Por Martín
Granovsky
Mientras fumaba sin parar un
cigarrito tras otro en su oficina con vista al Sena, el economista Jean
Paul Fitoussi, uno de los más prestigiosos de Francia, aceptó
discutir no solo la situación del mundo sino el drama económico
argentino con una crudeza poco frecuente.
Cuando habló sobre el mundo, Fitoussi se mostró convencido
de que hablar de globalización no es abstracto siempre que se tenga
en cuenta la historia.
En el origen hay dos cosas dijo. Por un lado, la discusión
sobre las chances de la política, discusión que estaba en
boga en los 70 y los 80 en los Estados Unidos y en Gran Bretaña.
El pensamiento que imperó en esa época quiso demostrar que
ya no hay más esperanza en lo que llamamos, en Francia, economía
mixta. El gran giro fue la revolución conservadora, que quiso
asegurar la transición de la economía mixta a la economía
de mercado a secas. La economía totalmente dominada por lo privado
y por el capital. Lo cual, por supuesto, no fue un fenómeno exclusivamente
teórico.
¿Qué pasó en la práctica?
Un aumento de las tasas reales de interés norteamericanas,
muy evidente a principios de los 80. Ante eso los otros países
no podían hacer otras cosa que seguir las tasas del mercado norteamericano.
Y como en esos casos lo que más importa es pagar el capital, todo
fue convergiendo para lo que se llamó, desde entonces, pensamiento
único. Todo esto, además, se completó con otro factor
que estuvo en el origen: desde entonces, la credibilidad de una política
económica se entendía como la determinación de las
autoridades de un país de vencer la inflación. Por eso,
en los 90, Francia no devaluó el franco en relación
con el marco, y sufrió lo mismo que la Argentina.
¿Por no devaluar?
Sí. Cuando la credibilidad mal entendida llega a ese nivel,
todo termina en una catástrofe. Es un problema de tasa real de
cambio. La Argentina no ve cómo salir de su estado actual, que
es casi de dolarización.
¿Tendría que devaluar?
Bueno, la Argentina sufre la existencia de un peso sobrevaluado
respecto del dólar, ¿no? Por eso me parece inteligente la
idea de integrar una canasta de monedas con el euro. Permite restituir
en parte la posibilidad de desarrollar una política monetaria.
Igual, claro, no es la solución óptima.
¿Y cuál es la mejor salida?
Lo ideal es estabilizar la tasa de cambio real efectiva, que tiene
que ver con el poder de compra, con la economía real, con los costos
internos, la que según la teoría es la media ponderada de
las tasas de cambio. Para eso habría que tomar en cuenta las diferencias
de inflación, cosa que permite la depreciación nominal,
o sea la devaluación. Porque, ¿cuál es la alternativa?
¿Qué alternativa ve usted?
La situación actual es un conjunto de reglas de juego donde
la Argentina pierde sistemáticamente. ¿O acaso hay algún
elemento en la Constitución que obliga a ligar peso y dólar?
La Argentina está en peligro de quiebra generalizada. Con esa perspectiva
es imposible mantener la seguridad jurídica. Los inversores se
comportaron igual que en Asia: fueron demasiado golosos. En Asia los financistas
perdieron mucho más de lo que esperaban ganar. Una rentabilidad
del 30 por ciento con un crecimiento del cero por ciento es una victoria
a lo Pirro, porque a la larga bajará el valor de las acciones.
El argumento en contra es que si se devalúa los inversores
perderán en parte sus activos (medidos en dólares) y que
por eso están espantados ante la sola posibilidad de modificar
la paridad entre el peso y el dólar.
De acuerdo, pero el inversor mira la rentabilidad de la inversión.
Y esa rentabilidad depende, a su vez, de la tasa de crecimiento. Si la
Argentina no crece, ¿cuál va a ser la rentabilidad? Por
ejemplo, las empresas extranjeras vinculadas a los servicios también
están limitadas por la falta de crecimiento de la economía
y por un mercado que retrocede. Desde el punto de vista social la situación
es aún peor. Es insostenible. Aumentan la desigualdad, la pobreza
y el desempleo, lo que llevará a una fuerte inestabilidad social.
No quiero defender la globalización sin límites, pero prefiero
aguzar el enfoque: en la Argentina, el mayor problema actual es la forma
en que se enganchó al dólar.
¿Qué chances le ve a la propuesta de integrar una
canasta de monedas?
No tengo la bola de cristal, pero supongo que Cavallo habrá
reflexionado mucho para determinar si este tipo de movimientos se puede
hacer sin turbulencias importantes.
¿Y la devaluación? ¿Se puede devaluar sin turbulencias?
Estuve en la Argentina en el 99 y pregunté lo mismo
a funcionarios del gobierno de entonces, el de Carlos Menem. Me contestaron:
Imposible devaluar, ya conocimos la hiperinflación.
Desde entonces me hago el mismo interrogante: ¿no hay un término
medio entre la hiperinflación y la depresión?
¿Su respuesta es la del cambio de la relación entre
el peso y el dólar?
Sí, y yo impulsaría a largo plazo reformas estructurales
que no son las del pensamiento único. Sería interesante
impulsar la integración regional, porque el Mercosur es una solución
siempre que la integración se profundice, y para eso hace falta
la voluntad no de los mercados sino de los Estados. La otra reforma es
un sistema de educación que asegure la igualdad de oportunidades,
porque la inteligencia será la materia prima del siglo XXI, y la
creación de un sistema de protección que contribuya a afirmar
la cohesión social para integrar a todo el pueblo.
¿Cuando usted habla del Mercosur descarta las negociaciones
para formar el Area de Libre Comercio de las Américas?
En México, la integración con los Estados Unidos no
arregló los problemas mexicanos. Solo mejoró la seguridad
de la inversión extranjera norteamericana. Cuando dos brindan fuerte,
y uno tiene un vaso de barro y otro una vasija de hierro, ya se sabe lo
que pasa, ¿no? Para completar sus alianzas, la Argentina y el Mercosur
deben buscar un acuerdo con Europa. Así no dependerán de
un único socio.
Europa no se muestra demasiado dinámica.
A Europa le cuesta interesarse incluso en el Mediterráneo,
que está aquí nomás. Deberá tener una política
económica exterior.
¿Usted ve para la Argentina un escenario de cesación
de pagos, de default?
No lo creo. No soy catastrofista en este sentido. No quieren el
default ni el Fondo Monetario, ni Europa ni los Estados Unidos. Por eso
hay que evitar lo peor. Y un país que paga y tiene tasas de interés
usurarias es un país donde todo puede ser peor. A veces los inversores
parecen imitar el modelo predador de la Naturaleza. Pero, igual que en
la Naturaleza, si el predador come demasiado de su víctima también
puede morir su especie. Llegará un momento en que las víctimas
no le alcanzarán.
Antes mencionó el caso de Francia, con el franco ante el
marco. ¿Hay otros ejemplos?
Los ingleses en los años 20. Dejaron la tasa de cambio
fija. Lo pagaron durante la crisis del 29. Me pregunto si la Argentina
solo se propone salvar a los que deben. Si eso es así, ¿tenemos
que entender que dejarán morir la economía poco a poco?
Ahora, para no quedar dogmático, insisto en que modificar la tasa
de cambio es una condición necesaria, pero no suficiente para una
mejoría económica. El problema de ustedes es una doble disfunción:
por un lado, la política monetaria de los Estados Unidos es buena
para ellos pero mala para la Argentina. Por otro, laparidad actual se
convierte en una política no creíble, y una tasa de riesgo
elevado genera un reclamo mayor de los inversores, lo cual ahoga más
aún la economía. Repito que a mí la opción
me parece muy clara: o devalúan, o matan a la población.
Rudiger Dornbusch, el economista del Instituto Tecnológico
de Massachussetts, dijo que los argentinos deberían reducir sus
ingresos en un tercio y que con suerte después de eso la Argentina
crecería en diez años.
Con Dornbusch nunca coincidimos. Ningún gobierno norteamericano
aplicó nunca sus recomendaciones. Oliveira Salazar, en Portugal,
sí las aplicó en su momento, y ahogó la economía.
Pero Salazar era un dictador fascista. Lo que dice Dornbusch solo una
dictadura lo podría implementar. Para mí, la democracia
es más importante que la tasa de cambio, y por eso es mejor arreglar
la tasa de cambio que bajar los ingresos un 30 por ciento. Y no se guíen
por los operadores: a ellos solo les importa lo que piensan los otros
operadores. Así es que construyen profecías autocumplidas.
Así es que la burbuja, un día, explota.
|