Por
Verónica Abdala
Si
hay algo de cierto en aquel dicho que afirma que los sitios les pertenecen
a quienes más obsesivamente los reclaman, al menos parte de la
ciudad de Los Angeles le corresponde al escritor Raymond Chandler (18881959).
Los barrios bajos de L.A. sirvieron de trasfondo a sus historias de criminales
y perdedores, piezas claves de un mundo en el que, según su visión,
los delincuentes no son muy distintos de quienes los persiguen. La soledad
del hombre contemporáneo y la violencia urbana en los Estados Unidos,
básicamente de la década del 30, fueron tópicos a
partir de los cuales este maestro del género policial construyó
su obra. Chandler es considerado, además de renovador, un estilista
sin competidores. A él estará dedicada la próxima
emisión de Perfiles de Grandes Escritores, que se verá
el próximo lunes a las 21 por la señal Films & Arts
(canal 46 de CV, 60 de Multicanal, 92 de Sky).
Chandler nació en Chicago. Aunque no fue allí, sino en Inglaterra,
donde pasó la mayor parte de su infancia. Dos años después
de que su padre abandonara la casa familiar, partió con su madre
a Inglaterra, con 8 años, para no regresar hasta después
de haber cumplido los 24. Entre 1917 y 1933 se alistó en la Primera
Guerra Mundial como soldado, y se desempeñó en los más
diversos oficios: trabajó en una mantequería, escribió
críticas literarias en revistas y diarios, y llegó incluso
a fabricar el entelado plástico de las raquetas de tenis.
En 1933 publicó su primer relato policial, Los chantajistas
no matan, en Black Mask, una revista de baja tirada en la que también
escribía Dashiell Hammett, su principal referente literario. Si
Chandler se lanzó a escribir recién a los 45 años
fue, aseguran los biógrafos, porque la necesidad de ganar dinero
para pagar sus gastos y sus vicios le resultaba entonces tan imperiosa
como la de desarrollar su desatendida vocación.
Su más célebre personaje, y protagonista de sus siete novelas
(El sueño eterno, 1939, Adiós muñeca, 1940, La ventana
siniestra, 1942, La dama del lago, 1943, La hermana pequeña, 1949,
El largo adiós, 1953 y Playback, 1958), el detective Philip Marlowe,
parece encarnar valores supuestamente olvidados, y la voluntad de imponer
cierto tipo de justicia, con códigos que tienen sentido para él,
antes que para los otros. El personaje que fue interpretado en el
cine por Humphrey Bogart y Robert Mitchum, entre otros debutó
en El sueño..., publicada cuando el escritor tenía 51 años.
La voz de Marlowe es la voz de Chandler, que construyó a
su personaje a partir de algunas características propias, aunque
el escritor era muy distinto de su criatura de ficción, en términos
globales. Marlowe era más bien la personificación de una
actitud de Chandler, o de un conjunto de ideas, opina uno de los
especialistas entrevistados en el marco de la emisión. El propio
Chandler aclaró cierta vez: Si el hecho de rebelarse contra
una sociedad corrompida es señal de una falta de madurez, entonces
Marlowe es totalmente infantil. Si ver la suciedad donde ésta existe
es ser un inadaptado social, entonces es un inadaptado.
Su ascenso profesional, que produjo también su ingreso a Hollywood
como guionista, llegaría acompañado del deterioro físico
acelerado que le provocó el consumo de alcohol. En los 15 años
que siguieron a la publicación de El sueño..., que es el
tiempo que en rigor duró su carrera, Chandler describió
con crudeza, aunque sin resignar una visión definitivamente romántica,
la atmósfera de esa suerte de nido de perdedores, que
era Los Angeles en los tiempos de la Gran Depresión. Aunque se
haya sentido allí tantas veces derrotado, amaba esa ciudad que
recreó tantas veces sobre el papel, acompañado por vaso
de whisky con agua. Siempre de día, eso sí: la noche, decía,
engendra ideas aparentemente brillantes, que casi nunca sobreviven a la
llegada de la luz.
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