Por
Nora Veiras
Hace seis meses, usted
planteaba que en la Argentina se estaba viviendo un proceso de desmoronamiento
lento de la democracia. ¿Cómo evolucionó o no esta
situación?
Veo
con preocupación síntomas de aumento de las probabilidades
de una muerte lenta de la democracia argentina. Esto tiene una sintomatología
que incluye, para empezar, un creciente distanciamiento de la mal llamada
clase política. Segundo, un notable estrechamiento de la agenda
pública: cada vez se discuten cosas más pequeñas
y más incomprensibles para la población. Los políticos
se encierran en una rosca de internas y gobiernan muy poco. Omiten las
grandes cuestiones nacionales y omiten proponer caminos para la solución.
Un tercer síntoma es el de un gran fraccionamiento de los partidos
en el Congreso y afuera. Y cuarto, una decadencia y escepticismo generalizado
respecto de las instituciones y, sobre todo, de la legalidad. Estos síntomas
fueron inventariados hace unos treinta años por un gran sociólogo
español, Juan Linz, que escribía no sobre el breakdown de
regímenes autoritarios sino sobre el breakdown de regímenes
democráticos. Esta constelación de factores están
presentes en la Argentina sumados no accidentalmente a una crisis económica
y social que se reproduce a gran velocidad. Cuando estas cosas pasan,
el peligro puede no ser por razones históricas circunstanciales
el de una muerte rápida. Es decir el de un golpe militar sino una
progresiva descreencia en la política y finalmente
la llegada, por vía de argumentos demagógicos autoritarios,
de líderes cuyo paso siguiente es terminar de truncar las libertades
políticas básicas de la democracia política. La figura
de Ruckauf asomando por ahí, me parece una encarnación,
pero por cierto no la única, de este peligro de la muerte lenta.
Ya ocurrió en Perú con Fujimori.
A veces parece que los políticos que están en el poder
generan conscientemente las condiciones para que estos liderazgos se convaliden...
Parte del síntoma es el de una creciente insensibilidad de
los políticos respecto del estado de la opinión pública.
Por ejemplo, el asunto de los senadores votándose este seudoaguinaldo
ya es cercano a María Antonieta diciéndoles a sus cortesanos
Bueno, si piden pan y no hay, denles tortas a los sans culottes.
Eso muestra un grado de desaprensión y despegue de la gente que
es un síntoma de estupidez. Si yo fuera un canalla vivo no me voto
ese aguinaldo. No por las buenas razones sino por las malas. Creo que
eso en parte es un reflejo y, a su vez aumenta, el tema de la estrechez
de la agenda pública. A mí me parece notable los temas que
no se discuten.
¿Cuáles por ejemplo?
Por ejemplo, sale la Unión Industrial Argentina colocándose
a la extrema izquierda del Gobierno, hecho curioso, planteando un problema
tan fundamental como el de anular el regalo a las empresas privatizdas
que le hizo el ministro (Domingo) Cavallo, en su anterior encarnación
y la reacción del señor Nicolás Gallo (secretario
general de la Presidencia) fue decir que es un disparate. En situaciones
en las cuales sabemos el problema del déficit fiscal, la
alternativa de bajarle sus magros ingresos a los jubilados no plantear
algo de tan obvia justicia como es ese regalo es una ausencia de discusión
pública fenomenal. La segunda, está claro que la Argentina
tiene uno de los regímenes impositivos más regresivos, más
perversos del mundo, que ahoga a una clase media dependiente de su empleo
y permite a los ricos evadir legal o ilegalmente y tener una de las tasas
más bajas de tributación del mundo, dentro de un promedio
bastante alto porque ahí refleja la asfixia de los que cobramos
en relación de dependencia. Ahora el ministro Chrystian Colombo
anunció que este tema va a entrar en la agenda, por supuesto me
pregunto desde quélado y con qué propósito. Pero
creo que no hay un país que pueda salir y plantear su futuro que
no revise en un sentido apuntado a la equidad social a lo progresivo su
sistema impositivo. Yo he preguntado por qué no se ponen estos
temas y la respuesta es porque no, porque es peligroso, no es el momento...
en otras palabras, creo que hay una gran cantidad de imposibilistas.
Cuando se estrecha así la agenda y todos los contenidos que podrían
ser de transformación social quedan excluidos por supuesto que
los conservadores ya ganaron. En política uno sabe que el gran
elemento del poder es controlar la agenda: si yo logro sacar los temas
que al otro le interesan y dejo solamente los míos y después
digo: Vení y discutí, ya gané.
Según datos del Indec, en la Argentina hay 14 millones de
pobres, ¿cómo puede esa gran fracción hacer valer
sus derechos ciudadanos más allá del voto? ¿Cómo
hacer que la democracia no se agote en el acto electoral y se quede indefensa
ante la estafa de las promesas electorales?
La pregunta refleja muy bien que partimos de una situación
muy desgraciada y desfavorable. La Argentina ha sido casi destruida socialmente
y eso marca puntos de partida muy difíciles, pero son los que tenemos.
Creo que tenemos una cosa con lo que tenemos que hacer palanca: las libertades
políticas de opinar, de organizarnos, de asociarnos. La gran pregunta
es si estas libertades democráticas sirven o no para usarlas como
un ámbito de protección y de arranque para pelear por otras
libertades y por otros derechos. Uno de los problemas centrales de la
Argentina es esta legalidad fraccionada.
¿Qué quiere decir con legalidad fraccionada?
Se ha dicho mucho que América latina y ahora Argentina son
dualistas: están los incluidos y los excluidos. Yo creo que eso
ya no es cierto. Desgraciadamente hay que hacer más complicado
el problema porque según como lo veamos dependerá dónde
luchamos, con quién y para qué. Empieza a perfilarse una
legalidad triple en la Argentina: por un lado son los que están
arriba de la ley que son los que casi no pagan impuestos, tienen policía
privada, sus hijos van a escuelas y colegios privados, si tienen algún
problema con el Estado ni lo ven, porque se lo arreglan directamente o
si necesitan hacer un trámite pasan directamente a la oficina del
jefe. Sienten que no tienen por qué pagar impuestos porque realmente
han privatizado sus recursos de una manera fenomenal. Esa es la gente
que nunca hace colas. Después estamos los que estamos dentro de
la ley que somos los que si no cumplimos vamos al juzgado, demorará
mucho, pero finalmente la ley se aplicará. Nosotros somos los que
hacemos colas, algunos en los consulados otros para los trámites,
para los juzgados, para las entradas. Para nosotros, entre nosotros esta
legalidad existe, salvo cuando nos chocamos con un policía coimero.
Hay una tercera franja que son los que están afuera de la ley.
Esa gente se encuentra con el Estado, pero se encuentra con el Estado
represor, no es un Estado que le reconoce derechos sino que sale a reprimir,
que los considera de entrada peligrosos y que de vez en cuando para apagar
algún incendio le tira algunos pesos de la manera más despectiva
e insultante posible. Esa gente también hace muy pocas colas, pero
porque no tiene a dónde ir, salvo largas esperas en hospitales,
en el resto del tiempo tampoco hace colas, pero por razones opuestas a
los de arriba. Creo que son legalidades: unos la de los que están
eximidos por su poder, otros que sufren la cara más represora y
después algunos, nosotros, que todavía estamos más
o menos adentro. Hay que hacer un esfuerzo terriblemente complicado porque
es a dos puntas: por un lado, dirigido a aquellos que se eximen para traerlos
de vuelta por lo menos vía sistema impositivo y ahí, por
supuesto, la respuesta es siempre la del chantaje: es decir si avanzás
en esto o sí a los obreros le reconocían a los sindicatos,
o si a las mujeres les reconocían el derecho al divorcio. Ahí
está la pelea política, el coraje de avanzar y noquedarse
aterrado temblando ante el primer canto de quiero retruco que le cantan
a los políticos. Del otro lado, es extender la legalidad hacia
los que quedaron afuera. Creo que cada rincón de la sociedad debe
civilizar esta cara cruel y terrible. Son tareas largas, complicadas,
son tareas políticas, sociales. No las va a hacer sólo ni
una Organización No Gubernamental, ni el periodismo ni un partido
político sino que tienen que ser confluencias cívico-políticos.
¿Cómo juega en el reforzamiento de esta realidad el
fracaso de lo que significó el proyecto de la Alianza entendido
como un lugar desde el que se iba a tratar de hacer mínimamente
justicia?
Creo que el fracaso de la Alianza ha sido un factor de tremenda
desilusión que complica este camino. Mirando históricamente
el caso de países en grandes crisis: algunos nunca salieron y vegetan
en la historia, otros salieron con esfuerzos empecinados porque en algún
momento saben encontrar un eje de discurso y de conducta que convoca ansiedades,
descontentos, esperanzas residuales en algo que lo que logra es insisto
recuperar la agenda pública, es decir volver a tener la audacia
del poder. Eso moviliza, articula fuerzas, produce sinergías que
pueden sacar al país de esa imagen de un tren lanzado a alta velocidad
hacia el precipicio. Como diría Max Weber por ahí un movimiento
de palanca consigue desviar el tren hacia otro destino. Para eso no hay
recetas, no hay ningún sabio o sabia que pueda predecirlo. Sobre
todo hay que cobrarles mucho a los políticos, hay que demandarles,
hay que preguntarles por sus silencios. Más importante hoy que
enojarse con lo que hacen o deciden es enojarse con lo que no hacen con
lo que no están planteando y eso tiene que ser una demanda social.
¿Cómo analiza usted el derrotero de Carlos Chacho
Alvarez que primero renunció a la vicepresidencia y después
a la política?
En la gestión de la Alianza yo tuve muchas ilusiones, me
alegré mucho cuando ganó las elecciones. En el momento de
la renuncia entendí personalmente por qué tomó esa
decisión. A mí me parecía que a partir de eso Chacho
tenía dos grandes asignaturas pendientes: una era retomar de forma
serena y convincente las posiciones progresistas por las cuales lo habíamos
elegido y segundo dedicarse a hacer del Frepaso un partido político
en serio. Estas dos asignaturas básicamente aún siguen pendientes.
En ese escenario, ¿cómo ve el crecimiento de la figura
de Elisa Carrió?
Lo de Lilita Carrió me parece muy, muy interesante, creo
que está demostrando una serenidad, una integridad de carácter
y un coraje admirables. Lo que ella dice acerca de que uno tiene que llegar
a la madeja de lo que llama correctamente un Estado mafioso, es decir
toda una red que ha penetrado en todos lados y tiene tentáculos
afuera del justicialismo, creo que apunta a algo de enorme importancia.
Me da la impresión que está haciendo la investigación
con gran seriedad, sin apuros, sin querer lograr impactos espectaculares
mañana. Así que la veo con gran interés y esperanza.
¿Cree que puede ocupar el espacio que dejó vacante
el fracaso de la Alianza?
Ahí ya no sé. Creo que es prematuro. Me gusta que
Carrió tampoco está apurada en saber eso. Estamos viendo
el paso a paso y es bueno que uno no sepa todavía.
Usted hablaba del chantaje de los sectores que están por
encima de la ley cuando se los intenta tocar. ¿Cómo reaccionan
esos sectores frente a la entronización de Domingo Cavallo en el
Ministerio de Economía?
Ahí me mataste. Creo que hay un factor estructural. Es cierto
que con la globalización el poder relativo del capital financiero
sobre otro tipo de capital y sobre los estados ha aumentado en todo el
mundo. Esa es laparte de verdad. También es cierto y se dice menos
que esa cuota de poder en la Argentina es aún mayor gracias a la
ayuda del proceso de destrucción de la estructura productiva argentina
que inició victoriosamente el maldito Martínez de Hoz y
que fue seguida por la hiperinflación y después empeñosamente
por la gestión de Menem-Cavallo-Fernández de manera que
ese sector financiero que actúa por sobre un Estado y una estructura
productiva muy desvalidos, no es un hecho de la naturaleza es producto
de políticas gravísimas que en nada han sido obligatorias.
Frente a eso, la actitud desde hace tiempo es de rendición incondicional,
donde ya no se negocia, donde frente a ese vacío completo de apoyo
social, de intentos de discutir e introducir estos temas esta gente comenzando
trágicamente por Machinea y su equipo van rendidos frente
a un poder acostumbrado a extorsionar y a sacar la última libra
de carne cuando puede. En esas condiciones es obvio que vamos a seguir
pagando tasas de interés usurarias y no saldremos, lo cual devuelve
la cuestión a las condiciones políticas, de renovar de afuera
del gobierno, con apoyo de dirigentes políticos de diferentes partidos
una agenda pública en la cual se discutan los temas que este tipo
de sector dominante y sus aliados quieren continuar. Ellos anuncian el
apocalipsis pero ese es el juego de la política. Si esta gente,
algunas con buenas intenciones, participa de esta intención de
prohibir que la gente se movilice, discuta, cree agenda por supuesto que
llega perdiendo de entrada. Por qué no se intenta hacer una política
en la que no moleste que discutamos, es la demanda que le hago todo el
tiempo a los políticos.
¿Cómo juega la corrupción en ese proceso de
domesticación de tanta dirigencia política?
A mí lo que me preocupa tanto como eso es la corrupción
que ya no se sabe. El tema, por ejemplo, de los aguinaldos, donde lo que
esta gente hace es apropiarse de algo público en beneficio privado.
De hecho ignoran que el hecho de ser senador o diputado por definición
es no tener relación de dependencia. Esta gente se apodera de este
dinero sin ninguna conciencia de corrupción, tanto que primero
lo hace por fondos reservados, después Chacho Alvarez
hace una cosa que uno vio como muy simbólica que fue terminar con
los fondos reservados con lo cual obligó a que esta gente salga
a la luz. Sale De la Rúa enojado a decir que estamos en un momento
de austeridad... El señor de la Rúa yo me quedé
obsesionado en Semana Santa, se queda en Olivos y su mujer y sus
hijos parten en el Tango O2 a Chapadmalal. En cualquier país medianamente
organizado el hecho de que se usen bienes públicos como un avión
para fines estrictamente privados hubiera dado lugar a un escándalo
y la familia De la Rúa hubiera tenido que pagar hasta el último
centavo de ese viaje. Ahora la familia De la Rúa usa eso también
sin la menor conciencia de que están haciendo una apropiación
privada de lo público. Yo no vi a nadie que se enojara por eso.
Ese es el caldo en el cual nadan las grandes corrupciones. A eso va la
idea de Estado mafioso de Carrió. Hay una serie de sobreentendidos.
Se naturaliza la apropiación de lo público
Creo que uno tiene que pelear todo: alguien le tendría que
hacer un pleito a De la Rúa para que pague ese y otros viajes,
para que nos devuelva lo que gastaron. Hay un gran autor alemán,
Von Ihering, que tiene un librito precioso de las luchas por el derecho.
Lo escribió en la época de la dictadura de Bismarck y decía
que hay que luchar por los derechos aunque sea por cinco pesos porque
si uno abandona estas pequeñas luchas uno con seguridad va a permitir
que el derrumbe en general venga. Es cuestión de luchas moleculares
en muchos planos y después nos reconoceremos horizontalmente, aprendiendo
a demandar derechos, eso tiene que enlazarse con políticos que
también tienen que transformarse en este proceso. Son luchas largas
pero la otra es pasar de la preocupación al pesimismo a lo cual
me niego.
En este contexto cómo analiza la situación del ex
presidente Carlos Menem. ¿Cree que puede ser un comienzo para que
el poder no sea sinónimo de impunidad?
Espero fervientemente que sí.
¿Cree que sucederá o se pondrán en funcionamiento
redes de protección que impidan avanzar?
Realmente no sé. Estoy mirando.
¿Se lo imaginaba hace seis meses?
Realmente no. Esto me hace pensar que sigue habiendo sorpresas y
a veces dependen de iniciativas muy focalizadas. Creo que se construye
en prácticas, si uno hace un cálculo previo muy teórico
puede ser más paralizante. Está muy bien enojarse, demandar,
preguntar en voz alta.
POR
QUE GUILLERMO ODONNELL
Por Nora Veiras
Las
leyes rotas
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No
soy pesimista. Soy una persona sumamente preocupada, aclara
el politólogo Guillermo ODonnell apenas empieza a analizar
el desmoronamiento lento de la democracia en la Argentina
y el riesgo de que el proceso termine en un liderazgo autoritario.
El autor del clásico Estado burocrático-autoritario,
en el que en los 70 analizó el funcionamiento del poder en
la Argentina, funda su preocupación en la restricción
de la agenda pública que impide el debate sobre todo aquello
que asoma como conflictivo y legitima un status quo en el que salen
victoriosos los sectores más conservadores. Radicado en Estados
Unidos y profesor de la Universidad de Notre Dame, llegó
esta vez a Buenos Aires invitado por la Universidad Torcuato Di
Tella.
Se obsesiona por la naturalización de ejemplos de corrupción
como el uso de uno de los aviones oficiales para que la familia
del presidente De la Rúa pase las Pascuas en Mar del Plata,
confía en el trabajo de la diputada Elisa Carrió y
sobre todo en su idea de desarmar la matriz mafiosa del Estado.
ODonnell, quien a la luz de sus apreciaciones parece compartir
sólo la misma sangre con Mario Pacho ODonnell,
adelanta una hipótesis de trabajo que lo desvela: en
Argentina ya no hay una dualidad ante la ley sino que hay tres fracciones:
los que están arriba de la ley, los que la cumplen y los
que están afuera de todo.
La posibilidad de desandar el proceso de segregación que
plantea tres categorías ante la Justicia los impunes,
los legales y los reprimidos sólo es posible a partir
de la revitalización de la política. ODonnell
describe sin piedad la decadencia de los políticos como condición
para que pueda resucitar La Política.
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