Por
Juan Jose Panno
Cómo estáis, cómo os sentáis hoy, hermanos
de sangre azulgrana en este día tan glorificante en que se celebra
la Pellegrinación del campeonato Clausura?, preguntaría,
aquel personaje de Fabio Alberti en los tiempos de Chachacha,
meditando por un momento en el título que ganó San Lorenzo
y en la fiesta que se desató en el Nuevo Gasómetro. Feliz,
como todo cuervo que se precie, el curita reviviría las andanzas
del mártir Peperino Pómoro y relataría a propósito
de la victoria del club de Boedo contra Unión: Unión
es de Santa Fe, pero santa fe hay una sola, santa fe la de Peperino Lorenzo
Pómoro que les rompió el record a todos, porque siempre
creyó en las posibilidades del DT y los fieles jugadores y les
dio una lección de esperanzamiento a los hinchas, que en algún
momento del campeonato pusieron en duda la eventual concreción
de los sueños. Vosotros sabéis, hermanos míos, lo
que dijo Lucifer Sanfilippo, antes de la extremaunción de El
equipo de Primera. Dijo que a este equipo lo armó Cousillas.
Calumnias y blasfemias, infamias y crueldeces. Al equipo lo confesionó
Pellegrini, pero lo más importante es, como bien lo dejó
expresado el mártir en sus comentarius de los diarius, fue que
estuvo Coloccini para darle consolidación a la línea de
fondo y Romagnoli. Todos los caminos conducen a Roma, como dijeron Batistuta
y San Muel, pero también es verdad que todos los caminos conducen
a Romagnoli, que se olvidó de las poluciones nocturnas y se hizo
grande y comulgó el fútbol que le gusta a la gente y fue
beatificado como corresponde.
¿Qué pasó en el partido decisivo? ¿Fue rival
Unión? ¿Pudo empatar el equipo de Pumpido? El curita tiene
respuesta para todo: El 2 a 1 está bien aventurado, es justicia
divina. Los de Unión metieron un lindo gol de tiro libre o laica,
pero no exigieron demasiado y fueron fáciles para los azulgranas
porque, como dijo Peperino Lorenzo Pómoro, sólo era cuestión
de mantener la calma chicha Serna y, tarde o temprano, llegarían
las goles ya sea por la vía de penales fantasmagóricos,
ideados por obra y gracia arbitrales, ya sea por conjunción y ensamble
de pases cortos en el áurea grande de los rivales hasta que la
aureola blanca llegó al poder del zurdo Erviti, que sacó
un inmaculado derechazo y crucifixionó a Castellano, quien puteaba
en todos los idiomas. Primero estuvo a punto de atajar el penal que le
pateó Romeo y le dijo: Lo erraréis, y le nombró
a mufas famosos de todos los credos y cuando le llegó la globa
casi la agarra, pero se le escapó como agua bendita entre las manos.
Y después, casi le saca el tiro a Erviti, pero no pudo hacer la
de Dios.
¿Y la fiesta del final? ¿Qué pasó? Por qué
no hubo vuelta olímpica?
¿Por qué el cierre no tuvo el brillo que se merecía?
El mártir ya lo había anticipado: si dejáis
la seguridad en manos de la policía, la cagaréis. Los agentes
del desorden vieron el alambrado roto y se hicieron los sotas, y ya se
sabe lo que pasa cuando se abren las puertas del infierno. Se hubiera
entendido una rotura en los alambrados del gallinero de algún otro
equipo; se hubiera entendido que la gente entrara por los costados del
estadio deforme, pero no lo que pasó. Igualmente, como dijo el
mártir, no se sabe si es peor una vuelta olímpica armada
por Macri con los jugadores en procesión a paso lento o esta desbordación
emotivesca con las mieles del éxito.
Es previsible la respuesta del curita si se le preguntara si San Lorenzo
es justo y legítimo campeón. Sindudamente diría
fue el mejor; el que hizo las cosas como correspondía en el último
tramo del recorrido, el que no gallinaceó nunca; el que pudo dedicarse
a un solo campeonato sin tener que poner una vela acá y otra allá,
y el que siguió los sabios consejos de Peperino Lorenzo Pómoro,
que fue el que dijo aquella frase inolvidable: El que no salta es
de Huracán.
Números
en el sube y baja
San Lorenzo
logró su undécima victoria consecutiva (en la lista
de sus vencidos hay dos grandes: Independiente y Boca) e igualó
el record de San Lorenzo en el 35 y en el 41 con la
particularidad de que aquellos equipos no salieron campeones. Independiente
tiene 12 triunfos en seguidilla, pero en dos torneos.
Los 47 puntos logrados en sus 19 partidos marcan el registro más
alto en torneos cortos desde que comenzaron a disputarse en el 90.
Boca y Vélez del 98 habían logrado 46 puntos.
Lo curioso es que este equipo no terminó invicto (perdió
con Racing y con River), tal como había ocurrido con los
campeones del 68 y del 72.
El gol de Castillo cortó la racha de 6 partidos sin recibir
goles que llevaba.
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No
va a quedar ni el loro
El partido
de ayer pudo ser el último de varios futbolistas de San Lorenzo.
Luego de jugar durante dos años por el 20 por ciento y no
arreglar su contrato, Eduardo Tuzzio quedará libre a fin
de mes. Si bien no hay certezas sobre su futuro, todo indica que
en la próxima temporada actuará en Europa. Otros tres
que están en una situación incierta son Fabricio Coloccini,
Juan José Serrizuela y Sebastián Abreu. A los tres
se les vence el préstamo y todavía no está
clara su continuidad. A Coloccini lo quieren retener, pero el futuro
técnico del Milan, Fatih Terim, lo pretende en su plantel,
así que es muy difícil que siga. En los otros dos
casos, la idea de los dirigentes es intentar prorrogar el préstamo.
También hay tres futbolistas con ofertas del exterior. A
Pablo Michelini lo pretende el Sevilla, flamante ascendido en España.
Por Leandro Romagnoli pidió condiciones el Brescia, y en
San Lorenzo quieren al menos 10 millones de dólares por su
pase. Al goleador Bernardo Romeo lo buscan de Zaragoza y de Valencia,
aunque habrá que definir su cotización. Para colmo,
ni siquiera el técnico Manuel Pellegrini tiene asegurada
su continuidad en el equipo por algunas diferencias con la dirigencia.
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LA
VUELTA OLIMPICA QUEDO POSTERGADA
Alambre
y sed de fiesta
Por
Ariel Greco
Qué
fiesta, San Lorenzo! Globos, banderas, papelitos, bengalas, todo elemento
con los colores azulgrana sirve para el festejo. Toda la familia sanlorencista,
sí, desde los abuelos que vieron a Farro, Pontoni y Martino hasta
bebés de pañales se juntaron para celebrar el noveno título
de la historia. Camisetas nuevas y de las otras. Con publicidad de Cablevisión
de ahora o con la del contrato anterior, con la de Noblex, la de Medicorp,
la de Astori, incluso alguna colada negra y amarilla de paso fugaz, todo
vale. Hasta las de piqué que supieron transpirar Cocco y el Lobo
Fischer. El asunto es cantar y bailar.
Si bien el desenlace es previsible, los nervios matan. Por eso cuando
Romeo se zambulle en el área y Brazenas compra, llega el alivio.
A pesar del susto por el manotazo de Castellano, el goleador no falla.
Me parece que River no sale campeón/ sale el cuervo/ sale
el cuervo, sí señor, el canto surge desde el alma.
Incluso algunos piden un minuto de silencio, pero la ansiedad puede más
y la cargada no surte el efecto esperado. Cuando Erviti mete el segundo,
el recuerdo es para los rivales más odiados, Huracán y Boca,
casualmente los dos que le dieron la mano más grande bajando al
equipo de Gallego. Gritemos todos de corazón/ que los bosteros/
y los quemeros/ están gritando papá campeón.
De agradecer gentilezas, ni hablar.
Las portátiles, las mismas protagonistas de los históricos
gritos de los goles de Huracán del martes pasado, traen buenas
noticias. Penal para Lanús, grita uno con auriculares;
gol de Lanús, intenta traducir otro. Algo de confusión,
pero como en el potrero, penal y gol es gol. Entonces sí, ya no
hay dudas. Dale Campeón, dale Campeón, el canto
esperado se hace interminable. Apenas lo apaga el golazo de tiro libre
de Castillo, que se sufre más porque le corta el invicto al arco
de Saja.
El segundo tiempo casi que está de más. En la cancha, San
Lorenzo no quiere y Unión no puede. Afuera, sólo sirve para
aumentar la tensión y prolongar la espera. La música la
pone una bandita de mariachis, que hacen recordar a la que seguía
a Mandiyú. El color lo ponen las bengalas y las bombas de humo
azul y rojas. Casi que no se puede ver el partido...
Que de la mano/ del ingeniero/ todos la vuelta vamos a dar...
El agradecimiento de la hinchada a Manuel Pellegrini se hace sentir. A
esa altura, Unión busca el empate, la gente sólo quiere
festejar. Entonces comenzó lo inexplicable. La policía les
permitió a los hinchas romper el alambrado para ingresar a la cancha.
Así, con miles de particulares a los costados del campo y con los
bomberos tirando agua hacia las tribunas, Brazenas se vio obligado a suspender
el encuentro. La marea se metió en el campo y obligó a los
jugadores, tanto de Unión como de San Lorenzo, a correr para refugiarse.
Mucho desorden, ninguna vuelta, algunos robos. Un final que el campeón
no se merecía.
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