Por Horacio Verbitsky
El arresto del ex presidente
Carlos Menem volvió a colocar el tema de la corrupción en
el centro de la escena política, aunque sería un exceso
decir que haya suscitado algún debate al respecto. Sus defensores
denuncian una persecución política cuyas motivaciones y
actores no pueden explicar. Sus detractores no pueden articular frases
menos triviales sobre la independencia de los poderes y los tiempos de
la justicia, que tarda pero llega. Los observadores ajenos
a la política partidaria tampoco han pasado del análisis
de las biografías del fiscal y del juez de la causa por la venta
ilegal de armas a Ecuador y Croacia. Sin embargo, la corrupción
es uno de los rasgos estructurales más notables y persistentes
del sistema político edificado en la Argentina desde 1983, al concluir
la dictadura militar. El análisis sobre su rol resulta así
insoslayable para comprender el funcionamiento de ese sistema y sus relaciones
con la estructura económicosocial, donde la puja entre intereses
contrapuestos amenaza con precipitar una crisis política mayor,
con vencimiento previsible en octubre, siempre que algún imprevisto
no acorte los plazos.
Los dos partidos que sostienen el sistema confrontaron posiciones en el
fragor de los períodos electorales de las últimas dos décadas.
Sin embargo, esas diferencias se disiparon como fuegos artificiales al
cerrarse cada escrutinio. En realidad, uno y otro aplicaron desde el gobierno
políticas distantes de los intereses de su base electoral. La alternancia
y el intercambio de roles terminaron por hacer evidente que ambos habían
sido cooptados por los sectores dominantes que en el último cuarto
de siglo remodelaron la sociedad argentina. La corrupción de los
cuadros dirigentes de esas fuerzas políticas es el precio de ese
transformismo, por usar una expresión del ex líder comunista
italiano Antonio Gramsci, que Eduardo Basualdo desarrolla en un trabajo
aún inédito sobre el Modelo de acumulación
de capital y el sistema político en la Argentina.
Juegos de rol
Bajo las sucesivas presidencias de Raúl Alfonsín, Carlos
Menem y Fernando De la Rúa se definieron por encima de las identidades
partidarias, roles de oficialismo y oposición, ninguno de los cuales
obstaculizó el nuevo modelo económico-social, impuesto en
forma compulsiva hace un cuarto de siglo, en el que la producción
industrial fue desplazada como eje del modelo de acumulación por
la valorización financiera del capital. Pero las tensiones acumuladas
dentro del bloque dominante hacen imperativa ahora una redefinición,
al estilo de la que sucedió a la hiperinflación de 1989
y para ella van tomando posiciones los distintos sectores del poder. Mientras,
el Senado se apresta a votar un incremento de facultades a la Policía
Federal ya sancionado por la Cámara de Diputados, para ablandar
el control judicial de sus procedimientos y simplificar la criminalización
de la pobreza resultante, lo cual señala uno de los caminos posibles,
de reducción del espacio democrático.
El megacanje anunciado por el superministro de Economía de ambos
partidos, Domingo Cavallo, exacerba ese modo de funcionamiento de la Argentina
postdictatorial, tanto por sus consecuencias económicas, que cierran
un círculo vicioso, como por sus características políticas,
que degradan la calidad institucional. El inciso 7 del artículo
75 de la Constitución Nacional es inequívoco: reserva al
Congreso y no al Poder Ejecutivo .arreglar el pago de la deuda interior
y exterior de la Nación. y la ley de superpoderes sancionada en
la primera semana del regreso de Cavallo no delegó esas atribuciones.
El 25 de marzo, De la Rúa y Cavallo concedieron un reportaje conjunto
al diario La Nación.
¿Intentará el Gobierno reestructurar parte de la deuda?
les preguntaron. Nunca se nos va a ocurrir hablar de ese tema
contestó el ministro.
Apenas dos meses después se cerró la operación, que
implicará un costo exorbitante, de 17 mil millones de dólares
según el cálculo de Claudio Lozano, el desplazamiento del
Banco Central por operadores privados como agente financiero de la Nación
y el pago de comisiones injustificables por alrededor de 150 millones,
que hacen palidecer las del tráfico de armas. Igual que la sociedad,
tampoco el Congreso fue ni siquiera informado. Recién la semana
próxima algunos diputados que integran el Movimiento por la Consulta
Popular presentarán una solicitud de interpelación a Cavallo
por esta elusión al Congreso.
La transversalidad
Sin duda, Menem es la figura emblemática de ese modo de ser del
sistema político que un hombre de negocios de Mendoza definió
hace más de una década con la indeleble consigna Robo
para la Corona. Pero ni el ex presidente es el único corrupto,
ni el fenómeno se limita al Partido Justicialista o al entorno
menemista. Por el contrario, atraviesa en forma transversal a ambos partidos,
con sus respectivas asociaciones económicas, como con alta probabilidad
surgirá de las cajas cuyo contenido analiza la comisión
investigadora presidida por la diputada Elisa Carrió, quien se
refiere para caracterizarlo a la matriz del Estado mafioso.
Esa transversalidad coloca junto al Federal Bank del menemista Raúl
Juan Pedro Moneta al Crédito Argentino, del amigo presidencial
Fernando de Santibañes, y al Macro, donde hizo parte de su carrera
el jefe del gabinete de ministros Chrystian Colombo y cuya prodigiosa
expansión no se entiende sin referencias a Emir Yoma y a Enrique
Nosiglia. Esto explica la exhortación del ex embajador Jorge Asís
al conjunto de la clase política a cerrar filas para impedir lo
que calificó como un suicidio en masa, que habría comenzado
con la detención de Menem.
La dictadura militar abortó las luchas sociales por medio del terror
y aniquiló a una generación de cuadros políticos,
en la peor derrota popular de un siglo. Pero el patrón de acumulación
implantado entonces sobrevivió a la dictadura, por medio de lo
que Basualdo denomina una estrategia negativa que no
pretende construir consenso sino impedir la organización de los
grupos subalternos, inhibiendo su capacidad de cuestionamiento.
Para ello recurre a la integración de las conducciones políticas
y sociales de los sectores populares, a los que inmoviliza e impide generar
una alternativa política y social cuestionadora. La corrupción
y los altos ingresos relativos que perciben los dirigentes políticos
son así instrumentos privilegiados para la redefinición
del sistema político y de la sociedad civil. Por eso, Basualdo
también se refiere al financiamiento de intelectuales supuestamente
independientes por medio de contratos y consultorías durante el
proceso de destrucción y transferencia del aparato estatal al sector
privado. En estas condiciones, la desocupación y la marginalidad
social no sólo disciplinaron a la clase trabajadora. También
elevaron hasta niveles difíciles de soportar el costo del retorno
al llano, que para los intelectuales implica descender al infierno
de la desocupación o, en el mejor de los casos, al purgatorio de
los bajos ingresos y la superexplotación.
La hora de los operadores
La corrupción se erigió así en un .factor orgánico
en el sistema de poder, mediante la cual se articulan el capital oligopólico
y el sistema político en detrimento del conjunto social.. No es
un factor coyuntural sino estructural, intrínseco al nuevo patrón
de acumulación dominante, que cohesiona al bloque de poder y evita
las deserciones. La atracción del sistema bipartidista en su conjunto
a la órbita de los sectores dominantes inhibe la reacción
del resto de los sectores sociales, a los cuales no seles realiza concesión
alguna. Debido a este vaciamiento de los dos partidos, que se desvinculan
de los sectores sociales a los cuales expresaban, también desaparecen
la discusión político-ideológica y la militancia,
substituidas por un formato empresario dominado por los operadores, que
manejan las cajas partidarias y que Max Weber ya había caracterizado
como los boss del sistema político norteamericano. Entre las relaciones
contractuales que constituyen la nueva amalgama que reemplaza a los lazos
ideológicos y políticos Basualdo menciona los empleos estatales
que se reparten entre el oficialismo y la oposición y los contratos
con organismos internacionales de crédito que permiten pagar los
salarios más elevados de la administración pública,
con los que el sistema político financia a sus cuadros, logra nuevas
adhesiones y acalla críticas a la gestión gubernamental.
De retorno
Pero entre los años 1990 y 1993, en los que se consumó
a una velocidad sin parangón en el resto del mundo el desguace
del Estado, el elemento decisivo fueron los retornos, peajes
o comisiones, pagados por los sectores dominantes. Esto permitió
al sistema político realizar su acumulación originaria,
tarifando la fijación del precio de los activos malvendidos y los
porcentajes de capitalización de deuda aceptados en cada caso;
el endeudamiento externo de las empresas durante su privatización;
la adjudicación de las licitaciones o concesiones y el contenido
de los laxos marcos regulatorios iniciales. Basualdo llega incluso a estimar
en no menos de 5000 millones de dólares la magnitud de esa acumulación
originaria del sistema político, aplicando a los 25 mil millones
de dólares que el fisco obtuvo por la enajenación de activos
públicos en el lustro 90/94 la tasa del 20 por ciento que según
el expediente judicial habría pagado IBM a quienes le facilitaron
el contrato para la informatización del Banco Nación. A
ello habría que agregar otro porcentaje sobre los gastos y las
inversiones del Estado y lo recaudado por la sanción de las leyes
de la denominada desregulación de la economía, como la de
patentes. Sólo la industria farmacéutica factura 3500 millones
de dólares al año.
Esta prodigiosa capacidad de ahorro planteó dos desafíos
a los agentes del sistema político: blanquear esos recursos y maximizar
su rentabilidad, es decir la reproducción ampliada
de ese capital. Basualdo menciona en ese sentido las investigaciones de
estas páginas y de los diputados Carrió y Gustavo Gutiérrez,
sobre el lavado de los recursos mediante su fuga al exterior y su reinversión
interna, a tasas de ganancia superiores a las del mercado internacional,
en nuevos negocios en los que el propio sistema político tenía
incidencia directa. No sólo vinculados a privatizaciones, sino
también en otras actividades, como el correo y la carne, de lo
que dan cuenta los apellidos Yabrán y Samid.
Errores estratégicos
La irrupción del Frepaso como tercero cuestionador del bipartidismo
amagó con expandir la arena política (la caracterización
teórica es de Guillermo O`Donnell) y permitir un avance en la organización
de los sectores populares. Pero esa experiencia concluyó al constituirse
la Alianza, debido a lo que Basualdo denomina dramáticos
errores estratégicos del Frepaso. El principal fue considerar
que la regresividad económica y social que se consolidó
durante la década de 1990 obedecía al predominio del sector
financiero y a la hegemonía de su expresión política,
el menemismo. Desde la óptica del licenciado Carlos Alvarez, la
derrota electoral del menemismo debía permitir acuerdos con otros
integrantes del poder económico que impulsaran la producción
y la desconcentración del ingreso. El segundo error fue la deliberada
distanciade los dirigentes de su base social, para hacer viables aquellos
hipotéticos acuerdos con las fracciones dominantes opuestas a los
sectores financieros. El tercero fue considerar la corrupción como
un fenómeno privativo del partido hegemónico y no inherente
al sistema de dominación. (Para un buen ejemplo concreto ver en
esta misma página Amingo mío). Agrega Basualdo:
Estos y otros errores expresan, en el mejor de los casos, la ignorancia
acerca del patrón de acumulación en curso y del sistema
político que se generó durante su desarrollo. Su trabajo
concluye con un análisis de las distintas propuestas de reformulación
del sistema político y de salida de la crisis económica,
que si la salud de De la Rúa, la detención de Menem y la
política de Cavallo lo permiten, serán tema de otro artículo.
Amingo
mío
Por HV
Domingo Cavallo tardó
una semana desde su regreso al ministerio de Economía antes de
acudir en auxilio de Gatic, que durante su anterior gestión durante
el gobierno de Carlos Menem llegó a convertirse en el segundo deudor
privado de los bancos estatales, con 68 millones de dólares, sólo
superado por el Yoma Group, la empresa insignia de la familia expresidencial.
En los frenéticos días iniciales de su gestión como
ministro de Fernando De la Rúa, Cavallo tuvo tiempo para exigir
que el Banco Nación abriera nuevamente el grifo para Gatic, pese
a la calificación adversa de sus créditos por el Banco Central
y a su patrimonio negativo, en el que los pasivos superan en 40 millones
a los activos. Su presidente Eduardo Bakchelian se autodefinió
como un cortesano, que frecuenta las cortes para pedir
favores. Gatic tiene plantas en las provincias de Buenos Aires y
La Rioja.
Cavallo asumió el ministerio el 20 de marzo. El 29, el directorio
del Nación firmó el nuevo crédito, por 700.000 pesos,
pese a la disidencia de su presidente, el delarruista fundacional Enrique
Olivera, quien se negó a suscribir la resolución. Extraída
la primera aceituna, la boca del frasco quedó expedita: el 3 de
mayo el socorro se estiró a 1,8 millones .por haberse agravado
su situación financiera. y este jueves 7, mientras Menem era detenido,
a 2,15 millones por encima del anterior endeudamiento. Confiada en el
padrinazgo de Cavallo, Gatic ya solicitó auxilio adicional por
otros 3 millones de dólares. La última de las concesiones
lleva también la firma de Olivera. El mismo día en que aceptó
redoblar el auxilio a Gatic, Olivera suscribió un documento institucional
como presidente de la Asociación de Bancos Públicos y Privados,
Abapra. Junto con la Unión Industrial, propuso relajar el régimen
de clasificación de créditos del Banco Central, cosa que
el Nación ya había hecho de facto con Gatic, y la refinanciación
de pasivos para empresas pequeñas y medianas, categoría
en la que bajo ningún criterio podría encuadrarse el fabricante
de calzado e indumentaria deportiva. La Carta Orgánica del Banco
Nación fue modificada de modo de priorizar los préstamos
a las Pymes y que ningún crédito superara el millón
de pesos. El mismo jueves negro para Menem, Cavallo argumentó en
contra de cualquier auxilio oficial a Aerolíneas Argentinas, a
la que calificó como una de las tantas empresas en problemas por
la recesión. ¿Usted sabe los problemas que tienen
los 5000 empleados de Gatic? fue el espontáneo ejemplo del
ministro. El Estado no puede meterse con cada empresa que tiene
problemas, dijo. Con cada empresa no.
Ya no soy industrial, soy cortesano, afirma Bakchelian en
su curiosa autobiografía, El error de ser argentino,
publicada hace pocos meses. En sus páginas se presenta como un
industrial apasionado al que sólo le interesa crear trabajo y engrandecer
a su país, en lucha contra laglobalización. También
cuenta que durante el gobierno de Raúl Alfonsín instaló
una planta en Lezama, cerca de Chascomús y durante el de Menem
dos en La Rioja, una de ellas en Anillaco. Bakchelian considera hoy que
cometió un error, fruto de su ingenuidad.
En su libro narra las dificultades financieras que atribuye a la crisis
mexicana, a partir de 1994. Ante el inminente vencimiento de un eurobono
por 15 millones de dólares recurrió al Banco Nación
donde, según sus palabras, por supuesto nos dijeron que no.
Pero Cavallo intercedió y personalmente le comunicó que
el lunes te va a dar el crédito el Banco Nación.
Bakchelian endosa sus penurias a la apertura comercial, que dejó
a sus productos indefensos ante la competencia asiática, y a la
crisis financiera, que le impidió colocar acciones en la bolsa.
Narra que también acudió a Cavallo en procura de capital
de trabajo, porque debía salvar la vida de 15 o 16 pueblos donde
tiene fábricas y da empleo. Cavallo le preguntó qué
necesitaba y realizó personalmente las gestiones, que incluyeron
un almuerzo de Bakchelian y el ministro con el entonces presidente del
Banco Nación, Aldo Dadone. Cavallo hizo toda la fuerza,
recuerda Bakchelian. Un ex director del Banco Nación coincide:
Menem no llamaba, siempre era Cavallo, dice. Una de esas gestiones
se frustró al estallar el escándalo por el contrato del
Banco con IBM y por la oposición de Roque Maccarone, que estaba
a cargo del fondo fiduciario para el rescate de bancos y poco después
se hizo cargo del Banco Nación. Para quebrar su resistencia, Menem
y Cavallo convocaron a una reunión en el Polideportivo de Olivos,
a la que también asistieron Eduardo Duhalde, Maccarone y el entonces
presidente del Banco Provincia, Eduardo Frigeri. Cavallo dijo que no eran
banqueros sino bancarios y que a una empresa como Gatic no se la podía
dejar morir de esa manera. Estuvo durísimo con los bancos.
El resto de la historia debe buscarse en los documentos del Banco Nación.
Al concluir 1998, Gatic ya debía 67,8 millones de dólares
al Banco Nación, 29,5 al Banco de la Provincia de Buenos Aires,
6,4 al de la Ciudad de Buenos Aires y 1,7 al de la Provincia de Córdoba:
105 millones de fondos públicos, más otros 70 que adeudaba
a la DGI. Entre seis bancos privados, en cambio, sólo arriesgaron
2,4 millones en la misma empresa, una proporción similar a la del
Yoma Group. La calificación de esas deudas iba desde el 3, en problemas,
hasta el 6, irrecuperable. El Banco Nación ya previsionó
pérdidas por más 13 millones de dólares de esos créditos.
En diciembre de 1998, el Banco Nación y la DGI accedieron a refinanciar
la deuda. El ente recaudador le concedió un plan a diez años,
con dos de gracia y excluyó a Gatic del pago del impuesto a las
ganancias hasta julio de este año. En la refinanciación
del Banco Nación, a ocho años y con uno de gracia, la tasa
de interés fijada fue de Libo más 3,5 por ciento. Traducido
a términos tal vez también incomprensibles pero cotidianos,
esto quiere decir que el Riesgo Bakchelian fue fijado en 350 puntos. Una
de las formas aceptadas de pago es el descuento de cheques de terceros,
con vencimientos a un promedio de 143 días, que luego fue ampliado
a 240. Gatic se atrasó muy pronto en los pagos. Al fundamentar
la última ampliación, el 30 de mayo, sostuvo que el destino
de los fondos era el pago de sueldos y jornales. Los intereses que pagará
por la operación serán del 10 por ciento nominal anual,
un tratamiento que más hubiera querido la Argentina en el megacanje
de bonos y que continúa con la tradición nacional del subsidio
a los amigos, que hizo grande a la [deuda] Argentina.
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