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Una indemnización que no repara en formalidades

La Justicia ordenó indemnizar a la compañera de un hombre que murió por mala praxis. La empresa médica se negaba porque sólo era la �concubina�.

El médico de la ambulancia
atendió a Oscar Basírico, pero
a los minutos de irse, el hombre murió.

La Justicia reconoció que 19 años de convivencia son suficientes para considerar a una mujer como la legítima compañera de un hombre. Nelly Ferreira Duarte podrá recibir la indemnización que le corresponde por la muerte de su pareja de casi toda la vida, Oscar Basírico, que falleció en marzo de 1992 por un caso de mala atención de urgencia, realizada por el médico a cargo de una ambulancia. El abogado de la demandante, Gustavo Romano Duffau, manifestó su satisfacción a Página/12, porque “si bien todas las partes demandadas trataron de restarle entidad al reclamo de quien no poseía un vínculo legal con la víctima, la Justicia accedió a su demanda”. Y agregó que este reconocimiento del derecho de indemnización “a una concubina por un caso de mala praxis médica es un fallo que no cuenta con demasiados precedentes”.
La situación que originó la acción legal ocurrió el 26 de marzo de 1992. Ese día, Basírico, de 60 años, comenzó a sentir fuertes dolores en el pecho y en el antebrazo, por lo que su mujer llamó a Cefrán –la obra social prepaga perteneciente al Hospital Francés, a la que estaban afiliados–, para pedir una ambulancia. El auxilio corrió por cuenta de la empresa Ambar, que envió una unidad a cargo del médico residente de nacionalidad española José de Iceta y Martínez. Media hora fue el tiempo que le llevó llegar a la casa de la pareja. Una vez realizada la revisión del paciente, el médico diagnosticó “angina de pecho a causa del cigarrillo”, le inyectó una ampolla de Buscapina y se retiró convencido de su deber cumplido. Sin embargo, a los pocos minutos, Basírico tuvo una recaída y comenzó con convulsiones. Asustada, su mujer volvió a llamar a una ambulancia, que otra vez demoró media hora en llegar. Pero fueron en vano los esfuerzos de reanimación; el paciente ya había fallecido.
Después de recuperarse del dolor, a Nelly la asaltó la indignación, por lo que decidió entablar una demanda penal y otra civil. La primera culminó con la condena al médico español a tres años de prisión de cumplimiento condicional y diez de inhabilitación para ejercer la medicina.
Pero para que la demanda civil prosperara, tuvieron que pasar casi diez años. La mujer tuvo que esperar todo ese tiempo para que, sin libreta pero con una historia en común de 19 años junto a Oscar Basírico, se le reconociera su derecho a ser indemnizada. Finalmente, el fallo de la Sala M de la Cámara Civil –con el voto unánime de sus integrantes– estableció que “la concubina del fallecido puede demandar indemnización por el daño patrimonial indirecto si resultare perjudicada por la muerte de su compañero o por la frustrada satisfacción de sus necesidades, que regularmente y con certeza, el muerto subvenía”. En criollo, la asisten los mismos derechos que a una esposa con papeles.
La indemnización fue fijada en 30.000 pesos al día del hecho, por lo que hay que sumarle intereses por los años transcurridos, actualizaciones y costas. Ese monto deberá ser abonado por los tres demandados: Cefrán, Ambar y el médico residente Iceta y Martínez.
El abogado Romano Duffau explicó que la defensa “intentó restarle entidad al reclamo por carecer la mujer de vínculo legal para entablar la acción”. Y si bien el sentido común indicaría que la mujer tiene el derecho adquirido, después de tantos años, a percibir una indemnización, el abogado destacó que el fallo “es novedoso en cuanto a una demanda entablada por una concubina en un caso de mala praxis médica”. “En el fallo –agregó el abogado– la Cámara hizo hincapié en que no hay un ligamen anterior consistente, porque la mujer era soltera y el hombre estaba separado.”
Nelly, que hoy tiene 48 años, recién ahora siente que se hizo justicia, y después de enterarse que por fin le otorgaron la indemnización que le corresponde, aseguró que su principal deseo es que “esto no le suceda más a nadie”. Casi dos décadas de convivencia junto a Basírico la convirtieron en su esposa de hecho, pero el término que le cabe legalmente es el de “concubina”. Ella no lo rechaza: “No creo que sea una palabra amarilla, a mí no me avergüenza”, aseguró a este diario.

 

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