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LOMBARDO SIGUE EN SU PUESTO, PERO DEBERA CALLARSE
Un médico ahí, por favor

En el Gobierno siguen criticando las apariciones del ministro de Salud. Sólo Alfonsín salió a defenderlo. Le pidieron que no haga más declaraciones. De la renuncia no se volvió a hablar.

Héctor Lombardo, se toma la cabeza sentado entre Nicolás Gallo y Juan Pablo Baylac.

Por José Natanson

“Se puede entender que un arquero no ataje los penales. Pero lo que no se puede permitir es que si la pelota va afuera él vaya corriendo y la meta adentro.” Así definía ayer un importante funcionario la sucesión de torpezas comunicacionales en torno a la salud de Fernando de la Rúa: la primera declaración de Héctor Lombardo reconociendo que el Presidente sufre arteriosclerosis, otra en la que informaba que De la Rúa toma un Lexotanil por día, y finalmente el pedido de renuncia formulado por Chrystian Colombo. Ayer, en el Gobierno aclaraban que el jefe de Gabinete no había reclamado la expulsión de Lombardo sino sólo un gesto para que el Presidente pueda decidir. “Lombardo sigue en su cargo”, coincidían los múltiples voceros de la Rosada.
Para entender el enojo hay que remitirse al viernes pasado, cuando De la Rúa fue sometido a una angioplastia. Fue todo tan rápido –la confirmación de que había sido internado, la noticia del éxito de la operación y la imagen de un De la Rúa sonriente saliendo a pie de la clínica– que no hubo tiempo de que se expandiera la alarma. Por primera vez en mucho tiempo, el Gobierno había acertado con una operación mediática en la que Lombardo –que además de ministro es médico– ofició de vocero.
Un par de días después, sorpresivamente, Lombardo admitió que De la Rúa sufría arteriosclerosis. Después quiso bajarle el perfil al anuncio, aclarando que se trata de un mal común en las personas mayores, pero ya era tarde: la noticia era lo suficientemente brutal como para requerir mayores explicaciones. Al día siguiente, De la Rúa calificó de “blooper” las palabras del funcionario. Por la noche, Colombo sostuvo que Lombardo “al menos tiene que tener el gesto de presentarle al Presidente la opción de renunciar, para que decida si quiere que continúe ese funcionario o no, porque claramente el costo fue muy alto”.
Lejos de aplacar los ánimos, las declaraciones de Colombo contribuyeron a agitar el clima, a tal punto que los voceros del Gobierno tuvieron que salir a aclarar ayer que Lombardo seguía en su cargo. “Colombo no pidió la renuncia, sólo reclamó un gesto”, explicaban en la Rosada.
Aunque el ministro está confirmado en su cargo, el enojo no se aplacó. “Veníamos bárbaro. El megacanje, la detención de Menem, la operación de De la Rúa: eran temas delicados, difíciles, pero pudimos manejar bastante bien. Hasta que habló Lombardo y se pudrió todo”, comentaba ayer un funcionario con acceso cotidiano al despacho presidencial. “Pensábamos que por ser médico iba a comunicar mejor, pero el problema fue justamente ése: no se dio cuenta de que tenía que hablar como ministro y no como médico”.
Curiosamente, el único que salió a defender en público a Lombardo fue Raúl Alfonsín. “Hay que decir siempre la verdad, pero utilizó una palabra que todos sabemos que tiene una acepción distinta, una connotación diferente, absolutamente negativa. Ahí, lamentablemente, actuó el médico. No lo hubiera calificado de blooper. No creo que sea para pedir la renuncia”, sostuvo el ex presidente.
A pesar de tanta confusión, en el Gobierno aseguraban ayer que no habrá una nueva estrategia para despejar las incertidumbres sobre la salud presidencial introducidas por Lombardo. “De la Rúa va a seguir apareciendo cuando sea necesario, para definir la marcha del Gobierno y hablar de algunos temas puntuales, como hizo con Aerolíneas, pero no queremos sobreactuar. Los que sí van a aparecer más son los ministros”, señalaba un secretario de Estado muy cercano al Presidente. “En realidad, van a aparecer todos los ministros, menos Lombardo: De la Rúa le pidió que se guarde un tiempo”, concluía.

 

Parentella, con humor

Los sucesivos derrapes de comunicación en torno de la salud de Fernando de la Rúa llevaron ayer a la diputada frepasista Irma Parentella a reclamar la eliminación del presupuesto destinado a pagar a los voceros presidenciales. “Es necesario dar cumplimiento a una obligación ineludible de todo gobierno: la publicidad de sus actos. Pero entiendo que cualquier sistema que se instrumente en el futuro cumplirá con ese objetivo en forma más eficiente que el actual. Con voceros así, De la Rúa no necesita enemigos”, señaló Parentella. La diputada se refirió así a los sucesivos desaciertos comunicacionales del Gobierno, que llevaron al Presidente a cambiar un vocero tras otro: primero Darío Lopérfido, después Ricardo Ostuni, después Ricardo Rivas y finalmente Juan Pablo Baylac. Lo curioso es que se fueron superponiendo y que –siempre buscando no generar conflictos– De la Rúa tuvo que buscar un título diferente para cada uno: cuando fue designado, Ostuni era el “nexo” con la prensa y Lopérfido quedaba como vocero. Después, Rivas era “subsecretario de comunicación”, aunque actuaba de vocero. Baylac fue nombrado “portavoz del Gobierno” para diferenciarlo de Ostuni, que continúa siendo vocero, pero no del Gobierno sino Presidente.

 

DAER, AUSENTE DURANTE EL DISCURSO DE BULLRICH
Una bronca fermentada en Ginebra

La ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, expuso ayer en la 89ª conferencia anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en medio de una fuerte pelea con el líder de la CGT oficial, Rodolfo Daer, quien, enojado por la convocatoria de la ministra a rediscutir los convenios colectivos de trabajo, decidió boicotear con su ausencia la intervención de la funcionaria. La ministra dijo a Página/12 que el faltazo de Daer “fue un gesto mediático, intrascendente y fuera de lugar porque trasladar discusiones caseras al ámbito internacional sólo perjudica al país”.
Daer y Bullrich se encuentran en Ginebra participando de la 89ª conferencia anual de la OIT. Daer se enojó por la convocatoria a paritarias que hizo la ministra antes de viajar a Suiza. “Lo que nos hiciste fue como clavarnos un cuchillo por la espalda”, le dijo Daer. Ni lerda ni perezosa, ella respondió que “los sindicalistas no se tienen que enojar ni tener miedo. Llamamos a renovar los convenios colectivos de 1975, que no van más. Si los gremios y las empresas quieren seguir con los convenios actuales, que vengan al ministerio y los homologamos en una sola audiencia”. Daer se vengó faltando a la presentación de la ministra. “Me parece absolutamente intrascendente esta actitud porque es un gesto para que salga en los diarios argentinos, es un gesto absolutamente mediático y fuera de lugar. Que por avanzar en temas que están hablados y acordados, pero que a ellos les traen problemas internos, decidan no venir a mi discurso no es serio”, dijo ella, en un nuevo round.
En su exposición ante la OIT, Bullrich se refirió en primer término al “trabajo decente”. Al respecto, dijo que “para la Argentina, la cuestión del derecho a ciertas condiciones en el trabajo está vinculada con la cuestión previa del derecho al trabajo. No es razonable elaborar normas que mejoren cada vez más las condiciones en que se trabaja si al mismo tiempo no abordamos la cuestión de la protección y el aumento de las fuentes de trabajo”. La ministra también manifestó su preocupación por la persistencia de barreras arancelarias y paraarancelarias de los productos agrícolas argentinos en los países desarrollados e hizo hincapié en el hecho de que “a la vez que abrimos más y más nuestros mercados a impulsos de la mundialización, y se nos pide que pongamos en vigencia severos programas de ajuste estructural, se nos impide generar los recursos provenientes de las exportaciones de nuestros productos básicos, lo que incide directamente en el mantenimiento de niveles adecuados de empleo, en particular en la agricultura y la ganadería, y en los sectores vinculados a su transformación y comercialización externa”.
En su discurso, Bullrich informó además sobre los “avances” logrados en la Argentina en cuanto a la “adecuación” de las normas que rigen la actividad gremial en el país y a los principios de “libertad sindical” consagrados por la OIT. Remarcó la decisión del gobierno de la Alianza, de “modificar” los requisitos para el otorgamiento de personería gremial en la Argentina y de las “ventajas impositivas y de derechos de recaudación” que se concedieron a los gremios inscriptos. Al detallar los logros que la Argentina alcanzó en materia de “adecuación” a los principios de la OIT, dijo que “se han dictado normas legales que introducen cambios en el marco regulatorio gremial que amplían la protección y conceden derechos a gremios que hasta ahora no podían usufructuarlos”.

 

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