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Lapa y Dinar, tren de aterrizaje
para las ambiciones de Eurnekian

El sueño de Eurnekian de quedarse con
una línea aérea se acerca con la debacle de Aerolíneas. Página/12 revela el plan que el empresario presentó al Gobierno. Se basa en las líneas menores y deja afuera a la mayoría de los empleados de AA.

Eduardo Eurnekian presentó al
Gobierno el diseño de una empresa acotada.
Piorizaría los vuelos de cabotaje y regionales sobre los internacionales.

Por Cledis Candelaresi

A medida que se ensombrece el futuro de Aerolíneas Argentinas, cobra más cuerpo el sueño de Eduardo Eurnekian de ser, al mismo tiempo, operador de los principales aeropuertos del país y dueño de la más importante aerolínea nacional. El empresario ya intentó entusiasmar al Gobierno con el diseño de una empresa mucho más chica que la actual línea de bandera, que priorizaría los vuelos de cabotaje y regionales y que bien podría erigirse como una eventual sustituta de la privatizada. O, en el mejor de los casos, construirse sobre los restos de ella, absorbiendo sólo parte de su estructura. Para el Gobierno tiene la gran contra de que no evitaría el drama social de dejar sin ocupación a gran parte del staff actual de Aerolíneas aunque, al mismo tiempo, el atractivo de preservar en manos nacionales la aerolínea de bandera.
Lo que Eurnekian aún no tiene formalmente resuelto es la organización empresaria definitiva con la que consumaría el proyecto para el cual intentó conquistar apoyos en el último tiempo. El adjudicatario de las estaciones aéreas tiene un tercio de Southern Winds y podría concretar en las próximas horas un acuerdo con Andy Deutsch para capturar una porción de Lapa, concursada y con grandes problemas financieros. Esta sería la plataforma legal económica para lanzarse a explotar un negocio casi seguro y posiblemente sin competencia: Dinar, la otra operadora local, o se incluye en el acuerdo o desaparece, derrumbada por su falta de rentabilidad.
La estrategia de Eurnekian para ganar presencia en esas compañías consiste en desembolsar la menor cantidad de dinero posible, ya que su intención es capitalizar las acreencias de que dispone AA2000 por las tasas aeroportuarias que le deben aquellas aerolíneas. Al menos en su versión más modesta, el plan de Eurnekian no prevé, necesariamente, la toma de Aerolíneas, cuya desaparición hace viable la iniciativa. El mercado aerocomercial argentino no da para muchos operadores, menos si éstos se embarcan en una feroz competencia tarifaria, como ocurrió desde que se desreguló.
En base a estas especulaciones, el adjudicatario de las estaciones aéreas bosquejó su proyecto sobre las siguientes pautas básicas:
La marca a adoptar sería la de Southern, ya que la de Lapa quedó irremediablemente desprestigiada desde el fatal accidente ocurrido en Aeroparque.
SW se abocaría a atender prioritariamente los vuelos de cabotaje “subregionales”, con epicentro en algunas ciudades del interior. Por ejemplo, para cubrir las rutas que unen Córdoba con Mendoza, Santiago del Estero o Tucumán.
La flota de Lapa se destinaría, básicamente, a atender el mercado regional, otro de los puntos fuertes del programa empresario. Esto podría incluir alianzas con aerolíneas de países limítrofes, en particular de Brasil: TAM y Lan Chile tienen manifiesto interés en operar el mercado argentino y de no tenerlas como aliadas podrían convertirse en competidoras de fuste.
El servicio internacional se organizaría en función de dos rutas troncales básicas. Una a Amsterdam, ya que la idea de Eurnekian es establecer una alianza con KLM para que sea ésta compañía la que desde la capital holandesa distribuya por Europa a los pasajeros que lleguen desde Argentina. La otra cabecera exterior sería Miami.
El programa de Eurnekian se funda en una estructura empresaria mucho más modesta que la que hoy posee Aerolíneas, de la que la nueva empresa podría heredar parte del personal, rutas y, eventualmente, la marca. Pero esto depende de un acuerdo con la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales que, según aseguró ayer a Página/12 el secretario general de la Presidencia, Nicolás Gallo, estaría dispuesta a absorber íntegro el abultado pasivo. Incluyendo los restos de Aerolíneas o como una organización empresaria totalmente independiente, la propuesta del accionista y presidente de AA2000 supondría retrotraer la situación del mercado aerocomercial a un escenario similar al que existía hace una década, antes de la privatización. Aunque legalmente la actividad esté desregulada, habría un sólo operador, pero privado, con un diagrama de vuelos más reducidos y, presumiblemente, tarifas muy superiores a las actuales por la falta de competencia.

 

Cinco mil que no suben

La iniciativa de Eurnekian tiene una contra, a la que apuntó ayer el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, sin nombrarla: dejaría afuera gran parte del personal, al tiempo que prestaría un servicio más acotado. En base a este argumento, el Gobierno impulsa un acuerdo que prolongue la permanencia de la SEPI hasta que aparezca un comprador. Pero también sabe que cualquiera fuera el nuevo dueño, fundará su estrategia comercial sobre un achique similar al que plantea el titular de Aeropuertos.
Semanas atrás, Eurnekian planteó en Madrid a los propios directivos de la SEPI su idea racionalizadora, para la cual es funcional un acuerdo con los gremios que permita un ajuste sin la oposición de medidas de fuerza. Pero el achique postulado resultaría tan drástico que inquietó a Patricia Bullrich, quien por entonces tenía un papel protagónico en este conflicto. La ministra de Trabajo reconoció a este diario que “todos los interesados –en la troupe se incluiría también Lan Chile, Tam y Delta– plantearon al Gobierno que sólo podrían heredar a Aerolíneas con 1500 o 2000 empleados. Nunca con los 7000 actuales.
El plan de Eurnekian tiene a favor ser el único relativamente consistente y armado que acercó un empresario nacional al Gobierno. “El Gobierno no encontró a nadie realmente interesado que tenga una propuesta firme”, aseguró ayer Gallo a este diario. El mercado doméstico está saturado y la recesión ahuyenta a operadores del exterior. Lapa, en concurso de acreedores, abandonó la ruta a Atlanta, Estados Unidos, que sólo incrementó su quebranto. Dinar está en una situación delicada. La dupla Aerolíneas-Austral también abandonó rutas, pierde millones por mes y está a punto de extinguirse.

 

Lan Chile también se anota

En Santiago de Chile ya especulan con una alternativa a la salida de la crisis en Aerolíneas Argentinas que, a comienzos de esta semana, también sobrevoló los despachos de la Casa Rosada. Concretamente, la especulación refiere a la posibilidad de que Lan Chile, la aerolínea de bandera del país vecino, adquiera algunos activos estratégicos de AA, en caso de que los españoles de la SEPI decidan desprenderse de ellos. La probabilidad de que Lan Chile se postule como eventual compradora de Aerolíneas ya había sido mencionada, aunque elípticamente, tras la reunión del último lunes de funcionarios del gobierno con los siete gremios representantes del personal por el ministro de Infraestructura, Carlos Bastos. No sería la primera vez que la aerolínea trasandina se expande en la región. De hecho, ha emprendido una agresiva estrategia de penetración en Latinoamérica a través de asociaciones en Perú mientras estudia pasos similares en Ecuador y la República Dominicana. Ayer, varios especialistas en el sector de la aeronavegación chilenos, dieron curso a la posibilidad de que Lan Chile aparezca en escena. “Me parecería lógico que la empresa chilena opte por esta estrategia. El mercado argentino, después del brasileño, es el más grande latinoamericano y sería muy bueno para Lan Chile”, opinó una analista de Celfín.

 

OPINION
Por Eduardo Aliverti

Una cuestión nacional

Al margen de cuál vaya a ser el destino final de Aerolíneas Argentinas, hay un capítulo del conflicto que merece una atención que lo excede: esas crecientes alusiones al concepto de “patria” que, de diferentes maneras, se observan no sólo en las protestas gremiales sino, y mayoritariamente, en los dichos de la gente suelta. Así se registra en la calle, y así lo reflejan casi todos los medios de comunicación.
En este diario, José María Pasquini Durán acuñó al respecto una expresión: “Malvinas aéreas”. En efecto, Aerolíneas era y es un sentimiento de pertenencia nacional a pesar de factores que le juegan en contra. Las islas australes quedan igual de lejos que las chances de una inmensa mayoría de la población de subirse a un avión alguna vez en su vida, por ejemplo. Aeronaves administradas por extranjeros hace diez años, encima. Pero el imaginario colectivo, muchas veces, se nutre antes con símbolos que con realidades. Con el “deber ser” y no con lo que se es. Lo cierto, por las razones que fueran, es la sensación argentina de que Aerolíneas es lo último que (nos) queda(ba). Al revés de las viejas compañías estatales, como si fuera poco, jamás fue asociada al paquidermismo y la ineficiencia. Por el contrario. Y esa otra palabra, “bandera”, asociada a “línea de”.
Hay mucho para autocriticarse y discutir, como sociedad, en torno de manifestaciones y hechos de varios protagonistas de este escándalo. Los despuntes de nacionalismo –aunque no en el sentido fascistoide del término– contrastan con la pasividad o aceptación generales que rodearon al proceso de privatizaciones (comenzando, si se quiere, por el propio Ricardo Cirielli, quien al frente del gremio de los técnicos encabezó una inflexibilidad exactamente inversa al silencio con que acompañó la entrega). Y en cuanto a las propuestas de guerra contra las empresas españolas, además de sus implicancias de paja en el ojo ajeno, conviene preguntarse si no tienen más de arrebato que de otra cosa apenas se toma nota de que el capital ibérico –por más magnitud que tenga– no deja de ser una parte de la fenomenal extranjerización de la economía. En otras palabras, no son ni más ni menos expoliadores que el resto.
Sin perjuicio de esos y otros componentes que obligan a mirar con lupa mucho de lo que por estas horas despierta la dinámica del conflicto de Aerolíneas, en principio es altamente saludable el retorno a apelaciones patrióticas en el discurso del argentino “común”. Aunque claro: es un ingrediente de amor propio que tiene tanto de eventual aporte a herramientas de construcción alternativa, como de cruzarse con la verba xenófoba que también avanza.
En la dilucidación de esas corrientes encontradas se va a jugar una buena parte del destino argentino de corto y mediano plazo.

 

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