Página/12
en Francia
Por
Eduardo Febbro
Desde París
Hace
cuatro años, cuando los primeros ministros de Gran Bretaña
y Francia fueron electos en procesos electorales casi simultáneos,
Tony Blair y Lionel Jospin disputaron públicamente por la propiedad
intelectual de la nueva definición filosófica y programática
del socialismo. Tercera Vía, Nuevo centro, Cuarto
camino o Nuevo socialismo fueron durante por lo menos
tres años los conceptos más reñidos de uno y otro
lado del Canal de la Mancha. A esa pugna se le agregó luego la
propuesta socialdemócrata del canciller alemán Gerhard Schroeder
y eso contribuyó a enturbiar el clima entre París, Berlín
y Londres. Las relaciones Jospin/Blair llegaron incluso a un punto muerto.
La disputa por el liderazgo del nuevo socialismo era tal que en septiembre
de 1998, al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el primer
ministro francés no participó en el debate sobre el porvenir
del centroizquierda organizado en Nueva York por Tony Blair
y presidido por Hillary Clinton, la esposa del entonces presidente norteamericano.
Declaraciones, entrevistas, discursos, coloquios, mensajes y frases asesinas
fueron el plato inesperado de una guerra conceptual que no cesó
un instante. En octubre de 1999 el Partido Socialista francés elaboró
una respuesta política especialmente diseñada
para contraatacar el eje de La Via Nuova compuesto por Blair
y Schroeder. Ese texto delimitó la alternativa al centrismo
Tercera Vía, dándole al Estado un papel preponderante.
En la visión de los socialistas franceses, este aparece como la
garantía de que todos los ciudadanos encuentren un lugar en la
sociedad. Comparado con el manifiesto BlairSchroeder, que
abandonaba en el camino a los ciudadanos excluidos, la plataforma del
PS puso al ciudadano en el punto central de la gestión política.
Así, por ejemplo, el tan discutido concepto de flexibilidadlaboral
esgrimido por Blair no era para Lionel Jospin más que un sinónimo
de la generalización de la precariedad. Hoy, a la luz
de las elecciones en Gran Bretaña y luego de la consulta municipal
francesa del mes de abril cabe preguntarse: ¿qué queda de
aquella pelea? Y, ¿cuánto avanzó el socialismo francés
hacia uno de sus enunciados más repetidos: Sí a la
economía de mercado, no a la sociedad de mercado?
A juzgar por el resultado de las elecciones municipales y por la literatura
política que agita los debates en Francia, la realidad dista de
coincidir con las palabras. Uno de los libros más exitosos de la
primavera parisina lleva el sugestivo título La ilusión
plural, por qué la izquierda ya no es la izquierda. Denis Collin
y Jacques Cotta sostienen que, en realidad, el socialismo actual
se ha convertido en la vanguardia más eficiente de la globalización.
Los mismos argumentos pueden leerse en La izquierda imaginaria y el nuevo
capitalismo de Laurent Mauduit y Gérard Desportes y en Cuando la
izquierda lo intentaba, de Serge Halimi. Estos libros hacen un retrato
inquietante y cruel de las sociedades donde gobierna el socialismo: promesas
no cumplidas y sueños liquidados en el bazar de las cotizaciones
bursátiles.
Mientras en Gran Bretaña el escritor de novelas de espionaje John
Le Carré, autor del célebre El espía que venía
del frío, acusa a Tony Blair de haber tomado la antorcha
del thatcherismo poniendo en peligro los servicios públicos,
en Francia autores como Laurent Mauduit acotan que izquierda, lo que se
puede decir izquierda, no hay. Recordando la promesa central de Lionel
Jospin, redistribuir los frutos del crecimiento, el autor
de La izquierda imaginaria y el nuevo capitalismo asegura hoy estamos
en el símbolo puro pero no en la redistribución. En Francia,
laizquierda tuvo un auténtico complejo liberal y en materia de
liberalismo fue más lejos que en otros países. Todos
los ensayos apuntan a constatar que de aquella pelea conceptual entre
Jospin, Blair y Schroeder sólo queda el recuerdo de un inspirado
debate filosófico cuyas promesas, al menos en Francia, no llegaron
a la realidad. Para Gerard Desportes, esa tendencia se debe a que
la izquierda cambia ideológicamente y no hay un polo ideológico
fuerte, un cuerpo doctrinario capaz de cambiar la relación de fuerzas.
A ese cuadro desesperado se le suma el análisis de las elecciones
municipales francesas. Si bien el PS ganó dos importantes ciudades
París y Lyon, en el resto del país perdió
incontables municipalidades
obreras y campesinas que fueron históricamente su sustento. Esto
lleva al director de la redacción del semanario Le Nouvel Observateur
a declarar que la izquierda perdió el pueblo. De hecho,
a la izquierda del pueblo le creció otra izquierda
que en París se llama la izquierda caviar: burguesa,
joven, ecologista, bien pensante, medio bohemia, siempre a la moda, adicta
a las nuevas tecnologías y adinerada. Es esa generación
socialista y liberal la que puso en la caja fuerte del PS
la capital francesa y la ciudad más simbólica de la burguesía
francesa, Lyon. Los analistas observan que la izquierda plural que gobierna
Francia conquistó a las clases medias y se alejó del electorado
popular. Pascal Perrineau, director del Centro de Estudios de la Vida
política francesa (Cevipof) constata que la pérdida
de substancia popular de la izquierda es real. A partir de los años
90, sólo el 42 por ciento de la clase obrera votaba a la
izquierda contra el 75 por ciento en la década de los 70
y los 80. El fenómeno se amplifica tanto más
cuanto que, según Perrineau, al mismo tiempo que ciertas
capas populares dejan el barco de la izquierda ésta se aburguesa.
Antes, la separación entre izquierda y derecha tapaba un antagonismo
entre obreros y burgueses. Sin embargo, hoy la izquierda tiene un impacto
creciente en las capas burguesas de la sociedad: en 1971, el 21 por ciento
de los ejecutivos superiores votaban a la izquierda contra el 51 por ciento
en 1977. La izquierda de los años 90 es gestionaria y, por
lo tanto, seduce a los gestionarios. Estos aprecian particularmente su
liberalismo cultural. Aquí llegamos al corazón del fenómeno
de los bobos (burgueses y bohemios). ¡El cambio es rotundo! En una
época, la izquierda representaba la pareja tradicional de obreros/campesinos.
En adelante, esa misma izquierda reposa sobre la alianza funcionarios/ejecutivos
superiores.
Este panorama no es una mera interpretación política sino
lo que surge de la observación detallada del voto municipal. El
partido de la modernidad, el partido que buscaba con ahínco
la definición de un modelo socialista francés
entregó las armas para convertirse en un aplicado alumno del modelo
globalizador. Laurent Joffrin afirma con nostalgia que la generación
socialista sólo busca adaptar el país a las exigencias
del mercado. Y como hay una nueva economía, la izquierda de hoy
piensa que todo aquello que es social suena a cosa envejecida. El pueblo
ha dejado de ser aquella entidad un poco mítica que había
que convencer para que se adhiriera a la modernidad generosa: es una figura
de buey obsesionado por el sentimiento de la inseguridad. ¿Lionel
Jospin acaso perdió ante Tony Blair? ¿Acaso el primer ministro
británico impuso su modelo en Francia? No, responden quienes preparan
la próxima plataforma del PS. El jefe del gobierno francés
está simplemente rodeado de una cúpula de progresistas
conformistas pero no ha renunciado a sus grandes principios: izquierda
plural, regulación del mercado, influencia del Estado. La dirigencia
socialista reconoce que se vio desbordada por las clases medias
y promete recuperar la base popular por la cual, dicen, nunca
dejó de trabajar. La guerra Jospin/Blair prosigue no ya en los
coloquios sino en las urnas.
Claves
- En dos
meses se sucedieron las elecciones municipales francesas y las generales
británicas; en ambas ganaron los partidos mayoritarios que
se definen como de izquierda.
- Aunque sigue en pie la guerra conceptual entre el laborismo de
Tercera Vía de Tony Blair y el socialismo estatista de Lionel
Jospin, el análisis de las elecciones demostró que
sus partidos fueron votados ante todo por las clases medias, y que
la clase trabajadora desertó en particular a los socialistas
franceses.
- La crítica intelectual desde la izquierda, en los dos países,
se centra hoy en que los gobiernos no estuvieron a la altura de
las expectativas de los ciudadanos. Queda por ver si en su nuevo
mandato Blair prestará a los servicios públicos la
atención prometida, y si, ante el llamado de atención
de las municipales, Jospin continuará impulsando sus principios
de izquierda plural, regulación del mercado e influencia
del Estado.
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