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PAGINA/12 PRESENTA DESDE MAÑANA UNA COLECCION CON LO MEJOR DE MERCEDES
La “Negra” Sosa, o el canto que nunca cesa

Son dos discos, uno �clásico� y otro �moderno�, en el que se pueden apreciar sus momentos artísticos. El primero incluye himnos como �Balderrama�, �Luna tucumana� y �Juana Azurduy�. El segundo recorre sus canciones de los �80, con invitados de lujo.

Por Fernando D’Addario

Hay en Mercedes Sosa universos análogos, que parecen haber surgido para diferenciarse entre sí y que, en definitiva, terminan confluyendo cada vez que un disco, un show o un homenaje se encargan de esquivar las fronteras musicales. Hay también un elemento unificador de esos universos: la voz maravillosa de la Negra, capaz de abrigar los sonidos de la madre tierra y de sobrevolar con curiosidad otros territorios, ajenos, en apariencia hostiles, y finalmente sumisos a su potestad artística. Quizá para delimitar los mapas musicales que Mercedes dibujó en sus casi cuarenta años de trayectoria, los dos CD’s que Página/12 publicará desde mañana (el segundo volumen saldrá el domingo 24, y en ambos casos el precio de compra opcional será de 6 pesos) llevan por nombre Clásica & Moderna. Antes del necesario desglose estilístico habrá que señalar que, en conjunto, la colección reúne un puñado de canciones imbatibles, de esas que podrían brillar en cualquier antología de la música popular del siglo pasado: desde “Alfonsina y el mar” hasta “Inconsciente colectivo”, “desde “Al Jardín de la República” hasta “Pedro canoero”, pasando por “Todo cambia” y “Si se calla el cantor”.
La colección se divide básicamente en dos partes: el primer volumen incluye temas esencialmente folklóricos, que muestran a Mercedes sola, respaldada en la bella austeridad de una guitarra y un bombo. La segunda entrega la presenta en sociedad, abriendo un abanico de estilos que se proyecta a través de sus acompañantes ocasionales. Participan de esta apertura, entre otros, Nito Mestre, Pablo Milanés, Milton Nascimento, Charly García y Fito Páez. A grandes rasgos, podría señalarse que el primer disco propone un viaje a los primeros diez años de carrera de la Negra, en tanto, la versión “moderna” (que, a esta altura, también es “clásica”) recorre la producción de Mercedes posterior a 1982, cuando regresó del exilio. Esta separación, que es lógica y natural, esconde también una paradoja: en su etapa más comprometida con lo colectivo, la de esa “canción con todos” que inauguró el nuevo cancionero, Mercedes se destacó por su canto solitario, despojado. Y cuando los vientos de la historia sugirieron una regresión al individualismo, Mercedes necesitó recostarse en artistas “de otro palo” para reinventarse en un nuevo canto con todos.
No obstante, esta categorización no es absoluta. En los 60 y 70 no estuvo sola, ni mucho menos. Fue la mejor intérprete de ese nuevo cancionero que revolucionó el folklore argentino poniéndolo a tono con el estado de ebullición que destilaba Latinoamérica. “Veo el campo, el fruto, la miel/ y estas ganas de amar/ no me puede el olvido vencer/ hoy como ayer, siempre llegar/ en el hijo se puede volver, nuevo” escribió Hamlet Lima Quintana, efervescente, en aquella “Zamba para no morir” (1966) que Mercedes complementó con una interpretación épica. En el disco que saldrá mañana se reserva un lugar para esa sociedad atípica que formaron Ariel Ramírez, Félix Luna y la Negra, y que brindó himnos como “Juana Azurduy” (1969). Le sigue “Los inundados” (música de Ramírez, letra de Isaac Aisemberg) y en el otro volumen está el imprescindible “Alfonsina y el mar”, con la participación del pianista.
Hay más clásicos: “La pobrecita” (Yupanqui), “La pomeña” (1970) y “La arenosa” (1972), estas dos últimas con la firma de Cuchi Leguizamón y Manuel J. Castilla, en un plan menos politizado (para la época, 1970 y 1972, respectivamente), pero igualmente mágico, donde el canto de Mercedes surge profundo pero sin prisa, acorde con su sensibilidad de mujer tucumana (aunque “La arenosa” hable de “mi tierra cafayateña” y “La pomeña” describa conmovedoramente a esa ya mítica Eulogia Tapia, de La Poma). Para sintonizar con sus orígenes (al menos desde un punto de vista formal), nada mejor que “Luna tucumana” y “Al Jardín de la República”, que no necesitan comentarios. Están.
“Antes los sueños eran más radicales. Y eran perfectos. Ahora se hace lo que se puede”, dijo alguna vez a Página/12, con un dejo de resignación.”Todo cambia”, avisó en 1984, y no es antojadizo que esta canción cierre el primer capítulo de la colección. Ni que se abra el segundo con “Si se calla el cantor”, un tema de 1973 en el que se la escucha en plan de barricada junto con Horacio Guarany (evidentemente, “todo cambia”), que hasta parece cantar bien, y recitar mejor. En los ‘80, Mercedes no se calló, sino que más bien prefirió cambiar de tono, refrescar su repertorio para cicatrizar ciertas heridas y, de paso, para trasvasar generacionalmente su base de adherentes. Así, cosechó jóvenes militantes cuando versionó el “Sueño con serpientes” de Silvio Rodríguez, acompañándose de Milton Nascimento y citando, a la espera o en nostalgia de tiempos mejores, a Bertolt Brecht. Y se rejuveneció con los rockeros que la adoptaron como a una tía respetable, y que le entregaron en bandeja, para que se luciera, canciones como “La colina de la vida” (con Nito Mestre) e “Inconsciente colectivo” (con Milton Nascimento y la sombra de Charly dando vueltas por ahí) y “Parte del aire” (con Fito Páez).
Todos clics modernos para una artista como Mercedes, pero pertenecientes, vistos hoy en perspectiva, a un momento del pop que testimonió la debacle de la dictadura pero se quedó atrás en la sintonía con el imaginario de los 80. Es la Mercedes del regreso, cosmopolita y curiosa. El disco también incluye otros temas arquetípicos de estos cambios, como “Años” (cantada con Raimundo Fagner) y “El tiempo, el implacable, el que pasó”, ambos escritos por Pablo Milanés. Y, ya más cerca en el tiempo, “Cuchillos”, la novedad que deparó Alta fidelidad, su acercamiento definitivo a Charly. Entre “Zamba para no morir” (la canción más vieja de la colección) y “Cuchillos” (la más nueva) median 31 años. Un recorrido por la trayectoria de la Negra podría ser una buena síntesis de la Argentina de los últimos tiempos.

 

Dos versiones y una voz
Todo cambia
Cambia lo superficial
cambia también lo profundo
cambia el modo de pensar
cambia todo en este mundo.

Cambia el clima con los años
cambia el pastor su rebaño
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño.

Cambia el más fino brillante
que no emanó su brillo.
Cambia el nido el pajarillo
cambia el sentido un amante
cambia el rumbo el caminante
aunque esto le cause daño
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño.

Cambia, todo cambia.
Cambia, todo cambia.
Cambia, todo cambia.
Cambia, todo cambia.

Cambia el sol en su carrera
cuando la noche subsiste
cambia la planta y se viste
de verde la primavera.

Cambia el pelaje la fiera
cambia el cabello el anciano
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño.

Pero no cambia mi amor
por más lejos que me encuentre
ni el recuerdo, ni el dolor
de mi pueblo y de mi gente.

Y lo que cambió ayer
tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo
en esta tierra lejana.
Cambia, todo cambia.
Cambia, todo cambia.
Cambia, todo cambia.
Cambia, todo cambia.

Pero no cambia mi amor
por más lejos que me encuentre
ni el recuerdo, ni el dolor
de mi pueblo y de mi gente

Y lo que cambió ayer
tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo
en esta tierra lejana.

Cambia, todo cambia.
Cambia, todo cambia.
Cambia, todo cambia.
Cambia, todo cambia.

La arenosa
Arenosa, arenosita
mi tierra cafayateña
el que bebe de tu vino
gana sueño y pierde penas,
el que bebe de tu vino
gana sueño y pierde penas.

El agua del calchaquí
padre de toda la siembra
cuando uno se va y no vuelve
canta llorando y lo sueña,
cuando uno se va y no vuelve
canta llorando y lo sueña.

Arena, arenita
arena tapa mi huella
para que en las vendimias
mi vida yo vuelva a verla,
para que en las vendimias
mi vida yo vuelva a verla.

Luna de los medanales
lunita cafayateña,
luna de arena morena
en carnavales de ausencia,
luna de arena morena
en carnavales de ausencia.

Deja que beba en tu vino
la savia cafayateña
y que me pierda en la cueca
cantando antes que me muera,
y que me pierda en la cueca
cantando antes que me muera.

Arena, arenita
arena tapa mi huella,
para que en las vendimias
mi vida yo vuelva a verla,
para que en las vendimias
mi vida yo vuelva a verla.

 

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