Por
Victoria Ginzberg
Mónica
Brull conoció a Gertrudis Hlaczik Trudy en quinto grado
de la primaria. Se cambiaron juntas de escuela, militaron en el mismo
grupo, se fueron de sus casas al mismo tiempo, casi se quedaron embarazadas
a la vez y sus hijos nacieron con doce días de diferencia. Ambas
fueron secuestradas durante la dictadura y fueron llevadas al centro clandestino
El Olimpo, junto con sus niños. Trudy era muy atolondrada
y me acompañaba a todos lados. Siempre decíamos que como
ella era muy distraída para cruzar las calles, lo único
que faltaba era que nos pisara un mismo auto y nos enterraran en la misma
fosa. Y la verdad que cuando nos encontramos en El Olimpo medio que nos
acordamos y no dijimos nada, cuenta Mónica, que es ciega
de nacimiento. Mónica salió en libertad y se reencontró
con su hijo, Pablo. Trudy y su esposo, José Poblete, continúan
desaparecidos. Su hija Claudia quedó en manos del teniente coronel
Ceferino Landa y su mujer, Mercedes Beatriz Moreira, y recuperó
su identidad recién el año pasado. El jueves empezará
el juicio oral contra los apropiadores. Mónica será una
de las 36 testigos que se presentará ante los jueces Guillermo
Madueño, Guillermo Gordo y Luis Di Renzi. Claudia será otro.
Mónica hizo la primaria en una escuela privada de origen alemán
donde llevaba sus cosas en Braile y avanzaba a la par del resto de los
chicos. En la secundaria aprendió a escribir a máquina para
entregar los trabajos escritos y algunas pruebas las daba oralmente. En
1975 empezó a militar con un grupo de discapacitados que había
formado parte del Frente de Lisiados Peronistas (FLP). Allí conoció
a Chiche Guillén, el padre de sus hijos, y a José Poblete,
un técnico tornero chileno que había perdido sus piernas
en un accidente automovilístico. Su amiga Trudy también
se acercó a la organización y se puso de novia con José.
El Frente como tal ya estaba algo enfriado por la propia situación
de la época. Mi labor pasaba por trabajar en el Instituto de Rehabilitación
en Belgrano, donde teníamos un club en el que organizábamos
actividades recreativas y culturales. De alguna manera la idea era llevar
el mensaje de autogestión, como se diría hoy,
aunque en esa época pasaba por otro lado, narra Mónica.
El grupo había logrado que se aprobara una ley que obligaba a las
empresas a tomar entre sus empleados a un cuatro por ciento de discapacitados.
Pero quienes militaban en el Instituto de Rehabilitación transmitían
que aunque la ley era importante, en la medida en que el discapacitado
no fuera protagonista, no se capacitara para el trabajo, no le peleara
a la vida, la integración no duraba. Para los militares se
trataba de una iniciativa peligrosa, fue la tercera ley que derogaron
después del golpe de Estado.
El 7 de diciembre de 1978 en Cangallo (ahora Perón) y Uriburu,
cuando planeaba encontrarse con Trudy, Mónica fue secuestrada.
El operativo fue dirigido por Clavel, quien después
se reveló como el comisario Roberto Antonio Rosa, socio del juez
federal Norberto Oyarbide en el negocio de protección de prostíbulos.
Trudy, José y Claudia habían desaparecido el 28 de noviembre.
Aunque todavía no se notaba, Mónica estaba embarazada: Fue
lo primero que les dije. Y los que me llevaron a la picana por orden de
Julián le avisaron mirá que está embarazada.
Pero Julián dijo que Fulana (no se acuerda el nombre) estaba
de seis meses y la aguantó, ésta también la va a
aguantar, y además viólenla, cosa que no hicieron.
Lo aclaro porque es otro tipo de delito, que no está amparado por
las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Poco después
de salir del Olimpo, la mujer perdió su embarazo.
Los primeros tres días de su cautiverio Mónica los pasó
en la enfermería porque estaba con Pablo, el hijo de nueves meses
que después fue entregadoa sus abuelos. A Trudy le dijeron que
iban a hacer lo mismo con Claudia, pero la niña tuvo otro destino.
En El Olimpo, los represores no tuvieron compasión con nadie. El
trato con nosotros por ser discapacitados no era mejor ni por las tapas,
pero tampoco creo que fuera peor que el de los demás. En mi caso
se ensañaban porque soy judía. Pero el maltrato era moneda
corriente. Si era por humillar hacían cola. A Pepe (José)
también lo trataban muy mal porque era chileno y en esa época
era el conflicto del Beagle, recuerda Mónica, que actualmente
trabaja en una empresa que exporta maní.
Cuando Trudy se enteró de que Mónica se iba del Olimpo,
le pidió que averiguara qué había pasado
con su hija. Le habían dicho que se la habían dado a la
madre, pero después, a través de un llamado telefónico
que le permitieron hacer, supo que Claudia nunca había llegado
a sus abuelos. No sé qué creía Trudy. Cuando
estás en esos lugares, no sé si es un mecanismo de defensa
o no, pero uno se cree cualquier buzón. De hecho alguna gente que
murió creía que la iban a llevar a una quinta de recuperación.
La verdad, que no sé qué creía. Una se resiste a
pensar que la van a matar, dice Mónica. Gertrudis y José
continúan desaparecidos.
El 6 de marzo de este año el juez federal Gabriel Cavallo, que
llevó el caso en la etapa de instrucción, declaró
la inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final
para poder procesar a Julio Simón, conocido como El Turco
Julián y a Juan Antonio del Cerro, alias Colores
que ya estaban detenidos por el robo de la menor por la desaparición
del matrimonio Poblete. Eso fue muy movilizante. Pero no se me cruzó
eso de justo con este caso, sino más bien qué
suerte que lo hizo. Es que cuando se dictaron las leyes me sentí
totalmente desprotegida, porque yo había colaborado mucho en los
juicios y acá nunca sabés cuándo y cómo vuelven
los cucos, asegura Mónica. En 1985 la mujer participó
en una ronda de presos para reconocer a Colores. Fue en un juzgado: tres
personas leyeron un párrafo de algún código judicial
y Mónica señaló al represor.
Simón y Del Cerro tendrán su oportunidad de enfrentarse
a la Justicia. Pero por ahora, es el turno de los apropiadores directos.
El médico militar Julio César Cáceres Monié
me ofreció darme una beba que había sido abandonada. En
esa época aparecían muchos bebés abandonados,
afirmó el año pasado el teniente coronel Landa cuando declaró
ante Cavallo.
La sustracción de la menor y de sus padres surge
del contexto histórico investigado, de los que no resultaban para
nada ajeno los imputados, sobre todo en el caso de Landa, que se desempeñaba
como militar en actividad en el cargo de teniente del Ejército
en el año 1978, profesión desde la cual no podía
desconocer los métodos ilícitos empleados para combatir
a la subversión y a toda forma de oposición al gobierno
ilegítimo que entre los años 1976 y 1983 usurpó el
poder, dijo en su fallo el juez al procesar a Landa y Moreira.
El
segundo juicio oral
Los jueces
Guillermo Madueño, Guillermo Gordo y Luis Di Renzi serán
los encargados de llevar adelante el segundo juicio oral y público
por la apropiación de un menor durante la dictadura. El tribunal
espera poder escuchar a los 36 testigos en cuatro audiencias. Claudia
Victoria Poblete, de 23 años, fue convocada para dar su testimonio.
Las víctimas estarán representadas por la abogada
Alcira Ríos, de la Asociación de Abuelas de Plaza
de Mayo, y el fiscal será Raúl Perotti. La defensa
del caso estará a cargo del abogado Jorge Appiani, quien
está siendo investigado por el juez Rodolfo Canicoba Corral
por su posible participación en la falsificación del
documento que logró dejar libre en Italia a su socio Jorge
Olivera, acusado de la desaparición de la ciudadana francesa
Marie Anne Erize. El primer juicio de este tipo se realizó
en mayo de 1998 en San Isidro y fue por la apropiación de
Martín DElia, quien fue anotado falsamente como Carlos
Rodolfo De Luccia. En esa oportunidad la única condenada
fue la apropiadora Marta Elvira Leira, ya que el teniente de navío
Carlos De Luccia había fallecido.
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