al punto en que, para la periodista chilena, la ausencia de besos en la
boca entre el flamante matrimonio se debió a la última
fidelidad que Menem le debía a su hija, un pacto secreto más
allá de los odios que expresara Zulemita. Un pacto secreto
que impidió que se fotografiara a Carlos Menem en actitudes amorosas
para con su nueva esposa, como sí había sucedido con la
hija. Y aun cuando ahora que la desgracia se cierne sobre él se
lo haya vista aferrado a la mano de una estoica Cecilia, los besos no
alcanzaron para descubrir al príncipe detrás del sapo. Sapo
que la Bolocco aún intenta digerir.
La paz según
Miss Chile
Mili Rodríguez Villouta advirtió en Cecilia Bolocco
cierta intención de convertirse en una pacificadora:
es alguien a quien le hicieron creer que su título de reina
de la belleza sería similar al de una embajadora. Por eso
que no se privó de opinar en política y que en su
auge de Miss Chile salió a visitar a los inundados con su
corona de más de un kilo y unos tacos aguja que se hundían
en el barro. Tal vez algo de ese ánimo se coló en
la elección de su esposo, pensando que así se zanjarían
las últimas diferencias a un lado y otro de la cordillera.
Sus opiniones, como muestra este fragmento de Cecilia Querida,
más que pacificar alguna vez intentaron apagar el fuego con
nafta. Como en 1987, cuando se refirió a la inutilidad de
las protestas que al año siguiente terminarían derribando
la dictadura de Pinochet.
Se ha dicho que usted tiene un ascendiente sobre la juventud,
¿qué mensaje le daría a los universitarios?,
pregunta Rodríguez Villouta en el libro, refiriéndose
a la época en que las universidades de Chile vivían
en la calle protestando contra el régimen.
Desgraciadamente me es difícil lo que tú me
estás preguntando dijo con sintaxis difícil,
porque nunca he ido contra la corriente. Desgraciadamente, en la
vida hay que unirse con los demás para ser fuerte... la gracia
es unirse todos hacia una misma meta y si no se logra, entonces
hay que partir solito...
¿Y qué le diría a la joven que fue baleada
por un carabinero?
¡Para qué se mete en problemas! ¡Para qué!
¡Para qué va a alegar! ¿Va a sacar algo con
eso? ¿Sabía que le iba a pasar eso? ¡A lo mejor
sí! Y mira lo triste que tengo que decir, pero a lo mejor
hay mucha gente que está contenta porque pasó esto,
porque da algo que decir.
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BOLOCCO
Y EL PRESO MENEM
¿Marketing o abnegación?
La flamante señora Menem debutó airosa como mujer de
un
hombre en problemas. ¿Lo previó, no le importó o calculó mal?
Por
Sandra Russo
Ella sabía
que esto podía pasar. Se ignora si lo previó y no le importó
-si el amor o algo así fue más fuerte o si hizo mal
los cálculos. Lo cierto es que Cecilia Bolocco sabía, desde
casi un mes antes de darle el sí a Carlos Menem, que su recién
estrenado marido corría el riesgo de ir preso, y que ella corría
a su vez el riesgo de enfrentar flashes para la nada elegante tarea de
acompañar a un sospechado de asociación ilícita.
Con una pollera unos diez centímetros más corta de lo recomendable
en una situación tan desagradable, perfectamente maquillada pero
con esos tonos apagados que dan la sensación de la cara lavada,
con los correspondientes anteojos oscuros y un gesto a la vez firme y
decaído, la chilena debutó en las lides de ser señora
de Menem-en-problemas y salió airosa, como siempre sale, aunque
en todo momento esta mujer siembre la duda en los que la ven seguir, asistir
y ahora cuidar a su hombre: ¿qué hace ahí?
La estola de piel de conejo con los colores de la bandera argentina de
guerra que Cecilia Bolocco se puso hace apenas un mes para posar en la
tapa aniversario de la revista Para Ti era de Sangre Argentina,
un local que el año pasado abrieron en Las Cañitas Betina
Menditeguy cuñada de Mauricio Macri y Dolores Valdés,
en ese momento todavía esposa del publicista Ramiro Agulla, quien
por lo menos puso su impronta en esa iniciativa for export que por otra
parte ofrece productos de excelente diseño y gags simpáticos,
como carteras color chorizo o zapatos color dulce de leche. Sin conexión
aparente más que los vientos que corren, pero con toda la potencia
de esos vientos, la iconografía marketinera que bañó
sin un pizca de gloria la primera etapa del gobierno de la Alianza se
fundía con lo que parecía el germen de una nueva ola menemista:
la imagen de tibia Evita con la que Cecilia encaró la recta final
hacia su matrimonio con el caudillo que recargaba baterías tenía
mucho más que ver con el póster que con el bronce. Pero
para todo, incluso para sacar los pies del plato y desatar la ira de las
chicas peronistas que la acusaron de estar queriendo comprarse al
pueblo poniéndose en bolas un exabrupto, teniendo en
cuenta que sólo se le veía un hombro desnudo, Bolocco
tiene sello propio. Ni en esa foto ni en el acto de Escobar al que fue
esa misma semana acompañando a su entonces prometido y donde también
dio look Evita, Bolocco se peinó para atrás sino para el
costado. En su momento dijo que fue por respeto.
El vertiginoso estado de las cosas puso a Bolocco a prueba mucho antes
de lo esperado. Quienes apostaban que el suyo era un matrimonio por conveniencia
siguen preguntándose qué gana la animadora chilena con este
estilo Menem que ahora ella hizo suyo y que tiene escandalizados a sus
padres y hermanos. Las joyas de Bulgari y los paseítos por París
han quedado en suspenso mientras todavía su familia intenta digerir
el locro y los bailes tipo isla de Pascua que amenizaron el casamiento
en el Polideportivo de La Rioja.
Aquello de que el casado casa quiere es más cierto
que nunca en este caso, en que el casado debe cumplir arresto domiciliario.
A falta de domicilio propio todavía, Cecilia deberá seguir
armando y desarmando valijas, aunque esta vez parece que será por
cierto tiempo, con el agravante de que ahora, en la quinta de Armando
Gostanian, a sus obligaciones como esposa deberá sumarle sus obligaciones
ante la Justicia. La figura del garante o cuidador que ella asumió
ante el juez Urso está prevista no para impedir que el reo escape,
sino para velar por su salud, que en los enfermos y en los mayores de
70 años la ley supone relativa.
Ella no lo suelta de la mano. El jueves hubiese podido ahorrarse el incómodo
viaje en caravana nerviosa y atropellada literalmente, uno de los
autos atropelló a una moto desde el departamento de La Lucila
hasta Comodoro Py, pero Cecilia no es de las que se quedan a esperar mirando
la tele. Viajó al lado de Carlos, como lo llama ella, bajó
del auto junto a él, enfrentó cámaras y micrófonos,
y hasta pidió presenciar la declaración indagatoria, solicitud
que no pudo ser satisfecha pero que fue reemplazadapor café y una
silla en la antesala. Lloró cuando después de escasos veinte
minutos el juez le comunicó a su marido la detención. Pero
se repuso, claro, y salió de allí siendo la cuidadora de
su marido. Con esa figura procesal difusa y tan poco sexy Cecilia se internó
poco después en la quinta de Don Torcuato, desde donde den por
seguro que oficiará de vocera y de vaya uno a saber qué
más.
Para cualquier otra recién casada, tanta cal y tan poca arena,
o viceversa, equivaldría a un chasco de aquéllos. A un sapo.
A un garrón. Un casamiento sin invitados con chapa, la fiesta improvisada
en un estadio -la ira de las Zulemas recién se empieza a sentir,
una luna de miel trunca, una citación judicial adelantada, las
sucesivas detenciones de ex compañeros de ruta y, al fin, la reclusión
en la quinta de Don Torcuato, que no será una celda de Devoto pero
tampoco Saint Germain.
Cualquier otra recién casada, menos audaz, menos controlada, menos
intrépida o menos ubicua que Cecilia Bolocco, estaría maldiciendo
el momento en el que todo se le fue de las manos y el cuento de hadas
empezó a convertirse en un viaje en subte. Pero con ella no se
sabe. Puede que lo ame, ¿por qué no? Puede que él
la haya deslumbrado, que la haya enamorado y que la haya convencido de
que es un héroe de esos que sólo la historia reivindica
porque si es por los que lo votaron, o incluso por los que gobernaron
con él... Puede que esté convencida, como ha dicho, de que
su misión en la vida es estar al lado de este hombre. Pero también
puede ser que Bolocco, una self made woman con vocación por el
protagonismo, un microemprendimiento que camina, una escultora de su propia
imagen, sea una mujer que sepa hacerle rendir frutos hasta a su abnegación.
Continuará.
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