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LA HISTORIA DE UNA MUJER LESBIANA QUE DENUNCIA HABER SIDO DISCRIMINADA
El desafío de Karina

Karina trabajaba para el Consejo de la Magistratura en Chubut. Cuenta que cuando se enteraron de que era lesbiana y que su pareja espera un bebé que planean criar juntas, le dijeron que era �muy delicado� y la echaron. En el Consejo lo niegan.

�Sé que no sos católica, porque si no te diría que hablaras con algún cura�, le dijeron a Karina.

Por Cristian Alarcón

“Yo vi que se venía la noche”, dice Karina Lucero. Habla del momento en que supo que ser lesbiana y futura madre de un bebé soñado junto a su pareja eran motivos suficientes para sentir la oscuridad. Karina, quien durante dos años fue empleada del Consejo de la Magistratura de la provincia de Chubut, denuncia en esta entrevista con Página/12 que fue discriminada por las máximas autoridades del organismo y apartada de su puesto, que incluía un prometido nombramiento como prosecretaria administrativa. Por ese puesto había dejado su ciudad, Comodoro Rivadavia, para instalarse en Trelew. Había conseguido lo que consideraba un trabajo estable y un buen sueldo y tanta seguridad hasta les hizo posible imaginar un hijo juntas. La noche de Karina, según su relato, llegó la mañana del 2 de febrero. Ese día, asegura, el secretario del Consejo, después de pedirle confirmación de los rumores que a sus oídos habían llegado, y de saber que además esperaban un hijo, lanzó: “Sé que no sos católica, porque si no te diría que hablaras con algún cura”. Comenzó entonces lo que Karina describe como la noche, y lo que el Consejo de la Magistratura niega en pleno. “Bajo ningún aspecto la hemos discriminado por una supuesta orientación sexual que ni siquiera nos consta, nos interesa o resulta considerable”, dice la carta documento del organismo, a la que remitió su presidente cuando fue consultado por este diario.
Karina tiene 26 años, nació en Buenos Aires y creció mudándose de provincia en provincia, hasta que hace cinco años recaló con un nuevo comercio de su padre en Comodoro Rivadavia. Desde entonces que su familia sabe que es lesbiana y aunque don Lucero, un tano clásico, no termina de digerir su elección, ella prefirió la verdad que la eterna simulación. Nunca se entregó al miedo de decir quién era, cómo era y cómo sentía. Nunca registró tampoco un acto discriminatorio que le provocara el dolor de la segregación. Podría decirse, por su relato, que la paradoja está en que se cruzó con la estigmatización, cuando estaba en el mejor momento de su carrera, y cuando vivía en un confortable dúplex con su novia, y con nuevos amigos en una ciudad amable como Trelew. “Era el momento ideal, por todo lo que habíamos conseguido, para tener un bebé. Lo decidimos juntas en diciembre del 2000, ahora ella está de seis meses. Intentamos terminar una casita en un terreno que me regalaron”, cuenta.

Tener un hijo

Karina comenzó a trabajar para el Consejo de la Magistratura cuando la sede del organismo estaba en Comodoro, en abril de 1999. Comenzó ganando 500 pesos. Era la asistente de la prosecretaria administrativa que se alejó del puesto a los pocos meses. Desde entonces asumió las tareas de ese cargo, aunque siempre debió cobrar como monotributista, facturando su salario. “En la oficina eran mis jefes y yo, no había más empleados.
Por eso debía preparar las carpetas de llamados a concurso de magistrados, armar expedientes, controlar los requisitos que manda un abogado. Preparaba las documentaciones, escribía denuncias contra jueces”.
Cada dos años el Consejo de la Magistratura de Chubut cambia su lugar de radicación. En diciembre de 2000 Karina recibió del secretario del Consejo, Juan Carlos Lobos, la propuesta de continuar su tarea en el próximo destino. “Me dijeron allá te vamos a dar un cargo fijo, como corresponde, que tenga obra social, vacaciones, todo lo que yo no tenía. Hasta el último día nunca tuve vacaciones. Así que nos hicimos la idea de trasladarnos. Mi pareja renunció a su empleo, como voluntaria en la Fuerza Aérea, y nos mudamos a Trelew, a 400 kilómetros”. Durante enero Karina organizó las nuevas oficinas. Y de allí en más sumó tareas: manejaba la caja chica, diagramaba el boletín del consejo, realizó la página Web.
En diciembre, durante una sesión plenaria, se anunció que le darían el cargo de prosecretaria administrativa, ante varios testigos. Es por esos días que deciden lo que venían imaginando: tener un bebé.

La noche

–¿Se imaginaron que iban a tener dificultades?
–La verdad es que no. Si bien yo soy consciente de que existe la discriminación nunca había tenido un tipo de problema. Tengo un círculo de amigos muy chico, y los padres y los hermanos de ella nos apoyan muchísimo. Imaginate, que para la edad que tengo tenía un trabajo bárbaro, que te da placer y una relación madura. En base a eso fue planeado.
–¿Cómo fue que en el Consejo se planteó tu orientación sexual?
–Yo siempre fui muy reservada. “¿Y, Karina? ¿Conociste a un chico o algo?”, y yo contestaba con evasivas. Pero jamás me esperé una reacción así. Fue el primer día de trabajo después de la feria. El doctor Lobos me llevó a su oficina, cerró la puerta y me dijo: “Mirá, Karina, me ha llegado un comentario. Yo quería saber si es verdad o no. ¿Vos realmente estás sola?” Me pareció que era el momento. Le dije que estaba en pareja con mi amiga, la que vivía conmigo y que ella estaba embarazada pero que no creía que eso tuviera que ver con mi trabajo. El dijo: “Yo no creo que sea tan así” y me preguntó quién era el padre del bebé. “Esto es algo muy delicado, vos estás en el Consejo de la Magistratura. El presidente no puede estar ajeno de esto”, dijo y yo vi que se venía la noche.

Desnudeces

A partir de esa mañana Karina lloró varias veces. Lloró cuando salió de allí. Lloró junto a su novia. Lloró cuando se sucedieron las reuniones en las que, según cuenta, su “asunto” fue tratado por Lobos, el presidente, Adolfo Fernández, y Caimi. “Fui a verlo a Fernández a su estudio y me dijo que era delicado por el lugar que ocupaba. ‘Si un hombre va a la plaza y se saca la ropa, queda como un loco suelto. pero si fuese yo saldría en la tapa de los diarios’. También que me nombrarían, pero que si se hacía público tendría que renunciar. Después cambió de opinión. En otra reunión me dijeron que debía elegir entre renunciar o presentarme al pleno del Consejo pero que si era así podrían denunciarme por privación ilegal de identidad del bebé. Cuando eso ocurrió intenté grabarlos pero no salió. Así que volví a verlos y entonces los grabé. Ahí me dicen que no tomara lo que me habían dicho como una amenaza, que me quieren como a una hija, que pensara bien lo que iba a hacer porque si me presentaba al pleno quedaría escrito y no sería bueno para mis referencias”.
Karina decidió presentarse ante el Pleno del Consejo que se reunía en Esquel. Viajó 500 kilómetros con su pareja y su suegra. Pero una vez allí la recibió sólo Fernández. “Consideraron que todos opinaban que es algo muy delicado habiendo una criatura en el medio. `Así que decidimos que tu cargo se va a concursar pero vos podés presentarte, claro que vas a tener una entrevista personal. Si llegás a ganar, vamos a ver si te damos el nombramiento`, me dijo.” Karina supo que era el fin. Tuvo que desarmar su casa en Trelew, regresar a Comodoro, instalarse por un tiempo en la casa de la familia de su pareja. Y viajó a Buenos Aires para presentar una denuncia, a través de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). Envió entonces una carta documento a todos los consejeros. El Consejo contestó con otra: en ella se rechaza por “improcedente e inexactos y mendaces los términos de su carta”.
–¿Esto significa que según usted en el Consejo puede trabajar una mujer lesbiana? –le preguntó Página/12 al presidente, Fernández.
–No hay ningún inconveniente. De hecho cuando contestamos la carta, dijimos que no había discriminación y que había tareas pendientes a las que debía presentarse a terminar de efectuar.
Karina asegura que es irrisorio que se le diga que puede volver a su trabajo cuando ya se mudó y cuando ya fue discriminada. “Con la misma actitud eligen un juez. ¿Qué pasaría si hay una mujer que podría ser lesbiana? Aunque fuera la mejor abogada sería un problema su condición sexual. Sé que lo que estoy haciendo no es fácil. No voy a salir en un diario por un logro, voy a salir porque soy lesbiana, porque me echaron deun empleo. Pero nosotras estamos felices esperando el bebé y no podría criar a un hijo y decirle me echaron por ser lesbiana y me escondí bajo una piedra. Esa misma manera de pensar comparte mi pareja. Sé que voy a salir a la calle y van a decir ‘ésa es lesbiana’. Pero esto llegará hasta donde tenga que llegar. No me quedó otra. O no hacía nada, o lo hacía todo, y prefiero la dignidad a la oscuridad.”

 

Otros casos que hicieron historia

La historia de Karina se parece a otras historias, episodios con protagonistas que también fueron discriminados en su lugar de trabajo a raíz de su identidad sexual, y recibieron como explicación argumentos absurdos. César Cigliutti, titular de la Comunidad Homosexual Argentina, recordó dos de esos casos, y consideró que “fueron importantes para la comunidad, porque sus protagonistas se animaron a hablar y a denunciarlos con nombre y apellido, y permitieron sentar las bases de la lucha contra este tipo de discriminación”.
Mónica Salas era maestra de 3º grado en una escuela de Villa Gobernador Gálvez, Santa Fe. En noviembre de 1994, la directora y la vicedirectora del establecimiento le comunicaron que quedaba cesante. El argumento que justificaba la decisión había surgido de un examen psiquiátrico que le habían realizado varios médicos del área de Salud Laboral del Ministerio de Educación provincial. “Usted es psiquiátricamente inepta, por su condición de lesbiana, y porque además de antiestético el comerse las uñas es una prueba de gran ansiedad”, le dijo una de las doctoras.
No bien salió del asombro, Mónica denunció lo sucedido ante la Comunidad Homosexual Argentina y ante Gays por los Derechos Civiles. Los padres de sus alumnos también protestaron, y el ministro de Educación santafesino se vio obligado a reincorporarla a la escuela, aunque se le asignaron tareas administrativas. A pesar del triunfo momentáneo, Mónica tuvo que sufrir varias agresiones e insultos de parte de alguna gente de Gálvez. Jorge Piris, encargado de un edificio de departamentos del barrio de Flores, también soportó varios tragos amargos: cuando los administradores del consorcio donde trabajaba descubrieron, en 1993, que Jorge era gay, le hicieron la vida imposible. Le bajaron el sueldo, le cortaron el gas y hasta fue agredido físicamente. Dos años después lo echaron, y entonces los vecinos salieron a protestar. Tampoco en ese caso se llegó a la Justicia: como estaba cerca de jubilarse, Piris prefirió aceptar el dinero que le ofrecieron como indemnización y reparación por el “daño moral causado”, y se retiró.

 

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