Italia
se dotó ayer de uno de los gobiernos más derechistas de
Europa, después de que Silvio Berlusconi se convirtió en
primer ministro y nombró en algunos de los puestos más importantes
del gabinete a sus aliados más controvertidos. Umberto Bossi, el
líder de la xenofóbica y ex separatista Liga del Norte,
y Gianfranco Fini, el hombre que convirtió a los Camisas Negras
de Mussolini en el partido posfascista Alianza Nacional, obtuvieron puestos
clave.
El gobierno de coalición de la Casa de las Libertades jurará
hoy, cuatro semanas después de derrotar en las elecciones generales
a la coalición de centro-izquierda El Olivo. El megamagnate de
los medios Berlusconi entregó la cartera de Relaciones Exteriores
al tecnócrata moderado Renato Ruggiero, ex director general de
la Organización Mundial de Comercio (1995-99) y favorito de la
Fiat y de la Casa Blanca. Pero a los socios europeos disgusta la presencia
de tres liguistas en puestos clave, como el ministerio de Justicia de
Roberto Castelli. La Unión Europea descartó sanciones como
las que impuso contra Austria, pero varios estados miembro, como Bélgica
y Alemania, advirtieron que van prestar un máximo de atención
al nuevo gobierno para descubrir cualquier violación a los valores
comunes europeos.
Umberto Bossi, cuyo destemplada quita de confianza en 1994 provocó
la caída del primer gobierno Berlusconi a los siete meses de formarse,
fue nombrado ministro de las Reformas y Devolution (como se dice en Italia,
con palabra inglesa, a la recuperación de derechos por regiones
que buscan elevarse a autonomías). Bossi abandonó el separatismo
por el ultrafederalismo; son frecuentes sus ataques contra los extranjeros
y contra Europa, que en su versión está gobernada desde
Bruselas por una red de pedófilos acusación que recuerda
las del derechista austríaco Joerg Haider. Sus promesas de
castigar la delincuencia y los inmigrantes ilegales pueden convertirse
en realidad con el nombramiento de su correligionario Castelli. Entre
otras, la promesa de autorizar a los guardacostas a disparar contra los
traficantes de ilegales.
El ministerio de Trabajo y Salud fue para el número dos de la Liga,
Roberto Maroni, quien todavía está siendo investigado por
amenazar la unidad del Estado italiano. El partido obtuvo menos del cuatro
por ciento del voto, pero logró una posición estratégica
en el Senado, donde de otro modo la mayoría de La Casa de las Libertades
sería casi insostenible.
Menos controvertido, pero nada respetado por la izquierda, es el flamante
vicepremier, Fini, líder de Alianza Nacional. Su partido ganó
los ministerios de Agricultura, Medio ambiente y Comunicaciones. Por esto,
en sus manos queda la responsabilidad de firmar (o no) el protocolo de
Kioto sobre el cambio climático y la reforma de la televisión
estatal. Se trata de dos puntos ultrasensibles, el primero por la presión
de Estados Unidos, país con el que Berlusconi busca alinearse,
y el segundo por la posición del jefe de gobierno, amo y señor
de la mayor red de televisión privada en Italia.
La parte del león de los ministerios fue para Forza Italia, el
partido de Berlusconi. Esto incluye Economía (Giulio Tremonti),
Defensa (el euroscéptico Antonio Martino), Interior (Claudio Scajola,
número dos de Forza Italia). Otros irán a partidos católicos
(la fracción más derechista de la ex Democracia Cristiana)
e independientes. Sólo habrá dos mujeres, en Educación
(Letizia Moratti) e Igualdad de oportunidades (Stefania Prestigiacomo).
El presidente Azeglio Ciampi aprobó ayer al gabinete, que en la
semana será sometido al voto de confianza parlamentario. Estoy
satisfecho de este excelente equipo que asegurará la innovación,
la libertad y el bienestar para todos los ciudadanos, se jactó
Berlusconi. El miércoles, el cavaliere tendrá su bautismo
internacional en la cumbre de la OTAN en Bruselas. Se espera que apoye
el escudo misilístico propuesto por GeorgeW. Bush. La Unión
Europea teme que la propuesta de Berlusconi de reducir impuestos y gasto
público dañe al euro.
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