Por Ian Black *
Desde
Bruselas
George Bush fue el huésped
de honor ayer en la sede central de la OTAN, la institución que
corporiza la sociedad transatlántica, de modo que los aliados que
tenían reservas sobre él o sobre sus planes fueron muy educados
con el tema. Sus pares fueron tan amables, en realidad, que pudo declarar,
en su segundo día de su gira europea, que las discusiones sobre
su plan de defensa antimisil estaban inclinándose hacia nosotros.
La afabilidad al estilo texano estableció el tono. Es un
honor decir hola a gente que tuve el honor de conocer antes, dijo
Bush en cuanto comenzó la cumbre. Y es un verdadero placer
conocer a otros líderes del mundo libre.
La sede central de la OTAN en Bruselas es el lugar más amable que
Bush visitará durante su gira de cinco días, que incluye
duras conversaciones sobre el calentamiento global y encuentros con manifestantes
que detestan todo lo que él representa. Varios cientos de manifestantes
silbaron y abuchearon ayer fuera del muy custodiado complejo, y un intrépido
miembro de Greenpeace agitaba una bandera verde que decía Paren
la Guerra de las Galaxias. Pero adentro todo estaba coreografiado,
desde el último apretón de manos hasta la oportunidad para
la foto. Bush reservó cálidas sonrisas especiales para el
primer ministro británico Tony Blair y para Javier Solana, el ex
jefe de la OTAN que dirige la política de seguridad de la Unión
Europea.
Su sucesor en la OTAN, Lord Robertson, estaba ansioso por evitar una controversia.
El presidente no pidió apoyo (para su escudo de defensa antimisil)
porque no hay planes específicos, dijo. Lo que recibió
hoy fue una mente abierta de todos los países aliados para mirar
los peligros emergentes.
Pero no fue un viaje totalmente fácil para Bush. Jacques Chirac,
el presidente francés, llamó al tratado ABM de 1972, que
proscribe la defensa antimisiles, un pilar de seguridad global.
Bush, a su vez, pidió contundentemente una revaluación de
las viejas presunciones, y dejó en claro que el tratado
debería anularse en favor de un nuevo marco de trabajo de
seguridad para un nuevo siglo para tratar con las amenazas de algunos
de los Estados menos responsables del mundo.
El canciller alemán, Gerhard Schroeder, dijo que había cuestiones
importantes sobre la factibilidad técnica de los planes antimisiles,
y sostuvo que Rusia y China debían estar involucradas. Tony Blair
apoyó al presidente un poco más, llamando a Bush extremadamente
articulado y diciendo que había una amplia bienvenida
alrededor de la mesa para tratar a los llamados estados parias
que nos amenazan a todos. Mientras tanto, trascendía de la
delegación norteamericana que el escudo antimisil tenía
el apoyo de España lo que fue expresado en público
por José María Aznar el martes, de Italia cuyo
nuevo gobierno de centroderecha de Silvio Berlusconi simpatiza abiertamente
con la administración, Gran Bretaña, Hungría
y Polonia estas dos últimas, incorporaciones recientes a
la Alianza.
En general, los funcionarios de Estados Unidos pensaban que había
sido un buen día para la imagen de Bush. Cada presidente
es una caricatura hasta su primer viaje, dijo el jefe de gabinete
de la Casa Blanca, Andrew Card. La confianza de Bush bordeó lo
irritante cuando insistió que él no era ningún unilateralista.
Hay un cierto nerviosismo aquí en Europa -dijo pero
se está empezando a calmar cuando ven la lógica detrás
de nuestra racionalidad. La lección de la cumbre fue que
nadie quería un enfrentamiento público con Bush, cuando
la política interna en Washington demorara sus planes de defensa
antimisil y convencer a Rusia importa más que nada. La reunión
del sábado en Eslovenia con el presidente ruso, Vladimir Putin,
será muy importante; el Kremlin insistió anoche que su apoyo
al tratado de ABM permanecía categórico e inamovible.
Bush vino aquí porque era de rigor -dijo un hombre del interior
de la OTAN-. El propósito de la reunión es enviar una señal
política y eso se cumplió, en un sentido, una vez que traspasó
la puerta.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère
Claves
George W. Bush presentó
ayer ante la OTAN su polémico plan antimisiles, que divide
a la Alianza Atlántica.
Ayer la posición
más crítica fue la del presidente francés Jacques
Chirac, quien dijo que el plan comprometía los esfuerzos
antiproliferación nuclear. Alemania es el otro opositor fuerte
de la idea.
Pero Bush podía
reivindicar ayer para sí el respaldo de España e Italia
(ambas dirigidas por dos centroderechistas, José María
Aznar y Silvio Berlusconi), Hungría y Polonia (dos de los
socios más recientes de la Alianza, que por lo tanto deben
ser más obedientes que los otros) y el tradicional aliado
británico.
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