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LAS CONFESIONES SEXUALES DE ISABEL ALLENDE
“Fui menos sexy que un pollo”

La escritora chilena radicada
en EE.UU. publicó en su página de Internet la versión final de un largo texto sobre su vida íntima.

Allende dice que en edad de
abuela tiene muchas ganas de recordar.
Lo más atrevido que vio de chica, cuenta,
fue una madre amamantando.

Una ingenua confesión de infancia, el rechazo adolescente a su propio cuerpo o la explosión de libertad de los años setenta son algunos de los temas centrales de un texto sobre la importancia del sexo en su vida que la escritora chilena Isabel Allende, una de las vedettes del mercado literario latinoamericano, acaba de poner a disposición del público en su página de Internet. En su página oficial –www.isabel-allende.com– la autora chilena radicada en Estados Unidos explica que El sexo y yo es la versión definitiva de una serie de escritos en los que trabaja desde hace diez años. La historia íntima arranca a sus cinco años en un patio del colegio de las ursulinas de Santiago de Chile, donde se tragó una pequeña muñeca de plástico. La imaginación infantil hizo de este accidente el inicio de un embarazo, después de que su mejor amiguita le advirtiera: “Te crecerá adentro, te pondrás redonda y después nacerá un bebé”.
Allende recuerda también la reprimenda que tuvo que soportar antes de su primera comunión cuando le confesó al sacerdote que sí se había tocado el cuerpo con las manos, lo que le llevó a curiosas elucubraciones sobre cómo podría entonces limpiarse la cara o las manos después de ese día. El peso en su formación de una familia “intelectual y emancipada en algunos aspectos y paleolítica en otros”, que habitaba una casa llena de libros que leía sin censuras, incluido el Marqués de Sade, es otro de los focos de este extenso texto. La primera adolescencia la pasó Isabel en Bolivia. “Fui enana y menos sexy que un pollo”, dice. “Lo más atrevido” que llegó a ver en educación sexual en su colegio fue“una madre amamantando a su hijo”. “De lo demás no sabíamos nada y nunca nos mencionaron el placer, así es que el meollo del asunto se nos escapaba ¿por qué los adultos hacían esa cochinada?”, rememora.
En 1956 la familia Allende se trasladó a Beirut, donde declaró la guerra a su propia anatomía –”yo era plana en los años del reinado de las Jane Mansfield o Gina Lollobrigida” – pero fue en esta ciudad donde recibió su primer beso “con sabor a cerveza y ketchup” de un marine estadounidense. La ola de liberación de los sesenta que también recorrió Latinoamérica, la encontraron casada, para lamentar, pero esto no fue óbice para que la futura escritora, entonces periodista, llegara a la conclusión en un reportaje que publicó en una revista que “las mujeres son tan infieles como los hombres”.
No faltan en El sexo y yo recuerdos de su hija Paula, fallecida después de una larga enfermedad, y centro de uno de sus libros más discutidos. Paula estudió Psicología con especialización en sexualidad y fue uno de sus encargos –material pornográfico comprado en Holanda– la causa de uno de los momentos que más hicieron ruborizar a su madre. Es que la famosa escritora, autora de La casa de los espíritus y Eva Luna entre otras novelas de gran éxito fue obligada por un policía de aduanas de Caracas a abrir la maleta con el escandaloso contenido. Cuando explicó que la pornografía no era para ella, sino para una hija, la cara del policía fue peor que cuando advirtió el contenido de aquella valija.

 

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